Nadas en el remanso de mi lago.
Reposas en mi bahía
mojando tu cuerpo en las
orillas
de mi agua tibia.
Con la cascada de tu juego
apagas el fuego
de mi más íntimo deseo.
Siembras con tu simiente
mi verde prado
dando paso al fruto
del amor soñado.
La tempestad de tu mar
alcanza la cueva de mis
sueños
dejando en calma mi océano,
ahogando las olas de mi
desespero.
El sol calienta la piel
de mis valles y colinas.
Y tú, con tu cuerpo,
calmas mi furtiva sed.
Ó AnA Molina (Administrador del blog)
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