Cuesta
mirarlos. Cuesta admitirlos. Pero sobre todo, cuesta empezar a cambiar la
situación que reflejan. La verdad es que pocas escuelas enseñan esa otra
realidad del mundo que tanto avergüenza. Pocos padres muestran a sus hijos qué
se esconde debajo de la alfombra que pisa la sociedad global. Esa sociedad
"civilizada" y "desarrollada" sólo para algunas cosas. Quizá por eso, nos
cuesta tanto.
En
el fondo lo sabemos, la mayoría de nosotros fuimos educados y formados a
medias. No hablo de geografía, gramática o econometría. Sino de saber en qué
mundo vivimos. Qué ocurre en este lugar que habitamos y lo más importante, por
qué ocurre. Desde pequeños aprendemos mucha teoría o conocimiento "estándar" y
nos preparamos para tratar de hacernos un hueco en la sociedad. Es decir, para
ser alguien típicamente importante. Todo esto lo aprendemos en esos ordenados
pasos que la sociedad nos empuja a ir siguiendo en las diferentes etapas de
nuestra vida. Y sin pararnos a pensar: ¿Es esto lo que quiero? ¿Dónde me lleva
este camino previamente marcado?
Se
podría considerar raro, muy poco habitual o mejor dicho: es extrañísimo, que
recibamos una formación en la que se nos enseñe a encontrar nuestro lugar en el
mundo, pero sin que ello genere daño, injusticia o sufrimiento para los demás.
Esa es una de las razones que explican por qué cuando el mundo se muestra tal y
como es, no queremos mirarlo ni vernos reflejados; aunque los espejos de la
realidad muestren la injusticia en estado puro y griten con todas sus fuerzas
qué nos está ocurriendo.
Cuesta
afrontar la realidad de un mundo cada día más al revés. Cuesta asimilarla,
asumirla. Pero hay que dar ese paso. Y es algo que antes o después tendremos
que hacer. Todo está relacionado y conectado, aunque no nos demos cuenta o no
lo queramos admitir: lo que le ocurre al mundo nos afecta a todos. No podemos
ignorarlo o vivir de espaldas a una humanidad visiblemente deshumanizada. Es
posible que al mirar para otro lado sintamos cierta tranquilidad temporal, pero
entramos en una dinámica de posponer y amontonar problemas, hasta que un mal
día nos salten todos a la vez.
Estamos
ante la mayor oportunidad de darle la vuelta a las cosas. La realidad es como
es, no como nos gustaría que fuera. Aceptémosla. Y empecemos a cambiarla,
transformarla, rehacerla. Creerlo es crearlo, crearlo es cambiarlo. Hagámoslo
posible. Hoy.
Por
Alfonso Basco
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