viernes, 3 de febrero de 2012

El Apego


El apego, enfocado a las relaciones interpersonales, se define como la conducta de vinculación afectiva intensa y duradera que se desarrolla y consolida en los individuos que, al interactuar, buscan o mantienen proximidad con otra persona a quien suelen considerar más fuerte o más sabio y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y mantenimiento de dicha proximidad en momentos de amenaza, ya que esto les proporciona seguridad, consuelo y protección, sin lo cual se sienten desvalidos y les causa ansiedad, así como su pérdida les produce pena, tristeza e ira.


John Bowlby (1907 - 1990) fue el primer psicólogo que se adentró en el desarrollo de la "Teoría del Apego", la cual, en sus inicios, fue considerada como una teoría que permitía comprender la dinámica infantil, sin embargo, desde hace décadas se ha aplicado con éxito a la dinámica adulta, aunque existen diferencias importantes entre el apego infantil y el adulto. Según Bowlby, existe una necesidad humana universal para formar vínculos afectivos estrechos a lo largo de toda la vida, de modo que la tendencia a vincularse a otro es un instinto primario y no una pulsión secundaria. La teoría se centra en el postulado de una relación causal entre las experiencias del individuo con figuras significativas (los padres, por lo general) y su posterior capacidad para establecer vínculos afectivos.
Tanto el psicoanálisis como la teoría del apego sostienen que la sensibilidad materna desempeña un papel decisivo en el desarrollo de la psique. Algunas de las diferencias fueron señaladas por el mismo Bowlby, entre éstas, la importancia que él le dio al entorno familiar-extraño. La teoría del apego subraya el papel del ambiente en el origen de enfermedades mentales.

La conducta de apego se organiza por medio de un sistema de control y autorregulación de la experiencia emocional, análogo a los sistemas de control fisiológico que mantienen dentro de ciertos limites las medidas fisiológicas (como la presión sanguínea). Así, el sistema de control del apego mantiene el equilibrio entre cercanía-distancia respecto de la figura de apego.

El apego tiene como características una serie de comportamientos habituales:


- El esfuerzo por mantener la proximidad a la persona con la que se mantiene el vínculo.
- Mantener un contacto sensorial con la figura de apego.
- Utilizar a la persona por la que se siente el apego como base de seguridad para el mantenimiento del mundo del individuo apegado.
- Refugiarse en la figura del apego en momentos de tristeza, temor o malestar, buscando el apoyo en ella con el objeto de obtener el bienestar emocional.
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En el modelo del mundo que toda persona construye, una característica clave es su criterio para establecer quienes son sus figuras de apego, dónde puede encontrarlas y de qué manera pueden responder previsiblemente. En el modelo de sí misma que construye una persona, una característica clave es su criterio sobre la aceptabilidad o inaceptabilidad de su propio ser a ojos de las figuras de afecto, sus pronósticos sobre el grado de accesibilidad de las figuras de apego y su capacidad de respuesta en momentos en que requiera su apoyo, así como su propensión a responder con muestras de temor siempre que deba enfrentar una situación potencialmente alarmante en el curso normal de los acontecimientos.

El ser humano no nace con la capacidad de controlar sus reacciones emocionales. Necesita de un sistema regulador que le vincule a otras personas, en el cual, las señales del niño sobre sus estados sean entendidas y respondidas por sus figuras significativas, lo que le permitirá alcanzar así la autorregulación de esos estados en la edad adulta. Sus experiencias pasadas con la madre, por ejemplo, son incorporadas en sus "Modelos de Funcionamiento Interno" que constituyen características centrales de la articulación de su personalidad.

La personalidad adulta se consolida como consecuencia de la interacción del individuo con figuras clave durante su infancia y, en particular, con las figuras de apego. Las experiencias sociales tempranas de la persona suelen influir en la calidad de las posteriores relaciones de intimidad, dado que su calidad determina el bienestar subjetivo y esta influencia puede explicarse, en parte, en términos de los recuerdos y expectativas que esas experiencias tempranas generan, por lo cual, el papel desempeñado por los progenitores o cuidadores del niño son una pieza fundamental para el desarrollo de su forma de apego en la edad adulta.

Quienes crecieron en un hogar estable, con padres afectuosos que les brindaron su apoyo y protección, que les permitieron adquirir paulatinamente su autonomía, sienten seguridad en sí mismos, saben donde buscar aquello sobre lo que suelen tener expectativas firmes y satisfechas, lo cual les permitirá afrontar los momentos de dificultad con eficacia. Los adultos que no tuvieron en su niñez la posibilidad de encontrar figuras que les brindasen el apoyo y protección de manera constante, ven el mundo como algo impredecible y hostil, pudiendo llegar a convertirse en individuos que dudan de la posibilidad de encontrar una figura de afecto que les merezca plena confianza. Por otra parte están las personas que aprendieron que una figura de apego sólo responde de manera positiva ante sus objetivos y no saben aceptar una negativa. Finalmente, los sujetos que durante su infancia sólo obtuvieron la respuesta deseada ante la obediencia y el cumplimiento de determinadas pautas podrán seguir creyendo en la posibilidad de apoyo sólo en el momento en que lo precisen, siempre y cuando estas reglas fueran modeladas y las sanciones equitativas, sin embargo, si las reglas fueron demasiado estrictas y carecieron de apoyo, la desconfianza se desvanece en ellos.

Varios estudios han demostrado que algunas características que se presentan en las relaciones íntimas que establecen las personas tienen mucho que ver con sus estilos de apego individuales:


Seguros: Tienden a desarrollar modelos mentales de sí mismos como amistosos, afables y capaces, y respecto de los demás, como bien intencionados y confiables, encuentran relativamente fácil intimar con otros, se sienten cómodos dependiendo de otros y cuando otros dependen de ellos, sin preocuparse de ser abandonados o de que otros se encuentren muy próximos emocionalmente; habitúan a estar satisfechos con su trabajo, éste no interfiere en sus relaciones personales y se sienten valorados. Es decir, mantienen una percepción positiva tanto de sí mismos como de los demás, mostrándose bien predispuestos para poder acercarse e involucrarse afectivamente y se sienten cómodos con la intimidad y la autonomía.


Ansiosos: Tienen inclinación a desarrollar modelos de sí mismos como poco inteligentes e inseguros, y de los otros como desconfiables y reacios a comprometerse en relaciones íntimas; frecuentemente se preocupan de que sus parejas no los quieran y temen al abandono. Luego, buscan intimar con otros pero temen siempre ser rechazados o desvalorizados.

Evitativos: Desarrollan modelos de sí mismos como suspicaces, escépticos y retraídos, y de los otros como desconfiables o demasiado ansiosos para comprometerse en relaciones íntimas, se sienten incómodos intimando con otros y encuentran difícil confiar y depender de ellos, o sea, otorgan importancia a la realización personal y la auto-confianza a costa de perder la intimidad con otros. Defensivamente, desvalorizan la importancia de los vínculos afectivos. En el entorno laboral pueden trabajar compulsivamente o utilizar su trabajo para evitar las relaciones de intimidad.

Temerosos: Desean intimar con otros pero desconfían de los demás, por lo que evitan involucrarse. Acostumbran a no sentirse valorados en su entorno laboral, es frecuente que no se encuentren demasiado satisfechos con su trabajo y, aunque suelen preferir trabajar en equipo, creen que los demás dificultan su tarea.

Luego, como el estilo de apego está ligado a conceptos como la personalidad y el bienestar, es coherente pensar que el apego juega un importante papel en lo referente a la regulación emocional, ya que el positivo permite y facilita la capacidad de autorreflexión y mentalización que asegura la comprensión intuitiva de las motivaciones del otro y su predicción, favoreciendo la creación de relaciones empáticas. Así, el apego seguro actúa como protector y factor de resiliencia, mientras que el apego negativo contribuye considerablemente a la presentación de problemas de conducta con repercusiones como:

- Creación de excesivas expectativas, normalmente ilusorias, sobre el comportamiento de aquel con quien se mantiene el vínculo.
- Frustración e ira cuando las expectativas no se ven satisfechas.
- Comportamiento posesivo.
- Fuerte impacto de emociones y experiencias negativas.
- Pérdida de autoestima y asertividad.
- Ansiedad y estrés frente al sentimiento de desamparo o de atención insuficiente.
- Dependencia emocional.
- Miedo al abandono.
- Evitación de la intimidad y de la expresión emocional por temor al rechazo, al alejamiento y a la pérdida de la figura de apego.
- Resistencia al cambio y escasa resiliencia o capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límite y saber sobreponerse a ellas.
- Incapacidad de afrontamiento de procesos de duelo.
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La naturaleza de muchos tipos de trastornos psiquiátricos producidos en la vida adulta pueden relacionarse con los tipos de apego. Diferentes investigadores han observado que existe una asociación entre el estilo de apego ansioso con las experiencias traumáticas sin resolver, el trastorno de ansiedad y el trastorno límite de personalidad; las personas con apego evitativo son más susceptibles a desarrollar problemas de conducta, abuso de sustancias, trastorno de personalidad narcisista o antisocial, rasgos paranoicos de la personalidad y también pueden ser susceptibles de desarrollar trastornos afectivos, de personalidad obsesiva-compulsiva, histrionismo o comportamiento esquizoide.

Por tanto, se puede concluir  con la importancia que conlleva el desarrollo de un apego seguro y positivo para el buen desenvolvimiento durante la vida de las personas. Cada etapa del desarrollo humano tiene funciones propias que provocan un equilibrio o desequilibrio en la persona según sea resuelta inadecuada o satisfactoriamente y, para que el niño enfrente de la manera más saludable y positiva dada una de dichas etapas, es fundamental el desarrollo de la seguridad realista acerca de las posibilidades de un enfrentamiento positivo con el ambiente. También, se destaca la relación estrecha que se tiene de los estilos de apego con las relaciones interpersonales a desarrollar a lo largo de la vida, tanto desde la elección de amigos como de la pareja, subrayando igual que cada individuo puede variar a través de la experiencia en su reacción característica hacia la vida aunque los primeros años marquen de manera trascendental nuestra confianza hacia el mundo externo e interno.



Fuentes:
Infocop: El apego en adultos
El Psicoanálisis.org: Apego
Evaluación de los estilos de apego en adultos


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