domingo, 25 de marzo de 2012

Una Interrupción a Tiempo Aumenta la Productividad



En el entorno laboral existe la creencia que quienes realizan diferentes pausas en su jornada de trabajo, tienen un menor rendimiento que aquellos que no se mueven de su puesto salvo lo estrictamente necesario.

Yo, personalmente, desarrollo una labor que requiere una gran concentración para llevar a cabo una buena labor de análisis, lo cual, tras largas horas de trabajo, en ciertas ocasiones, puede llegar a producir desgaste y fatiga intelectual importantes que impiden, o al menos dificultan, el avance satisfactorio de mis tareas. Sin embargo, basta con tomarme una breve pausa para estirar las piernas, caminar unos metros, cambiar el escenario y tomar el aire o charlar con mis compañeros para ver cómo el bloqueo mental desaparece y me permiten "desintoxicarme", lo cual me permite sentirme más distendida y predispuesta a continuar con mi trabajo, incluso, ese intercambio de palabras me sirve para encontrar soluciones que previamente no veía. Por ello, siempre he considerado importante hacer pequeñas pausas en el trabajo cada 2 ó 3 horas que permiten despejarse y rendir mejor tras ellas. Tal vez estos pequeños retrasos puedan suponer finalizar unos minutos más tarde, pero es un tiempo irrelevante que se recupera ampliamente con el mejor y más alto rendimiento en las horas posteriores a la interrupción, implicando también una mejor calidad de las tareas.

El pasado 15 de marzo, se publicó en la revista "Expansión" el artículo que presento a continuación, en el cual se expone que, según Douglas Conant y Mette Norgaard, autores del libro "¡Vivan las interrupciones!", las pausas en el trabajo para tomar un café, charlar unos minutos o sólo para los fumadores salir a fumar un cigarro, no representan una pérdida de productividad, ya que, además de permitirnos despejar la mente y desentumecer el cuerpo después de horas sentados en una silla, estas interrupciones pueden ser un aporte de nuevas ideas y un intercambio de conocimiento con una repercusión positiva sobre la productividad de los empleados y, por ende, en los resultados de las empresas.

Correos electrónicos, reuniones imprevistas, llamadas telefónicas, vistazos a las redes sociales y alguna que otra charla en la máquina de café no convierten a un trabajador en alguien menos productivo. Al contrario, Douglas Conant y Mette Norgaard defienden en su libro "¡Vivan las interrupciones!" (editorial Empresa Activa) esas pequeñas pérdidas de tiempo en la oficina.

Los autores sostienen que estas interrupciones pueden convertirse en verdaderas oportunidades de influir, guiar y moldear el curso de los acontecimientos. Cada una de ellas es una ocasión para transformar un momento. Y es que cuando una decisión se resiste, cuando un proyecto no parece avanzar o cuando un problema aqueja a un responsable, una parada puede servir para tomar aire y ver las cosas de otra manera.

Cada una de estas interacciones -que en el libro son tratadas como "puntos de contacto"- pueden establecer “unas expectativas de rendimiento altas, infundir una mayor claridad y más energía en el programa”. Aunque en muchas ocasiones los líderes consideran estas interrupciones como distracciones sin valor para el trabajo, Conant y Norgaard defiende que “son el auténtico trabajo. Son los momentos que dan vida a nuestras estrategias y prioridades”.

Hace unos meses, la revista Fortune apoyaba la posibilidad de que algunas interrupciones en el trabajo no sólo no son perniciosas, sino que pueden resultar positivas e incluso necesarias. Además de esta publicación, la Universidad de Melbourne defiende las distracciones como un método beneficioso en la oficina. En un estudio que realizó en 2011 aseguraba que la gente que usa Internet por razones personales en su puesto de trabajo es alrededor de un 9% más productiva que aquellos que no lo hacen, porque los usuarios que se distraen en Internet “se concentran más y mejor”. Susan Scott, fundadora de la compañía de formación y desarrollo de ejecutivos Fierce Inc. asegura que “si la gente hace bien su trabajo no debería preocuparnos que existan ciertas distracciones”.

Pero como todo, para que los momentos de esparcimiento en el trabajo salgan rentables deben estar sujetos a un sistema que en "¡Vivan las interrupciones!" divide en tres pasos:

1) Escuchar atentamente para comprender la cuestión.
2) Una vez comprendido, es necesario encuadrar la situación.
3) Impulsar la conversación para promover el asunto de que se trate.

Cada punto de contacto está cargado de posibilidades. Cada uno puede forjar o romper una relación”, defienden Conant y Norgaard. Incluso una interacción breve puede cambiar lo que los demás piensan de sí mismos, de sus líderes y del futuro. Además, estos puntos de contacto funcionan como una red de relaciones. “Es posible que cualquier cosa que digamos o hagamos en un punto de contacto sea transmitido a cinco o seis personas de su red”. Algo que pueden utilizar los responsables para establecer un efecto exponencial que puede ayudar a resolver problemas o agilizar proyectos con otros puntos de vista que, sin estas pequeñas interrupciones, no serían escuchados.


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