Sucede que la vida es un camino lleno de sorpresas, unas buenas otras no tanto, pero todas forman parte de nosotros mismos, nos ayudan a avanzar; aun sin darnos cuenta, consiguen que evolucionemos. Lo importante es desear vivir y sentirlas con toda su fuerza.
Lo cotidiano y las obligaciones distraen, separan, es más, hacen que todo vaya perdiendo progresivamente su valor por el cansancio, por la rutina, por la seguridad de creer seguro lo que ya tenemos, sin tener que esforzarnos en trabajarlo, cuidarlo y mimarlo. Esto, desde mi punto de vista, es un error, porque sin reparar en ello, en un instante, podemos perderlas de igual forma que las alcanzamos, dejando paso al interrogante “¿Por qué a mí... ?”. No hay que caer en el desánimo; hay que seguir poniendo el énfasis en que nada, ni nadie, se pierda, hacer que lo cotidiano, nuestras obligaciones, muchas veces tediosas y molestas, además de nuestros afectos se impregnen del deseo de realizarlas, del reencuentro y evitar que distraernos de lo que realmente queremos, concediéndoles la atención que realmente merecen aunque sea concentrando el tiempo.
Nadie es igual a nadie, afortunadamente –“en la variedad está el gusto”–. Nuestra única alma gemela es nuestra sombra que nunca se separa de nuestro cuerpo y nos acompaña incondicionalmente en la luz y en la oscuridad. En los demás podemos encontrar mucho, no creo ni espero que todo, pero no veo posible no encontrar nada, aunque no hallemos aquello que pretendíamos, a pesar de no conceder gran valor a lo que hemos percibido o incluso si esto nos desagrada. Nuestra identidad es única, auténtica y genuina, no admite imitaciones, aunque algunos lo pretendan. Afinidades, pueden y deben existir, para acercarnos a los demás y crear relaciones soportadas en puntos comunes, pero jamás una réplica exacta, es imposible e inevitable, pues de llegar a hacerse realidad esta “clonación”, no tendría ningún aliciente, encanto, misterio o sorpresa; no quedaría nada nuevo que intuir, buscar, descubrir. No existirían cualidades de la otra persona con la que enriquecernos y valorar en positivo o en negativo, por tanto, tampoco tendríamos nada que aportar, ni existiría el interés para darnos a conocer, porque todo estaría descubierto, todo sería “más de lo mismo”. Todo quedaría vacío de sentido y valor, desaparecerían nuestras esperanzas, no habría ilusiones ni deseos, no existirían puntos que pasasen desapercibidos y por ende, la posibilidad de descubrirlos... sería todo muy aburrido.
Una sintonía se compone de notas diferentes que se encuentran pero que no tienen, obligatoriamente, que nacer parejas, pueden ir juntándose en el pentagrama, componiendo la melodía que desemboca en una preciosa sinfonía o, por el contrario, dan lugar a un desatino. Todo está en descubrirlo... en apreciar la emoción y la ilusión cuando las notas van componiendo acordes melódicos que motivan a seguir componiendo o si, por su estridencia se prefiere, comenzar una nueva partitura.
El mundo físico es lo material, lo tangible; el romántico e ideal está en nuestro interior, en nuestro espíritu y nuestra mente, es lo intangible, pero ambos son reales, ambos se interrelacionan, se complementan y se necesitan... se equilibran. Sin los sueños, la ilusión y la imaginación, sin el deseo, ni la pasión que habitan en nuestro mundo interior, el físico no resistiría, se desmoronaría al no tener donde soportarse ni encontrar fuerza para avanzar, nos volveríamos locos sin la desconexión o vía de escape que nos aporta el romanticismo de nuestra imaginación y que al mismo tiempo nos enriquece y nos satisface. Sin la racionalidad y cotidianeidad del mundo físico se perdería el sentido de lo bucólico y sentimental, caería en lo superfluo y aburrido, incluso en lo vulgar... en lo empalagoso e insustancial; viviríamos al margen de nuestra consciencia, de nuestra identidad, salvo que conociésemos otra realidad, otro universo al que trasladarnos a nuestro antojo, pero esto no es el Edén, no es ningún Paraíso Terrenal, no podemos alimentarnos exclusivamente de sueños de amor, pero... no sólo de pan vive el hombre... Son los polos opuestos que se atraen y que son imprescindibles para la transmisión de nuestra energía vital, la que nos impulsa a continuar. Hay que caminar, con la mirada puesta al frente para no caer (en la realidad), pero levantando la cabeza al cielo para no perder la magnífica vista que ofrece y llegar a percibir las sensaciones de soñar que volamos acariciando las nubes (en los sueños e ideales).
No creo que se deba separar el querer del desear. Deseamos porque queremos y queremos porque deseamos, lo uno nos lleva a lo otro, a través del más puro concepto de lo que es la pasión controlada. Otra cosa es lo que esperemos y creamos necesitar y por eso lo transformamos en deseo o falso amor, pero el tiempo trae las respuestas y con ellas los aciertos y el error.
Las personas somos un todo y, aunque seamos como puzzles, no podemos descomponernos en pequeñas piezas que se compran a discreción en hipermercados envueltas y por separado. Hay que aceptar y respetar a quien tenemos al lado, en función de nuestra capacidad de entrega, exigencias, expectativas, anhelos y necesidades, comunicando y transmitiendo sentimientos que conformen la complicidad necesaria para ayudar a abrir las puertas para “cultivar” los puntos que queremos y deseamos desarrollar. Si no existen deseo, aceptación y respeto, es mejor no engañarse, ni engañar a nadie, pues al final se confirmará el fracaso, es mejor aceptar la realidad, dar y darnos la libertad suficiente para poder “renunciar” y comenzar de nuevo en otro lugar, con otras personas.
Sucede que la vida es un cambio constante, aunque éste nos pase desapercibido. Cada paso que damos en la vida se convierte en presente y el anterior ya es pasado. Si queremos avanzar hacia el futuro para estar algo más cerca de nuestra felicidad, debemos caminar, no renunciando a nada que se nos presente, interese y apetezca libremente, sin anclarnos al pasado y valorando que hay que aprender a decir “NO” a algunas cosas para decir “SÍ” a otras, aceptar las despedidas para ofrecer bienvenidas, pero con análisis y reflexión, seguridad y convencimiento y mucha, mucha ilusión y mucho, mucho deseo, pero, fundamentalmente, asumiendo las consecuencias... luego no valen los arrepentimientos.
Y sucede que yo soy yo y así quiero seguir. Sucede que son muchos años conviviendo conmigo misma y muchos los que espero que me resten para seguir haciéndolo. ¿No me gusto, no me acepto? Como todos, quizá. De ahí que trabaje arduamente por mejorar, pero me siento satisfecha conmigo, con mi forma de pensar, vivir y soñar. Orgullosa y nada arrepentida de ninguna de mis experiencias, por dolorosas o frustrantes que hayan sido, ya que todas forman parte de mí y con ellas he crecido; por mis triunfos y mis derrotas, con los que he aprendido y me he ido definiendo; por mi capacidad de amar, amar a las personas, a la vida y a las cosas, por mi desarrollo personal. Y sucede que tú eres tú, al igual que yo, y así debes seguir, siendo tú mismo, con tu autenticidad y con las características inherentes a tu personalidad.
Si coincidimos ¡Qué hermoso! Si no, también, pues habré tenido la maravillosa oportunidad de haberte conocido, haber compartido una etapa de mi camino y porque ya formarás parte de mi vida, de mi experiencia, de mi historia. Habré crecido sólo por haber compartido, por haberme abierto y mostrado tal cual soy, te habré permitido conocer mis cualidades y mis imperfecciones. Y tú, desde tu libertad y con mi respeto a tu identidad personal, igualmente habrás podido expresarte como yo. Me sentiré satisfecha por sentir y por vivir un día más al lado de alguien de calidad, alguien tan especial como lo somos todos.
Y sucede que busco un camino común en el que coincidan y confluyan dos caminos sustentados en el respeto, la libertad, el deseo y el afecto. Dos caminos: el tuyo, contigo y con tus cosas... tu persona; el mío, igual que el tuyo, conmigo y con mis cosas... mi persona. Y así, entre ambos, crear un pequeño mundo compuesto por nosotros y para nosotros, con todo aquello que compartimos gustosos.
Y ahora me pregunto ¿Sucede que a pesar de nuestros puntos comunes, en lo profundo, en el límite, no coincidimos?... Es algo ambiguo, aún así, estamos aquí.
© AnA Molina (Administrador del blog).
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