"Dale valor a las cosas,
no por lo que valen,
sino por lo que significan."
(Gabriel García Márquez)
¿Qué opinarías si te dijese que la ropa que compras a precios elevados puede costar tan sólo 80 céntimos la hora? ¿Sabías que al adquirir unos vaqueros envejecidos, sin saberlo, puedes estar siendo cómplice de la enfermedad de silicosis de las personas que llevaron a cabo el proceso de su envejecimiento?
La Campaña Ropa Limpia (CRL) es una red internacional de ONG, sindicatos y organizaciones de personas consumidoras que trabaja para mejorar las condiciones de las trabajadoras y los trabajadores de la industria global de la confección.
La Campaña Ropa Limpia está presente en 14 países europeos: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Holanda, Italia, Noruega, Reino Unido, Suecia, Suiza, Turquía y Polonia. Además, colabora con más de 200 organizaciones de trabajadores y trabajadoras de todo el mundo.
SETEM coordina la Campaña Ropa Limpia en el Estado Español desde 1997. Es una federación de 10 ONG's de solidaridad internacional nacida en 1968 que centra su trabajo independiente en concienciar a nuestra sociedad de las desigualdades Norte-Sur, denunciar sus causas y promover transformaciones sociales, individuales y colectivas, para conseguir un mundo más justo y solidario.
La Campaña Ropa Limpia agrupa su actividad en diferentes líneas de actuación cuya misión es mejorar las condiciones laborales dentro de la industria textil y dar más poder a las personas trabajadoras:
- Concienciar y movilizar a las personas consumidoras. Recogen información y se la presentan a los consumidores para que conozcan las condiciones en las que se produce la ropa que vestimos. En este contexto, sensibilizan sobre la importancia de un consumo responsable.
- Presionar a las empresas textiles para que se responsabilicen y se aseguren de que sus productos se fabrican en condiciones laborales dignas: para que sus prácticas sean más transparentes y éticas, para que redacten y publiquen códigos de conducta en contra de la explotación laboral y para que controlen la implantación eficaz de esos códigos. La Campaña Ropa Limpia, además, exige mejoras estructurales y también presiona a las empresas para que actúen en casos individuales de violación de los derechos laborales.
- Exigir a los gobiernos de los países productores que hagan respetar los convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y a las administraciones públicas de los países importadores que incluyan cláusulas sociales en sus compras.
Muchas de las firmas de moda, entre ellas algunas conocidas firmas españolas que llenan los escaparates con etiquetas de precios de "infarto" contratan su producción a fábricas y talleres de todo el mundo. Por su cercanía y por las características de su mercado laboral, Marruecos se ha convertido en un importante centro de costura y confección de España y de gran parte de Europa.
Tánger está "tomada" por las firmas españolas y alguna que otra italiana. La Campaña Ropa Limpia lleva muchos años denunciando que el sector de la moda global está caracterizado por la explotación de sus obreras en países como Bangladesh, firmas de todo el mundo están aprovechándose de situaciones de miseria, inclusive más graves que las de Marruecos.
La promesa de “desarrollo a través de la implantación de una industria textil orientada a la exportación" es una promesa incumplida también en Marruecos. El sector de la confección de prendas de vestir ha alcanzado una gran relevancia para la economía española y ha generado miles de puestos de trabajo. Pero las ocupaciones creadas no alejan a las personas trabajadoras de la pobreza. Sin perspectivas de mejora en el propio sector y sin que se creen nuevos puestos de trabajo en otros sectores, las obreras de la confección no tienen posibilidad de usar su trabajo precario como trampolín para acceder a otras ocupaciones o a lo que en otros mercados laborales denominaríamos "carrera profesional". El tipo de trabajo en el que se encuentran atrapadas limita fuertemente su posibilidad de construcción de redes sociales para mejorar su situación y deteriora su vida personal y familiar.
La Campaña Ropa Limpia y SETEM publicaron recientemente el informe "La moda española en Tánger: Trabajo y supervivencia de las obreras de la confección" en el que se analizan los factores que mantienen a las trabajadoras de las cadenas de suministro de las firmas de moda en situaciones de pobreza y de gran vulnerabilidad social pese a tener un puesto de trabajo. La investigación se basa en entrevistas a 118 obreras y en varias reuniones e intercambios realizados gracias a la asociación de mujeres trabajadoras Attawassol. El informe dibuja una vida cotidiana extremadamente dura. Sus jornadas laborales suelen ser de más de 10 horas diarias durante seis días a la semana, a las que se debe sumar una media de 6 horas de trabajo doméstico al día; no saben cuándo deberán realizar horas extra que, por otro lado, son obligatorias; los salarios, de unos 200 euros mensuales, no les permiten mantener a sus familias; y no tienen posibilidad de organizarse para defender sus derechos debido a la falta de tiempo y a las muchas presiones y amenazas que reciben si intentan reunirse con sus compañeras.
Tras pasar por sus manos, la ropa que confeccionan estas obreras llega a los escaparates de nuestras ciudades etiquetada por reconocidas marcas. Las empresas transnacionales se han comprometido, a través de sus códigos de conducta, a asumir su responsabilidad en situaciones de explotación laboral en la confección de sus prendas. Los consumidores les podemos y debemos exigir que hagan efectivos estos compromisos a través de las campañas internacionales y de nuestro apoyo a las obreras que luchan por sus derechos, tanto en Marruecos como en otros países, ya que éste no es un caso aislado. En Brasil fueron encontrados trabajadores en condiciones de esclavitud en las fabricas de Zara en Sao Paulo. Trabajadores hispanoamericanos y de países asiáticos en malas condiciones de trabajo y vivienda, con salarios por debajo del mínimo, amenazados por ser "sin papeles" y endeudados "hasta los dientes" para costear el viaje que les llevó a abandonar sus hogares, también sufren la misma situación.
Esta ropa lleva la marca del dolor, de la sangre e incluso de la muerte de las personas que la confeccionan, por no tener otra opción para sobrevivir a cambio de satisfacer los caprichos, más que las necesidades, de los países en apariencia "desarrollados" que haciendo la "vista gorda" dan la espalda a la situación y a estas personas, permitiendo que se incumplan todo tipo de legislaciones, incluso a veces inexistentes, que amparen a estos trabajadores y les ofrezcan unos derechos básicos y fundamentales. Finalmente todos acabamos siendo cómplices de estos hechos cuando negamos esta realidad de una forma patética o la ignoramos al sentirla tan distante a nuestro entorno que nos hace aceptarla justificándonos con frases del estilo "yo no puedo hacer nada por evitarlo", pero sí hay algo que podemos hacer: empezar por difundir su situación para que se conozcan los métodos inhumanos a los que se encuentran sometidos estos empleados y, a partir de ahí, tomar consciencia de la situación, evitando adquirir prendas, u otros bienes de consumo fabricados por las firmas que practican estos métodos, ya que su supervivencia depende de nosotros, los consumidores que los adquirimos sin implicarnos en las tristes circunstancias de las personas que los elaboran.
El más lamentable de los argumentos que se esgrime es que esta situación es transitoria, que de esta forma todas las partes implicadas, países y sus gobiernos incluidos, se beneficiarán con su enriquecimiento. Sin embargo, esta clase de argumentos son engañosos, en tanto que supone el mantenimiento de la pobreza y la esclavitud encubierta en países subdesarrollados que compiten con bajos costes laborales.
Cierto es que existen empresas que apoyan y colaboran con ONG's internacionales, pero su aportación económica y su implicación directa con ellas es mínima si se compara con los beneficios económicos que obtienen con la subyugación de sus empleados y con la repercusión que tienen en el desarrollo real de los países en los que se mantienen estas condiciones laborales y sociales. A la postre, lo único que hacen con ello es lavar su reputación, ofreciendo una falsa imagen progresista, igualitaria y sostenible, que favorece, a su vez, sus campañas publicitarias y de marketing, ofreciéndoles mayor notoriedad y beneficios económicos.
Es cierto que cada país está en un "momento de desarrollo" diferente y que es un enorme logro que la mujer marroquí trabaje. Pero este es un argumento que se contradice con el dogma de la globalización. Esta es la solución del capitalismo al consumo democrático, es decir, en el primer mundo se tiende al abaratamiento de sueldos y el recorte de derechos laborales para equipararlos con los de los países productores (Marruecos, países asiáticos e hispanoamericanos, fundamentalmente). En ese caso no se respeta el desarrollo en el que cada uno nos encontramos. Este doble rasero es el problema: A las empresas y poderes económicos les interesa globalizar la precariedad, pero no les interesa globalizar los derechos humanos y laborales.
La ley marroquí establece unos estándares laborales y aunque la investigación mostró que el salario mínimo suele cumplirse, los horarios laborales no y las jornadas de 60 horas semanales son habituales, al igual que en España, son muchísimas las personas trabajadoras que exceden sus jornadas por presiones empresariales.
Esta campaña también revela el nombre de firmas que en sus fábricas proveedoras de Bangladesh producen ropa para la exportación al mercado europeo, donde se sigue utilizando la técnica de "sandblasting" para el desgastado de vaqueros, poniendo en grave riesgo la vida de las personas trabajadoras que son expuestas a contraer graves enfermedades pulmonares.
El sandblasting se ha convertido en el método principal para el acabado de la mayoría de los vaqueros que ofrecen un aspecto “desgastado”. El envejecimiento artificial del vaquero se consigue proyectando chorros de arena a alta presión sobre la tela vaquera.
La investigación de campo que se ha llevado a cabo con la campaña revela que, pese a que muchas marcas internacionales hayan prohibido esta técnica en sus cadenas de producción desde que se iniciase hace un año la campaña internacional “No-sandblasting”, lo cierto es que no parece que hayan adoptado las medidas preventivas y de seguridad necesarias para que la prohibición sea efectiva.
Independientemente de si una marca ha prohibido o no esta técnica, lo cierto es que se sigue utilizando –tanto de forma manual como mecánica– en las fábricas de Bangladesh. El riesgo de contraer silicosis no se circunscribe sólo a la técnica manual, sino también a la mecánica, porque no se aplica el chorro de arena en compartimentos perfectamente estancos, la maquinaria utilizada es vieja y no existen o no se usan los equipos de seguridad necesarios para proteger a los trabajadores de la inhalación de polvo de sílice.
Las personas trabajadoras entrevistadas declararon que pueden llegar a realizar turnos de hasta 12 horas al día en salas llenas de polvo, con poca ventilación y sin protección adecuada de seguridad. Muchas de las personas entrevistadas sufrían constantes ataques de tos y dificultades respiratorias, quienes también afirmaron que, a menudo, la producción se lleva a cabo por la noche para evitar las visitas de los auditores.
Testimonios de personas trabajadoras confirman que han recibido instrucciones de utilizar sandblasting para cumplir con los plazos exigidos por las empresas clientes, aunque éstas lo hayan prohibido expresamente. El dueño de una de las fábricas declaró que le era imposible cumplir con los diseños demandados sin recurrir a su uso.
No basta con la prohibición voluntaria de las empresas para lograr que los trabajadores dejen de enfermar e incluso morir de silicosis. En la mayoría de las fábricas investigadas por SETEM quedó patente que la repercusión de la prohibición ha sido irregular, la supervisión escasa y las medidas adoptadas hasta ahora han sido burladas ampliamente. La falta de la atención médica necesaria a los trabajadores que han contraído la enfermedad en Bangladesh, dificulta su diagnóstico y tratamiento adecuado, en parte debido a la falta de conciencia de los profesionales médicos para vincular la enfermedad de silicosis con la industria textil.
“Es alarmante que la moda siga cobrándose vidas de personas trabajadoras por desgastar vaqueros casi una década después de que los médicos turcos diesen la voz de alarma por el elevado número de casos de silicosis entre las personas trabajadoras de la industria de ropa en Turquía”, afirma Eva Kreisler, coordinadora estatal de la Campaña Ropa Limpia, “las marcas de moda tienen todavía mucho margen de actuación para erradicar esta técnica y evitar más muertes”.
La red internacional Campaña Ropa Limpia plantea una serie de recomendaciones que las marcas, los gobiernos y organismos internacionales deberían adoptar para poner fin al uso del sandblasting en la industria textil.
Así, las empresas deberían revisar sus diseños y plazos de producción para permitir a los proveedores cambiar a otras técnicas de acabado de vaqueros. También deberían trabajar estrechamente con los sindicatos locales y organizaciones de defensa de los derechos laborales para garantizar que la prohibición se respeta.
Los gobiernos de los países productores deberían prohibir el uso de esta técnica y los de la Unión Europea deberían introducir una prohibición de importación de los productos que hayan sido sometidos a sandblasting. Además, la Campaña Ropa Limpia promueve que la industria textil sea incluida en el Programa de Erradicación Mundial de la Silicosis de la Organización Mundial de la Salud, Organización Internacional del Trabajo Internacional y la puesta en marcha de un programa específico para Bangladesh.
Quién lo desee puede seguir defendiendo el modelo de desarrollo que se critica en esta investigación. Incluso puede seguir defendiendo a capa y espada a las grandes empresas españolas como si beneficiaran a alguien más que a sus propios accionistas. Aquí sólo se pretende poner a disposición del público información cuidadosamente escondida o disimulada para que la gente tome sus propias decisiones y forme su propia opinión.
FUENTES: