lunes, 26 de octubre de 2015

Las Cuatro Fuerzas de la Naturaleza


"No te puedes bañar dos veces en el mismo río".
(Heráclito)













La Naturaleza está formada por cuatro elementos básicos: Tierra, Agua, Fuego y Aire, y éstos nos afectan a nosotros también.

Se ha hablado de ello en leyendas y cuentos de la antigüedad (celtas, indios…) y aparecen en la literatura de cada país de una u otra forma, ya sea en poesía o en prosa.

En la antigua Grecia, los filósofos presocráticos, mostraron su preocupación por la Naturaleza o “fisis” y el principio de todas las cosas “arjé”; por ello, dentro de la filosofía griega, se considera a esta etapa como la cosmológica.

El término “fisis” tiene fundamentalmente dos acepciones:

Conjunto de seres que pueblan el universo, exceptuando de este conjunto las cosas producidas por el hombre. En esta acepción la naturaleza  viene a coincidir con la totalidad de las cosas.

También se puede aplicar a clases o a conjuntos de cosas. En este caso, naturaleza viene a significar lo que las cosas son, lo que antes denominábamos “esencia”, modo de ser permanente o constante. La diferencia reside en que mientras la esencia prescinde de los aspectos variables y cambiantes de las cosas, la naturaleza explica esas variaciones y cambios.

El concepto “naturaleza” tiende un puente entre las oposiciones vistas: es lo permanente pero en cuanto explica el cambio, es lo que realmente son las cosas, pero en cuanto fundamento de lo que parecen ser, es el principio de unidad capaz de generar la pluralidad.
Preguntar por la naturaleza es preguntar por lo que las cosas son para,  a partir de ello, explicar sus movimientos y procesos.

La pregunta de los filósofos presocráticos es ¿cuál es la naturaleza de las cosas? que significa ¿cuál es la ley interna que rige las cosas?

Thales de Mileto, considerado uno de los siete sabios de Grecia, consideraba como elemento primigenio el agua, ya que: todo ser vivo no puede vivir sin agua; las semillas de todas las cosas poseen una naturaleza húmeda; en agua se transforman los distintos estados (sólido, gaseoso) o se convierten otras cosas: niebla, lluvia, fuentes subterráneas, etc…

Según Anaximandro, el principio material de las cosas es apeiron (sin término, sin límite, sin definición): lo indeterminado, lo indefinido. No se parecía a ninguna clase de materia del mundo ya formado.  Aplicó a lo Indefinido los atributos propios de los dioses (inmortalidad, poder ilimitado…). Esta sustancia no impresiona a los sentidos, ya que sólo es conocida por la razón.

Anaxímenes afirmaba que es del aire de donde surgen todas las cosas por condensación y rarefacción. El Aire, aliento del mundo, su fuente eterna y divina. “Al igual que nuestra alma, que es aire, nos gobierna, igualmente el soplo y el aire envuelven el mundo todo”.

Los predecesores de Heráclito no se habían ocupado del fuego. Para él entre el fuego, el aire, la tierra y el agua, se efectúa un ciclo de transformaciones porque la tierra se vuelve agua, el agua nube, y el aire se inflama y vuelve a convertirse en fuego.

Empédocles llega a la conclusión filosófica de que la Naturaleza tiene en total cuatro elementos o raíces y los llamó: tierra, fuego, aire y agua. Postuló la teoría de las cuatro raíces, a las que Aristóteles más tarde llamó elementos, juntando el agua de Tales de Mileto, el fuego de Heráclito, el aire de Anaxímenes y la tierra de Jenófanes, las cuales se mezclan en los distintos entes sobre la Tierra. Estas raíces están sometidas a dos fuerzas, que pretenden explicar el movimiento (generación y corrupción) en el mundo: el Amor, que las une, y el Odio, que las separa. Estamos, por tanto, en la actualidad, en un equilibrio. Esta teoría explica el cambio y a la vez la permanencia de los seres del mundo.





Si nos interesamos en seguir estas creencias antiguas, hallaríamos que la misma naturaleza contiene la clave de mucho conocimiento interno sobre nuestra propia condición humana, y la parte que desempeñamos en el gran Plan Cósmico. Cada día nos calentamos con el calor que proviene del Fuego, nos bañamos con Agua, sentimos el Aire en nuestros cabellos y caminamos sobre la Tierra.


Todo, incluidos los seres humanos estamos hechos por las mismas leyes, y estos elementos no sólo se sienten alrededor de nosotros, sino que muy ciertamente se pueden expresar a sí mismos en muchas formas dentro de nuestra naturaleza. A causa de esto los elementos son considerados por algunos como muy importantes y, por analogía, se pueden comparar como sigue:

Fuego = Deseo.

Agua = Emociones.

Aire = Pensamiento.

Tierra = Estabilidad.

Existen multitud de dichos populares que han resultado de estos, y no es por accidente que escuchemos hablar de “las llamas de la pasión”, que hace referencia al Fuego; “ahogado en la emoción”, asociado al Agua; “la brisa fresca de la razón” en relación al Aire o “sólido como una piedra” emulando a la Tierra.

Mientras más estudiamos la naturaleza y la comparamos con nosotros, más podemos aprender y comprender  lo especial de nuestra propia individualidad.

No solamente nuestro planeta, como también el universo entero es formado de partículas materiales en la acción de los Elementos. Y gracias a la diversidad de los elementos es que vivimos en un mundo lleno de diferencias. Aun así, todas las cosas visibles e invisibles se originan solamente a partir de una fuente de vida. Por ese motivo es que el reconocimiento de las cuatro caras de la unidad, de donde surgen los elementos, posibilita al hombre desarrollar su conciencia espiritual y tomarse consiente de ésta unidad.

Fuego, agua, aire y tierra, de la forma como generalmente los conocemos, no son más que formas claras de los propios elementos. Sus manifestaciones se revelan de la siguiente forma: el elemento agua posee propiedades magnéticas, nutre y sustenta. El elemento fuego posee propiedades eléctricas y creativas. El aire es el elemento separado que facilita la coexistencia de dos de los principales elementos: el fuego y el agua. El elemento tierra es el amalgama que une el fuego, el agua y el aire, que, en diferentes proporciones, hace posible la formación de los materiales con diferentes propiedades.

Para una mejor comprensión de las operaciones de los elementos veamos cómo funcionan en la práctica. Como ilustración, veamos como las raíces de un árbol absorbe el agua y minerales necesarios para su crecimiento (elementos agua y tierra). El árbol respira a través de sus hojas (elemento aire) y recibe luz y calor de los rayos solares (elemento fuego). Si prendiésemos fuego a un árbol, los elementos serían liberados de la madera: el agua se evaporará; la luz que por largos años brilló sobre el árbol se quemará en una llama poderosa; el oxígeno que el árbol “expiraba” facilitará que este proceso de quema de energía y nutrientes transforme el suelo en cenizas, las que nuevamente servirán como una fuente de minerales para otras formas de vida.

Los elementos que forman el mundo material están también insertos en el carácter del hombre. Dependiendo de cuál elemento predomine en él, puede ser de naturaleza colérica, sanguínea, melancólica o flemática. En la interacción humana, cada una de estas naturalezas es importante, porque posibilita “ver la materia” a partir de todos los lados y, considerar todos los aspectos al desempeñar una actividad, posibilitando al ser humano realizar mejor su trabajo. De hecho, existen doce naturalezas humanas que son mezclas de los cuatro elementos en varias proporciones y son conocidas como los doce signos del zodíaco.

La interacción de los dos principales elementos puede también ser encontrada en la unión del masculino con el femenino, donde el hombre, a través de su naturaleza, contribuye con el relacionamiento con las fuerzas creativas del fuego, mientras la mujer contribuye con las fuerzas de sustentación del elemento agua, formando la fundación necesaria para la operación activa del hombre. Cada uno de los cuatro elementos es inherentemente neutro y no es ni bueno ni malo. Es el ser humano quien imprime a la actuación de los elementos un carácter bueno o malo.

De acuerdo a la teoría de los cuatro elementos de Empédocles, en el cuerpo se distinguen cuatro humores: sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema (del cerebro) y consideraba que el equilibrio de estos cuatro humores daría lugar a un individuo saludable, mientras que si uno de ellos predomina, se crea uno de los cuatro temperamentos:

Luego, de acuerdo a esta clasificación, históricamente, se distinguen cuatro estilos de personalidad que se simbolizan con los cuatro elementos.

Sanguíneo: El elemento Aire.

Cualidades positivas: vigilante, libre, cordial, confiable, claro, luminoso, independiente, diestro, optimista, diligente, perspicaz, alegre...

Cualidades negativas: Inestable, deshonesto, astuto, calumniador, hablador, inconstante, susceptible, gastador...

Colérico: El elemento Fuego.

Cualidades positivas: vigoroso, cuidadoso, entusiasta, coraje, determinado, creativo, osado, esforzado, persistente...

Cualidades negativas: susceptible a  discusión, irritable, con impulsos de destruir todo, apasionado, insensato, celoso, voraz, vengativo, violento, odioso, rabioso, intempestivo…

Melancólico: El elemento Tierra.

Cualidades positivas: consistente, consciente, perseverante, puntual, cauteloso, resistente, responsable, firme, confiable, sobrio, ambicioso, respetuoso, realista…

Cualidades negativas: materialista, superficial, flojo, indiferente, lento, susceptible, inconsciente, inconsistente, tímido, desvergonzado.

Flemático: El elemento Agua.

Calidades positivas: comprensivo, sereno, moderado, confiable, devoto, piadoso, indulgente, modesto, fervoroso, flexible, meditativo, interiorizado...

Cualidades negativas: indiferente, insensible, flojo, indolente, rígido, retraído, desconsiderado, inestable, desanimado…

Las investigaciones sobre el simbolismo arquetípico de los cuatro elementos, realizadas por C. G. Jung y Gaston Bachelard, permiten un interesante abordaje de la identidad de las personas. Cada individuo tiene componentes de los cuatro elementos en diferentes proporciones. Las mayores dificultades en la existencia se producen cuando alguno de éstos no puede manifestarse.


Las características básicas de los cuatro elementos son:

Tierra: Firmeza, estabilidad, tenacidad y energía acumulada, búsqueda de lo concreto, practicidad, paciencia, autodisciplina, cautela, seguridad en los procedimientos y convencionalismo.

Agua: Flexibilidad, adaptación, sensibilidad, fluidez, reserva, intimidad, compasión, necesidad de vincularse emocionalmente y servicio.

Fuego: Vitalidad, pasión, vehemencia, energía, entusiasmo, fuerza, franqueza, radiación, brusquedad, voluntad, iniciativa, exaltación e impaciencia.

Aire: Libertad, ideas, liviandad, cambio, centro en su mente, análisis, desapego, perspectiva,  curiosidad, conceptualización y necesidad de socializar.

En el área del trabajo, los cuatro estilos se ven en sus reacciones y en sus quejas.

A alguien identificado con el Agua le será difícil vincularse en forma plena con personas secas e inexpresivas o con personas agresivas.

A alguien identificado con Tierra le resultará estresante un trabajo inestable e inseguro.

Alguien identificado con el Aire estará ahogado si está encerrado en su caja, sin poder relacionarse socialmente.

Alguien identificado con el Fuego estará incómodo si su cargo le impide auto expresar su iniciativa y su creatividad.


Astrológicamente, los cuatro elementos de la naturaleza también están representados en el zodiaco, así, los doce signos se distribuyen, según sus características, entre:

Tierra:
Tauro, Virgo y Capricornio.
Energía centrada en los sentidos físicos y la realidad del aquí y ahora del mundo materialmente perceptible. Armonización con el mundo de las formas, de las estructuras visibles. Resistencia y persistencia, energía de preservación y conservación. Protección, estabilidad y seguridad.  Los signos de Tierra concretan, son confiables, estables y cautelosos. 
Agua:
Cáncer, Escorpio y Piscis.
Energía intangible, reino de la emoción profunda y de las respuestas sentimentales. Intuición y sensibilidad psíquica. Los signos de Agua están en contacto con el inconsciente y con la unidad de toda la creación, la empatía hacia los demás está muy presente, como así también su vulnerabilidad. El elemento Agua corresponde al proceso de ganar consciencia a través de una comprensión lenta pero segura de los más hondos anhelos del alma.
Fuego:
Aries, Leo y Sagitario. 
Energía radiante universal, energía que es excitable, entusiasta y luminosa. Dinamismo, espontaneidad, y una experiencia centrada en la identidad personal y espiritual. Los signos de Fuego dirigen su energía conscientemente hacia su propia voluntad de ser y de expresión libre. 
Aire:
Géminis, Libra y Acuario.
Energía vital que se asocia con la respiración, las ideas arquetípicas detrás del mundo físico, la energía cósmica concretada dentro de las pautas específicas del pensamiento. Los signos de Aire enfocan su energía en el mundo de las ideas específicas que no se materializaron aún, la teoría, las palabras, los vínculos y el pensamiento abstracto. 
Igualmente, en cartomancia, cada uno de estos elementos, se identifica con un palo de la baraja del tarot:
Tierra: Bastos.
Agua: Copas.
Fuego: Oros o pentáculos.
Aire: Espadas.
Cada uno de estos cuatro elementos, constituyen las cosmogonías tradicionales de Occidente y están presentes en todas las religiones y sus rituales, en la filosofía esotérica, en la alquimia y en la astrología. Se caracterizan por:

Tierra
Se considera pasivo y femenino, al igual que el elemento agua, frente al aire y el fuego, activos y masculinos.

En muchas cosmogonías, la tierra y el cielo son los dos elementos básicos; así, el cielo (principio activo) al fecundar a la tierra (principio pasivo) dio existencia a la naturaleza. En este proceso, la tierra asume el papel de elemento femenino, receptivo y nutricio: la Madre Tierra, Señora de la Naturaleza o Diosa madre. Para los pueblos neolíticos la tierra da el ser, es la matriz universal.

En los pancha maja-bhuta (“cinco grandes-elementos”) del hinduismo y budismo temprano la tierra es prituí o bhumi. También es uno de los cinco movimientos o fases del Wu Xing, formando la base del "metal" según el ciclo de generación (cheng) y como recipiente del agua según el ciclo de dominación (ko). El Mahāyāna, a su vez, diferencia diez tierras (bhumi), cada una correspondiente a una perfección: tierra inmaculada/moralidad, tierra inmaculada/paciencia...

Otro aspecto del elemento tierra lo relaciona con los ritos de inhumación, en el sentido de reintegración al seno de la madre, partiendo de la convicción que la tierra devolverá la vida del mismo modo que ya la dio una vez (el cuerpo enterrado está destinado a renacer). La tribu sioux, por ejemplo, distingue estos dos aspectos en una sentencia sencilla: "La tierra es vuestra abuela y madre".

La Tierra es vital para la producción de los alimentos, para la construcción y mantenimiento de mejores cuerpos físicos.

Su acción benéfica: los bellos paisajes, en la vida de las aves, las flores, los minerales y la producción de las cosechas. Su acción destructiva: terremotos, los volcanes y derrumbes. También la devastación de la tierra acaba generando cambios en la fauna y la flora.

La Tierra es estabilidad; es todas las cosas que nos traen nutrición, plenitud y fertilidad. Es nuestra base y nuestra necesidad básica. La Tierra es el terreno bajo nuestros pies, la fundación sobre la que construimos nuestra vida. Es el centro de nuestro sentido común, nuestra sensualidad y nuestros sentidos. Por ella tocamos, saboreamos, olemos, vemos y oímos con nuestros ojos y oídos. La Tierra es verde. Danza en las hojas, en los campos y en los setos. Colorea las plantas que surgen a la vida desde los fundamentos de la estabilidad. La Tierra es su fuente raíz, como lo es para nosotros. La Tierra es la media noche. Una oscuridad eterna, donde no podemos ver, pero somos obligados a percibir. Es calurosa, bochornosa y silenciosamente protectora. Es la confiabilidad y la vulnerabilidad de la vejez. El tiempo de conocer y comprender, la parte de nuestra vida donde el crecimiento empieza y finaliza. Es el disco de la materialidad; circular, significando la redondez y plenitud de la naturaleza; el ciclo continuo de la vida; el fénix levantándose de las cenizas, el renacer anual de la tierra. La Tierra es invierno, donde todo aparenta morir, pero sigue viviendo bajo la superficie, debajo de la sólida corteza y en el moderado calor de la tierra. La promesa de un nuevo nacimiento por venir con la primavera, cuando la savia sube por las raíces de todas las cosas vivientes. La Tierra es confiable. Comprende la vida. Es la solidez del futuro, construido sobre los fundamentos del pasado. Es rica y oscura, fuerte e inmóvil. Contiene la sal de nuestras lágrimas y construye desde su refresco, pero puede quedar mustia por el calor de nuestro deseo. Ella nutre la raíz, le da sustento a la felicidad que requerimos. Siente su textura en tus manos. Siente la energía que penetra por las plantas de tus pies, cuando corres descalzo por el césped.

La Tierra es estar en casa con uno mismo, integrado, sin obsesiones, fecundo y preparándose para todas las cosas. La Tierra es la madre de la fuerza, de la justicia y de la ly, la base del mundo físico y el habitáculo del espíritu en manifestación.

La Tierra es más contenible y más segura que el Fuego, porque ella es el sustento de la vida, así como nuestra propia estabilidad; puede sostener la vida de una idea, de un deseo o un sueño. Sin este elemento dentro de nuestra naturaleza, no habría fruición de nada, puesto que sin acción, todo quedaría en los reinos de la imaginación. De todos los elementos, es el más fidedigno. Muchas personas buscan seguridad o compañía en animales, pero el tacto de la tierra bajo nuestros pies es la cosa más sólida y fiable que hay. La llamamos la Madre Tierra, por su hermoso ser verde y fecundo no es una esfera inanimada de roca y piedra, sino el sustento de nuestras vidas. Y así, como una madre, a menudo la tomamos por garantizada. La arrasamos, la quemamos y la aramos, pero siempre permanece. Toma un puñado de tierra después de la lluvia y toca la humedad en su textura. La tierra necesita del agua para evitar que se vuelva yerma y seca; el agua es emoción, compasión y amor. Requerimos amor y emoción para permanecer estables y evitar que nos sequemos por dentro. La combinación es buena pero, mezclada con demasiada agua, se puede convertir en ríos de barro, ocasionando que nuestra estabilidad resbale. Compara las diferentes texturas de la piedra, la madera, el carbón de leña, la tierra y las diferentes fases desde el polvo al barro, o el fresco campo recién sembrado con otro sin arar y sin sembrar. Hay mucho que podemos deducir sobre nosotros mismos a partir de todas estas cosas, al vincular la Tierra con los otros elementos. Los zapatos son una de las cosas más difíciles del hombre civilizado. Quítatelos alguna vez, y percibe tu fuerza y buen humor regresando cuando caminas sobre el césped y atraes energía de la tierra. ¡No tienes que creer que esto sea verdad, sólo ensáyalo! ¿Cuánta tierra hay en ti? ¿Eres confiable, sólido, fidedigno? ¿O estás acosado con preocupaciones emocionales, o deseos obsesivos? ¿Piensas demasiado, dejando que esto altere tu seguridad? ¿Sabes verdaderamente cuan fuerte y capaz eres? Demasiada cantidad de cualquiera de los otros elementos perturbará nuestra estabilidad; pero demasiado poco de ellos para atemperar la Tierra, ocasionará que nos volvamos inertes, aburridos e incapaces de adaptarnos al cambio.

Agua
Se le atribuyen caracteres femeninos, pasivos y fecundantes. Su esencia demiúrgica presente en abundantes mitos tuvo especial desarrollo en Mesopotamia y en el océano primordial del antiguo Egipto.

En la filosofía china, el agua es uno de los cinco elementos. Se la asocia al planeta Mercurio, al norte, al invierno, al color negro (porque representa a las inundaciones), y se considera que gobierna los riñones. En el Taoísmo el agua representa inteligencia y sabiduría, si bien la abundancia extrema de este elemento puede causar dificultad de elección y apego a las cosas. En el ciclo de dominación, el agua domina al fuego y es dominada por la tierra. En los pancha maja-bhuta (“cinco grandes-elementos”) del hinduismo y budismo temprano, el agua es ap o yala. También es uno de los cinco movimientos o fases del Wu Xing, hidratando la "madera" según el ciclo de generación (cheng) y apagando el fuego según el ciclo de dominación (ko).

En China y en Japón, el agua era representada por una tortuga negra, mejor conocida (Xuán ). En la religión azteca, por una caña; en la religión hindú, por la sangre; para la cultura griega, por una copa; para los celtas, un caldero. El cristianismo, tomando algunos aspectos iconográficos de la Cábala, identifica el elemento agua con el arcángel Gabriel y el evangelista San Juan (con su animal simbólico: el águila).

El elemento Agua está relacionado con la energía, con la naturaleza y con sus propiedades de limpieza.

Los aspectos positivos del agua son purificar al cuerpo físico, ya que es un gran agente limpiador y equilibra las condiciones climáticas. Asimismo, es un productor de las cosechas.
Entre sus actividades destructivas cabe mencionar las inundaciones, las sequías y los naufragios.

El Agua es emoción, sentimientos, sueños y alimento del corazón. Refresca, enfría, es húmedo, fluido, pesado y misterioso, toma la forma de cualquier cosa que lo contiene. El Agua es el alimento de la vida, y esencial para la vida, puesto que todas las cosas emergieron del mar. El Agua apaga la sed de la Tierra hecha estéril por el Fuego y el Aire. El Agua es serenidad. Es azul, claro y pasivo, pero se cuela por las grietas de nuestras defensas. Fluye con nuestro humor, y no se puede agarrar, ya que se resbala por las manos. Es la rápida corriente de una tormenta en ciernes, la pesada espuma a lomos de las mareas del océano. Puede corroer y ahogar. Pero  también es la apacibilidad de las ondas en una piscina de cristal. Mueve, mengua, fluye, limpia, alivia. Es el brillo del Santo Grial, sostenido en alto y desbordando con amor, o repentinamente volcado para sofocar con lágrimas. Es el lamento de la alegría o el sollozo de la angustia. El Agua es crepúsculo, el Sol, sombreado en el oeste  y la líquida luna de plata, escalando lentamente para reclamar el cielo oscurecido de las sombras. Es otoño,  el temblor de las hojas a medida que pasa el ánimo del verano.

El Agua es madurez, la hermana del sentimiento. Cambia. Ajusta. Es el jade de la depresión, y el tinte sutil, pasivo de la alegría. Es nuestro ser astral. Forma nuestros pensamientos, pero los pensamientos pueden darle forma. Es empujado e inspirado por los vientos del aire, absorbido en la plenitud de la Tierra, pero en una tormenta amenaza con ahogar el espíritu, la energía, el deseo de la vida. Porque el Agua escupe en la cara del Fuego. Sólo el Agua puede traer la santidad del amor verdadero, el balance de la armonía. Es engañoso, sutil y huidizo. Tiene fuerza y poder, ritmo y ciclo, caridad y compasión. Es el espejo brumoso de los instintos subconscientes de nuestro pasado, y nuestra necesidad consciente del futuro. El Agua es el murmullo secreto de nuestro corazón, y la reflexión gentil del Espíritu en manifestación.

Las Emociones son tan extrañas e inexplicables como lo es el agua. Ellos surgen dentro de nosotros, a menudo por su propia cuenta, sin tener en cuenta la razón o el pensamiento y, sin control, pueden conducirnos al trauma y la confusión. Muchas veces una persona podrá decir "conozco la lógica del asunto, pero en realidad es un asunto diferente". Cuando estamos heridos a menudo lloramos. Cuando estamos felices a menudo lloramos y, a menos que podamos contener nuestras emociones, podemos anegarnos y a otros con nuestras lágrimas. El Agua necesita ser contenida porque si no corre desenfrenada y desperdiciada. Observa el movimiento de agua cuando cae en forma de cascada, cristalina y clara encima de las rocas de una quebrada, luego compárala con la quietud límpida de un claro herboso junto a un remanso y cómo se expresan ambas cosas dentro de tu propia naturaleza. Deja correr el agua del grifo y siente su frescura deslizándose entre tus dedos, después intenta recogerla con tus manos. Imagina lo que pasaría si se rompieran las paredes de un dique, o si los ríos se secaran y la temporada de lluvias no llegara nunca. Todo esto se puede comparar con los sentimientos dentro de nosotros, tranquilos y mansos como la quietud de un remanso, o tan furioso e incontrolable como las altas y poderosas olas de un mar tormentoso. El Agua es el gran purificador, limpia y lava el desorden y la mugre, lo mismo que la emoción más elevada de amor puede limpiar y revitalizar nuestro ser interno. El Agua no es ligera y luminosa como el Aire, que representa el coqueteo, y no tiene el calor del Fuego, que es el deseo. Es blanda, límpida, maleable y se puede contener fácilmente o derramar por el toque del amor. Los pensamientos pueden agitar las ondas del agua, o batirlas en una tormenta. Nuestro espíritu de entusiasmo puede humedecerse severamente por la emoción incontenida, pero la Tierra y la estabilidad dentro de nosotros se avivan y se enriquece con el fresco y gentil toque de la lluvia. ¿Cuán emotivo eres? ¿Puedes contener tus sentimientos para que enriquezcan tu naturaleza, nutrir y reavivar a quienes están a tu alrededor? ¿O eres demasiado reactivo, rápido en ofenderte?, o ¿quizá inmovilizado por miedos irracionales? ¿Qué significan la alegría y la tristeza para ti? ¿Te atreves a permitirte amar verdaderamente?

Fuego

Es masculino, al igual que el elemento aire, frente a los elementos tierra y agua, que se consideran femeninos.

El fuego se representa en los jeroglíficos egipcios con el sentido solar de la llama, asociado a la idea de calor corporal como signo de salud y vida. En la mayoría de los pueblos primitivos, el fuego es un demiurgo, hijo del sol y su representante en la Tierra (de ahí que se asocie con rayos y relámpagos por una parte y por otra con el oro). El antropólogo James George Frazer recogió abundante documentación sobre ritos en los que hogueras, ascuas, antorchas y cenizas se usaban por considerarse benéficos para la agricultura, la ganadería y el propio hombre. Otras investigaciones antropológicas más recientes explican los festivales ígnicos, como ejemplos de magia imitativa para asegurar la provisión de luz y calor en el sol o con fines purificatorios, por un lado, y de destrucción de las fuerzas del mal, por otro. En este simbolismo dual, el triunfo y vitalidad del sol (espíritu del principio luminoso) sobre las tinieblas, exige la purificación como sacrificio necesario para asegurar la victoria.

Se atribuye a antiguas religiones iranias la concepción del fuego como portador de sacrificios, al consumir a las víctimas inmoladas y elevarlas así hasta las moradas celestiales. Tenía también el sentido inverso, como mensajero enviado por los dioses a los hombres. El zoroastrismo heredó este modelo de culto religioso y le añadió significados morales: El fuego, según la enseñanza del Profeta (Zoroastro), es símbolo de justicia.

Siguiendo este hilo doctrinal-filosófico, se diferenciaron tres grados distintos de fuego sagrado:

Atash Bahram, fuego superior, consagrado por otros dieciséis fuegos, incluido el encendido por el rayo. Hay dos Atash Bahram en Persia y ocho en la India. Ha de arder siempre y su ritual está muy elaborado.

Atash-Adaran, fuego menor, atendido por sacerdotes pero con rituales más sencillos.

Dadgah, fuego menor, consagrado por sacerdotes pero opcionalmente atendido por laicos.
Tomando algunos aspectos iconográficos de la Cábala, el cristianismo identifica el elemento fuego con el arcángel Miguel y el evangelista San Marcos (con su animal simbólico de fuego: el león).

Sus actividades constructivas son purificar las basuras y cuerpos humanos por medio de la incineración. También se queman las malas yerbas para permitir que se den buenos cultivos. Se ha utilizado para ofrendas en muchas civilizaciones. El fuego permite soldar distintos metales y elementos. El fuego muchas veces se asocia con la magia y la unión (fuegos de campamento, hogueras de amigos, escenas tórridas frente al fuego, etc.).

Entre sus actividades destructivas se encuentran: quemaduras, edificios en llamas, explosiones, quemas de bosques y en tempestades de rayos y centellas. También en el uso de armas de fuego, bombas, etc.

El Fuego es deseo. Es entusiasta, calentador, y la chispa de la vida. Es apasionado, emocional, indomable, el más poderoso de las fuerzas de la energía, porque él representa la fuerza del Espíritu. Es una llama que palpita, o una llama que destruye. . . Brilla en el Sol. Danza en el fuego del hogar, atrae el ojo y el deseo. Da color a la sangre. Es el pulso de nuestro ser. El fuego es rojo. Es el calor moderado que mueve con deleite la tierra; el ansia por vivir, la luz por la que vemos. Dinámico, movible, lleno de chispas, atrevido, vital, inteligente en su urgencia. El Fuego es activo, se eleva. Es el principio de la vida. Su esencia es la vida, calienta, compele, excita, propulsa con entusiasmo. Ama la pasión de la juventud. El verano es Fuego,  el silencioso pero penetrante latido del corazón de la creación. Es vida en su plenitud. El Mediodía es Fuego, cuando el Sol calienta con más fuerza. Es estar de pie con los brazos estirados hacia el dador de vida, de luz y calor que fluyen hacia abajo,  un acción de gracias a la alegría, la felicidad y la maravilla de juventud. El Fuego es el cetro de nuestro nacimiento. Es la intrepidez y la irreflexión del joven. Es el salto de deleite salvaje, el bullicio de la excitación. Es nuestra esperanza, nuestra meta, nuestro deseo, nuestra energía y urgencia por el futuro. Vive. ¡Es! El Fuego yace derretido en el centro de la tierra, pero tiene el poder para abrirse paso a través de la corteza. Es nuestro impulso incontenible, nuestro calor, nuestra fiebre, nuestra pasión por amar u odiar. El Aire abanica sus llamas, pero se necesita de la Tierra para contenerlo. Solo el Agua puede apagarlo. El Fuego no puede construir, aunque es la esencia de "ser".  No puede absorber, pero por sí mismo, atrae a otros a su tibieza. Da vida, pero puede destruir la vida que da. Es tenazmente protector, pero se necesita protección contra él mismo. El Fuego es el padre de la esperanza y el deseo del espíritu. Es la fuerza viviente. Somos Fuego. Con nuestra chispa de vida, somos divinos. ¡Vivimos!

Si verdaderamente queremos entender los elementos, necesitamos tomarnos el tiempo para estudiarlos e intentar relacionar su conducta con lo que ocurre dentro de nosotros. Por ejemplo, hay una gran diferencia entre la llama del hogar en contraposición a un bosque ardiendo. Uno es tibio e invitador, y el otro puede devastar en su destrucción. ¿Sabes qué hace que una llama continúe ardiendo? Enciende una vela y observa a la llama oscilar en la brisa. Se puede apagar fácilmente por un fuerte viento o un vacío completo- pero la llama de una vela es muy pequeña. De esto, entendemos que el Fuego necesita aire para sostenerse, pero no un ventarrón aullador. El Aire significa pensamiento y razón, y el Fuego significa deseo. ¿Qué aprendemos de esto? ¡El entusiasmo en nuestra naturaleza necesita sostenerse con la constante comunicación y relación, pero razonamiento y lógica en exceso pueden matar nuestro deseo si no es lo suficientemente fuerte en primer lugar, lo mismo que un viento fuerte puede apagar una llama frágil! ¿Cuántas veces te has entusiasmado acerca de algo y después "razonaste" y te convenciste de que no te convenía? Muchas veces, sin embargo, el encuentro con otros puede avivar las llamas, y, entonces, necesitamos vigilar que no se nos salga de las manos. Las alteraciones emocionales son quizás las cosas más peligrosas, puesto que pueden hundir completamente nuestras esperanzas y deseos, en la misma forma en que el Agua puede apagar al Fuego. Estudia todos los niveles del Fuego, desde la chispa inicial a las poderosas explosiones en la superficie del Sol, y mira las diferentes maneras en que puede comportarse, solo o asociado con los otros elementos. Entonces compáralo con tu propia naturaleza, y ve si puedes relacionarlo dentro de ti o de otras personas.

Aire

Se considera activo y masculino, al igual que el elemento fuego, frente la tierra y agua, pasivos y femeninos.

Algunas cosmogonías proponen al fuego como origen de todas las cosas pero es más generalizada la creencia de que fue el aire el elemento de partida. Su concentración produce ignición de la que derivan todas las formas de vida.

El aire se relaciona esencialmente con tres factores: el hálito vital creador, el viento de la tempestad, que muchas mitologías vinculan a la idea de creación y, tercero, el espacio, como ámbito de movimiento y de producción de procesos vitales.

Cálido y húmedo, el símbolo alquímico para el aire es un triángulo apuntando hacia arriba, biseccionado por una línea horizontal.

En el simbolismo elemental se asocian al aire: la luz, el vuelo, la ligereza, el perfume, el olor.

El Aire nos mantiene con vida, si se aprende a respirar de forma pausada se puede usar como método de relajación y también el aire purifica el ambiente que nos rodea.

La actividad benéfica del Aire se compone de brisas cálidas o frescas, impulsa los barcos, permiten los vuelos en aviones, los juegos con cometas, molinillos…

Y en su actividad destructiva destacan las ventiscas, vendavales, ciclones y huracanes.

El Aire es pensamiento. Es movimiento, contacto, comunicación y los impulsos de la mente. Es la flexibilidad de acción, lo rápido, lo alerta, lo chispeante y lo nuevo. Se estira hacia afuera y hacia arriba, hacia abajo y hacia adentro. Es flotante, flexible, cede ante el estado de ánimo, y sin embargo, es aún fuerte y persistente. El Aire es primavera, la inocencia y la vibración del principio de una nueva estación, el brote de las hojas desde las semillas de la mente, la fe en uno mismo y la creencia en el propio destino. El Aire toca el color del Sol y capta el pensamiento de la vida. Es la respiración del ser vivo. Si pudiéramos verlo, sería de color Amarillo. El Aire es hijo de la Sabiduría, nuevo en la vida, de ojos abiertos, expectante y apresurándose precipitadamente a la luz. A veces tormentoso, sopla, baila, fastidia, busca, pregunta, desarrolla y respira. Se esfuerza en aprender y enterarse. Puede rugir, aullar y atormentar. Es el suave toque de la inspiración, la fresca brisa primaveral de la razón, danzando en nuestros cabellos cuando caminamos por el valle del descubrimiento. Tiene la inocencia de los corderos retozando en la colina y el estallido súbito de la luz encima de la oscuridad del horizonte. El Aire es la espada de nuestra protección, un valiente retador a la voz de la emoción y del deseo. Crece y en su crecimiento da nacimiento una y otra vez, lanzándose, arrastrando, haciendo olas en las aguas, ondula en los árboles de la tierra y abanicando el fuego del hogar en nuevas llamas. También puede cabalgar en la tormenta de su propia hechura. Sopla polvo en la cara de la estabilidad, convierte las ascuas en un furioso infierno y castiga las peñas en el mar, blanco con el rocío del ventarrón aullante de un amargo viento del este, la razón convertida en un disturbio. El Aire es una idea, un pensamiento objetivo, una llamarada de inspiración e ingeniosidad. Es el brillo del genio, o la inquieta agonía de una mente atormentada. Es el nacimiento de la comunicación, que yace en el Este, donde la fe y el día empiezan. El Aire es el alba de la conciencia a través de las brumas de la inocencia y es el heraldo de la Inteligencia del espíritu cuando respira sobre la tierra.

El Aire tiene que ver con nuestro pensamiento y nuestra razón, y para expresarlo necesitamos comunicarnos, lo mismo que una brisa juguetea con nuestros cabellos, luminosa, brillante y fácil. Como elemento, es casi totalmente incontenible pues no podemos verlo. No es sólido como la Tierra, o ardiente como el Fuego, o fluido como el Agua. Si tratamos de cogerlo, obtenemos un manojo de nada, lo mismo que si tratamos de coger un pensamiento, que se resbala de nuestro agarre. Los pensamientos y las palabras no nos pertenecen, así como el Aire no está bajo nuestro control. Probablemente todos hemos experimentado el sentimiento de “tener la mente en blanco", o habernos "quedado sin palabras". A menudo hablamos de salir a tomar aire fresco para "despejar la cabeza", pero ¿cuantos de nosotros nos hemos tomado un momento para estudiar el viento y su acción, para luego compararlo con nosotros? Asimila el proceso de comunicación al elemento Aire y verás cómo el contacto es refrescante y ligero, continuamente en movimiento y cambiable. El Aire no le debe nada a ninguno de los otros elementos, pues él es el amo de su propio destino; sin embargo, cuando está atrapado en bolsas de agua o de tierra, puede volverse pesado y opresivo por falta de movimiento. El Aire nació para ser libre, así como nuestras mentes deben permanecer claras y ágiles, sin ser nubladas por la emoción o el prejuicio. Demasiada estabilidad puede amortiguar la alerta y la originalidad, pero demasiadas preguntas pueden cegarnos a la simplicidad del sentido común. Compara el viento en las diferentes estaciones del año, desde la ligereza de una brisa primaveral hasta los vientos helados de pleno invierno, y mira cómo pueden afectar a los otros elementos, a ti y a tu naturaleza. ¿Cómo usas tus pensamientos? ¿O tus pensamientos te usan, dominan tu vida? ¿Por qué no comenzar a llevar un diario de lo que percibes sobre ti mismo, y comenzar a buscar quien eres verdaderamente?

Todos tenemos un libre arbitrio, pero también la responsabilidad de decidir cómo utilizar la fuerza de los elementos y cuáles son las cualidades a  desarrollar en nuestro carácter. Pero sí aún tenemos trazos negativos que no fueron transformados en nuestro carácter, entonces no nos sorprenda el hecho de no estar bien en algunas áreas de nuestra vida, o  sí no podemos elevar hacia la tan ansiada Luz, después de la muerte de nuestro cuerpo físico.








Fuentes:






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dejar aquí tus comentarios.