Era un discípulo que se dejaba ganar muy a menudo por el tedio y el desánimo. Se sentía víctima de la rutina cotidiana y experimentaba angustiado lo condicionantes que eran los acontecimientos vulgares y repetidos. Insatisfecho y desalentado, visitó a su mentor para decirle:
- Maestro, si nos vestimos y comemos todos los días ¿cómo podemos escapar de la monotonía de tener que ponernos la ropa e ingerir los alimentos?
- Nos vestimos; comemos –repuso apaciblemente el maestro.
El discípulo asombrado protestó:
- No puedo seguir tu razonamiento; no comprendo.
Y el maestro respondió:
- Si no comprendes, vístete y come.
Cuento anónimo.
- Nos vestimos; comemos –repuso apaciblemente el maestro.
El discípulo asombrado protestó:
- No puedo seguir tu razonamiento; no comprendo.
Y el maestro respondió:
- Si no comprendes, vístete y come.
Cuento anónimo.
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