“El que puede prescindir del ser amado
puede prescindir de todo”.
(André Maurois)
No me considero propietaria de nada más que de aquello
que puedo cuantificar. Los afectos no son cuantificables - ni comparables-, por
tanto, únicamente puedo disfrutarlos y compartirlos.
Si pienso que no me pertenezco ni a mí misma, mucho menos
puedo pensarlo respecto del resto de las personas, aunque por exigencias de
nuestro lenguaje las deba calificar como “mi
pareja”, “mi hijo”, “mi amigo”, inclusive “mi enemigo”. No puedo hablar de “mis zapatos” del mismo modo que lo hago
sobre “mis sentimientos” o sobre “mí misma”.
No creo en lo eterno, todo es temporal. Creo en el
presente y en la labor diaria que hay que realizar de manera voluntaria para
seguir compartiendo sentimientos sinceros, en libertad, con respeto y deseo tan
emocional como físico. Opino que sólo así se logrará su continuidad sin caer en
el hastío, el engaño, la dependencia o la frustración. Si falta alguno de los
factores anteriores, las denominaré de cualquier otra forma, pero nunca podré
considerarla como “la experiencia del Amor”.
El amor es el regalo compartido de una frágil semilla que
debe cuidarse con esmero para que crezca fuerte y saludable si queremos
disfrutar del sabor de sus frutos. Aunque su dulzor en nuestro paladar sea
efímero, no lo será su recuerdo.
AnA Molina (Administrador del blog).
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