¡No te aferres a nada!
¡No te aferres a nadie!
¡Ni siquiera a tus padres,
Ni siquiera a tus hijos!
¡Ámalos con el alma,
que eso no es aferrarse,
pero a la vez déjalos
que marchen a su arbitrio!
¡Nadie nos pertenece!
Y en un eterno enroque,
nos juntamos de ratos,
como hacen los amigos.
Y cambiamos de roles
y tal vez hoy nos toque
ser los padres de quienes
ayer fuimos los hijos.
Y mañana quizás
seremos los hermanos
de aquellos que antes
fueron nuestra esposa
o marido.
¡Qué no tiene importancia
los envases que usamos,
porque de todos modos
el perfume es el mismo!
Y cuando en la "entrevidas",
como seres radiantes
nos vamos encontrando,
¡Cantamos y Reímos!
Y nos felicitamos:
"¡Hiciste bien de amante!"
"¡Y tú de hija rebelde!"
"¡Y tú, de mal marido!"
Compañeros de juegos
de un curso interminable,
no somos ni el que nace
ni el que ya está marchito.
¡Somos seres de luz
en un viaje insondable!
¡Almas que vuelan juntas
por un cielo infinito!
Y porque ese amor puro
trasciende las edades,
y porque no se puede
separar lo ya unido,
al pasar por la Tierra,
no hace falta aferrarse,
¡Ni siquiera a los padres,
Ni siquiera a los hijos!
(Jorge Oyhanarte)
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