¿Sabemos por qué hoy en día utilizamos muchas frases coloquiales? Son muchos los dichos que empleamos en nuestro lenguaje cotidiano que nos remiten a nuestro pasado histórico, a historias o personajes curiosos y a antiguas costumbres ya en desuso. Algunos ejemplos los podemos ver en expresiones populares como:
"Ser más feo que Picio"
Supuesto zapatero de principios del siglo XX que vivió en el pueblo granadino de Alhendín. Se dice que este hombre fue condenado a muerte, pero que hallándose en capilla recibió el indulto. La impresión de la noticia le produjo la pérdida total del pelo, aparte de una serie de increíbles deformaciones en el rostro y que al morir le dieron la extremaunción con caña, por lo asustado que estaba el párroco.
"Ser más tonto que Abundio"
"Ser más tonto que Abundio"
Surge en Navarra, donde vivía el tal Abundio. La expresión coloquial le asocia la cantinela de "cuando iba a vendimiar se llevaba uvas de postre".
Existen otras supuestas aventuras de este personaje, como aquella que cuenta cuando le mandaron sus amos a por bollos a un pueblo cercano y él, de regreso, para que no se derritiera el azucarillo, sumergía la bolsa en las acequias del camino.
Su fama nace en Madrid. Se trataba de un mendigo del siglo XIX, que pedía en las cercanías de la antigua plaza de toros de la capital. Su nombre procede de un bote de piel que agitaba con la mano para que le arrojaran en él las limosnas. Su fama de tonto proviene de un cierto retraso mental que padecía y su apodo obtuvo notoriedad por un curioso suceso que ocurrió un día de corrida de toros.
Resulta que una tarde de fiesta, uno de los toros bravos se escapó de la plaza saltando los burladeros y al salir se topó de bruces con el desgraciado mendigo. El animal se acercó a él, quedando nuestro personaje inmóvil, desconociendo que estaba en peligro.
Finalmente el toro solamente le olisqueó un poco y tras bufar, siguió su carrera descontrolada por las calles de la ciudad.
La gente se quedó maravillada por la buena suerte del tonto del bote, quedando este hecho, pero sobre todo su nombre, grabados en la memoria popular.
Existen otras supuestas aventuras de este personaje, como aquella que cuenta cuando le mandaron sus amos a por bollos a un pueblo cercano y él, de regreso, para que no se derritiera el azucarillo, sumergía la bolsa en las acequias del camino.
Su fama nace en Madrid. Se trataba de un mendigo del siglo XIX, que pedía en las cercanías de la antigua plaza de toros de la capital. Su nombre procede de un bote de piel que agitaba con la mano para que le arrojaran en él las limosnas. Su fama de tonto proviene de un cierto retraso mental que padecía y su apodo obtuvo notoriedad por un curioso suceso que ocurrió un día de corrida de toros.
Resulta que una tarde de fiesta, uno de los toros bravos se escapó de la plaza saltando los burladeros y al salir se topó de bruces con el desgraciado mendigo. El animal se acercó a él, quedando nuestro personaje inmóvil, desconociendo que estaba en peligro.
Finalmente el toro solamente le olisqueó un poco y tras bufar, siguió su carrera descontrolada por las calles de la ciudad.
La gente se quedó maravillada por la buena suerte del tonto del bote, quedando este hecho, pero sobre todo su nombre, grabados en la memoria popular.
La Noche de Reyes (5 de enero) y el Día de Reyes (6 de enero) es típico comer en España el llamado Roscón de Reyes. En ese roscón antiguamente se metía un haba, que quedaba oculta. Aquel comensal que encontraba el haba dentro del trozo de roscón que se estaba comiendo era el que debía pagar el roscón entero. De ahí que ese pobre "tonto" fuera conocido como el "tonto del haba".
En Madrid existe una calle llamada de Gil Imón que hace de travesaño entre el Paseo Imperial y la Ronda de Segovia.
Esta calle lleva se nombró así honor del que fuera alcalde de la capital, D. Gil Imón, en los tiempos en que el duque de Osuna organizaba sus célebres bailes, a los que acudía la alta sociedad para poner en el escaparate familiar a jovencitas de la buena cuna como oferta casadera.
Esta calle lleva se nombró así honor del que fuera alcalde de la capital, D. Gil Imón, en los tiempos en que el duque de Osuna organizaba sus célebres bailes, a los que acudía la alta sociedad para poner en el escaparate familiar a jovencitas de la buena cuna como oferta casadera.
A las damitas de entonces se les aplicaba el apelativo de "pollas", que en el Diccionario de la Real Academia Española llevan, como sexta acepción, figurada y familiarmente, el significado de jovencitas, algo que hoy prácticamente se ignora. La polla de entonces no tenía ninguna connotación que hiciese referencia a los genitales masculinos como hoy en día.
El tal Don Gil era un personaje de relieve (la prueba está en que tiene dedicada su propia calle en la ciudad) y su nombre aparecía frecuentemente en los ecos de sociedad de las revistas del corazón de la época. El hombre se sentía obligado a responsabilizarse de sus deberes familiares, como buen padre. Tenía dos hijas en edad de merecer, nada favorecidas físicamente, sin gracia y de escasa inteligencia. Se hacía acompañar por ellas a absolutamente todas aquellas fiestas y actos a los que, invitado como primera autoridad municipal, tenía que acudir, siendo bastante habitual la siguiente conversación:
- ¿Ha llegado ya D. Gil?
- Sí, ya ha llegado D. Gil y, como siempre, viene acompañado de sus pollas.
Mientras D. Gil se encargaba de atender las numerosas conversaciones que su cargo de alcalde comportaban, sus pollitas iban a ocupar algún asiento que descubrieran desocupado, a esperar a que algún pollo (o jovencito) se les acercase, cosa que nunca sucedía. La situación, una y otra vez repetida, dio lugar a la asociación mental de tonto o tonta con D. Gil y sus pollas.
Mientras D. Gil se encargaba de atender las numerosas conversaciones que su cargo de alcalde comportaban, sus pollitas iban a ocupar algún asiento que descubrieran desocupado, a esperar a que algún pollo (o jovencito) se les acercase, cosa que nunca sucedía. La situación, una y otra vez repetida, dio lugar a la asociación mental de tonto o tonta con D. Gil y sus pollas.
Los imaginativos y bien humorados madrileños lo tuvieron fácil para expresar la idea de mentecato integral e inconsciente a D. Gil y la frase "¡Ya está aquí Don Gil y pollas!" cundió por todo Madrid, dando origen a esta palabra castiza, nacida en la Capital del Reino y después exportada al resto de España, ganándose a pulso con el tiempo el derecho a entrar en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE).
Hay quienes afirman que en la provincia de Lugo una tal Maria Castaña, junto con su familia, encabezó un partido de extracción popular que se oponía al pago de los tributos exigidos abusivamente por el obispo del lugar. Incluso, se afirma que habría sido ella misma la que ordenó matar como represalia al mayordomo del prelado.
Una de las revueltas, contra los impuestos que el obispo de Lugo cobraba tuvo lugar en 1386 bajo el reinado de Juan I de Castilla, fue encabezada por María Castaña contra el obispo de Lugo, Pedro López de Aguilar, que acabó con la muerte del mayordomo del obispo, Francisco Fernández. Sofocada la revuelta, María Castaña y sus dos hijos (o según las fuentes, sus cuñados), Gonzalo Cego y Afonso Cego, fueron apresados, acusados de provocar la muerte del mayordomo y obligados a donar sus bienes, entre ellos las posesiones en coto de Cereixa en Tierra de Lemos y mil maravedíes a la Iglesia.
Aparentemente, la fama de esta mujer se cimentaba no tanto en sus principios morales y actitudes de arrojo, sino en su aspecto muy varonil.
Durante la Guerra Civil Española, José Fernández Albusac, natural de Leganés y de profesión guardia municipal del Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid, parece que debido a su carácter avinagrado tenía la mano ruda a la hora de dirimir riñas callejeras, lo que le proporcionó el sobrenombre de "Pepe Leches". Tenía una afección de la vista que le hacía lagrimear y enrojecer los párpados, por otro lado, tremendamente miopes, no corregidos con lentes para no deshonrar el uniforme. Cuando "soltaba una leche", no había seguridad de que la recibiese el culpable, pero, como él decía, "ninguno es totalmente inocente cuando dos se pelean".
Pretendiendo ingresar en la Guardia Civil recién creada, le aconsejaron ir a la cabeza de la Benemérita y, así, aprovechando la presencia del duque de Ahumada en una fiesta benéfica donde le habían enviado para dar servicio, quiso mostrarse en toda su arrogancia, en la seguridad de que unas simples palabritas le ahorrarían los enojosos trámites requeridos para el ingreso en tan prestigioso Cuerpo.
Orientado hacia el grupo en que se hallaba el duque, se acercó lanzando una ardiente soflama sobre su espíritu justiciero y abnegación patriótica, pero su escasa visión hizo que el discurso se lo dirigiera a una niña vestida de gitana, hija de los anfitriones, a quien confundió con Ahumada, que con gran regocijo presenció la escena y convenció a Fernández, con el mayor tacto, acerca de la imposibilidad de aceptarle en la Guardia Civil, que requeriría vista de lince.
El guardia Fernández murió años después atropellado por una carroza fúnebre cuando creía topar con su sobrina, según dedujeron los testigos del accidente, que le oyeron exclamar: "¡Pero qué bestia eres, Manuela!".
La mayoría de los autores coincide en afirmar que la frase proviene de las controversias y violentos enfrentamientos surgidos en el transcurso del primer concilio ecuménico de Nicea, al discutirse la doble naturaleza, humana y divina, de Jesucristo.
Iniciado en el año 325 bajo el pontificado de Silvestre I, el concilio fue presidido por el obispo de Córdoba, con la presencia del emperador Constantino. Éste había promovido su celebración para resolver la crisis desatada dentro de la Iglesia por los defensores del arrianismo. Mientras que para los católicos el Verbo, Hijo de Dios, es verdaderamente Dios, lo mismo que el Padre, para el heresiarca griego Arrio el Verbo sólo posee una divinidad secundaria. Dicho de otro modo, que el Verbo no es realmente Dios eterno, infinito y todopoderoso.
Claudio Tiberio fue el segundo emperador romano. Se distinguió por sus dotes militares. Cuando murió Augusto, se apoderó del imperio, el que gobernó con acierto. Pero tras el fallecimiento de su hijo adoptivo Germánico se convirtió en un déspota cruel y despiadado que recelaba de todo el mundo.
Hizo ejecutar a gran cantidad de amigos y parientes entre quienes se encontraba su esposa Julia, ejerció un poder arbitrario y sus desmanes sembraron el terror y la confusión por toda Roma. Tanto fue, que en Roma se decía que no había familia que no tuviera que lamentar la muerte de algún familiar a manos de Tiberio quien, finalmente, murió supuestamente envenenado por su sucesor Calígula, otro personaje digno de cuidado. De la triste memoria de aquellos tiempos procede esta expresión.
El origen de esta frase hecha tan utilizada, lo debemos buscar en la España de tiempos de Felipe II.
Hace referencia a la conocida como batalla de San Quintín librada en 1556 durante los primeros años del reinado de Felipe II y encuadrada en el conflicto mantenido por las monarquías francesa y española sobre Flandes.
Nápoles, invadido por Enrique I, duque de Guisa para la monarquía francesa, tuvo su contestación en el mandato de Felipe II para que las tropas españolas situadas en los los Países Bajos españoles invadieran la Francia de Enrique II, asediando San Quintín.
Al parecer se libró una cruenta batalla que se cobró muchas vidas de ambos bandos cuando tropas francesas fueron enviadas a levantar el asedio.
Finalmente, las tropas españolas vencieron a las francesas y consiguieron la rendición de San Quintín. Posteriormente, en 1558, las tropas de Felipe II volverán a vencer en la batalla de las Gravelinas, forzando a Francia la firma de la Paz de Cateau-Cambresis en 1559.
"Armarse la Mari Morena"
En los Archivos de la Casa y Corte de la Villa de Madrid dentro de las causas judiciales que hubieron lugar en el año 1579 figura una contra Alonso de Zayas y Mari Morena, su mujer, tabernera de corte, por tener en su casa cueros de vinos y no querer venderlos.
Se especula que "Birloque” era el apodo de un ladrón y estafador, por aquello del verbo “birlar”, que comenzó como término relativo a las antiguas reglas de los bolos y que significaba tirar una segunda vez la bola desde donde se detuvo la primera, pero que se conoce también como sinónimo de robar.
"Decir una de Perogrullo"
Perogrullo, quien “a la mano cerrada le llamaba puño”, para algunos fue un personaje asturiano al que se le atribuía un caudal de ingenio y gracejo encerrado en célebres "verdades“ que formaron parte de coplas, muy cuidadosamente recopiladas y que Francisco de Quevedo y Villegas las intercaló en sus prosas.
La tal Catalina era señora de mediados del siglo XV que se casó con un judío converso. Parece ser que consumía cantidades ingentes de arroz, y asociaba al cereal propiedades casi curativas, recomendándolo como el mejor remedio para cualquier enfermedad.
Tanto defendió a dicho alimento, que en su lecho de muerte se lo ofrecían los vecinos. Sin embargo, moribunda como estaba no parecía enterarse, por más que aquellos se lo repitieran una y otra vez.
Tanto defendió a dicho alimento, que en su lecho de muerte se lo ofrecían los vecinos. Sin embargo, moribunda como estaba no parecía enterarse, por más que aquellos se lo repitieran una y otra vez.
Probablemente proviene de la toma de la ciudad de Huesca (España) por el rey Pedro I. Dicha batalla librada a las afueras de la ciudad, enfrentó de un lado a un gran ejército musulmán que acudió a socorrer la ciudad, a las ordenes de Al-Mustain, rey de Zaragoza que contaba como auxiliares con tropas castellanas, y del otro, a las tropas de aragoneses y navarros bajo el mando de Pedro I. La victoria fue para éste y Huesca, exhausta y desmoralizada, se rindió a los aragoneses pocos días después.
Parece ser que cierta doncella, harta de esperar pretendiente, solicitó un novio a Santa Rita de Cassia, abogada de los imposibles, de suerte que al poco un muchacho se interesó por ella.
Lamentablemente, el interés del mozo no fue duradero, y no tardó en marcharse. Al enterarse, azorada, la doncella se plantó delante del busto de la Santa y le dirigió el famoso “Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita”. El novio jamás volvió.
Lamentablemente, el interés del mozo no fue duradero, y no tardó en marcharse. Al enterarse, azorada, la doncella se plantó delante del busto de la Santa y le dirigió el famoso “Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita”. El novio jamás volvió.
La expresión alude a María de Magdala, la pecadora salvada de la lapidación por Jesucristo. La referencia al llanto se debe a que la Magdalena fue una de las mujeres que acompañó al Calvario a la Virgen María y presenció la muerte de Cristo.
Hubo una época, en que la agitación emancipadora desencadenada en los territorios españoles de ultramar, obligó al gobierno a reclutar grandes cantidades de hombres de la Península, para hacer frente a aquellos movimientos de insurrección. Una de las figuras de ese reclutamiento fue un tal Capitán Arana o Araña, personaje de origen oscuro, pero que llegó a desempeñar su tarea con diligencia y eficacia extraordinarias. Pero, sucedió que a la hora de embarcarse él mismo, desapareció como tragado por la tierra.
El hecho despertó los más variados comentarios y, desde entonces, se aplica la expresión ser (o hacer de) Capitán Araña, que embarca a otros y él se escapa de realizar el trabajo.
El hecho despertó los más variados comentarios y, desde entonces, se aplica la expresión ser (o hacer de) Capitán Araña, que embarca a otros y él se escapa de realizar el trabajo.
"Echar las cuentas de El Gran Capitán"
Cuentan los cronistas que Fernando el Católico, le pidió a don Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado el Gran Capitán, las cuentas detalladas de los gastos durante las victoriosas campañas de Italia que culminaron con la conquista del reino de Nápoles. Don Gonzalo, dueño de un gran sentido del humor pero al mismo tiempo, molesto por lo que consideraba una mezquindad después de haber conquistado un reino para su soberano, respondió al rey con las famosas "cuentas", exorbitantes e irónicas, que la leyenda se encargó de magnificar, en la que figuraban conceptos tan variados como extraños. De manera que, una vez llegado al país, don Gonzalo se encargó de confeccionar una lista semejante a esta:
Cuentan los cronistas que Fernando el Católico, le pidió a don Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado el Gran Capitán, las cuentas detalladas de los gastos durante las victoriosas campañas de Italia que culminaron con la conquista del reino de Nápoles. Don Gonzalo, dueño de un gran sentido del humor pero al mismo tiempo, molesto por lo que consideraba una mezquindad después de haber conquistado un reino para su soberano, respondió al rey con las famosas "cuentas", exorbitantes e irónicas, que la leyenda se encargó de magnificar, en la que figuraban conceptos tan variados como extraños. De manera que, una vez llegado al país, don Gonzalo se encargó de confeccionar una lista semejante a esta:
"Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados... por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados... por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados... por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados... y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados...".
Cuenta la historia que la primera constitución española fue jurada en la ciudad de Cádiz en el año 1812. Pero dos años después, cuando se restableció el absolutismo, el rey Fernando VII la abolió, ayudado en gran medida por los Cien Mil Hijos de San Luis, nombre dado al ejército francés comandado por el duque de Angulema. Pero la abolición de la Carta Magna no sólo suspendió su vigencia, sino que quedó terminantemente prohibida la sola mención de su nombre, por lo que los liberales no podían utilizar su tradicional grito de ¡Viva la Constitución!
Lejos de someterse a esa medida arbitraria, los partidarios de la constitución encontraron la forma de referirse a ella, sin necesidad de mencionarla: como había sido promulgada el día 19 de marzo,festividad de San José, la bautizaron La Pepa y así fue como surgió el grito de ¡Viva la Pepa! para reemplazar el de ¡Viva la Constitución!, considerado entonces subversivo. Con el correr del tiempo la expresión perdió toda intención política para pasar a significar desenfado, regocijo y alboroto.
Lejos de someterse a esa medida arbitraria, los partidarios de la constitución encontraron la forma de referirse a ella, sin necesidad de mencionarla: como había sido promulgada el día 19 de marzo,festividad de San José, la bautizaron La Pepa y así fue como surgió el grito de ¡Viva la Pepa! para reemplazar el de ¡Viva la Constitución!, considerado entonces subversivo. Con el correr del tiempo la expresión perdió toda intención política para pasar a significar desenfado, regocijo y alboroto.
Su origen data de los años cincuenta, en un partido de fútbol de tercera en la ciudad alicantina de Alcoy. La historia cuenta que casi al final del encuentro el equipo del Alcoyano iba perdiendo 13 a 0. A pesar del resultado adverso, los jugadores del equipo ponían tanto empeño en remontar como si el partido acabara de empezar.
En misa, el sacerdote dice “Levantemos el corazón”. Dicha fórmula procede de una más antigua: “Sursum corda: arriba los corazones”.
Según algunos autores, el sambenito o saco benedicto era una especie de escapulario bendecido de la Santa Inquisición, cuyo propósito era “marcar” temporalmente al penitente reconciliado, quien la llevaba un tiempo sobre su pecho y su espalda. De la misma forma, se le llamaba así al letrero que se ponía en las iglesias con el nombre y castigo de los penitenciados, y las señales de su castigo. También lo llevaron quienes eran entregados a los sacerdotes para recibir el castigo de sus culpas, llamados "relajados".
"Acabar como el rosario de la Aurora"
Proviene de la procesión de la Cofradía del Rosario, cuyo recorrido era al amanecer. A dicha hora había jóvenes conflictivos o idealistas circulando por las calles, lo que provocaba peleas por motivos políticos o religiosos.
Antiguamente, la persona que había cometido delito y alcanzaba a refugiarse en una iglesia (o antana como se la llamaba en germanía en el siglo XII) quedaba fuera del alcance de la Justicia, siempre y cuando permaneciese en ese lugar.
Asimismo, cuando a un malhechor se le preguntaba su nombre durante un interrogatorio, aludiendo al derecho de asilo, respondía: Me lamo Antana.
Con el tiempo, por un proceso lógico del término, antana, vino a transformarse en andana, de donde la frase hecha llamarse Andana acabó por ser expresión de ese raro derecho de asilo, que la ley reconocía y admitía.
Este dicho popular se menciona por primera vez en "La Celestina", la célebre tragicomedia de Calisto y Melibea escrita por Fernando de Rojas, donde se hace referencia a las "calzas de Villadiego".
Los estudiosos no se ponen de acuerdo acerca de su procedencia: para algunos, alude a un determinado tipo de calzones -calzas- que se confeccionaban por entonces en el pueblo burgalés de Villadiego; para otros, evoca la figura del aventurero que llevaba ese apellido, quien por alguna razón que se desconoce, se vio obligado a escapar precipitadamente de determinado lugar.
Existen otras versiones no menos contradictorias, una de las cuales sostiene que se refiere a las alforjas que se fabricaban en la ciudad de Villadiego, aludiendo a que éstas son lo primero que se toma cuando se huye de un lugar, pero en realidad, se trataría de las calzas, que sí son lo primero que uno toma en su huida.
Los estudiosos no se ponen de acuerdo acerca de su procedencia: para algunos, alude a un determinado tipo de calzones -calzas- que se confeccionaban por entonces en el pueblo burgalés de Villadiego; para otros, evoca la figura del aventurero que llevaba ese apellido, quien por alguna razón que se desconoce, se vio obligado a escapar precipitadamente de determinado lugar.
Existen otras versiones no menos contradictorias, una de las cuales sostiene que se refiere a las alforjas que se fabricaban en la ciudad de Villadiego, aludiendo a que éstas son lo primero que se toma cuando se huye de un lugar, pero en realidad, se trataría de las calzas, que sí son lo primero que uno toma en su huida.
Según cuentan Horacio en una de sus "Odas" y Cicerón, en sus "Tusculanas", Damocles era cortesano de Dionisio I, El Viejo (siglo IV, AC), tirano de Siracusa, a quien envidiaba por su vida aparentemente afortunada y cómoda. El rey, con el propósito de escarmentarlo, decidió que Damocles lo sustituyera durante un festín, pero para ello dispuso que sobre su cabeza pendiera una afilada espada desnuda suspendida de una crin de caballo. De esta manera, Damocles pudo comprender lo efímero e inestable de la prosperidad y del lujoso modo de vivir del monarca.
Es el título de una canción popular compuesta por los franceses durante la guerra de la Independencia, suponiendo que había muerto su archienemigo John Churchill, duque de Marlborough, militar inglés que había participado también en la Guerra de Sucesión española. La pronunciación popular del difícil nombre Marlborough dio origen a la palabra Mambrú, con la que se tituló la canción que primero fue cantada por los soldados y patriotas franceses.
El tema pasó muy pronto al olvido, hasta que la nodriza del delfín francés, contratada por María Antonieta -esposa de Luis XVI- comenzó a arrullar al niño con esta canción, lo que causó mucha gracia a los reyes y muy pronto, todos la entonaban en el palacio de Versalles.
Por influencia de los Borbones, en España volvió a difundirse la canción y recobró su popularidad, sobre todo, entre las niñas, que la cantaban mientras jugaban a la rayuela. En nuestro país, Mambrú se fue a la guerra identifica una de las canciones infantiles más populares desde la época de la Colonia.
El tema pasó muy pronto al olvido, hasta que la nodriza del delfín francés, contratada por María Antonieta -esposa de Luis XVI- comenzó a arrullar al niño con esta canción, lo que causó mucha gracia a los reyes y muy pronto, todos la entonaban en el palacio de Versalles.
Por influencia de los Borbones, en España volvió a difundirse la canción y recobró su popularidad, sobre todo, entre las niñas, que la cantaban mientras jugaban a la rayuela. En nuestro país, Mambrú se fue a la guerra identifica una de las canciones infantiles más populares desde la época de la Colonia.
En el Renacimiento las mujeres llevaban una falda que era un lienzo de forma cuadrada, con una abertura en el centro. Esta abertura se ajustaba a la cintura y la falda resultante tenía cuatro picos. En "El Quijote" se habla de la condesa Trifaldi, y explica Cervantes que lleva una falda con tres picos en vez de cuatro.
Carlos III impuso a las prostitutas la obligación de distinguirse mediante sayas de color pardo cortadas por los bajos en picos, aunque también se dice que "Ir de picos pardos" tiene que ver con las costumbres ligeras de los estudiantes del Siglo de Oro y sus acompañantes. Ellas, para identificar su condición de prostitutas, llevaban un cintillo pardo en el borde de la falda.
Carlos III impuso a las prostitutas la obligación de distinguirse mediante sayas de color pardo cortadas por los bajos en picos, aunque también se dice que "Ir de picos pardos" tiene que ver con las costumbres ligeras de los estudiantes del Siglo de Oro y sus acompañantes. Ellas, para identificar su condición de prostitutas, llevaban un cintillo pardo en el borde de la falda.
Esta comparación popular hace alusión a la larga duración de la obra de construcción del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, en la provincia de Madrid, edificio majestuoso que mandó construir Felipe II para conmemorar la victoria de San Quintín el día 10 de agosto de 1557.
La construcción la inició Juan Bautista de Toledo en el año 1563, pero al morir éste, cuatro años más tarde, le sucedió Juan de Herrera, quien lo finalizo en 1584, es decir, veintiun años después de haberse comenzado las obras.
La construcción la inició Juan Bautista de Toledo en el año 1563, pero al morir éste, cuatro años más tarde, le sucedió Juan de Herrera, quien lo finalizo en 1584, es decir, veintiun años después de haberse comenzado las obras.
Ó AnA Molina (Administrador del blog)