Si un elefante llevara
reloj, estaría todo el día mirándolo. Los numeritos, las agujas, la del
segundero que hace “tic-tac”.
“¡Qué
cosa tan bonita!”, se diría el elefante.
Se reunirían un montón de
elefantes para mirar el reloj y charlar de los relojes, los segundos y los
minutos. Charlarían acerca del tiempo que a veces pasa tan rápido y otras más
despacio, y pensarían en cosas extrañas, como la vida y la muerte o “¿Cuánto crees que nos queda?”.
Mientras tanto, los
cazadores de elefantes se acercarían silenciosos, con las escopetas cargadas, despacito,
como las agujas del segundero. Y después de cazar a los elefantes se quedarían
con sus colmillos de marfil. Y con el marfil harían relojes muy elegantes, para
llevarlos en el bolsillo de la chaqueta.
Por eso los elefantes no
llevan relojes. ¿Alguien ha visto un elefante con reloj? Yo no. Pero diría que
algunos elefantes parecen tan viejos que ni el tiempo puede alcanzarlos.
Victoria Pérez
Escrivá (1964) “Por qué nos preguntamos cosas”
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