Retornan
a casa mis viejos zapatos.
Marchan
lentamente por el río abajo
sumergidos en
humedad de regatos,
sin vereda, ni
desconocido atajo.
Silenciosas,
las piedras del camino,
con sangre y
dolor en sus oquedades,
acompañan a
los trotamundos,
cansados,
desgastados caminantes,
soporte de
flacas extremidades.
Rebeldes
e impetuosos fueron.
Ahora
descansan plácidos, serenos,
de tantas
jornadas como recorrieron,
a la sombra
del árbol del viajero.
Secas
tierras, verdes prados,
sucios, resbaladizos
barros
y piedras de
riachuelo pisaron.
Primaveras y
otoños
de lluvias y
aguaceros
o cielos
claros y despejados
dejaron huella
tras de sí.
Descubrieron
en la noche mil luceros.
Recrearon su
vista en hermoso paisaje,
al recorrer anónimos senderos,
libres de
molesto y desabrido equipaje.
Sonámbulos
y noctámbulos
vagan libres
en la negra oscuridad,
sin anhelar la
mañana de mañana,
conscientes
del venir de la claridad
en el momento
que retornen a su hogar.
Aunque
quede en el pasado
nuestro rastro
vencido
no es un
camino perdido
sólo es
paso transformado.
(© AnA Molina - Administrador del blog)
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