Un día como
cualquiera, un padre de una familia adinerada llevó a su hijo a un viaje por el
campo con el firme propósito que su hijo viera cuan pobre era la gente
que vive en el campo.
Estuvieron
pasando todo el día y la noche en una granja de una familia campesina muy
humilde.
Al concluir el
viaje, ya de regreso a casa, el padre le pregunta a su hijo:
Padre: ¿Qué te
pareció el viaje?
Hijo: Muy
bonito, papá
Padre: ¿Viste
lo pobre que puede ser la gente?
Hijo:Si
Padre: ¿Y qué
aprendiste?
Hijo:Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cinco. Nosotros
tenemos una piscina larga hasta a la mitad del jardín, ellos tienen un arroyo
que no tiene fin. Nosotros tenemos lámparas importadas en el patio, ellos
tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta la muralla de la casa, el de
ellos tiene todo un horizonte. Ellos tienen tiempo para conversar y convivir en
familia, tú y mi mamá tienen que trabajar todo el día y casi nunca los veo.
Al terminar el
relato, el padre se quedó mudo, y su hijo agregó:
¡Gracias papá, por enseñarme lo ricos que podemos llegar a ser!
(Autor desconocido)
Después de leer estas líneas, te dejo una pregunta abierta:
¿Sigues concediendo el mismo valor a la riqueza material?
"Vengo,
maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada.
Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto.
¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?".
El
maestro sin mirarlo, le dijo:
"Cuánto
lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio
problema. Quizás después...".
Y haciendo una pausa agregó:
"Aunque…
si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez
y después tal vez te pueda ayudar".
"Encantado,
maestro" -titubeó el joven-, pero sintió que otra vez era
desvalorizado y sus necesidades postergadas, pero no se atrevió a negarse.
"Bien",
-asintió el maestro-.
Se
quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo
al muchacho agregó:
"Toma
el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este
anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la
mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa
con esa moneda lo más rápido que puedas".
El
joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el
anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con cierto interés, hasta que el
joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la
moneda de oro, algunos reían, otros se daban la vuelta dándole la espalda
enfadados y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de
explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un
simple anillo.
En
su afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de
cobre; pero el joven tenía
instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de mostrar y ofrecer su joya a cuanta persona se cruzaba con él en el
mercado -más de cien personas-, y abatido por su fracaso, montó su caballo y
regresó. Cuanto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro.
Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su
preocupación y recibir así su consejo y ayuda.
Ya
de regreso a la casa del maestro, entró en la habitación y le dijo:
"Maestro,
lo siento mucho, no pude conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir
dos o tres monedas de plata, pero no creo que consiga engañar a nadie respecto
del verdadero valor del anillo y me pague tanto dinero por él".
"Qué
importante lo que dijiste, joven amigo" -contestó sonriente el
maestro-. "Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve
a montar el caballo y ve al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que
quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo
que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo".
El
joven volvió a cabalgar. Cuando llegó, comentó al joyero que su maestro quería
venderlo. El joyero examinó el anillo a
la luz del candil con su lupa, lo pesó, consultó algunos libros y luego le
dijo:
"Dile
al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya no puedo darle más que 58 monedas
de oro por su anillo".
"¡58
monedas!" -exclamó el joven-.
"Sí"
-replicó el joyero-. "Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él
cerca de 70 monedas, pero no sé... si la venta es urgente...".
El
joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
"Siéntate"
-dijo el maestro después de escucharlo-.
"Tú
eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede
evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que
cualquiera descubra tu verdadero valor?".
Y
diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano
izquierda.
Severn Suzuki (pronunció en 1992 ante la ONU el que se ha calificado como "El mejor discurso político oído nunca por la ONU")
"La tierra no nos fue heredada por nuestros padres,
nos fue prestada por nuestros hijos."
(Góngora)
Es posible que ya conozcas este video pues debe llevar años colgado en Internet y ha debido recibir millones de visitas, lo que demuestra que aún estamos sordos y ciegos.
Su protagonista, Severn Suzuki, una niña de tan sólo 14 años de edad, pronunció en la Cumbre de la Tierra de las Naciones Unidas en 1992, ante los principales dirigentes del planeta, lo que se ha calificado como "el mejor discurso político oído nunca por la ONU". Lo sería si no fuera porque dice grandes verdades, lo que tiene muy poco de política y mucho de sinceridad, sentido común y deseo real de cambios efectivos.
El menor reconocimiento que merecía, era que se hubiesen levantado y aplaudir su ponencia. Su discurso debería haber sido aclamado y escuchado por todo el planeta para alzar nuestra voz junto con la de ella. Sin embargo, no tenemos ni el suficiente valor, ni la suficiente "dignidad humana" para movilizarnos globalmente, ya que tanto se habla de la globalización, y al final todos nos convertimos en cómplices de tanto abuso, tanta corrupción, tan explotación y tanta devastación como se viene practicando desde hace décadas ante la mirada impasible de cuantos dirigentes suben al poder alrededor de la Tierra, actuando impunemente y a su libre albedrío, como si nuestro gran globo terráqueo fuera de propiedad exclusivamente suya y pudieran destruirlo a su antojo con una simple firma que suponga el ataque a una nación extranjera, la destrucción de una selva, la encarcelación de inocentes, mientras los verdaderos culpables se exhiben públicamente en libertad y así sucesivamente.
No podemos seguir siendo cómplices y sentirnos víctimas a la vez. No podemos permitir dejar a nuestros hijos y las demás generaciones futuras un planeta destruido y una humanidad difunta. No podemos seguir traicionando a las futuras generaciones. Debemos reaccionar contra este sistema en el que los ricos y poderosos cada vez lo son más mientras los pobres y necesitados mueren a millares y aumentan a un ritmo alarmante a nivel mundial. No podemos seguir permitiendo que los recursos limitados de nuestro planeta se desperdicien para fines destructivos a favor del lucro de una minoría.
Ya no sirven las palabras... El silencio y la pasividad deben dar paso a la acción.
El video está en inglés, con subtítulos en castellano, pero, para facilitar su comprensión, a continuación se presenta la transcripción de su intervención:
"Hola, soy Severn Suzuki y hablo por ECO (Environmental
Children’s Organisation), Organización Infantil del Medio Ambiente. Somos un
grupo de niños de 13 y 14 años de Canadá intentando lograr un cambio: Vanessa
Suttie, Morgan Geisler, Michelle Quigg y yo. Recaudamos nosotros mismos el
dinero para venir aquí, a cinco mil millas para deciros a vosotros, adultos,
que tenéis que cambiar vuestra forma de actuar. Al venir aquí hoy, no tengo una
agenda secreta. Lucho por mi futuro.
Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o unos
puntos en el mercado de valores. Estoy aquí para hablar en nombre de todas las
generaciones por venir. Estoy aquí para hablar en defensa de los niños
hambrientos del mundo cuyos lloros siguen sin oírse. Estoy aquí para hablar por
los incontables animales que mueren en este planeta porque no les queda ningún
lugar adonde ir. No podemos soportar no ser oídos.
Tengo miedo de tomar el sol debido a los agujeros en la capa
de ozono. Tengo miedo de respirar el aire porque no sé qué sustancias químicas
hay en él. Solía ir a pescar a Vancouver, mi hogar, con mi padre hasta que hace
unos años encontramos un pez lleno de cánceres. Y ahora oímos que los animales
y las plantas se extinguen cada día, desvaneciéndose para siempre.
Durante mi vida, he soñado con ver las grandes manadas de animales
salvajes y las junglas y bosques repletas de pájaros y mariposas, pero ahora me
pregunto si existirán siquiera para que mis hijos los vean.
¿Tuvieron que preguntarse ustedes estas cosas cuando tenían
mi edad?
Todo esto ocurre ante nuestros ojos y seguimos actuando como
si tuviéramos todo el tiempo que quisiéramos y todas las soluciones. Soy sólo
una niña y no tengo todas las soluciones, pero quiero que se den cuenta:
ustedes tampoco las tienen.
No saben como arreglar los agujeros en nuestra capa de
ozono. No saben como devolver a los salmones a aguas no contaminadas. No saben
como resucitar un animal extinto. Y no pueden recuperar los bosques que antes
crecían donde ahora hay desiertos.
Si no saben como arreglarlo, por favor, dejen de romperlo.
Aquí, deben ser delegados de gobiernos, gente de negocios,
organizadores, reporteros o políticos, pero en realidad sois madres y padres,
hermanos y hermanas, tías y tíos, y todos vosotros sois el hijo de alguien.
Aún soy sólo una niña, y sé que todos somos parte de una
familia formada por cinco billones de miembros, de hecho por treinta millones
de especies, y todos compartimos el mismo aire, agua y tierra. Las fronteras y
los gobiernos nunca cambiarán eso.
Aún soy sólo una niña, y sé que todos estamos juntos en esto
y debemos actuar como un único mundo tras un único objetivo.
En mi rabia no estoy ciega y en mi miedo no estoy asustada
de decir al mundo como me siento.
En mi país derrochamos tanto… Compramos y despilfarramos y,
aún así, los países del Norte no comparten con los necesitados. Incluso
teniendo más que suficiente, tenemos miedo de perder parte de nuestros bienes,
tenemos miedo de compartir.
En Canadá vivimos una vida privilegiada, plena de comida,
agua y protección. Tenemos relojes, bicicletas, ordenadores y televisión.
Hace dos días, aquí en Brasil, nos sorprendimos cuando
pasamos algún tiempo con unos niños que viven en la calle. Y uno de esos niños
nos dijo: “Desearía ser rico, y si lo fuera, daría a todos los niños de la
calle comida, ropas, medicinas, hogares y amor y afecto”.
Si un niño de la calle que no tiene nada está deseoso de
compartir, ¿por qué somos nosotros, que lo tenemos todo, tan codiciosos?
No puedo dejar de pensar que esos niños tienen mi edad, que
el lugar donde naces marca una diferencia tremenda, que podría ser uno de esos
niños que viven en las favellas de Río; que podría ser un niño muriéndose de
hambre en Somalia; una víctima de la guerra en Oriente Medio o un mendigo en
India.
Aún soy sólo una niña y sé que si todo el dinero gastado en
guerras se utilizara para acabar con la pobreza y buscar soluciones
medioambientales, qué lugar maravilloso sería la Tierra.
En la escuela, incluso en el jardín de infancia, nos enseñan
a comportarnos en el mundo. Ustedes nos enseñan a no pelear con otros, a
arreglar las cosas, a respetarnos, a enmendar nuestras acciones, a no herir a
otras criaturas, a compartir y no ser codiciosos.
Entonces, ¿por qué salen fuera y se dedican a hacer las
cosas que nos dicen que no hagamos?
No olviden por qué asisten a estas conferencias, lo hacen
porque nosotros somos sus hijos. Están decidiendo el tipo de mundo en el que
creceremos. Los padres deberían poder confortar a sus hijos diciendo: “todo
va a salir bien”, “esto no es el fin del mundo” y “lo estamos
haciendo lo mejor que podemos”.
Pero no creo que puedan decirnos eso más. ¿Estamos siquiera
en su lista de prioridades? Mi padre siempre dice: “Eres lo que haces, no lo
que dices”.
Bueno, lo que ustedes hacen, me hace llorar por las noches.
Ustedes, adultos, dicen que nos quieren.
Os desafío: por favor, haced que
vuestras acciones reflejen vuestras palabras. Gracias."
Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad.
Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de nuestro padre Dios.
Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio.
Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme. La gente que tiene tacto.
Me gusta la gente que posee sentido de la justicia.
A estos los llamo mis amigos.
Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor. La gente que nunca deja de ser aniñada.
Me gusta la gente que con su energía, contagia.
Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera.
Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos. La gente que lucha contra adversidades.
Me gusta la gente que busca soluciones.
Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que valora a sus semejantes no por un estereotipo social ni cómo lucen. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen.
Me gusta la gente que tiene personalidad.
Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón. La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegría, la humildad, la fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, el arrepentimiento y el amor para los demás y propio son cosas fundamentales para llamarse GENTE.
Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido.
Varios internos violentos que incendiaron una prisión fueron separados del resto. Pero cuando volvieron a sus celdas, los esperaba una sorpresa: las paredes fueron pintadas de rosa para tranquilizarlos. “Eso sí es rosado”, dijo sorprendido uno de los ocho reclusos que había vuelto a la prisión ubicada en la zona rural de los Estados Unidos. Los internos habían incendiado una cárcel el mes anteior en Missouri y, tras ser separados del resto, volvieron al centro de reclusión. Allí se llevaron la sorpresa: las autoridades habían pintado las paredes de sus celdas de rosa con ositos azules.
El comisario del condado de Dallas, Mike Rackley, dijo que esperaba que el nuevo color, “rosado Pepto-Bismol”, tuviera un efecto tranquilizante en los internos, cuyas celdas también estaban ornamentadas con ositos azules pintados en las paredes.
“Hubo muchos estudios realizados por algunas universidades y han determinado que el rosa es un color tranquilizante“, dijo Rackley a la agencia AFP. "Esperamos que tendrá el mismo efecto en los internos”.
Rackley dijo que un total de 34 internos, desde asesinos, violadores y farmacodependientes hasta traficantes, serían hospedados en la prisión una vez terminada la remodelación.
“No soy necesariamente un fanático del color rosa pero usaremos cualquier cosa que haya sido demostrado que funciona”, dijo. “Somos una guardería para adultos y básicamente son incapaces de controlar su comportamiento en público, así que debemos recluirlos aquí para controlar su comportamiento”.
"Estoy seguro que el color rosa tendrá un efecto calmante en ellos”, concluyó. Sin embargo, experimentos posteriores demostraron que la variable determinante no era el color sino el cambio (pintar las celdas aunque fuese de otros colores).
Fuera por la serenidad que aportaba el color, por la paredes recién pintadas o por la sensación de higiene y limpieza, el experimento demostró que los presos se encontraban más calmados y muchos de ellos, al salir de prisión, no volvían a delinquir. Luego, de una forma u otra, el experimento parece que tuvo éxito y a los reclusos les benefició.