Un terapeuta transpersonal es un
acompañante del alma; aquel que ayuda a las personas a ascender a niveles
superiores de conciencia, a desarrollar su capacidad para asumir la
responsabilidad sobre sí mismos y sobre sus relaciones y experiencias, a
capacitarlos para que satisfagan de manera adecuada sus necesidades físicas
emocionales, mentales y espirituales de acuerdo con sus preferencias y a
contactar con su propia dimensión transcendental. El terapeuta transpersonal no
cura la dolencia particular de la persona, sino que la capacita para que
aprenda a contactar con sus propios recursos internos y deje actuar sin miedo
el proceso natural de curación, que es también un proceso de crecimiento. Esto
lleva a los terapeutas transpersonales a considerar que las crisis significan
cambio y que todos los pacientes tienen la capacidad de auto curación, la cual
se ve estimulada por el desarrollo de la conciencia transpersonal. Para
alcanzar sus propósitos, la terapia transpersonal hace uso de todas las
técnicas que se encuentran a su disposición, ya que integra todas las teorías
que se han estructurado para lograr una comprensión más plena de la psique.
La elección
de las técnicas se adapta por completo a las necesidades del paciente y a su estado
de conciencia, ya que determinadas herramientas se muestran más eficaces con
determinados niveles de desarrollo de la conciencia. La apertura a lo
transpersonal se acompaña de un sentimiento de libertad personal Y una renovada
sensación de ser más responsables y de estar dirigidos por nuestro “yo” más real. Por eso dejamos de sentir
que estamos manejados por fuerzas exteriores ajenas a nosotros mismos. Una vez
que una persona ha despertado a las dimensiones transpersonales de la
experiencia, la vida misma se ve diferente. Esta terapia implica una expansión
de la conciencia del paciente, quien verá y sentirá cada vez más claramente,
que tanto sus sufrimientos y conflictos actuales como su insatisfacción
general, son nimiedades comparadas con las infinitas posibilidades que ya
comienza a vislumbrar y a experimentar. De este modo, al disminuir su
identificación con su melodrama interno y expandir su conciencia, el paciente
experimenta una serenidad desconocida por él hasta entonces, y una abundancia
de motivación positiva que se transforma en empatía y compasión hacia todos los
seres vivientes. El desplazamiento de los intereses personales desde el ego
hacia valores superiores como la compasión, la belleza, la creatividad, el amor
incondicional… marca el comienzo de una serie de cambios que constituyen el
amanecer del siguiente peldaño de la evolución de la conciencia. Podemos decir
entonces que la terapia transpersonal te pone en contacto con tú propia verdad
interior, con tu “Esencia Divina”, a
través del darse cuenta, de observar patrones de pensamiento que conducen a
acciones inconscientes y a hacer nuevas elecciones apoyadas en una mayor
conciencia, que apunten a cambios y experiencias trascendentales en la vida.
Vivimos identificándonos con las emociones, los roles, los pensamientos, etc...
Y en un momento de la vida ya no sabemos dónde está nuestro verdadero Ser, ni
sabemos quiénes somos, perdemos el rumbo, perdemos el “aquí y ahora”; predomina la separabilidad, nos vamos alejando cada
vez más de nuestro centro, de nuestra esencia. Lo que nos va dando las pautas
de la progresión en nuestro trabajo interno es que determinados estímulos a los
que reaccionábamos de una manera determinada, ya no nos obligan a repetir conductas.
También se utiliza la práctica de la meditación para aquietar la mente, como una
técnica que facilita el desarrollo y expansión de la conciencia transpersonal.
En general el ser humano mantiene su foco de atención en el afuera. Un afuera (familia,
profesión, amistades), que en principio nos da la única referencia de nosotros
mismos y al que de algún modo retribuimos con aquello que se espera de nosotros.
De esta forma, nuestras acciones son generadas por pensamientos basados en
devolver al afuera aquello que se espera de nosotros. Nuestras acciones,
entonces, responden al mundo aprendido y no a nosotros mismos. El efecto de
nuestro trabajo interno, este estado de silencio o meditación, lo vamos air
percibiendo a medida de nuestro perfeccionamiento del estado de presencia.
Llamamos “oscuridad” a la ignorancia,
llamamos “luz” a la conciencia del
Ser, y llamamos “individuación” al
proceso mediante el cual vamos dejando de lado cada una de nuestras máscaras.
Es este tipo de experiencias, llamadas de Luz, las que nos van permitiendo
dejar a nuestros viejos maestros (odio, dolor, miedo) y encontrarnos con que nuestra
realidad puede apreciarse y comprenderse mucho mejor desde la Unidad. La
terapia transpersonal no accede a la persona a través de la mente, de hecho la mente
queda supeditada ante la mirada atenta de la conciencia testigo. Cultivando una
actitud de observación neutra de uno mismo y de la vida, la persona desarrolla
una estabilidad profunda con la que se van trascendiendo los problemas cotidianos,
disminuyendo su carga negativa y su repercusión en nuestro día a día. El
silencio es uno de los principales sustentos de esta corriente psicológica. Además
de la meditación se sirve de otras prácticas como la respiración consciente, la
respiración holoscópica cuyo camino es trascender la mente para acceder a la
no-mente. No hay un objetivo marcado, tan sólo aprender a disfrutar el camino y
adquirir la sabiduría profunda que la persona cosecha durante el proceso
terapéutico. Todo esto se realiza desde una plena atención consciente, desde
una profunda contemplación interna sin juicios, que se suele ir adquiriendo a
medida que se practican los diferentes ejercicios. Lo transpersonal propone un
renacimiento al Ser sin engaños, sin proyecciones ni trampas. La persona es la
máscara social, aquellos aspectos nuestros que están a la vista, tanto para
nosotros mismos como para los demás. La sombra es en cambio, el conjunto de
rasgos psicológicos reprimidos que no están a la vista. Son aspectos que
nosotros mismos rechazamos porque nos avergüenza y, por tanto, los ocultamos a
los demás y a nuestra propia percepción. Sin embargo, sin el conocimiento e
integración de la sombra es imposible conocerse a uno mismo. El trabajo
personal que se efectúa sobre ella constituye una condición esencial para quien
quiera ser una persona equilibrada y entera, ya que su aceptación permite
recuperar partes de uno mismo que han sido reprimidas por temor al rechazo social.
Si el sujeto no reconoce su existencia se volverá contra él y le creará serias
dificultades en la vida, ya que estos elementos indeseados de uno mismo, incluso
una vez rechazados, sobrevivirán y procurarán afirmarse.