lunes, 3 de diciembre de 2012

Poseer o Compartir: Una Breve Reflexión sobre “La Experiencia del Amor”








“El que puede prescindir del ser amado
puede prescindir de todo”.
(André Maurois)

 







No me considero propietaria de nada más que de aquello que puedo cuantificar. Los afectos no son cuantificables - ni comparables-, por tanto, únicamente puedo disfrutarlos y compartirlos.


Si pienso que no me pertenezco ni a mí misma, mucho menos puedo pensarlo respecto del resto de las personas, aunque por exigencias de nuestro lenguaje las deba calificar como “mi pareja”, “mi hijo”, “mi amigo”, inclusive “mi enemigo”. No puedo hablar de “mis zapatos” del mismo modo que lo hago sobre “mis sentimientos” o sobre “mí misma”.

No creo en lo eterno, todo es temporal. Creo en el presente y en la labor diaria que hay que realizar de manera voluntaria para seguir compartiendo sentimientos sinceros, en libertad, con respeto y deseo tan emocional como físico. Opino que sólo así se logrará su continuidad sin caer en el hastío, el engaño, la dependencia o la frustración. Si falta alguno de los factores anteriores, las denominaré de cualquier otra forma, pero nunca podré considerarla como “la experiencia del Amor”.

El amor es el regalo compartido de una frágil semilla que debe cuidarse con esmero para que crezca fuerte y saludable si queremos disfrutar del sabor de sus frutos. Aunque su dulzor en nuestro paladar sea efímero,  no lo será su recuerdo.

AnA Molina (Administrador del blog).


Ya te lo Dijo...






“Es más hermosa la verdad
que el fingimiento del amor”. 
(R. W. Emerson)








Muchas veces no vemos lo más evidente. Irónico, pero así es, así lo elegimos. Y con esa optativa ceguera generamos nuestra propia frustración y por nuestro propio gusto. En miles de ocasiones he escuchado en mi consulta –y en mi vida también– frases como estas:
1.- Es que... ¿por qué no me ha hablado?
2.- ¿Por qué yo soy quien siempre le tiene que hablar primero?
3.- ¿Por qué siempre me cancela?
4.- ¿Seré importante o no para ella (él)?
5.- ¿Por qué cambia de planes tan fácilmente?
6.- ¿Me amará como yo le amo a ella (él)?
7.- ¿Y por qué a mí no me invita?
8.- ¿Me querrá o sólo me está utilizando?... etc., etc., etc.

Y por querer encontrar la respuesta a estas preguntas, decidimos lanzarnos cual clavadista en la Quebrada, hacia donde creemos que está, en lo más profundo de la emociones y sentimientos de la otra persona, para averiguar, para esclarecer, para demostrar el injusto trato que creemos se nos da en virtud de cómo tratamos a aquella persona y que por justicia y equidad nuestro ego nos hace reclamar en merecimiento. ¡Cuánto dolor se genera en este juego psicológico y para colmo por propia voluntad! Queremos buscar la respuesta en lo profundo de la otra persona, cuando la respuesta resplandece en lo más superficial, en sus actos, donde lo que quieres saber ya te lo dijo.ta resplandece en lo más superficial, en sus actos, donde lo que quieres saber ya te lo dijo.


Cada vez que alguna amistad o algún paciente me pregunta qué hacer para llegar a la respuesta que buscan con sus preguntas, veo el enorme impacto que se suele manifestar en sus rostros cuando les digo: “Pero si ¡ya te lo dijo! ¿Qué más quieres saber si tus preguntas ha sido respondidas claramente desde antes de que las hubieras planteado? No hay nada oculto aquí, no mucho más que preguntar, la respuesta la tienes ante ti y de manera abrumadora. Ya te lo dijo con sus evidentes actos. Lo que pasa es que quizá no te guste esa respuesta, aunque sea la verdadera, y vas a buscar otras respuestas que se adapten a tu favor. No hay peor ciego que el que no quiere ver”. El silencio consecuente ante toda confrontación no se hace esperar. El gesto manifestando el recuerdo de los hechos con lo claro de su mensaje se empieza a hacer manifiesto. Emerson dijo alguna ocasión: “Grita tan fuerte tu actitud que no escucho lo que me dices”, a lo que yo le agregaría: “... y aun así hay gente que prefiere sufrir escuchando lo que le dicen, incluso sabiendo que no es verdad ante lo apabullante de los actos”.

Analicemos un vago y común ejemplo. Cuando queremos demasiado a alguien y se lo demostramos con hechos y con palabras, y ese alguien no nos llama ni nos procura en absoluto... ¿no está quedando claro ya el mensaje desde ahí! Por la necedad de nuestro ego en querer ver sólo lo que queremos ver, de inmediato surge la necesidad de hablarle a esa persona para preguntarle si nos quiere o no, como si sólo las palabras comunicaran el mensaje. ¡Los actos comunican con más fuerza y con más veracidad! Pero no los queremos ver. Son muy dolorosos para observarlos. Rompen nuestra expectativa y en lugar de sanarnos con la verdad, elegimos seguir enfermando nuestra alma queriendo ver una ilusión de óptica fabricada por nosotros mismos. Esta es una de las razones por las cuales los terapeutas seguimos teniendo mucho trabajo. Si alguien a quien procuras con amor no te ha hablado en mucho tiempo y tú te preguntas si te quiere o no..., con sus actos ¡ya te lo dijo!, y quizá desde hace mucho tiempo. No hay mucho que investigar, tan sólo si quieres vivir en la verdad. De lo contrario, habrá mucho que indagar, ya que en la mentira nunca se llega a nada que te dé la sensación de haber concluido. Cuando se maneja la mentira, al final de la conversación siempre queda ese resquemor que nos hace sentir que algo falta por aclarar, y así, las conversaciones de un mismo punto pueden alargarse por años.

Uno de los más grandes errores de relación en el ser humano es enamorarse de una ilusión, a tal grado, que nunca se ve la verdad por más evidente que ésta sea. Y cuando llega el momento donde se alcanza a ver la enorme distancia que existe entre la ilusión y la verdad, entre lo falso y lo real, no se puede creer. Pero lo más increíble es que esa misma distancia la haya generado ella (o él) misma(o). Así de fantasiosa es la mente humana en muchas ocasiones. Y la única solución para salir de este maléfico encanto autoprovocado es decidir enamorarse de la verdad. Cuando uno logra este mágico encuentro, todo se ve claro. Ahí no hay mucho que preguntar, ¿para qué?, si ya te lo dijo.

“Si no te quieren como tú quieres que te quieran,
¿qué importa que te quieran?
(Amado Nervo)

Si algo me ha impresionado grandemente en mi vida, en mi carrera como terapeuta donde Dios me ha permitido alcanzar a ver tantas cosas, es el grado de disposición a sufrir que elige la gente. En mi consulta, ha llegado el momento donde a los dos, tanto a mi paciente como para mí, nos queda extremadamente claro que la otra persona no le quiere. Y aún así, mi paciente elige seguir tolerando la relación. Esto nunca lo voy a entender, salvo en la patología mental del masoquismo, pero fuera de ella me cuesta mucho trabajo.

Si en Nueva Conciencia se trata de mejorar nuestra calidad de vida compartiendo opciones de crecimiento y desarrollo humano, este es un tema crucial: despierta, date cuenta, ya te lo dijo. Con los comportamientos de alguien se abre majestuoso un canal de comunicación de los más claros y llenos de verdad. ¿Qué más necesitas para tomar una decisión? Si lo que quieres es información veraz que ayude a tu determinación, pues ahí la tienes, con sus actos, ya te lo dijo. No hay nada de qué hablar. Sin embargo, existe la otra opción. La opción de sufrir queriendo que la otra persona sea como nosotros queremos que sea y hablar y hablar y hablar para intentar lograrlo. Si algo he aprendido en mi propia vida con sangre, dolor y lágrimas de hace muchos años, fue esto: la gente es como es porque así es. Punto final. Y si intentamos cambiarla, hay dos opciones: que no lo haga y aumente nuestra frustración al tiempo de sentirnos los más tontos por intentarlo; o que logre cambiar pero siendo ese cambio en la enorme mayoría de los casos, un cambio falso y pasajero. La identidad tiene resilencia. Tú eliges.

Cuando, aunque ya te lo dijo, tú insistes en querer conversar con la persona para “aclarar las cosas” (aun cuando más claras ya no pueden estar), muchos han (hemos) desarrollado un talento para esgrimir los más afilados argumentos en pos de un acuerdo, de una negociación, y en varias ocasiones se logra dicho acuerdo. Ahí, todo parece haber terminado en un final feliz con aparente paz. Y sí, puede ser un final feliz, pero... falso, y como todo lo falso, no dura. Aprende algo: cuando alguien te diga: “... está bien. Tienes razón. Haré un esfuerzo por cambiar y haré lo que tú quieres”. Yo te pregunto: ¿Qué caso tiene ese cambio si no es natural, si no surgió “auténticamente” de esa persona, si está haciendo un esfuerzo porque va en contra de su naturaleza? Está actuando por darte gusto. Muy valioso de su parte el que quiera darte gusto, pero... está actuando en contra de sí mismo y así no puede durar mucho tiempo. No es él, no es ella. Tú sigues teniendo el poder para elegir: o te quedas con la verdad, o te quedas con la falsedad pero que tanto te acomoda. Al principio, esto puede sonar muy fuerte y confrontante, pero con el paso del tiempo, con tu evolución espiritual, esto mismo resulta tan extraordinariamente liberador. Saber la verdad libera, quererla saber dignifica.

“La serpiente puede cambiar de piel, pero nunca de naturaleza”.
(Proverbio chino)
 
El comportamiento más natural es aquel que se hace sin el más mínimo esfuerzo, es el más veraz, el más auténtico. Por ello, nunca le digas a una persona que haga un gran esfuerzo por cambiar ya que entonces ese cambio corre el riesgo de ser falso; mejor analiza si así como es la persona, tal cual, se acopla a tus necesidades de afecto y amor. Si no, hay millones de seres humanos allá afuera donde la posibilidad de que alguno empate contigo, existe formalmente. La mayor limitante para lograr esto es que creas en aquel dicho de que “es mejor viejo conocido que nuevo por conocer”. Creer en este dicho ha generado grandes males en la sociedad.

En los más recientes años de mi vida he desarrollado la siguiente idea de la pareja perfecta (yo sé que sí hay): aquellos que son totalmente naturales en su comportamiento y así es como uno deseaba al otro. Así de simple, así de difícil. Esto es perfección para mí y afortunadamente lo he podido vivir. Esto existe, no es una fantasía. Sin embargo, mediante la creencia de que la otra persona vaya a cambiar algún día, es que los humanos nos esperamos tanto y tanto tiempo viviendo en amargura y frustración. La misma que generamos nosotros mismos por elegir esperar un imposible. Aquí quiero ser dramáticamente tajante en algo: con el análisis que presento en esta ocasión, no estoy negando la auténtica capacidad de cambio en alguien, ¡no en absoluto!, eso sería negar el mismísimo sentido de mi vida y de mi empresa, Nueva Conciencia. Yo creo en la capacidad de cambio de las personas. ¡Claro que creo! Sin embargo, también sé, y bien lo sé, que existen personas que nunca van a cambiar. De ellas estoy hablando en este análisis. En mi propia empresa han desfilado célebres personajes que nunca pudieron cambiar su naturaleza. En Nueva Conciencia se les ofreció una segunda naturaleza para mejorar su calidad como personas, pero les fue imposible adoptarla. Cuando la propia naturaleza es el impulso más lógico que brilla en el comportamiento de alguien, toda otra opción de mejora se ve opacada. Con esto te digo que me consta la incapacidad de cientos de personas para cambiar. No hay mala voluntad, no hay malos sentimientos, no hay absurda resistencia al cambio, no. Simple y llanamente no pueden. No tienen la capacidad. Quizá por ello la misma Biblia es tan gráfica cuando afirma en algún pasaje: “... no les des de comer miel a los cerdos”, o algo similar. Yo he tenido que aprender esto habiendo quien me aventara en la cara el frasco de miel que tan bondadosamente ofrecí. En mi adolescencia tuve un comportamiento que sería el indicado para que el terapeuta que soy hoy me atendiera. Qué ironía, al tiempo que me enorgullezco de mi crecimiento y despertar; en aquella época yo no tenía Internet ni había alguien que escribiera estas columnas ahí para que yo las leyera y me dieran luz. Yo no tuve esta ventaja que hoy muchos tienen, y aún así pude despertar. Entonces, cualquiera puede. Es cuestión de elegir la luz y quererse en verdad.

Mis sugerencias para que vivas una Nueva Conciencia de auténtico amor en tus relaciones de pareja, de amistad, familiares y/o laborales son las siguientes:


1.- Aprende a querer a la gente tal como es. Esta es una de las opciones más sanas que he conocido en mi vida. Aceptar a la gente tal como es. Lo importante aquí es distinguir que eso no implica que las quieras. Aceptar no es lo mismo que querer. Yo acepto que en mi ciudad haya ladrones y criminales y no por eso los quiero. Sé que existen, lo acepto, pero inmediatamente luego de aceptar que la gente sea tal como es, se abren otras dos opciones: querer a esa persona aunque me haga sufrir (opción que no recomiendo mucho), o dejar a esa persona en su propio camino y yo seguir por el mío (¡opción propia de una Nueva Conciencia que tanto recomiendo!). Aquí no hay resentimientos, ni maltratos, ni cuentas por cobrar, ni nada por el estilo. Es un sano acuerdo contigo mismo de dejar a la otra persona por motivos más que evidentes. Por dignidad. Por salud. Por amor. Y para lograr esto...


2.- Analiza qué es lo que quieres realmente, vivir en lo falso o en la verdad. Sin duda hay gente que elige lo primero y es tan respetable como lo segundo. Lo falso puede ser hermoso y por un  buen lapso de tiempo, pero llega el día en que esa hermosura se desvanece, llega el momento en que te das cuenta de que fue un embuste. Mientras más tarde elijas darte cuenta, más grande será tu dolor. Apúrate a elegir darte cuenta de que ya te lo dijo y actúa en consecuencia. Por algo cité como epígrafe de mi columna a Emerson cuando dijo: “Es más hermosa la verdad que el fingimiento del amor”, a lo que yo le agregaría por lo que he visto: “... aunque el mismo fingimiento del amor sea una dulce y bella fantasía”. En otras palabras, tú decides seguir jugando o salir del juego. Ya que decidas, ahora...


3.- Actúa en consecuencia. Cuando uno descubre la verdad, no es recomendable seguir creyendo en la fantasía (aunque se puede por necedad). Eso genera enfermedad física y mental. Para mí, el actuar en consecuencia significa ya no esperar, liberarte, ser tú sin pena ni gloria. Aquí una gran pregunta: ¿Qué caso tiene querer a alguien que de antemano y con toda certeza ya sabes que no te quiere, ya te lo dijo? Esta pregunta me la he hecho tantas veces. Sé que podría ser un amor muy sublimado a platónico, pero en esta ocasión estoy hablando en la simple dimensión de una vida de pareja o amistad en el común de los mortales. Aquí no aplica el querer a alguien que sabes que no te quiere. Eso es sufrir por elección propia. Una vez que actúas en consecuencia a lo que descubriste...


4.- Alégrate inmensamente por el hallazgo. Cuando descubres la verdad, cuando te elevas por sobre el fingimiento, hay dos opciones: deprimirte amargamente porque las cosas no fueron como tú pensabas que eran, o alegrarte inmensamente por el hallazgo y saber que a partir de ese instante ya conoces lo que tu corazón verdaderamente necesitaba para seguir su pacífico camino de crecimiento y amor. Te juro que esta diferencia radica en una mera elección. ¡Tienes el poder para elegir! Por más doloroso que sea el desengaño, así mismo es de fortalecedor el saber que a partir de hoy puedes caminar por la verdad. Créeme en esto por favor, es motivo de una inmensa alegría, más de la que te imaginas, el desengañarte y así recobrar las fuerzas para seguir por tu camino. Saber la verdad libera, elegir verla dignifica. Y así, alegremente...


5.- Sigue tu propio camino. Sin la menor duda ¡algo bueno te espera! Alguien siendo natural te espera allá afuera con una forma de ser que empatará perfecto con lo que buscas y crees merecer. El tiempo que llevo en este planeta ha sido ya el suficiente para percatarme de una dichosa verdad en la que están envueltos los humanos y te la diré: cada vez que creas haber perdido algo es porque en verdad se te ascendió hacia algo superior y tuvo que suceder un lógico desprendimiento. No se suele ascender en bloque, la evolución es personal. ¡Siempre pasa así! ¡Siempre! Si me quieres creer, me alegro, si no, más tarde el tiempo te dirá lo mismo que yo aquí. Lo que sigue en tu vida, luego de conocer la verdad y actuar en consecuencia siguiendo alegremente por tu propio camino, siempre es dicha y fortuna. ¡Siempre!

Lo mejor que podemos hacer por aquella persona que ya te lo dijo, es enviarle nuestro amor “mentalmente” y en forma amable cada quien seguir con su propia leyenda personal no intercalable. La tentación de regresar al tormentoso camino conjunto estará por todo el tiempo que tú decidas, el mismo tiempo que decidas ir caminando hacia delante pero viendo para atrás. Por eso es tan metafóricamente poderosa aquella historia bíblica donde se les advirtió a quienes serían liberados que no voltearan hacia atrás, de lo contrario quedarían convertidos en estatuas de arena. Así, viendo hacia atrás, se detiene de inmediato el avance, se suspende la liberación, se paraliza el progreso, se elimina el movimiento que es la esencia de la vida. ¿Ahora entiendes por qué se transforman en estatuas los que miran hacia atrás cuando van hacia delante? Es una metáfora muy esclarecedora. Pero si eliges caminar hacia delante viendo en esa misma dirección (sin duda otra elección que puedes hacer en cualquier momento) verás que todo desengaño resulta en un hermoso proceso de purificación que ayuda a tu alma a seguir avanzando. Decide seguir avanzando dejando atrás lo que precisamente detrás debe quedar para así dar espacio en tu corazón hacia lo que viene. Aunque parezca increíble para muchos, vivimos en un mundo perfecto donde las imperfecciones en la vida de relación, son parte del plan perfecto que hay para nuestra evolución, siempre y cuando aprendamos a dejar ir para poder tomar la siguiente prueba que nos lleva al siguiente nivel.

Saber lo que hemos compartido hoy, alegra el corazón frente a cualquier desdicha. Saber que no hay gran necesidad de hablar para saber algo cuando alguien ya te lo dijo con sus actos, nos ahorra el desgaste de una fútil conversación. Salir de las tinieblas de la incertidumbre es una opción que podemos elegir y que nos dirige siempre hacia la luz, donde la alegría del hallazgo de la verdad siempre termina su historia en una gran...


¡Emoción por Existir!

Por: Alejandro Ariza, del libro “Cree en Ti