Camino mis días,
desde esta vulnerabilidad
sin asideros,
desde esta carne,
alma habitada,
sangre vibrante que canta a
la tierra.
Camino en la sonriente
calma,
que da la lágrima a tiempo,
que da el desierto a tiempo,
que da el tiempo mismo
con su danza redonda.
No hay nada que proteger,
pues esta debilidad
es fuerza que ordena
universos
teje historia,
acuna mares.
Esta fragilidad es matriz,
comprensión infinita
y paso rítmico,
es cicatriz sabia,
parto diario
entre cenizas muertas.
Esta soy yo.
Este amasijo de vida,
que se reinventa,
renace,
se realinea
y respira con todo lo que
respira.
(Ó Luzía Molina)
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