domingo, 26 de febrero de 2012

El Peso del Alma



"Me llamas tú vida, llámame tú alma;
porque el alma es inmortal y la vida es un dia."
(Paul Charles Bourget)







Hablar del alma o de consciencia, siempre da lugar a argumentos metafísicos, que rayan en lo religioso o incluso esotérico, que suelen escapar a la Ciencia, la cual ha ahondado en el tema para darle una explicación plausible.

Si eres de los que cree que somos algo más que un cuerpo físico y  que nuestra consciencia es asimilable al alma quizá te hayas cuestionado alguna vez qué parte de nosotros ocupa, dónde reside, cómo funciona e incluso cuánto puede llegar a pesar. Tal vez conozcas la película "21 Gramos" escrita por Guillermo Arriaga, dirigida por Alejandro González Iñárritu e interpretada por Sean Penn, Naomi Watts y Benicio del Toro, entre otros. En apariencia no parece que exista ninguna relación entre nuestro alma con este film cinematográfico, sin embargo, existe una relación directa: es el peso que todos, absolutamente todos los seres humanos perdemos en el momento de nuestra muerte, al exhalar nuestro último aliento, de media, perdemos 21 gramos de nuestro peso corporal.

Este es el peso que los científicos estudiosos del tema conceden a nuestro alma, o si lo prefieres a nuestra consciencia, la cual, según el profesor Eduard Punset se sitúa en nuestro cerebro en una compleja estructura de neurotransmisores. Los neurotransmisores son biomoléculas que transmiten información de una neurona (un tipo de célula del sistema nervioso) a otra neurona consecutiva, dicho de una forma más llana, son los elementos que conforman la comunicación celular y que suelen asimilarse con las hormonas. Ejemplos de neurotransmisores conocidos son la adrenalina, la serotonina o el glutamato.

Sin embargo, la composición de esos 21 gramos continúan siendo un misterio para la Ciencia, aunque son abundantes los científicos que han dedicado sus estudios a encontrar una explicación. Ya en 1907 el doctor  en Medicina Duncan MacDougall de Haverhill, Massachussets, tras realizar experimentos con seis enfermos terminales, quienes le autorizaron a situar bajo sus camas una plataforma con una balanza cuya probabilidad de error era de 3 gramos, aventuró la hipótesis de que el alma podría pesar entre 18 y 21 gramos, pues esta fue la pérdida de peso que constató en el momento del fallecimiento de los enfermos que formaron parte del estudio. Igualmente, MacDougall midió la pérdida de peso en la muerte de 15 perros con la misma balanza, constatando que ninguno de los animales estudiados perdiera peso alguno.

El Nóbel de Física de 1962, Francis Crick, quien dedicó más de 50 años al asunto, junto con James Watson, a raíz del experimento de MacDougall, descubrieron en el año 52 que ciertas estructuras cerebrales desparecen justo en el momento de la muerte, cuyo peso oscila en torno a los 21 gramos.

Basándose en esta hipótesis, en 1996 científicos de la Universidad de Michigan realizaron otro experimento con 540 personas en estado terminal que se encontraban en camillas sobre las que situaron balanzas electrónicas de gran precisión, constatando que todos los cuerpos, al fallecer perdían alrededor del mencionado peso, pero, una vez más no pudieron confirmar la procedencia de esta pérdida.

Luego, hasta el momento, lo único que se puede presuponer es su peso y que se aloja en nuestro cerebro, de tal forma que todas nuestras emociones, identidad, voluntad, etc. son el resultado de la actividad eléctrica producida por el funcionamiento de un conjunto de neuronas, por ello, al fallecer y desaparecer esta actividad neuronal, también cesa la actividad cerebral y nuestro alma se detiene provocando el descenso de los 21 gramos que abandonan nuestro cuerpo, con la diferencia de que nuestro cuerpo ya sin vida, permanece, mientras que esos 21 gramos "etéreos" desaparecen sin dejar rastro alguno y sin saber qué ocurre con ellos o a dónde van a parar... Ese es el gran misterio que la Ciencia no logra desvelar.









Si se acepta como válida esta teoría científica, desde el punto de vista filosófico resulta sorprendente cómo algo que parece ocupar todo nuestro cuerpo y llenar nuestras vidas: personalidad, sentimientos, emociones, recuerdos, vivencias, etc., físicamente pueda tener un peso tan ínfimo como 21 gramos, toda vez que le concedemos un significado tan incorpóreo e intangible como liviano. Por otro lado, si aceptamos que somos energía y que ésta ni se crea ni se destruye, sino que sólo se transforma, ¿sería admisible pensar que esos gramos son el peso de nuestra energía que se transforma una vez nuestro cuerpo físico queda inservible y ya no puede permanecer en él?

Desde una perspectiva holística, en el momento de nuestra muerte perdemos nuestra parte física, pero, entonces ¿qué ocurre con nuestra parte mental/ emocional? ¿y con nuestra parte espiritual? ¿Podríamos pensar que junto al cuerpo se desvanecen también la mente y las emociones que integraron y conformaron la vida del cuerpo ya inerte y que, por tanto, esos misteriosos gramos son los que constituyen nuestra parte espiritual? Tal vez sean nuestro alma, tal vez simplemente el peso del último aliento, del aire que exhalan los pulmones al fallecer, la evaporación del agua mediante la última transpiración... sólo hipótesis que ni la Ciencia, ni la Metafísica hoy por hoy pueden confirmar. ¿Qué ocurre con esos 21 gramos? ¿A dónde van? ¿Qué son? ¿Acaso es nuestro espíritu que viaja a otro lugar? Realmente no sabemos nada, nadie tiene la respuesta; como Sean Penn, ya moribundo, en la mencionada película, sólo podemos preguntarnos:




"¿Cuántas vidas vivimos? ¿Cuántas veces morimos?
Dicen que todos perdemos 21 gramos
en el momento exacto de la muerte. Todos.
¿Cuánto cabe en 21 gramos? ¿Cuándo se pierde?
¿Cuándo perdemos 21 gramos?¿Cuánto se va con ellos? ¿Cuándo se gana? ¿Cuánto... se gana?
21 gramos, el peso de 5 monedas de 5 centavos,
el peso de un colibrí, de una chocolatina...
¿Cuánto pesan 21 gramos?"


Fuentes:
Duncan MacDougall: El Alma Pesa entre 18 y 21 Gramos
Neurotransmisor



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