“¿Y no será que en este mundo
hay cada vez más gente
y menos personas?”.
El pasado día 15, la más afamada, madura y mordaz niña argentina, enemiga acérrima de la sopa, Mafalda, a pesar de su empeño en no querer hacerse "grande", cumplió 50 añitos de nada y sigue conservándose igual de bien que en 1962, cuando vino al mundo gracias al ingenio del humorista gráfico Joaquín Salvador Lavado, más conocido como Quino, aunque su debut oficial fue el 29 de septiembre de 1964 en la revista "Primera Plana", "Festejaremos dentro de dos años”, dice su autor de 79 años.
En 1962, Agens Publicidad contactó con Quino para llevar a cabo la campaña publicitaria de electrodomésticos Mansfield. La campaña consistiría en una tira de historietas cómicas con publicidad encubierta que aparecería en medios de comunicación impresos. La empresa de electrodomésticos, Siam Di Tella, sólo marcó como condición que en la historieta apareciesen algunos electrodomésticos y que los nombres de los personajes comenzaran con "M".
Quino dibujó varias tiras protagonizadas por una típica familia argentina de clase media de los años 60, constituida por un matrimonio con dos hijos: un niño y una niña. En esta familia ficticia, los rasgos del matrimonio ya fueron similares a los posteriores padres de Mafalda, mientras que el hijo no se asemeja a ninguno de sus personajes clásicos. Su hermanita sí es reconocible como Mafalda, aunque exhibe un diseño arcaico.
El nombre "Mafalda" lo tomó del film "Dar la cara", del mismo año y basado en la novela homónima de David Viñas, donde hay una bebé que lleva ese nombre, el cual le pareció alegre a Quino.
La historieta realizada por Quino fue ofrecida por Agens Publicidad al diario "Clarín", pero la estratagema publicitaria fue descubierta y la campaña no se llevó a cabo. Posteriormente, Miguel Brascó, amigo de Quino, publicó en el suplemento humorístico "Gregorio" de la revista "Leoplán", del cual era director, tres de las tiras dibujadas para la campaña fallida.
En 1964, Julián Delgado, director de la revista "Primera Plana", acordó con Quino comenzar a publicar en ese medio a Mafalda, ya desvinculada de propósitos publicitarios. Quino dibujó con este fin nuevas tiras donde, en un principio, participaban únicamente Mafalda y sus padres.
Para la edición francesa, Quino, que concibió su creación en blanco y negro, la sacó en color, porque el editor consideraba que, en caso contrario, no se vendería. “Lo acepté porque Francia bien vale una misa, pero para mí, Mafalda es en blanco y negro, salvo que el color añada algo”, declararía "el padre de la criatura", Joaquín Salvador Lavado.
Tiene seguidores incondicionales en España, Portugal, Francia, Italia, Grecia, México... y, por supuesto, en Argentina. Ha hecho grandes admiradores, como el premio Nóbel Gabriel García Márquez (“Después de leer a Mafalda me di cuenta de que lo que te aproxima más a la felicidad es la ‘Quinoterapia’”), Umberto Eco (“Una heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es, reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo del universo adulterado por los padres”), Julio Cortázar (“No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda. Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí”). Además, en el mundo de los niños también tuvo voz y voto cuando UNICEF, en 1977, la eligió para ilustrar la campaña mundial de la "Declaración de los Derechos del Niño". Y sigue imparable, porque sus historietas han sido traducidas a más de 30 idiomas y continúan reeditándose cuando en sus inicios ya alcanzó la cifra de 20 millones de ejemplares vendidos.
Como buena "contestataria" tuvo que sufrir las consecuencias de la censura y la represión. La "niña terrible" fue víctima de la dictadura franquista al exigir ésta que su primer libro en España, publicado en 1970, llevara en la portada la aclaración "Libro para adultos". Algo similar ocurrió con su primera edición internacional, en Italia en 1968, cuando se publicó como parte de una antología titulada "Libro dei Bambini Terribili per Adulti Masochisti". En 1990, Quino, al pedirle una niña que le firmara un álbum en una feria del libro en Buenos Aires, descubrió que su personaje era famoso también en China; se trataba de unas ediciones piratas que un inglés realizaba en Taiwán, su agente las detuvo y sacó una edición legal; Quino se trasladó a China para averiguar cómo habían traducido las tiras en las que Mafalda hablaba del “peligro amarillo”, justo cuando se acababa de descubrir que este país tenía la bomba atómica; “Me respondieron que todo lo de China lo habían eliminado, porque yo no conocía el país como para opinar de éste, argumento estupendo”, declaró el autor. También supo que allí, Susanita, la amiga de Mafalda que sueña con tener muchos hijos, era considerada subversiva debido a la política de planificación familiar. Y en Cuba, cada vez tiene menos amigos por culpa de sus impertinencias cuando hace comentarios como “¿por qué ese cretino de Fidel Castro no dirá que la sopa es buena para que así la prohíban en la Argentina?”.
Mafalda, carismática, aguda, crítica, irónica, sarcástica, mordaz, siempre preocupada por la humanidad, por la paz mundial y por la violación de los derechos humanos, se rebela contra el mundo legado por su mayores y cuestiona la situación económica y sociopolítica de su país en los años 60. Aunque siempre envuelta en pesimismo, es la representación del ideal utópico de lograr un mundo mejor, donde reine la paz. Sus comentarios son el reflejo de la juventud progresista, de las inquietudes sociales y políticas del mundo de entonces.
Entusiasta de "The Beatles", "El Pájaro Loco" y los panqueques, detesta, sin embargo, la sopa. Incomoda frecuentemente a los adultos con sus cuestionamientos sobre lo socialmente establecido y sus preguntas relativas al manejo político del mundo. Está convencida del progreso social de la mujer y lo preconiza. Se imagina a sí misma estudiando idiomas y trabajando como intérprete en las Naciones Unidas para contribuir a la paz mundial.
Mafalda es más que un simple comic, pues en todos los personajes se pueden apreciar rasgos psicosociales muy definidos, bajo los que se trasluce una fuerte crítica social conversando con sus amigos (Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito y Libertad) sobre temas de adultos. Quino ironizó sobre la sociedad y sobre quienes vivimos en ella. Su ideología, al igual que la de todos sus amigos, está llena de sabiduría y humor. Esta pequeña intelectual y sus amigos retrataron y opinaron sobre eventos tales como la guerra de Vietnam, la carrera espacial, el movimiento tercermundista, el asesinato de Kennedy, los derechos humanos, el sexo, la represión, el psicoanálisis, el feminismo y la religión, entre otros muchos; así no es de extrañar que, según opinan los expertos, con Mafalda, el género de la historieta pasara de lo social a lo psicológico. Esto se puede apreciar simplemente en el nombre de su tortuga: "Burocracia".
Las preguntas sobre sexo y la clase media que plantea a Tomás, su honrado padre y característico oficinista, le ponen en entredicho en más de una ocasión. Recrimina a su mamá, Raquel, por haber abandonado los estudios para convertirse en ama de casa, mientras ella le ofrece lecciones de humildad y sacrificio. Su irreverente hermanito, Guille, aferrado a su chupete, la asalta con sus "¿pod qué?", protagoniza constantes travesuras domésticas y provoca la ira y el asco de Mafalda al ver cuánto le gusta la sopa; así le define como "un contestatario, candidato a los gases lacrimógenos por latoso".
Felipe, su mejor amigo, tiene una personalidad mucho más simple e ingenua que la suya, a pesar de ir un curso por encima de ella en la escuela primaria, pero prefiere soñar a la realidad, pues le parece muy cruda. Soñador, tímido perezoso y despistado, odia el colegio y le agobian constantemente sus tareas escolares. Le gusta leer "El llanero solitario", escuchar a "The Beatles" y jugar al ajedrez. Vive enamorado de su vecinita Muriel, quien no parece percatarse de su existencia.
Manolito es hijo de un comerciante de barrio, el propietario del establecimiento "Don Manolo" y representa las ideas capitalistas y conservadoras de la historieta, además de constituir una caricatura del inmigrante gallego. Tosco, ambicioso y materialista, pero no malintencionado. Además de acudir a la escuela —cuestión secundaria para él—, ayuda a la venta y distribución de mercancías en la tienda de su padre y le interesa estar al tanto de todas las operaciones de entrada y salida de dinero de ésta. Luego, se puede deducir que es la antítesis de Mafalda, puesto que le gusta la sopa, desprecia a "The Beatles" y las tendencias juveniles de los años 60. Parece carecer de fantasía e imaginación, aunque demuestra un gran oportunismo comercial vendiendo a sus amigos dulces a crédito con intereses, inventa maneras de publicitar el almacén de su padre y hasta huele una moneda a distancia, su mayor aspiración es convertirse en un importante ejecutivo, dueño de la cadena de supermercados "Manolo's" y enviar a Rockefeller a la quiebra.
Susanita es la "cotilla" del grupo, nada de lo que ocurre en el vecindario escapa a su conocimiento. Es parlanchina, pendenciera, chismosa y, en ocasiones, altanera. Además de racista, trata con desprecio a los pobres, admira la oligarquía y siempre está preocupada por su imagen siendo su máxima aspiración convertirse en madre de acomodada de muchos hijos, asumiendo el rol de ama de casa. Le gusta jugar con Mafalda a "papás y mamás" y discutir con Manolito a quien desprecia por rústico e ignorante. Al pobre de Miguelito le ve como un "bicho raro". A pesar de ser egoísta y rencorosa valora mucho la amistad con Mafalda y está románticamente enamorada de Felipe, aunque él no la corresponde. Puede llegar a ser agobiante aunque ella no lo perciba. Por su perfil es la antítesis de Mafalda, intelectual y concienciada socialmente que está a favor de la liberación de la mujer y de la igualdad de sexos.
Miguelito es el más pequeño e inocente de la pandilla, pero el que más ego tiene. Soñador que suele hacerse preguntas complejas y absurdas sobre la realidad, es un hijo único que suele discutir con su madre —aparentemente estricta— sobre sus deberes infantiles. Es algo egoísta y un enfervorizado defensor de Benito Mussolini, entusiasmo que le fue inculcado por su abuelo. Es directo y sincero con las personas, pudiendo llegar a parecer cruel en algunos momentos, pero acepta con humildad y sin acritud las críticas recibidas.
Libertad es la más bajita de todos, incluso más que Guille, lo cual es motivo de comentarios recurrentes de los demás personajes, en un obvio guiño político. Su personalidad es incendiaria y proyecta abiertamente ideas políticas en contra del sistema establecido. Es el único personaje más liberal que Mafalda, contrastando con los más conservadores Manolito y Susanita. También es el personaje que más conversa con Mafalda sobre temas sociopolíticos, y ambas parecen concordar ideológicamente, salvo por el hecho de que Mafalda es más realista. Libertad aspira a que el pueblo tome conciencia de la situación de su país, se levante en una revolución social y cambie las estructuras de la nación. Dice gustar de las personas y cosas simples, pero al tratar de explicarlo cae en una retórica muy confusa. Pretende convertirse en traductora de francés como su madre.
Los pseudocientíficos de Internet la culpan de que los niños latinoamericanos odien la sopa. Las mujeres maduras le reprochan llamarse como ella. Los pasillos de la estación Perú del metro de Buenos Aires están llenos de Mafaldas, hay una plaza con su nombre en el barrio Colegiales, una escultura en el barrio San Telmo, y como si eso fuera poco se ha convertido en una de las seis argentinas más influyentes del siglo XX.
Tuvo que competir con otros personajes de comic y dibujos animados como Charly Brown y su perro Snoopy, pero muchos prefirieron a la niñita que decía que “la sopa era a la niñez lo que el comunismo es a la democracia”. La que en vez de una pataleta, lanzaba un dardo filosófico: “¡Paren este mundo que me quiero bajar!”.
Mafalda es una “heroína de nuestro tiempo” porque opina lo que piensa la mayoría de la sociedad. Habla de la vida cotidiana, de la situación de su país y del mundo, de las aspiraciones de la clase media, de los derechos de la mujer, de la felicidad, de la simplicidad de la vida. Mafalda se convirtió en un líder de opinión, porque, a través de su discurso adulto representado en una pequeña de 6 años, continúa diciendo lo que toda una sociedad tiene ganas de decir y lo hace a través del humor, la ternura, la inocencia que todo niño de su edad puede inspirar.
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