lunes, 6 de febrero de 2012

¡Qué Suerte Ser Mujer!


Nada más contradictorio que disfrutar la fortuna de ser mujer...

Pensamos con la cabeza, pero nos puede el corazón. Aplicamos la razón, pero nos mueve la pasión y nos vence el amor y la emoción. El sentimiento impera en nuestro ser.

Un instante puede ser eterno cuando en él vivimos un millón de reflexiones y de emociones, transmitiendo, con una sola mirada, con un único gesto, todo nuestro transparente sentir, incapaces de enmascararlo como si estuviésemos en Carnaval.

Pasamos el tiempo buscando nuestra propia perfección, exigiéndonos alcanzar cimas que otros únicamente saben contemplan desde abajo. Y, sin embargo, perdonamos, disculpamos los errores de aquellos a quienes amamos sin condiciones; no así con los nuestros propios fallos, pues somos autoexigentes y nos motiva aprender de las cualidades y capacidades ajenas para mejorar nuestra persona y seguir creciendo a cada paso que damos, esforzándonos en lograrlo.

Enraizadas con la madre Tierra, con la madre Naturaleza, somos capaces de engendrar vida y albergar en nuestros vientres a la humanidad del mañana, impacientes de la llegada del día en que podamos acoger en nuestro pecho y entre nuestros brazos a la criatura que creció en nuestro interior; le amamantamos, le protegemos, nos desvelamos ante su llanto, le entregamos nuestro amor mientras vemos crecer a esas personitas que ya no caben en nuestro regazo como antaño, a pesar de lo cual nos tenemos que inculcar día a día a nosotras mismas una imprescindible lección, la de saber que no nos pertenecen y les debemos abrir el camino de su independencia y libertad, hasta que llega el momento en que emprenden su vuelo y crean su propio nido; cuando pasamos a sentir la tristeza infinita de verlos partir, pero con el orgullo y satisfacción de pensar que hemos podido contribuir a su bienestar y satisfacción personal una vez se convierten en adultos, rompiendo definitivamente el cordón umbilical que, como un precioso lazo, conservaremos de por vida en nuestro alma.

Luchadoras valientes, cual leonas que defienden su territorio y a sus cachorros. Dulces y sumisas como gatitos que ronronean pidiendo mimos y ternura. Fieles como el perro guardián de la casa. Ligeras como las águilas que vuelan en libertad. Sagaces y sutiles como linces. Delicadas como amapolas que se marchitan rápidamente, con el fresco y penetrante aroma del jazmín, terciopelo de los pétalos de rosa que también conserva sus espinas para protegerse... Toda la fauna y la flora existe en nosotras, porque somos la propia naturaleza que se crea a sí misma.

Sumisión y rebeldía, coraje y timidez componen la esencia de la mujer. Fuertes y frágiles, como sólo nosotras sabemos ser. Valerosas y abnegadas trabajadoras, desatentas al cansancio y la fatiga de nuestras múltiples tareas asumidas con responsabilidad, innovación y creatividad. Somos hijas, madres, esposas, trabajadoras profesionales; siempre divididas entre tanto quehacer y, sin embargo, llegamos a todas, dando todo en cada una de ellas; multiplicamos el tiempo dejando en el olvido aquel que nos corresponde para satisfacer nuestra propia identidad.

Nos conmueven las circunstancias ajenas y florece nuestra empatía dándonos en cuerpo y alma a quien se nos acerca pidiendo apoyo y compañía, brindándole una sonrisa, un abrazo y una palabra amable, sin esperar recompensa a cambio.

Bellas por fuera y hermosas en nuestro interior, con delicado cuerpo de guitarra que, a pesar de desdibujarse con la llegada de la maternidad y el deterioro de los años, mantiene de por vida el sabor de sus acordes. Acicaladas y perfumadas en nuestro lecho para seducir a nuestro amante con seductoras palabras, con dulces caricias, con miradas que denotan entrega con el calor del corazón, con el deseo y la pasión. Aunque nuestras parejas no siempre perciban nuestros gestos, persistimos para sentirnos femeninas por nosotras mismas, por satisfacer a nuestro cónyuge y hacerle grata nuestra contemplación, a pesar que nuestra apetencia en un momento cualquiera pueda ser estar, simplemente, con el cabello enmarañado y cubiertas con esa prenda raída con la que tan cómodas nos encontramos.

Cual hechiceras, transformamos en luz nuestra propia oscuridad y convertimos en sonrisas los dolores de nuestro alma, ocultándolos silenciosamente en el tiempo, manteniendo las fuerzas para consolar a quien se acerca a llorar en nuestro hombro, mientras escondemos nuestras propias lágrimas. Y, cuando ya no podemos guardarlas bajo la llave de nuestro autocontrol, se nos escapan brotando por nuestros ojos como si de un torrente se tratase y, al resbalar por nuestras mejillas desvelan toda nuestra sensibilidad, con sentimiento hondo y sincero, con inmenso dolor e infinita ternura... con toda nuestra fragilidad, con toda nuestra vulnerabilidad...

Por eso y por un millón de cosas más que no caben en palabras. Por que somos gotas de lluvia y olas en el mar,

¡Afortunado el hombre que
sepa comprender el alma de una mujer!


Mujer, no dejes de amarte, valorarte y cree en ti. Camina firme y segura por el camino de la vida, siempre avanzando, nunca retrocediendo. No olvides a la niña que siempre vivirá en ti, ni te desprendas de tus sueños, pues son ellos los que te acercarán a tu propia felicidad, a vivir plenamente cada segundo fugaz de tu existencia y sentirte una persona completa y así, en tu último aliento, puedas elevar tu voz al viento, para que te escuche orgullosa y sincera decirle con ímpetu:

¡Qué Suerte He Tenido de Ser Mujer!




Ó AnA Molina (Administrador del blog)