sábado, 31 de marzo de 2012

Danza Guan Yin de las "Mil Manos"


La danza Guan Yin  de las "Las Mil Manos" es una muestra asombrosa de coordinación de movimientos que no deja de sorprender, máxime si se tiene en cuenta que las 21 bailarinas que la representan  no pueden escuchar la música, pues son sordomudas.
Basándose sólo en las señales de los formadores situados en las cuatro esquinas del escenario, estas extraordinarias bailarinas ofrecen un gran espectáculo visual  y conmovedor. Su primer gran debut internacional fue en Atenas en la ceremonia de clausura de los Juegos Paralímpicos de 2004. Pero, durante desde hace mucho tiempo forman parte del repertorio de la Compañía Artísitca del Pueblo Chino Incapacitado (Chinese Disabled People’s Performing Art)  y ha viajado a más de 40 países.
Su primera bailarina, Tai Lihua, de 29 años de edad, está graduada como Bachelor of Arts por el Instituto de Bellas Artes de Hubei.
Puedes contemplarlas en el siguiente video que fue grabado en Beijing en el transcurso del Festival de Primavera del año 2009.


Otra muestra de danza de igual belleza y elegancia, interpretada por el mismo grupo de bailarinas, es "Buda de la Compasión" como se ve en el siguiente video:


Estas imágenes ponen de manifiesto que la capacidad de superación humana no conoce límites siempre que no los propongamos y nos esforcemos en poner barreras para alcanzar nuestros objetivos y deseos.



Que la Luz Sea...

Actitud


Una mujer muy sabia se despertó una mañana,
se miró al espejo,
y notó que tenía solamente tres cabellos en su cabeza.
'Hmmm' pensó, 'Creo que hoy me voy a hacer una trenza'.
Así lo hizo y pasó un día maravilloso.


El siguiente día se despertó,
se miró al espejo
Y vio que tenía solamente dos cabellos en su cabeza.
'Hmmm' dijo,
'Creo que hoy me peinaré de raya en medio'.
Así lo hizo y pasó un día grandioso.


El siguiente día, cuando despertó,
se miró al espejo y notó
que solamente le quedaba un cabello en su cabeza.
'Bueno' se dijo, 'ahora me haré una cola de caballo'.
Así lo hizo, y tuvo un día muy, muy divertido.





A la mañana siguiente, cuando despertó,
corrió al espejo y enseguida notó
que no le quedaba un solo cabello en la cabeza.
'¡Qué Bien!', exclamó.
'¡Hoy no me tendré que peinar!'


Tu actitud es todo en la vida.
Alégrate cada mañana.
Ríete de ti mismo. Acéptate.
Sé bondadoso y amable con los demás.
Sonríeles, porque cada persona que te encuentres tiene sus problemas
y tu sonrisa lo ayudará.


La vida no es esperar a que la tormenta pase,
ni es abrir el paraguas para que todo resbale...

 



La Vida es aprender a bailar bajo la lluvia.

¡Qué cada día de tu vida la disfrutes al máximo!

¡Un fuerte abrazo!



Canto de Esperanza




Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este.

¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo?
Se han sabido presagios, y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno del Cristo.

La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.

Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombras la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.

¡Oh, Señor Jesucristo!, ¿por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas?

Surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida,
que, amante de tinieblas, tu dulce aurora olvida.

Ven, Señor, para hacer la gloria de ti mismo,
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.

Y tu caballo blanco, que miró al visionario,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario.
(Rubén Darío)


lunes, 26 de marzo de 2012

La Técnica de Ho’Oponopono: Un camino hacia el Amor Incondicional



El Ho'Oponopono es realmente muy simple. Para los antiguos hawaianos, todos los problemas empiezan a festarse en los pensamientos. Tener pensamientos no es el problema. El problema está en todos nuestros pensamientos que se encuentren plenos de memorias dolorosas sobre personal, lugares o cosas.

Morrnah  Simeona Nalamaku (1913 - 1992) fue reconocida como "au kahuna lapa" (sanador) en Hawai y difundió la técnica de Ho’Oponopono. Fue orientada a incluir las tres partes del yo, que son la llave para la auto-Identidad. Esas tres partes, presentes en cada molécula de la realidad, son llamadas "Unihipili" (niño/ subconsciente), "Uhane" (madre/ consciente) y "Aumakua" (padre/ supraconsciente). Cuando esta “familia interna” se encuentra alineada, y la persona está en sintonía con la Divinidad, llega el equilibrio y la vida comienza a fluir. Así, Ho’Oponopono auxilia en la restauración del equilibrio, primero en el individuo y después en toda la creación. El aspecto principal es que estamos aprendiendo a relacionarnos con nuestra subconsciente, conocido en la tradición hawaiana como "Unihipilli". Él es responsable de las memorias, las recibe y almacena, repitiéndolas conforme su programación. Es a él al que debemos aprender a amar, pidiendo perdón por la falta de consideración y comunicación.

Al hacer el Ho’Oponopono se pide a la Divinidad, que limpie, y purifique el origen de estos problemas, que son los recuerdos, las memorias. Así se neutraliza la energía que la persona asocia a determinada persona, lugar o cosa.

En el proceso, esta energía es liberada y transmutada en pura luz por la Divinidad. Y dentro de la persona el espacio vaciado es ocupado por dicha luz. Por lo que, en el Ho’Oponopono no existe la culpa, no es necesario revivir ningún sufrimiento, no importa saber el porqué del problema, de quién es la culpa, ni su origen.

A través de esta técnica, tenemos la capacidad de hacer lo correcto a nuestro propio ser, de volver al estado de perfección con sólo pedirle a la Divinidad que aquello que yace dentro de nosotros, aquello que ha ocasionado una división en nuestros pensamientos, venga a la superficie para ser liberado.

Al pedir perdón a la Divinidad por haber hospedado pensamientos que nos han separado de nuestra unidad con el espíritu, el pensamiento pernicioso y recurrente desaparece. Para lograrlo, algunas veces se necesita pedirlo varias veces a fin de que la razón que está detrás del pensamiento aparezca en la superficie y sea liberada. Y cuando es liberada, el espacio se llena inmediatamente con un amoroso sentido de unidad con todo.



Ho'Oponopono es un proceso de contrición, de arrepentimiento, de petición de perdón y transmutación.

Consiste en realizar una petición a la energía del Amor Universal e Incondicional para cancelar y reemplazar las energías tóxicas que puedan hallarse en uno mismo. El Amor efectúa dicho proceso fluyendo a través de la mente espiritual o supraconsciencia y continúa su flujo a través de la mente consciente, liberándola de la excesiva racionalización para finalizar en la mente emocional o subconsciente, donde anula todos los pensamientos que tengan emociones tóxicas, reemplazándolos con Amor Incondicional.

No hay límites en el número de veces que esta herramienta puede ser usada, especialmente en lo referente a transmutar en pura luz los pensamientos, los de la familia, ancestros y descendientes, puesto que esta herramienta es una petición a purificar los pensamientos tóxicos que causan reales divisiones en la percepción.

El Ho'Oponopono es realmente muy simple. Para los antiguos hawaianos, todos los problemas se empiezan a gestar en los pensamientos. Tener pensamientos no es el problema. El problema está en todos nuestros pensamientos que se encuentren plenos de memorias dolorosas sobre personas, lugares o cosas. 

El intelecto como tal no puede solucionar esos problemas porque él solamente gestiona procesos. Gestionar cosas no soluciona los problemas del todo. Hay que dejar que fluyan. Cuando se hace Ho'Oponopono, la Divinidad se hace cargo de los pensamientos dolorosos y los neutraliza. Haciendo Ho'Oponopono, no se purifican personas, lugares o cosas, pero sí se neutraliza la energía dolorosa que se asocian con esas personas, lugares o cosas. Luego el primer paso es purificar energías. A continuación, la energía se neutraliza y se desprende, quedando una nueva "página" vacía donde construir de nuevo otra realidad. La etapa final es permitirle a la Divinidad hacer acto de presencia y rellenar el vacío de esa "página en blanco" con Luz Divina.

Para hacer Ho'Oponopono no se necesita saber cuál fue el error cometido o cuál fue el problema, basta con percibir la existencia de situaciones físicas, mentales o emocionales abrumadoras. Al hacerlo, la responsabilidad de quien lo practica estriba en comenzar inmediatamente a sanar la esencia de tales situaciones, diciendo simplemente “Lo lamento. Por favor, perdóname”.

Se trata de realizar un sencillo trabajo interno sobre uno mismo, para mejorar lo externo, sin necesidad de tener que comprender nada a nivel racional. El procedimiento personal estriba en mantenerse callado y centrado en uno mismo, permitiendo que el proceso de transmutación se lleve a cabo por sí mismo, pues si involucra al intelecto, el proceso se detiene.

Si se desea resolver un problema personal, hay que trabajar sobre uno mismo. Si se tiene un problema con otra persona, simplemente hay que preguntarse “¿Qué existe en mí que hace que esta persona me ataque?”. Hay que elevarse sobre esas situaciones diciendo simplemente “Lo lamento, por cualquier cosa que haya sucedido o esté sucediendo. Por favor, perdóname”. Por ejemplo, si alguien se nos acerca hablándonos de que sufre una cierta pena o dolor físico, podemos preguntarle a la Divinidad “¿Qué ocurre en mí que he causado dolor o sufrimiento sobre esta persona?”. Y luego, podemos preguntar a la Divinidad: “¿Cómo puedo rectificar ese problema en mi?”. O también: “Por favor, cualquier cosa que sea que ocurra en mi que haya causado sufrimiento en esta persona, dime cómo puedo rectificarlo”. Las respuestas a esas interrogante suelen venir sin esfuerzo, pero a continuación deberíamos hacer lo que se nos sugiera. Lo que aquí importa no es el efecto sino el entendimiento del origen del problema. Ésa es la clave.

El terapeuta que usa Ho'Oponopono para ayudar a otros a sanar, primero debe conectarse con la Fuente Divina y apelar al Amor Universal para corregir los erróneos pensamientos que existan en él y que se estén manifestando en la actualidad, principalmente, como un problema en él y luego en su consultante.

Esta súplica o apelación estriba en un proceso de arrepentimiento y solicitud de perdón por parte del terapeuta: “Yo lamento que mis erróneos pensamientos hayan causado situaciones negativas en mí y en esta persona. Por favor, perdóname”.

También  sirve para tratar situaciones derivadas de objetos inanimados, espacios físicos que deban ser sanados, etc. El límite es nuestra percepción o imaginación.

La manifestación de una amorosa responsabilidad es lo que transmuta los errores dentro de nosotros que manifiestan el problema (en nosotros o en los demás). La actitud amorosa los cancela y los corrige. 



La meditación Ho'Oponopono pretende sanar aspectos que involucran a otras personas.

Todos los procedimientos hawaianos comienzan con una respiración denominada "Ha". Una serie de "Ha" consiste en inhalar durante 7 segundos (o contando hasta 7), retener la respiración contando hasta 7 y exhalar contando 7 veces. Cuando se han vaciado los pulmones, se retiene la respiración durante un nuevo conteo hasta 7. Hay que relajarse y permitir que sea el propio ritmo respiratorio el que determine por sí mismo cuándo puede durar la cuenta hasta 7.

Entonces hay que sentarse con las palmas de las manos descansando sobre el regazo, con los pulgares y dedos índices en contacto entre sí. A continuación, tomar 7 ciclos de respiración "Ha" según se ha descrito anteriormente y pasar a recitar la siguiente oración en voz alta, utilizada para sanarnos con amor, borrando todas esas memorias que llevamos grabadas y acumuladas hace siglos, para poder llenar de armonía nuestras vida. 

“Divino Creador, padre, madre, hijo todos en uno… (*)
Si yo, mi familia, mis parientes y antepasados
ofendieron, a tu familia, parientes y antepasados en
pensamientos, palabras, hechos y acciones
desde el inicio de nuestra creación hasta el presente,
nosotros pedimos tu perdón…
Deja que esto se limpie, purifique, libere, corta todas las
memorias, bloqueos, energías y vibraciones negativas
y transmuta estas energías indeseables en pura luz…
Y así se ha hecho”

Nota (*): Esta frase se puede sustituir por el ser que se considere oportuno en función de las creencias personales de cada cual.



El Ho’Oponopono nos ayuda a limpiar nuestro subconsciente de ideas arraigadas que nos hace repetir situaciones, personas y vivencias que pueden agradarnos o no tanto, pudiendo de esta manera tomar el 100% de responsabilidad y aprendiendo que todo lo que sucede en nuestra vida lo creamos nosotros mismos. Pero que también tenemos el poder de cambiarlo y mejorar todo aquello que nos limita en nuestro crecimiento espiritual y personal.





"Lo siento, Perdóname. Gracias. Te amo."
de parte de
AnA Molina (Administrador del blog)







Ho'Oponopono



Hace dos años, escuché hablar de un terapeuta en Hawaii quien curó un pabellón completo de pacientes criminales insanos sin siquiera ver a ninguno de ellos. El psicólogo estudiaba la ficha del recluso y luego miraba dentro de sí mismo para ver cómo él había creado la enfermedad de esa persona. En la medida en que el mejoraba, el paciente se mejoraba.

La primera vez que escuche hablar de esta historia, pensé que era una leyenda urbana. ¿Cómo podía cualquiera curar a otro con sólo curarse a sí mismo? ¿Cómo podía, aunque fuera el maestro de mayor poder de auto curación, curar a alguien criminalmente insano? No tenía ningún sentido, no era lógico, de modo que descarté esta historia.

Sin embargo, la escuché nuevamente un año después. Escuché que el terapeuta había usado un proceso de sanación Hawaiano llamado “Ho’Oponopono”. Nunca había oído hablar de ello, sin embargo no podía sacarlo de mi mente. Si la historia era totalmente cierta, yo tenía que saber más. Siempre había entendido que “total responsabilidad” significaba que yo soy responsable de lo que pienso y hago. Lo que esté mas allá, está fuera de mis manos. Pienso que la mayor parte de la gente piensa igual sobre la responsabilidad. Somos responsables de lo que hacemos, no de lo que los otros hacen – pero eso está equivocado.

El terapeuta Hawaiano que sanó a esas personas mentalmente enfermas me enseñaría una nueva perspectiva avanzada sobre lo que es la total responsabilidad. Su nombre es Dr. Ihaleakala Hew Len. Probablemente hayamos pasado una hora hablando en nuestra primera conversación telefónica. Le pedí que me contara la historia total de su trabajo como terapeuta.

Él explicó que había trabajado en el Hospital Estatal de Hawai durante cuatro años. El pabellón donde encerraban a los locos criminales era peligroso.

Por regla general los psicólogos renunciaban al mes de trabajar allí. La mayor parte de los miembros del personal, allí, caían  enfermos o  simplemente renunciaban. La gente que atravesaba ese pabellón simplemente caminaba con sus espaldas contra la pared, temerosos de ser atacados por sus pacientes. No era un lugar placentero para vivir, ni para trabajar ni para visitar.

El Dr. Len me dijo que el nunca vio a los pacientes. Firmó un acuerdo de tener una oficina y revisar sus legajos. Mientras miraba esos legajos, el trabajaría sobre sí mismo. Mientras el trabajaba sobre sí mismo, los pacientes comenzaban a curarse.

"Después de pocos meses, a los pacientes que debían estar encadenados se les permitía caminar libremente”, me dijo. “Otros que tenían que estar fuertemente medicados, comenzaban a mermar su medicación. Y aquellos que no tenían jamás, ninguna posibilidad de ser liberados, fueron dados de alta”. Yo estaba asombrado. “No solamente eso” continuó, “sino que el personal comenzó a gozar yendo a trabajar.”

El absentismo y los cambios de personal desaparecieron. Terminamos con más personal del que necesitábamos porque los pacientes eran liberados y todo el personal venia a trabajar. Hoy ese pabellón está cerrado.”

Aquí es donde yo tuve que hacer la pregunta del millón de dólares: “¿Qué estuvo haciendo usted con usted mismo que ocasionó que esas personas cambiaran?”

“Yo simplemente estaba sanando la parte de mi que los había creado a ellos”, dijo él. Yo no entendí. El Dr. Len explicó que entendía que la total responsabilidad de tu vida implica a todo lo que está en tu vida, simplemente porque está en tu vida, y por ello es tu responsabilidad. En un sentido literal, "todo el mundo es tu creación".

¡Uau! Esto es duro de tragar. Ser responsable por lo que yo hago o digo es una cosa. Ser responsable por lo que cualquiera que esté en mi vida hace o dice es otra muy distinta. Sin embargo, la verdad es ésta: si asumes completa responsabilidad por tu vida, entonces todo lo que ves, escuchas, saboreas, tocas o experimentas de cualquier forma es tu responsabilidad, porque está en tu vida. Esto significa que la actividad terrorista, el presidente, la economía o cualquier cosa que experimentas y no te gusta, está allí para que tú la sanes. Ello no existe, por decirlo así, excepto como proyecciones que salen de tu interior. El problema no está con ellos, está en ti y para cambiarlo, debes cambiar tú.

Sé que esto es difícil de captar, mucho menos de aceptar o de vivirlo realmente. Achacar a otro la culpa es mucho más fácil que asumir la total responsabilidad, pero mientras hablaba con el Dr. Len, comencé a comprender esa sanación de él y que el Ho’Oponopono significa amarte a ti mismo.

Si deseas mejorar tu vida, debes sanar tu vida. Si deseas curar a cualquiera, aún a un criminal mentalmente enfermo, lo haces curándote tú mismo.

Le pregunte al Dr. Len como se curaba a sí mismo. Qué era lo que él hacía exactamente cuando miraba los legajos de esos pacientes.

Yo simplemente permanecía diciendo ‘Lo siento’ y ‘Te amo’, una y otra vez”, explicó él.

- ¿Sólo eso?
- “Sólo eso.”

“Resulta que amarte a ti mismo es la mejor forma de mejorarte a ti mismo, y mientras tú te mejoras a ti mismo, mejoras tu mundo”.

Permíteme darte un rápido ejemplo de cómo funciona esto: un día, alguien me envía un e-mail que me desequilibra. En el pasado lo hubiera manejado trabajando sobre mis aspectos emocionales tórridos o tratando de razonar con la persona que envió ese mensaje detestable. Esta vez yo decidí probar el método el Dr. Len. Me puse a pronunciar silenciosamente “lo siento” y “te amo”. No lo decía a nadie en particular. Simplemente estaba invocando el espíritu del amor para sanar, dentro de mí lo que estaba creando la circunstancia externa.

En el término de una hora recibí un email de la misma persona. Se disculpaba por su mensaje previo. Ten en cuenta que yo no realicé ninguna acción externa para lograr esa disculpa. Yo ni siquiera contesté su mensaje. Sin embargo, sólo diciendo “te amo”, de algún modo sané dentro de mí lo que estaba creando en él.

Más tarde asistí a un taller de Ho’Oponopono dirigido por el Dr. Len. Él tiene ahora 70 años de edad, es considerado un chaman abuelo y es algo solitario.

El alabó mi libro “El Factor Atractivo”. Me dijo que mientras yo me mejoro a mí mismo, la vibración de mi libro aumentará y todos lo sentirán cuando lo lean. En resumen, a medida que yo me mejoro, mis lectores mejorarán.

¿Y qué pasará con los libros que ya he vendido y han salido de mí?, pregunté.

“Ellos no han salido”, explicó él, una vez más soplando mi mente con su sabiduría mística. “Ellos aún están dentro de ti”. En resumen, no hay afuera. Me llevaría un libro entero explicar esta técnica avanzada con la profundidad que ella merece.

“Basta decir que cuando quiera que desees mejorar cualquier cosa en tu vida, hay sólo un lugar donde buscar: dentro de ti. Cuando mires, hazlo con amor”.

Éste es uno de esos mensajes que literalmente cambian la vida. Hemos oído muchas veces que nosotros creamos nuestra realidad, que el mundo es un reflejo de quien somos, que todos somos uno, que todo comienza y termina en ti, etc., etc. Pienso que ustedes los conocen a todos. Es otra historia ver cuánto comprendemos verdaderamente de la esencia de todas esas afirmaciones. Sin embargo, en mi humilde opinión, la simplicidad del mensaje en esta historia presiona nuestras teclas y hace caer la ficha. ¡Es tan simple!


A todos y cada uno de ustedes: ¡Lo siento! ¡Te amo!


Por: Joe Vitale




Fuente: Ho’oponopono


Frases de Ho'Oponopono



El Ho’Oponopono es la mejilla del amor.

“Pon la otra mejilla”.



El Ho’Oponopono es pedir.

“Golpea, y la puerta se abrirá”.



El Ho’Oponopono es volver a ser un niño.

“Debemos ser niños para ingresar al reino del Señor”.



El Ho’Oponopono es entregarse y dejar a Dios que actúe.

“Lo que uno resiste, persiste”.



El Ho’Oponopono es dar permiso.

“Pide, que se te otorgará”.



El Ho’Oponopono es amar a nuestros enemigos.

“Gracias a todos mis recuerdos y viejos programas”.



Uno es el único que puede cambiar su vida. Uno siempre tiene razón. Si dice que sí puede, entonces puede, y si dice que no puede, entonces no puede.



El universo siempre está escuchando. Pide y recibirás. Dios sólo está esperando que tú des el primer paso.




domingo, 25 de marzo de 2012

Una Interrupción a Tiempo Aumenta la Productividad



En el entorno laboral existe la creencia que quienes realizan diferentes pausas en su jornada de trabajo, tienen un menor rendimiento que aquellos que no se mueven de su puesto salvo lo estrictamente necesario.

Yo, personalmente, desarrollo una labor que requiere una gran concentración para llevar a cabo una buena labor de análisis, lo cual, tras largas horas de trabajo, en ciertas ocasiones, puede llegar a producir desgaste y fatiga intelectual importantes que impiden, o al menos dificultan, el avance satisfactorio de mis tareas. Sin embargo, basta con tomarme una breve pausa para estirar las piernas, caminar unos metros, cambiar el escenario y tomar el aire o charlar con mis compañeros para ver cómo el bloqueo mental desaparece y me permiten "desintoxicarme", lo cual me permite sentirme más distendida y predispuesta a continuar con mi trabajo, incluso, ese intercambio de palabras me sirve para encontrar soluciones que previamente no veía. Por ello, siempre he considerado importante hacer pequeñas pausas en el trabajo cada 2 ó 3 horas que permiten despejarse y rendir mejor tras ellas. Tal vez estos pequeños retrasos puedan suponer finalizar unos minutos más tarde, pero es un tiempo irrelevante que se recupera ampliamente con el mejor y más alto rendimiento en las horas posteriores a la interrupción, implicando también una mejor calidad de las tareas.

El pasado 15 de marzo, se publicó en la revista "Expansión" el artículo que presento a continuación, en el cual se expone que, según Douglas Conant y Mette Norgaard, autores del libro "¡Vivan las interrupciones!", las pausas en el trabajo para tomar un café, charlar unos minutos o sólo para los fumadores salir a fumar un cigarro, no representan una pérdida de productividad, ya que, además de permitirnos despejar la mente y desentumecer el cuerpo después de horas sentados en una silla, estas interrupciones pueden ser un aporte de nuevas ideas y un intercambio de conocimiento con una repercusión positiva sobre la productividad de los empleados y, por ende, en los resultados de las empresas.

Correos electrónicos, reuniones imprevistas, llamadas telefónicas, vistazos a las redes sociales y alguna que otra charla en la máquina de café no convierten a un trabajador en alguien menos productivo. Al contrario, Douglas Conant y Mette Norgaard defienden en su libro "¡Vivan las interrupciones!" (editorial Empresa Activa) esas pequeñas pérdidas de tiempo en la oficina.

Los autores sostienen que estas interrupciones pueden convertirse en verdaderas oportunidades de influir, guiar y moldear el curso de los acontecimientos. Cada una de ellas es una ocasión para transformar un momento. Y es que cuando una decisión se resiste, cuando un proyecto no parece avanzar o cuando un problema aqueja a un responsable, una parada puede servir para tomar aire y ver las cosas de otra manera.

Cada una de estas interacciones -que en el libro son tratadas como "puntos de contacto"- pueden establecer “unas expectativas de rendimiento altas, infundir una mayor claridad y más energía en el programa”. Aunque en muchas ocasiones los líderes consideran estas interrupciones como distracciones sin valor para el trabajo, Conant y Norgaard defiende que “son el auténtico trabajo. Son los momentos que dan vida a nuestras estrategias y prioridades”.

Hace unos meses, la revista Fortune apoyaba la posibilidad de que algunas interrupciones en el trabajo no sólo no son perniciosas, sino que pueden resultar positivas e incluso necesarias. Además de esta publicación, la Universidad de Melbourne defiende las distracciones como un método beneficioso en la oficina. En un estudio que realizó en 2011 aseguraba que la gente que usa Internet por razones personales en su puesto de trabajo es alrededor de un 9% más productiva que aquellos que no lo hacen, porque los usuarios que se distraen en Internet “se concentran más y mejor”. Susan Scott, fundadora de la compañía de formación y desarrollo de ejecutivos Fierce Inc. asegura que “si la gente hace bien su trabajo no debería preocuparnos que existan ciertas distracciones”.

Pero como todo, para que los momentos de esparcimiento en el trabajo salgan rentables deben estar sujetos a un sistema que en "¡Vivan las interrupciones!" divide en tres pasos:

1) Escuchar atentamente para comprender la cuestión.
2) Una vez comprendido, es necesario encuadrar la situación.
3) Impulsar la conversación para promover el asunto de que se trate.

Cada punto de contacto está cargado de posibilidades. Cada uno puede forjar o romper una relación”, defienden Conant y Norgaard. Incluso una interacción breve puede cambiar lo que los demás piensan de sí mismos, de sus líderes y del futuro. Además, estos puntos de contacto funcionan como una red de relaciones. “Es posible que cualquier cosa que digamos o hagamos en un punto de contacto sea transmitido a cinco o seis personas de su red”. Algo que pueden utilizar los responsables para establecer un efecto exponencial que puede ayudar a resolver problemas o agilizar proyectos con otros puntos de vista que, sin estas pequeñas interrupciones, no serían escuchados.


FUENTE:



Los Ciegos y el Elefante



Hace más de mil años, en el Valle del Río Brahmanputra, vivían seis hombres ciegos que pasaban las horas compitiendo entre ellos para ver quién era de todos el más sabio.

Para demostrar su sabiduría, los sabios explicaban las historias más fantásticas que se les ocurrían y luego decidían de entre ellos quién era el más imaginativo.

Así pues, cada tarde se reunían alrededor de una mesa y mientras el sol se ponía discretamente tras las montañas, y el olor de los espléndidos manjares que les iban a ser servidos empezaba a colarse por debajo de la puerta de la cocina, el primero de los sabios adoptaba una actitud severa y empezaba a relatar la historia que según él, había vivido aquel día. Mientras, los demás le escuchaban entre incrédulos y fascinados, intentando imaginar las escenas que éste les describía con gran detalle.

Viéndose libre de ocupaciones aquella mañana, el sabio había decidido salir a dar una paseo por el bosque cercano a la casa, y deleitarse con el cantar de las aves que alegres, silbaban sus delicadas melodías. El sabio contó que, de pronto, en medio de una gran sorpresa, se le había aparecido el Dios Krishna, que sumándose al cantar de los pájaros, tocaba con maestría una bellísima melodía con su flauta. Krishna al recibir los elogios del sabio, había decidido premiarle con la sabiduría que, según él, le situaba por encima de los demás hombres.
Cuando el primero de los sabios acabó su historia, se puso en pie el segundo de los sabios, y poniéndose la mano al pecho, anunció que hablaría del día en que había presenciado él mismo la famosa Ave de Bulbul, con el plumaje rojo que cubre su pecho. Según él, esto ocurrió cuando se hallaba oculto tras un árbol espiando a un tigre que huía despavorido ante un puerco espín malhumorado. La escena era tan cómica que el pecho del pájaro, al contemplarla, estalló de tanto reír, y la sangre había teñido las plumas de su pecho de color carmín.
Para poder estar a la altura de las anteriores historias, el tercer sabio tosía y chasqueaba la lengua como si fuera un lagarto tomando el sol, pegado a la cálida pared de barro de una cabaña. Después de inspirarse de esta forma, el sabio pudo hablar horas y horas de los tiempos de buen rey Vikra Maditya, que había salvado a su hijo de un brahman y tomado como esposa a una bonita pero humilde campesina.
Al acabar, fue el turno del cuarto sabio, después del quinto y, finalmente, el sexto sabio se sumergió en su relato. De este modo los seis hombres ciegos pasaban las horas más entretenidas y a la vez demostraban su ingenio e inteligencia a los demás.

Sin embargo, llegó el día en que el ambiente de calma se turbó y se volvió enfrentamiento entre los hombres que no alcanzaban un acuerdo sobre la forma exacta de un elefante. Las posturas eran opuestas y como ninguno de ellos había podido tocarlo nunca, decidieron salir al día siguiente a la busca de un ejemplar, y de este modo poder salir de dudas.

Tan pronto como los primeros pájaros insinuaron su canto, con el sol aún a medio levantarse, los seis ciegos tomaron al joven Dookiram como guía, y puestos en fila con las manos a los hombros de quien les precedía, emprendieron la marcha enfilando la senda que se adentraba en la selva más profunda. No habían andado mucho cuando de pronto, al adentrarse en un claro luminoso, vieron a un gran elefante tumbado sobre su costado apaciblemente. Mientras se acercaban el elefante se incorporó, pero enseguida perdió interés y se preparó para degustar su desayuno de frutas que ya había preparado.

Los seis sabios ciegos estaban llenos de alegría, y se felicitaban unos a otros por su suerte. Finalmente podrían resolver el dilema y decidir cuál era la verdadera forma del animal.
El primero de todos, el más decidido, se abalanzó sobre el elefante preso de una gran ilusión por tocarlo. Sin embargo, las prisas hicieron que su pie tropezara con una rama en el suelo y chocara de frente con el costado del animal.

- ¡Oh, hermanos míos! –exclamó– yo os digo que el elefante es exactamente como una pared de barro secada al sol.

Llegó el turno del segundo de los ciegos, que avanzó con más precaución, con las manos extendidas ante él, para no asustarlo. En esta posición en seguida tocó dos objetos muy largos y puntiagudos, que se curvaban por encima de su cabeza. Eran los colmillos del elefante.

- ¡Oh, hermanos míos! ¡Yo os digo que la forma de este animal es exactamente como la de una lanza…sin duda, ésta es!

El resto de los sabios no podían evitar burlarse en voz baja, ya que ninguno se acababa de creer los que los otros decían. El tercer ciego empezó a acercarse al elefante por delante, para tocarlo cuidadosamente. El animal ya algo curioso, se giró hacía él y le envolvió la cintura con su trompa. El ciego agarró la trompa del animal y la siguió de arriba a abajo notando su forma alargada y estrecha, y cómo se movía a voluntad.

- Escuchad queridos hermanos, este elefante es más bien como…como una larga serpiente.

Los demás sabios disentían en silencio, ya que en nada se parecía a la forma que ellos habían podido tocar. Era el turno del cuarto sabio, que se acercó por detrás y recibió un suave golpe con la cola del animal, que se movía para asustar a los insectos que le molestaban. El sabio prendió la cola y la siguió de arriba abajo con las manos, notando cada una de las arrugas y los pelos que la cubrían. El sabio no tuvo dudas y exclamó:

- ¡Ya lo tengo! –dijo el sabio lleno de alegría– Yo os diré cual es la verdadera forma del elefante. Sin duda es igual a una vieja cuerda.

El quinto de los sabios tomó el relevo y se acercó al elefante pendiente de oír cualquiera de sus movimientos. Al alzar su mano para buscarlo, sus dedos resiguieron la oreja del animal y dándose la vuelta, el quinto sabio gritó a los demás:

- Ninguno de vosotros ha acertado en su forma. El elefante es más bien como un gran abanico plano –y cedió su turno al último de los sabios para que lo comprobara por sí mismo.

El sexto sabio era el más viejo de todos, y cuando se encaminó hacia el animal, lo hizo con lentitud, apoyando el peso de su cuerpo sobre un viejo bastón de madera. De tan doblado que estaba por la edad, el sexto ciego pasó por debajo de la barriga del elefante y al buscarlo, agarró con fuerza su gruesa pata.

- ¡Hermanos! Lo estoy tocando ahora mismo y os aseguro que el elefante tiene la misma forma que el tronco de una gran palmera.

Ahora todos habían experimentado por ellos mismos cuál era la forma verdadera del elefante, y creían que los demás estaban equivocados. Satisfecha así su curiosidad, volvieron a darse las manos y tomaron otra vez la senda que les conducía a su casa.

Otra vez sentados bajo la palmera que les ofrecía sombra y les refrescaba con sus frutos, retomaron la discusión sobre la verdadera forma del elefante, seguros de que lo que habían experimentado por ellos mismos era la verdadera forma del elefante.

Seguramente todos los sabios tenían parte de razón, ya que de algún modo todas las formas que habían experimentado eran ciertas, pero sin duda todos a su vez estaban equivocados respecto a la imagen real del elefante.

Este relato simbólico, recogido por el poeta Jalal Al-din Rumi, es ampliamente conocido en India, desde donde alcanzó una notable difusión penetrando, en  sus diferentes versiones, en diversas tradiciones religiosas, llegando a formar parte del acervo jainista, budista, sufí e hindú. En el siglo XIX el poeta John Godfrey Saxe creó su propia versión en forma de poema. Desde entonces, el relato ha sido publicado en numerosos libros para adultos y niños, recibiendo numerosas interpretaciones y convirtiéndose en un relato muy conocido en Europa y América.
En la versión budista del relato, un rey reúne a varios ciegos de su capital en su palacio, los pone en presencia de un elefante y les pide que lo describan.

Luego que cada uno de los ciegos hubo palpado una sección del elefante, el rey se dirigió a cada uno de ellos y les preguntó:

"¿Dime, has visto al elefante? Cuéntame, que tipo de cosa es un elefante?"

El hombre que había examinado la cabeza del elefante le expresó que era como una vasija;  el que había tocado la oreja, lo describió como una cesta de trillar;  al que tocó el colmillo, como una reja de arado;  el que palpó la trompa, como un arado;  como un granero, el del cuerpo;  como una columna, el de la pata;  como un muro de argamasa, el del lomo;  como una herramienta de albañil, el de la cola y como un cepillo, el que tanteó la punta de la cola.

Los hombres no se ponían de acuerdo entre ellos y comenzaron a discutir sobre la pregunta "¿a qué se parece ?" y el rey se divertía sobremanera con su pelea hasta que les explicó:

"Todos ustedes están en lo cierto. La razón por la que cada uno de ustedes esta diciendo diferentes cosas es que cada uno de ustedes tocó una parte diferente del elefante. Por lo tanto, el elefante tiene todas las características que mencionaron."


El poema de  John Godfrey Saxe dice así:

Cuentan que, en el Indostán,
determinaron seis ciegos
estudiar al elefante,
animal que nunca vieron.
(Ver no podían, es claro;
pero sí juzgar, dijeron).

El primero se acercó
al elefante, que en pie
se hallaba. Tocó su flanco
alto y duro; palpó bien
y declaró: El elefante
es ¡igual que una pared!

El segundo, de un colmillo
tocó la punta aguzada,
y sin más dijo: ¡Es clarísimo!,
mi opinión ya está tomada:
Bien veo que el elefante
es ¡lo mismo que una espada!

Tocas la trompa el tercero,
y, en seguida, de esta suerte
habla a los otros: Es largo,
redondo, algo repelente...
El elefante - declara -
es ¡una inmensa serpiente!

El cuarto, por una pata
trepa, osado y animoso;
¡oh, qué enorme tronco! -exclama.
Y luego dice a los otros:
Amigos, el elefante
es ¡como un árbol añoso!

El quinto toca una oreja
y exclama: ¡Vamos, amigos,
todos os equivocáis
en vuestros rotundos juicios!,
yo os digo que el elefante
es ¡como un gran abanico!

El sexto, al fin, coge el rabo,
se agarra bien, por él trepa...:
¡Vamos, vamos, compañeros;
ninguno en su juicio acierta!
El elefante es..., ¡tocadlo!,
una soga... Sí, ¡una cuerda!

Los ciegos del Indostán
disputan y se querellan;
cada uno está seguro
de haber hecho bien su prueba...
¡Cada uno tiene un poco
de razón... y todos yerran!

Sucede así cada día
en bastantes discusiones;
quienes disputan, cada uno
piensa justas sus razones.
Y discuten, juzgan, definen sin más,
¡a un elefante que no vieron jamás!

Esta parábola es un buen ejemplo de relativismo que ilustra la oscuridad e ignorancia en la que se encuentra la humanidad frente a la totalidad de la verdad. Esto es, la imposibilidad que tiene el hombre para conocer la realidad de forma integra; la incapacidad de las personas para hallarse en posesión de una única verdad absoluta que deba ser aceptada de manera universal como certeza y no como una mera creencia individual.

La realidad se fija de acuerdo a las diferentes perspectivas interpretativas de los observadores. Se ve condicionada tanto por la receptividad, como por el análisis racional de cada individuo, así como por la experiencia y conocimiento que tiene de la naturaleza del hecho o fenómeno observado, además de verse influenciada por los condicionamientos personales previos al no partir de una mente vacía y completamente limpia, es decir, por la subjetividad particular e individual de cada uno, todo lo cual hace que la verdad se modifique, creando en cada persona una imagen distinta de la realidad. Luego, existen tantas verdades, o realidades, como personas la traducen; entonces, esto se puede convertir en base de conflicto cuando las interpretaciones son diametralmente opuestas y sus defensores no aceptan ni respetan las ajenas; cuando no asumen que su propio criterio es tan parcial como los de los otros, lo cual quedaría resuelto usando el principio jainista de vivir en armonía con aquellos que tienen un sistema de creencias diferentes al nuestro, ya que la verdad puede ser dicha de diferentes maneras y todas ser válidas al mismo tiempo.

No debemos olvidar que la realidad es subjetiva, es exclusivamente nuestra realidad y no la de la totalidad. No conviene caer en la ignorancia de creer que lo sabemos todo y sí aceptar con honestidad que cada uno conoce únicamente una de las partes del basto campo de la sabiduría, aquella que ha tocado. Tan sólo entre todos, uniendo cada parte, podemos aproximarnos a la verdad.

Ó AnA Molina (Administrador del blog)