martes, 17 de enero de 2012

A.S.I.: Infancias Truncadas... Adultos Truncados


"Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio".
(Joan Manuel Serrat)


A.S.I. (Abuso Sexual Infantil):
Una Dolorosa y Traumática Experiencia



INFANCIAS TRUNCADAS...

Actualmente, el 20 % de los niños españoles menores de 16 años (22 % niñas, 18 % niños) sigue siendo VÍCTIMA DE ABUSOS SEXUALES, muchos de ellos incluso en edad preescolar. En el 90 % de las ocasiones, los abusadores son hombres y en el 86 % de los casos se trata de miembros de su familia o muy próximos a su núcleo social y afectivo que cuenta con la confianza y el cariño del niño.


La mayor parte de los casos de abusos sexuales a menores nunca salen a la luz. Es muy frecuente que no existan evidencias de daño físico y, en ocasiones, son hechos que se ocultan por miedo o vergüenza.

El abuso sexual de menores es una forma de maltrato al menor que incluye un amplio espectro de acciones entre un niño y un adulto, o con niños mayores. Con frecuencia, aunque no siempre, implica un contacto físico. Exhibir sus órganos genitales ante un niño o presionar a un niño a tener relaciones sexuales es abuso sexual contra el menor. Utilizar niños en pornografía también es abuso sexual contra los menores.

Helena de Mariana, psicóloga y profesora de un master en psicología forense y clínica de las universidades Complutense y Autónoma de Madrid, con cerca 20 años de experiencia en un Centro de Atención a Víctimas del Abuso Sexual (CAVAS) de la Comunidad de Madrid afirma que la reacción de los familiares del menor cuando se descubre el abuso puede causar mucho daño o mucho beneficio y es una de las variables que más influye en la recuperación: "En general, y sin proponérselo, la familia interroga al niño y de alguna manera le culpa porque no les ha comunicado antes el hecho. También se emiten mensajes de odio y resentimiento contra el abusador".

Estos niños sufren en silencio la confusión, el miedo, la vergüenza, el sentimiento de culpa, el retraimiento y un sin fin de serios trastornos psicológicos, afectivos y emocionales.
Estos niños viven un tremendo secreto, no compartido con nadie, que les puede llevar a bloquear temporalmente estas experiencias, hasta que años después, ya en su edad adulta, los recuerdos resurgen de manera imprevista con toda su crudeza y dolor.

La mayoría de niñas y niños que están siendo víctimas no se lo cuentan a nadie porque creen que van a pensar que están mintiendo y por la vergüenza que sienten ante algo que no comprenden, pero que les hace sentirse mal. A veces desconocen incluso el vocabulario necesario para hablar sobre el tema y por lo tanto no pueden hacerlo adecuadamente. Aunque generalmente no lo expresan verbalmente, sí lo hacen mediante algunos cambios en su comportamiento:

- Muestran resistencia a acudir a cierto lugar o a quedarse con cierta persona.
- Sufren trastornos del sueño (tienen pesadillas, se orinan en la cama, temen dormir solos, necesitan una luz encendida durante toda la noche, etc.).
- Presentan trastornos en la alimentación (no tienen apetito o todo lo contrario).
- Sienten nuevos temores y necesitan que se les tranquilice mucho más que antes.
- Retornan a un comportamiento inmaduro, como de bebé.
- De repente rechazan al padre o a la madre de forma repentina.
- A veces se automutilan o tienen tentativas de suicidio.
- Pueden fugarse de casa para evitar que continúen los abusos.
- Bajan su rendimiento escolar y cambian su comportamiento social.

Si un menor de repente cambia y manifiesta varios de estos síntomas existe una alta probabilidad de que haya o esté sufriendo un abuso sexual y habrá que prestar atención a los siguientes indicadores:



No es fácil descubrirlo, porque la víctima confunde las abusos con juegos de seducción, porque frecuentemente hay amenazas por parte del agresor. Entran en una dinámica de encontrarse entre la espada y pared ante la manipulación emocional del abusador ("Si tu mamá se entera, te van a castigar") o les dicen que lo hacen porque los quieren mucho o que se trata de un juego divertido.

Las principales consecuencias a corto plazo del abuso sexual en niños y adolescentes son:



El Agresor Sexual



Los agresores sexuales no siempre son los "viejos verdes" que imaginamos. Son personas consideradas "normales" desde casi todos los puntos de vista. Muchas veces son personas respetadas, incluso aparentan firmes valores morales y religiosos. Pueden ser muy funcionales en algunos ámbitos y no son de personalidades extremas. Por lo general, no presentan un perfil psicológico concreto y no muestran trastornos, sin embargo, son personas inmaduras emocionalmente, débiles, solitarios, llenos de culpa, con poca capacidad de contactar con otros, centradas en sus necesidades, con dificultades para establecer relaciones sexuales normales, suele tener baja autoestima, con pocos recursos para enfrentar situaciones de estrés y es posible que abusen del alcohol y/ u otras sustancias.

El agresor puede llegar a sentirse culpable, pero no es capaz de detenerse. La mayoría de estos agresores niegan el abuso con vehemencia. Sólo bajo evidencias legales y presión, algunos aceptan la acusación parcialmente, con afirmaciones tan vagas y banales como "no fue nada grave", "no tuvo importancia", "no le hice daño" o "la culpa fue suya".
Cuando se ven descubiertas suelen afirmar que lo sienten muchísimo, que nunca lo volverán a hacer, que ocurrió porque estaban borrachos o drogados, pero son reincidentes si no reciben el tratamiento adecuado para resolver su problemática.

Los agresores sexuales son muy convincentes, hasta tal punto que quizás nos hagan dudar seriamente del menor. Pero recordemos que las niñas y niños no mienten sobre una cuestión tan grave, ya que poco o nada sabían sobre el sexo y su lenguaje. A pesar del remordimiento que puedan sentir los agresores sexuales, sabemos que suelen reincidir y repetir sus abusos, a no ser que intervenga alguien y los frene. Prácticamente ninguno desistirá voluntariamente sino que necesitará una intervención judicial.

Para conseguir su objetivo, el agresor emplea la manipulación emocional: chantajes, engaños, amenazas, etc. y, sólo en algunos casos, la violencia física. Estos comportamientos abusivos son con el fin de exicitarse sexualmente. Algunos de ellos son:

- Exhibirse desnudo delante del menor.
- Observar al menor vestirse o desvestirse o cuando está en el baño, orina, etc.
- Tocarle, besarle, cogerle y agarrarle, incluso con brusquedad y en contra de su voluntad.
- Forzarle a tocar los genitales del agresor.
- Forzarle a ver imágenes o películas, escuchar conversaciones sexuales.
- Posar para fotografías, ver o presenciar actividades sexuales.
- Sexo oral o vaginal.
- Ser sometido a tratamientos médicos innecesarios.

Las características del agresor y de la familia donde se produce el abuso sexual se presentan en la siguiente tabla:



Condenas establecidas para los agresores en España


El delito de agresión sexual (cuando se atenta, con violencia e intimidación, contra la libertad sexual de una persona) está sancionado con pena de prisión de 1 a 4 años; si la agresión sexual consiste en el acceso carnal, la introducción de objetos o la penetración bucal o anal, la pena será de prisión de 6 a 12 años.


Las penas anteriores podrán incrementarse a prisión de 4 a 10 años y a prisión de 12 a 15 años, respectivamente, si concurre alguna de las siguientes circunstancias:

- La violencia o intimidación se ejerce de modo degradante.
- En la agresión intervienen dos o más personas.
- La víctima es especialmente vulnerable, por su edad, enfermedad o situación y, en todo caso, si es menor de 13 años.
- Si el autor del delito ha hecho valer contra la víctima una relación de superioridad o parentesco (por ser ascendiente, descendiente o hermano).
- Si el autor hace uso de armas o medios especialmente peligrosos que puedan producir la muerte o lesiones, tales como la pérdida o inutilidad de un órgano o miembro, sea o no principal, de un sentido, la impotencia, la esterilidad, una grave deformidad o una grave enfermedad somática o psíquica.



Si concurren más de una de las circunstancias anteriores, las penas se impondrán en su grado superior.


A diferencia del delito de agresión sexual, en el delito de abusos sexuales no interviene la violencia ni la intimidación. La persona que lo comete realiza actos que atentan contra la libertad sexual de la víctima sin que ésta preste su consentimiento.


En todo caso, se consideran abusos sexuales no consentidos los que se ejerzan sobre menores de 13 años, sobre personas con trastorno mental o privadas de sentido.


También es constitutivo de delito si el agresor obtiene el consentimiento de la víctima haciendo valer una situación de superioridad sobre la misma que coarte su libertad.


Los delitos de agresión sexual se penalizan, en general, con prisión de 1 a 3 años o multa de 18 a 24 meses.


Si el agresor abusa de una situación de superioridad sobre su víctima, la pena será la de multa de 6 a 12 meses.


Cuando el abuso sexual consista en acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o introducción de objetos por alguna de las dos primeras vías, el responsable será castigado con pena de prisión de 4 a 10 años.


Por su parte, la persona que abuse sexualmente de otra mayor de 13 años y menor de 16 años utilizando el engaño, será castigada con una pena de prisión de 1 a 2 años o multa de 12 a 24 meses. Si el abuso consiste en acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o introducción de objetos por alguna de las dos primeras vías, la pena se elevará a prisión de 2 a 6 años.


El plazo de prescripción para este tipo de delitos es de tres años.





Cómo actuar ante el abuso sexual infantil


 
El descubrir que han abusado de una niña o un niño puede resultar algo demasiado angustiante para cualquier persona. Sin embargo, nuestra primera reacción es muy importante para la víctima, ya que muchas veces no lo cuentan porque piensan que la gente no les va a creer.


Un adulto no debe esperar que un niño revele lo que está pasando, tendría que ser muy maduro y fuerte. Por eso son importantes las campañas de difusión de derechos del niño, explicarles a ellos que deben cuidar su cuerpo, decirles que nadie puede tocarlos a menos que ellos quieran.



Si el niño se sincera, es esencial escucharle con atención y con comprensión, creerle a la primera señal. Nunca decirle que miente, porque no es capaz de engañar con algo así. Lo segundo es ofrecer ayuda al cuidador de la víctima y advertirle que puede obtener apoyo para que la agresión no siga ocurriendo con la víctima y con otros menores.
Nunca se debe forzar al niño a que responda a preguntas si no es él quien se acerca a decirlo, porque se podría ver reprimido y, nuevamente, forzado en contra de su voluntad produciendo el efecto justamente contrario al deseado.

Hay que tener conciencia de que el niño jamás tiene la culpa, ni imaginar la idea de que hizo algo para provocar. Es fundamental dejar al menor muy claro que no tiene la culpa de lo que le ha ocurrido, porque el único responsable es el adulto.


Hay que agradecerle la sinceridad y la valentía que ha mostrado al contarlo y decírselo transmitiéndole que se siente lo sucedido y que va a ayudársele y a protegérsele para que se sienta reconfortado, comprendido y apoyado.
Hay que decidir si se requiere ayuda profesional especializada y si es necesario hacer un reconocimiento médico al niño y siempre denunciar al agresor.



Cómo proteger al niño del abuso sexual


Es difícil proteger a los niños del abuso sexual de miembros de la familia o amigos íntimos, pero podemos estar alerta ante muchas situaciones potencialmente peligrosas:

- Mantener una atenta supervisión del niño. Saber dónde se encuentra, con quién y qué está haciendo.
- Pedir a otro adulto responsable que le cuide cuando nosotros no podamos. Si no disponemos de nadie, es conveniente que el niño camine o juegue durante el tiempo que no podamos estar pendientes de él.
- Conocer a los amigos de nuestros hijos, especialmente aquellos que sean algo mayores que él.
- Háblales sin asustarlos y decirle que nos diga con libertad quién es la persona que le incomoda o asusta.
- Enseñarle a velar por su propia seguridad, por ejemplo no aceptando dinero, paseos o favores de extraños y explicarles que es correcto llamar la atención, gritar, pedir socorro o crear un escándalo si es necesario en caso de verse forzado o en una situación de peligro.
- Recordarles que muchas niños son víctimas de personas que ellos conocen.
- Hacerles comprender que ellos no tienen por qué estar de acuerdo con demandas para mantener contacto físico estrecho y asegurarles que es totalmente correcto decir "NO" aún a parientes cercanos y amigos.


Los niños no pueden denunciar, ni saben cómo hacerlo, por lo que los familiares, conocidos, o maestros son los responsables si reciben una queja o tienen sospechas. Del mismo modo, hay que proporcionar el soporte necesario a los menores para que no se sientan culpables de los hechos y se sientan respaldados por su entorno.





Los niños víctimas de ASI viven en soledad una dura batalla que pocas veces logran ganar, incluso en su vida adulta, ya que no sólo ven truncada injusta, inmerecida y brutalmente su infancia, sino que las secuelas, muchas veces irreversibles, les acompañarán y condicionarán el resto de sus vidas. El niño que fue víctima de ASI, siempre será un adulto superviviente de ASI.



... ADULTOS TRUNCADOS




En la vida de este adulto hubo un niño que vivió los terribles traumas que resumí. En ese momento algo se rompió en su interior para siempre. Hubo una mutilación, como la que sufre alguien que pierde un miembro de su cuerpo. En el momento del abuso murió un niño, murió su infancia, quedó para siempre en tiempo pasado, un chico que no pudo llorar su dolor, tal era su miedo y lo demencial de su realidad, hubo silencio y el tiempo fue pasando sin hablar con nadie de lo sucedido.

La persona se hizo adulta sin crecer, ni madurar, dejando grandes lagunas, carencias y deficiencias. En su mente carga con un pasado que de tan doloroso se fue ocultando, hasta que en muchos casos quedó en el olvido. Pero quedaron las culpas, la sensación de desprecio por su cuerpo, el sentir que no se es nada, que su cuerpo no le pertenece. Quedaron los miedos, aunque no sabe a qué. Quedó el desprecio por el sexo o la confusión ante él.

Estos hechos del pasado, imposibles de comprender por el niño que era, han sido negados o minimizados, de modo que no se asocian a situaciones del presente, pero quedan las secuelas. Las personas jóvenes y adultas que han sido abusadas sexualmente durante su niñez o adolescencia arrastran problemas a lo largo de sus vidas y suelen necesitar un apoyo o terapia psicológica especializada para superarlos. En ninguno caso la patología es leve.

Síndrome de estrés postraumático, trastorno disociativo de identidad, desvalorización personal, depresión crónica profunda, control inadecuado de la ira, comportamientos autoagresivos y tentativas de suicidio, ansiedad y estrés generalizado, falta de autoestima y asertividad, temor a perder el control o sentimiento de no tener control, amnesia al no recordar lo sucedido u olvidar circunstancias o períodos de su vida, hipervigilancia al estar siempre alerta y no poder relajarse, intromisión de las imágenes del abuso en estado de vigilia en el presente, alteraciones del sueño y de los hábitos alimenticios, problemas de relación interpersonal, dependencia emocional, inseguridad, fobias, alteraciones sexuales, miedo a la intimidad, distorsión de la realidad, incapacidad para poner límites y autoafirmarse, emociones negativas, problemas psicosomáticos, aislamiento, soledad, dependencia de fármacos, inadaptación social, trastorno bipolar... son algunas de las constantes con las que tendrán que convivir permanentemente aquellos adultos que fueron víctimas de abuso sexual infantil que, al margen de otras consideraciones éticas, no compensan bajo ningún concepto el placer momentáneo que obtuvieron sus abusadores con los que, también en multitud de casos, tendrán que seguir conviviendo a diario silenciando después de 20, 30 ó 40 años su dura experiencia infantil o tal vez  enfrentarse a otra dura realidad: pasar de ser víctima a verdugo, al escuchar cómo se les imputa la responsabilidad de mentir acusando "inmerecidamente" a su abusador, a quien se defiende a ultranza humillando y dejando impotente a la víctima real, o bien sentir  la frustración al ver cómo la familia siente vergüenza y prefiere echar tierra al asunto ignorando lo que sucedió años atrás en lugar de dar el apoyo y la comprensión necesaria a la víctima real.

La secuela más frecuente en la vida sexual de adultos que fueron víctimas de abuso son las disfunciones sexuales, desde anhedonia o incapacidad para experimentar placer, reaccionar ante los estímulos placenteros la pérdida de interés o satisfacción en casi todas las actividades... hasta frigidez e impotencia.
Se calcula que el 25 % de los adultos que fueron abusados sexualmente en su infancia tienen tendencia a establecer relaciones de abuso, incluso de maltrato. Así, los varones victimizados tienden a ser nuevos abusadores y maltratadores, mientras que las mujeres victimizadas son propensas a ser nuevamente maltratadas y abusadas.

Gran parte de los adultos que sufrieron A.S.I. han tenido que aceptar la convivencia durante años con el abusador, quien acompañó su infancia y/ o adolescencia en un rol de poder y toma de decisiones; impregnando las percepciones de estos sujetos en formación de imágenes distorsionadas acerca de la autoridad, los cuidados y graves confusiones relativas a la interpretación del afecto.

El sentimiento de vacío y melancolía es una tortura para ellos. Sienten que viene de antiguo, como si procediese de su infancia, pero no comprenden. Esto está relacionado con la conducta abusiva que recibieron cuando al sufrirla se limitaban a aceptar con desagrado e incomprensión lo que estaban viviendo "dejándose ir", "dejando de estar", "dejando de ser", en una palabra, evadiéndose porque lo veían como si le estuviese sucediendo a otra persona y no a ellos mismos. Estos sentimientos crónicos son los que, muchas veces, conducen a los intentos de suicidio en otras etapas de la vida.

El sentimiento de culpa se perpetúa. Esta culpa está basada en la incapacidad de hacer una distinción clara entre el sexo con consentimiento y sin consentimiento. Por otra parte hay personas que pueden sentir placer cuando el abusador le estimula sus órganos, esto puede crear confusión y culpa. Ellos no entienden que el cuerpo esta diseñado para sentir placer cuando es estimulado en ciertas partes.

La mayoría ni siquiera recuerdan qué es lo que les ocurrió y otros lo recuerdan de manera muy vaga. Algunos pasan por varios tratamientos y tardan años antes de recordar y revelar que fueron abusados, debido a que los mismos mecanismos de defensa, que inicialmente protegieron al abusado y encerraron este problema en un lugar, impedirán la recuperación y el cambio, siempre que no reciba el tratamiento adecuado.

Las principales secuelas psicológicas en víctimas adultas de abuso sexual en la infancia son:


Los factores de resiliencia (capacidad de los sujetos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumas) que parecen intervenir en la constitución de un psiquismo menos dañado que otro, se relacionan con el cuidado y protección que han recibido de otros adultos, la posibilidad de haber desvelado los hechos y ser protegidos del agresor, de haber expresado lo que acontecía siendo  creídos en vez de desmentidos, hecho que se repite frecuentemente.

Desde el punto de vista del trauma en sí mismo, lo que predice una peor evolución a largo plazo es la presencia de sucesos traumáticos diversos en la víctima, la frecuencia y la duración de los abusos, la posible existencia de una violación y la vinculación familiar con el agresor, así como las consecuencias negativas derivadas de la revelación del abuso (por ejemplo, romperse la familia, poner en duda el testimonio de la víctima, etc.).






Recuperación de los adultos supervivientes de ASI



Un adulto que fue víctima de ASI, pasó a ser un superviviente de ASI y su recuperación es probable en la medida en que pueda reconocer la causa real de sus problemas, ponerle nombre, identificar las consecuencias que vive. Liberarse de una culpa que no es propia. En la medida en que pueda encontrarse con su agresor, confrontarlo para enfrentar sus propios miedos y sentimientos de intimidación y su capacidad de perdón.

La sensación de mutilación quedará indefinidamente, como la de alguien a quien le falta una parte de su cuerpo por un accidente traumático. Pero se puede aprender a vivir con esa carencia.



No es cuestión de olvidar el pasado. Los hechos ocurrieron y estarán allí por siempre. Sin embargo, sanar interiormente le permitirá convivir con lo que es parte de su vida y recordarlo sin dolor. Las heridas causadas por abuso sexual, en ocasiones, fuerzan a llevar a ellas la atención, por los síntomas que se presentan. El tratamiento toma su tiempo y a veces el camino puede ser largo y doloroso, pero sanador.Es un aprendizaje que puede llevarse a cabo.

Yendo hacia el pasado a buscar al niño que quedó en un cuarto a oscuras, solo, asustado, sucio, lastimado y abandonado... recobrando la inocencia del niño que se perdió a una edad temprana, abrazándole, consolándole, limpiando y sanando su dolor enseñándole a llorar. Así, de nuevo, el adulto empezará a sentirse vivo, conectado, aprenderá a estar dentro de su cuerpo de nuevo y a relacionarse mejor con otros, a poner limites y empezar a confiar, su creatividad aumentará, se sentirá mejor consigo mismo y, muy seguramente, descubrirá aspectos maravillosos que había olvidado.



La sensación será la de recuperación de la paz y la serenidad interior. La de dormir mejor, la de aprender a sonreír, la de aprender a devolver el amor que se recibe, la de aprender a amar al propio cuerpo devolviendo ante el espejo la imagen real y no la que quedó distorsionada por la experiencia infantil, se reconocerá el  valor personal y se generará la identidad propia, se controlarán las adicciones, se reconocerán las propias conductas, se levantará de mejor humor y podrá pensar en el futuro con ilusión y deseos. En resumen, conquistará la alegría de vivir.
   
Es fundamental el aprendizaje del perdón. Aprender a perdonar al agresor, eliminando la ira y el rencor hacia él, liberando la sensación de amargura producida por la falta de perdón por el daño infligido. Aprender a perdonarse a sí mismo al comprender que no colaboró en el abuso y que, por tanto, tampoco es culpable de cuanto sucedió.

Como parte del proceso de recuperación es importante buscar ayuda profesional necesaria en un psicólogo especializado en tratamiento de traumas para aprender técnicas e incorporar recursos para convivir serenamente con las circunstancias del pasado, rompiendo con los patrones de conducta repetitivos y dañinos.

Las víctimas pueden andar el camino de diferentes maneras. Quienes  no realizan una terapia que les ayude a afrontar los hechos continúan viviendo de una forma limitada, otros deciden ir a terapia y ven que “Trauma es un hecho de la vida, sin embargo no tiene que ser una cadena de perpetuidad" (P. Levine, Psicólogo).


En resumen:

"Por estas épocas, desgraciadamente, contra la mínima voz de los niños lastimados, se levanta una voz poderosa abonando todos los mitos respecto del ASI: que los psicólogos mienten, que los niños mienten, que las madres denunciantes mienten... mientras, en la intimidad de los consultorios, los terapeutas escuchan, de boca de aquellos niños de ayer, las historias que los traen hoy por sus discapacidades en la vida." (Claudia Rubins, Psiquiatra Forense).



Ante un círculo de silencio de padres, vecinos que no quieren hablar, de niños que no pueden hablar, buenos son todos los esfuerzos posibles a través de los medios de comunicación para llegar a la detección precoz.




Si crees que un niño puede haber sufrido o estar sufriendo abusos sexuales es muy importante que lo denuncies.



¿Qué mejor recompensa que el bienestar de un niño?




Él te lo agradecerá.


¡Muchas Gracias!


Ó AnA Molina (Administrador del Blog)


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