Un pequeño grupo de manchas
negras embebidas en el gigantesco y ardiente Sol traen de cabeza a los
astrónomos. Cada cierto tiempo, a nuestra estrella le empiezan a salir estos
lunares, que enfurecen y lanzan al espacio una enorme cantidad de radiación que
golpea la Tierra.
Las manchas solares son
signo inequívoco de un aumento en la actividad magnética del Astro Rey. Y
cuando el Sol despierta, los problemas empiezan a multiplicarse. Los
científicos de la NASA han advertido
sobre la posibilidad de que en 2013 nuestra estrella se enfade y “escupa” hacia la Tierra 10.000 millones
de toneladas de plasma que viajarían por el espacio a la vertiginosa velocidad
de más de 2.000 kilómetros por segundo. Tanto es así, que en tres días y medio
la nube de gas ionizado, también conocida como gran eyección de masa coronal
(CME), llegaría a la Tierra y provocaría una tormenta geomagnética que
alteraría los campos eléctricos y sembraría el caos.
Sucedió
una Vez
La única gran tormenta de
estas características registrada hasta el momento sucedió en 1859. Dejó buena
cuenta de ello el astrónomo Richard Carrington, y por eso se conoce con el
sobrenombre de “Evento Carrington”.
El británico de 33 años estaba estudiando un grupo de manchas solares cuando,
según relató en un artículo para la Royal
Astronomical Society, notó que se formaban encima de las manchas negras dos
pequeñas lágrimas blancas. Tan extraño y emocionante era el evento que avisó a
alguien para compartir la alegría y, de paso, tener algún testigo. Tardó menos
de un minuto, y cuando miró de nuevo por el telescopio, la mancha había vuelto
a cambiar de forma. Después, desapareció.
Al día siguiente, antes de
amanecer, las auroras boreales que sólo suelen suceder en las zonas cercanas a
los polos se multiplicaron por todos los puntos del planeta.
Además, las líneas de
telégrafo, el principal medio de comunicación de aquella época, se estropearon
y algunos operarios sufrieron descargas eléctricas mientras trabajaban. La
electricidad inducida por el evento era tan alta en el ambiente que, aunque desconectaran
las líneas de telégrafos, éstas seguían emitiendo mensajes.
Algo parecido sucedió en
1989 en la ciudad canadiense de Quebec. En marzo, los científicos habían
detectado un grupo de manchas solares que habían crecido desproporcionadamente.
Poco después empezaron a “rugir”;
durante dos semanas se sucedieron los destellos y se detectaron 36 CME. Como
consecuencia, se produjo una repentina subida de corriente que fundió un
generador y la red de suministro se colapsó. Seis millones de personas se quedaron
sin electricidad durante horas y tardaron varios días en volver a la
normalidad. Los daños fueron de miles de millones de dólares. Además, “las brújulas se desviaron varios grados,
muchos satélites perdieron altura (hasta 800 metros) y un satélite militar no
pudo compensar el efecto y empezó a dar volteretas”, explica el astrónomo
Philip Plait, autor del libro “La muerte
llega desde el cielo. Así terminará el mundo” (Editorial Robinbook).
Actualmente, la cantidad de
ondas de radio que llegarían a la Tierra sería tal que los radares quedarían
inutilizados y la radio de onda corta dejaría de funcionar por las alteraciones
que sufriría la ionosfera, que es la parte de la atmósfera donde rebotan estas
ondas para expandirse por el planeta.
Por eso no es de extrañar
que la noticia haya puesto en guardia a los ministerios de Defensa de algunos
países, entre ellos al ministro de defensa británico, Liam Fox, quien, tras
conocer esta información, advirtió que un informe emitido por la NASA señalaba que la CME sería tan
potente que provocaría una tormenta geomagnética que dejaría sin suministro
eléctrico a todo EE.UU. E insistió en su preocupación porqué “los terroristas aprovecharan la
vulnerabilidad del país”. Pero ¿realmente hay de qué preocuparse?
El Sol comenzó a despertar a
principios de agosto. Y ya los científicos del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian anunciaron preciosas
auroras boreales por efecto de una CME de baja intensidad. “Esta erupción es la mayor desde hace
bastante tiempo que se dirige directamente hacia la Tierra”, comentaba Leon
Golub, miembro de este equipo. “Es el
primer signo de que el Sol está desperezándose y se dirige hacia otro máximo de
actividad”, apuntaban estos en su nota de prensa.
Rastrear
el Origen
Las manchas solares son
zonas más frías de la superficie del Sol, o fotosfera. Ésta se encuentra a
6.000º C y las manchas a varios centenares de grados menos. Son resultado de
las tensiones del campo magnético en el interior de la estrella. La nuestra
tiene un núcleo que alcanza los 15 millones de grados centígrados. En la parte
más exterior hay una zona que se llama de convección, que rota a velocidad
distinta de la del resto del interior solar. Esta diferencia en la velocidad de
rotación genera las mencionadas tensiones en el campo magnético, fenómeno denominado
“dinamo”.
A medida que pasa el tiempo,
las turbulencias van en aumento, las manchas solares se multiplican y lanzan
llamaradas de intensidad variable. Así, hasta que el Sol alcanza su máxima
actividad. Entonces, las fulguraciones y las eyecciones de masa coronal son
cada vez más intensas. Es el momento de máximo peligro. Con el paso del tiempo,
la actividad disminuye y las manchas van desapareciendo, hasta que lo hacen por
completo. Es entonces cuando el Sol llega a su mínimo.
Pero es en el momento de
máxima actividad cuando hay más posibilidades de que la CME provoque grandes
desperfectos en la superficie de la Tierra. “Se produce cuando el campo magnético del gas ionizado expelido por el
Sol, que se acerca hacia la Tierra a unos 2.500 km/segundo, viene alineado con
el campo magnético de la Tierra y con el polo opuesto”, explica Luis
Sánchez, coordinador de datos científicos de la misión SOHO de la ESA.
Normalmente, estas ráfagas
solares no llegan en esa posición. Sería mucha casualidad, pero es posible. “Cuando el campo magnético proveniente del
Sol no está alineado con el de la Tierra, chocan como dos pompas de jabón”,
ilustra este experto.
El campo magnético de la
Tierra nos protege de estos eventos. Sin él, la atmósfera habría desaparecido y
la Tierra sería un lugar yermo golpeado por rayos cósmicos. No obstante, este
experto llama a la calma y asegura: “Para
que la CME tenga consecuencias catastróficas tiene que ser de una entidad muy
fuera de lo normal”.
En este caso, la cantidad de
partículas que lanza el Sol y su velocidad son tan grandes que rompen las
líneas encaradas hacia el Sol del campo magnético de la Tierra. “Como cuando un viento muy fuerte nos empuja
el pelo hacia atrás y se forma un remolino en la coronilla”, explica Plait.
Y además del caos en la
Tierra, los efectos en el exterior serán notables.
Consecuencias
Colosales
Para empezar, los satélites
que no estén preparados no podrán aguantar el chorro de partículas de alta
energía. De los miles que hay en órbita, algunos funcionarían mal por las
corrientes eléctricas que se generarían por inducción en sus circuitos, o
quedarían achicharrados. Por otra parte, el chorro también podría penetrar en
los vuelos comerciales que viajen a gran altitud, lo que afectaría a la salud
de la tripulación y de los pasajeros. También quedaría mermada la capa de
ozono, que disminuiría sobre todo en las regiones polares.
Y aunque este tipo de
tormentas no se ha cobrado aún ninguna vida, podría ser letal para los
astronautas que no estén advertidos del evento. En agosto de 1972, durante el
programa espacial Apollo, se produjo
una tormenta solar muy recordada por los trabajadores de la NASA porque pudo desencadenarse mientras
algún astronauta exploraba la Luna. Las consecuencias habrían sido nefastas. En
la Luna no hay ninguna atmósfera protectora y, por lo tanto, los astronautas
habrían recibido 100 veces la radiación emitida en una radiografía al uso. Al principio
no notarían nada, pero pasados unos días comenzarían los síntomas: vómitos,
fatiga y el desarrollo de leucemia y cualquier otro tipo de cáncer.
Así que las principales
agencias espaciales dependientes de los gobiernos más influyentes del mundo ya
están trabajando para paliar, lo mejor posible, los daños que pueda causar la
temida explosión solar en 2013.
Preparados,
Listos…
Cuando se visualizó por
primera vez una explosión de estas características, en 1859, Richard Carrington
no sabía lo que ocurría. Sin embargo, hoy sabemos que se trata de una
combinación de fulguraciones y CME en uno de los puntos de máxima actividad del
Sol.
Contamos con una flota de
satélites situados en el espacio vigilando a la estrella. Entre ellos está SOHO, lanzado conjuntamente por la ESA y la NASA en 1995 con el objetivo de descubrir cómo funciona el ciclo
solar y también para recoger imágenes de la superficie cada dos minutos.
Además, cuenta con un
instrumento único en el espacio, el coronógrafo, y por eso permanecerá en
órbita unos cuantos años más, a pesar de que ya haya llegado su sucesora
modernizada, la SDO. Esta sonda toma
imágenes cada diez segundos. Fue lanzada en febrero de este año, y las imágenes
que está enviando son impresionantes. Está terminando la etapa de calibración
inicial y pronto se publicarán por fin los primeros resultados.
También en 2006 se lanzó la
japonesa Hinode. Su objetivo era
estudiar las manchas solares y la predicción del clima solar. Ese mismo año, la
NASA lanzó las sondas STEREO. Cada nave se situó en una
posición estratégica, de forma que combinando las fotografías obtenidas por
cada una de ellas se han obtenido por primera vez imágenes en tres dimensiones
del Sol.
Las gemelas han recogido
tantos datos que los científicos están desbordados y han pedido la colaboración
ciudadana para analizarlos. Así, aquel que lo desee puede convertirse en
vigilante de las tormentas solares sin moverse de casa.
A pesar de tener ya datos
para aburrir, las agencias espaciales están trabajando en las próximas misiones
para estudiar el Sol. La ESA tiene
planeado lanzar en 2018 la sonda Solar
Orbiter. Se situará a 45 millones de kilómetros de la Tierra; es decir, lo
más cerca del Sol que ha estado situada nunca una nave de observación. La NASA, por su parte, está desarrollando
la nave Solar Probe, que se adentrará
en la corona, una de las zonas más calientes y desconocidas del Sol.
También ambas agencias
investigan con más detalle los posibles efectos de una exposición a la
radiación, para diseñar materiales que las frenen.
En definitiva, aunque
existen expertos que no creen que haya para tanto, lo cierto es que en los
tiempos que corren nadie invierte parte de su presupuesto en algo poco
probable. Y menos aún la NASA. Así
que quizá deberías ir preparándote para el ya conocido como “tsunami solar”.
Una
Aurora, Desde Arriba
Son un bello espectáculo de
luces de colores rojo, verde, azul y violeta. Cuenta la leyenda que estás
mágicas luces nacen de la cola de los zorros polares cuando corren. En
realidad, se producen cuando las partículas ionizadas procedentes del Sol
chocan con la parte más externa de la atmósfera. Así que, en caso de explosión
solar, las veremos por todas partes.
El
Origen
Las manchas solares son el
primer indicio de un aumento de actividad magnética en el interior del Sol, y
son más frecuentes y activas cada 11 años. En 2001 se detectó bastante
actividad, que bajó en 2005. Este año está volviendo a despertar.
FUENTE:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar aquí tus comentarios.