martes, 21 de febrero de 2012

¡Comunícate!



El ser humano se define por su condición de sociabilidad y si es sociable lo es porque puede comunicarse, es decir, intercambiar de una parte sus pensamientos y emociones, y de otra sus creaciones y experiencias. A estos se deben los mejores logros humanos. “Al comunicarse con pensamientos y emociones las personas viven y se expresan, y cuando el objeto de comunicación son sus creaciones y experiencias, tanto los individuos o grupos progresan y se enriquecen culturalmente” (Gómez Delgado, T.; 1998).

La comunicación es una condición necesaria para la existencia del hombre y uno de los factores más importantes de su desarrollo social. J. C Casales. (1989), plantea que al ser uno de los aspectos significativos de cualquier tipo de actividad humana, así como condición del desarrollo de la individualidad, la comunicación refleja la necesidad objetiva de los seres humanos de asociación y cooperación mutua.

Lo que es bien cierto, es el hecho de que constituye el fundamento de toda la vida social. Es un proceso que pone en contacto psicológico a dos o más personas y funciona como momento organizador y como escenario de expresión de la subjetividad en el que se intercambian significados y sentidos de sujetos concretos construyéndose la individualidad y el conocimiento del mundo. Al decir de Morales Álvarez “La sociedad como realidad objetiva se convierte en realidad subjetiva cuando el individuo interioriza en su conciencia y asume como propio el mundo social producido por el hombre, objetivado en significados del lenguaje, como externo a él" (Morales Álvarez, J. y Cortés, M. T., 1997, p-46).

Para Wilbur Schramm uno de los principios básicos de la teoría general de la comunicación es que “los signos pueden tener solamente el significado que la experiencia del individuo le permita leer en ellos” (Schramm, 1972, p.17) ya que sólo podremos interpretar un mensaje dependiendo de los signos que hemos aprendido a atribuirles, lo que constituye un marco referencial en función del cual puede comunicarse un sujeto, o un grupo de ellos.

La comunicación, en la escuela histórico- cultural, fue trabajada como categoría fundamental a partir de los trabajos de L.S.Vigotsky acerca de las funciones psíquicas superiores, quien destacó como éstas no responden a la línea de la evolución biológica, sino que son el resultado de la asimilación de los productos de la cultura, lo que se da sólo a partir del contacto entre los hombres. En este sentido es de destacar también la idea de L.S.Vigotsky acerca del origen interpsicológico de todo lo psíquico, es decir como cada función psíquica y la personalidad en general se genera como procesos ínter-psicológicos para luego interiorizarse.

Durante el proceso de comunicación, los sujetos involucrados se influyen mutuamente, es decir, interactúan sus subjetividades a través de los procesos de externalización e internalización. Unido a esto, se produce una redefinición y configuración de la subjetividad, donde la realidad llega a través del otro.

La comunicación debe estudiarse como un proceso multidimensional y polifuncional. En correspondencia con esta premisa Lomov plantea la necesidad de abordarla desde tres niveles de análisis con relación a su estructura: Macronivel, Mesonivel, Micronivel.

 Independientemente del valor implícito de los estudios de Lomov acerca de los 3 niveles de análisis en la estructura a los que se ha hecho referencia, concuerdo con lo planteado por Andreieva, G. M. (1984, p-85) a este respecto cuando aborda 3 elementos entrelazados indisolublemente:

•Aspecto comunicativo: que no es más que el intercambio de información, ideas, criterios entre los participantes en la comunicación.
•Aspecto interactivo: que se refiere al intercambio de ayuda, cooperación en la comunicación, de acciones de planificación de la actividad.
•Aspecto perceptivo: que está referido al proceso de percepción de los comunicadores, a cómo se perciben ambos en el proceso de comunicación, de lo cual dependerá la comprensión y la efectividad en el intercambio comunicativo.

 Estos tres aspectos a su vez se identifican con tres funciones fundamentales de la comunicación que son:

•Función informativa: que comprende el proceso de transmisión y recepción de la información, pero viéndolo como un proceso de interrelación. A través de ella el individuo se apropia de experiencia histórico-social de la humanidad.
•Función afectivo-valorativa: que es muy importante en el marco de la estabilidad emocional de los sujetos y su realización personal. A través de esta función el hombre se forma una imagen de sí y de los demás.
•Función reguladora: mediante la cual se logra la retroalimentación que tiene lugar en todo el proceso comunicativo, que sirve para que cada participante conozca el efecto que ocasiona su mensaje y para que pueda evaluarse a sí mismo.

Las formas y el contenido de la comunicación se determinan por las funciones sociales de las personas que entran en ella, por su posición en el sistema de las relaciones sociales y por su pertenencia a una u otra comunidad o grupo; se regulan por los factores relacionados con la producción, el intercambio y el consumo, así como por las tradiciones, normas morales, jurídicas e institucionales y servicios sociales.

Debido a que el proceso de comunicación, es el que permite que las personas se relacionen, se vinculen a través de las diferentes actividades y esferas que engloban la vida cotidiana, resulta necesario prestarle especial atención al cómo desarrollar habilidades que potencien esta capacidad humana.

Tendríamos que partir para ello, de cuáles serían las condiciones, entorno a dicho proceso, que faciliten y propicien su efectividad. En primer lugar, quisiera referirme a la necesidad de crear un clima psicológico favorable, de seguridad, confianza, positividad, empatía, entre otros factores. Cuando hablo de la creación de clima, es preciso orientarse en el otro comprendiéndolo y mostrando dicha comprensión, ponerse en su lugar y aceptarlo, mostrarse sincero, permitir una total expresión sin ofensas ni agresividad. En esencia es estimar al otro, respetar su derecho a expresar sus sentimientos.

Resulta imprescindible también como otro elemento esencial de la comunicación interpersonal la capacidad y habilidades de escucha adecuadamente desarrolladas en los participantes del proceso comunicativo.

La posibilidad de un verdadero diálogo, aprendizaje y cambio depende de que exista una alta capacidad de aportar datos para afirmar lo que se piensa, con una alta capacidad igualmente elevada para estar dispuestos a escuchar a continuación, y llegar a modificar cualquier idea que sea necesaria.

El saber escuchar es una habilidad que reporta sustanciales recompensas: aumento en la producción y la comprensión, renovada capacidad de trabajo y aumento de la eficacia, reducción de la pérdida de tiempo y de materiales. Al tomar mayor conciencia sobre el proceso de escucha, el individuo se vuelve más confiable y logra entablar buenas relaciones, al tiempo que aprende a reconocer el verdadero propósito que subyace en los mensajes de los demás.

La asertividad, es una habilidad fundamental para el establecimiento de las relaciones interpersonales. Cuando hablamos de aprender a ser asertivos, me refiero a promover el desarrollo de las habilidades que nos permitirán ser personas directas, honestas y expresivas en nuestras comunicaciones; además de ser seguras, auto-respetarnos y tener la habilidad para hacer sentir valiosos a los demás. Hay un elemento aquí que no puede faltar, siempre debe procurar encontrar una solución "Ganar - Ganar", o sea, debe dirigir el acto comunicativo en un sentido que beneficie a los participantes del mismo.

Según Predvechni (1986), no solo estos elementos son necesarios; sino que también la persona debe planificar el lenguaje, el contenido, los medios para trasmitirlo y saber retroalimentarse. Otro autor, Bert Decker (1981), destaca cuestiones referentes a la voz, postura, etc.

La naturalidad es una estrategia de gran valor, debido a que este es un recurso que permite causar impresiones o enfatizar algo, de forma que sea asumido por el interlocutor como verdadero, auténtico.

Existen opiniones categóricas como la de Hernández Aristu (1992) cuando plantea: “Todo acto comunicativo, si es auténtico, implica un proceso sincrónico de desenmascaramiento, de desvelamiento de la realidad objetiva, normativa, intersubjetiva y lingüística. Al mismo tiempo supone un liberarse de presiones externas que surgen de relaciones de poder y dominio, de intereses institucionales, personales, explícitos o encubiertos. Así mismo supone una liberación de presiones, automatismos internos, miedos, inhibiciones, etc.".

El acto comunicativo es fruto del consenso intersubjetivo, de la simetría de la relación entre los interlocutores, en la que la fuerza, si existe, no es otra que la del discurso racional. Estos actos comunicativos son por tanto actos de emancipación (Hernández Aristu, 1992).

La relación recíproca de las partes con respecto al objeto del diálogo, sólo puede ser efectiva a los efectos de la solución de problemas cuando la situación se estructura como un proceso cooperativo, en la que la actitud favorable al propósito de alcanzar un objetivo común posibilita una relación positiva de las partes, a la vez que es una condición para que la contradicción en el plano del objeto de la conversación pueda ser resuelta de manera conjunta. Estas estrategias comunicativas, tienen de base una posición cooperativa y que orientan el acto de comunicarse hacia la expresión y entendimiento mutuos para la búsqueda de soluciones conjuntas, de las tareas que dieron lugar el establecimiento de la comunicación. Mediante las mismas se logra un avance en el proceso comunicativo, tanto subjetivo como objetivo, que es experimentado por ambos participantes. Cuando una persona se dirige a otra a través del lenguaje buscando un entendimiento mutuo y una comunicación efectiva, se presupone recíprocamente, que lo que cada una dice:

1.Responde a la realidad; es verdadera.
2.Que lo que dicen se ajusta a unas normas sociales y están justificadas, es decir, que lo que dicen está justificado.
3.Que al hablar lo hacen con sinceridad y veracidad, que no pretenden engañar.
4.Que lo que dicen es comprensible, inteligible para ambos.

Hasta aquí, me he referido a las condiciones y habilidades necesarias para un proceso de comunicación efectivo; pero hay que reconocer que no siempre ocurre de esta manera. Y, lamentablemente, el fenómeno conocido como “barreras comunicativas” , no solo median las relaciones interpersonales, sino que en muchos casos, determinan el carácter y curso de las mismas.

Varios autores coinciden en clasificar las barreras en dos grandes grupos o niveles: las primeras, a nivel sociológico, tienen su base en causas sociales objetivas, por la pertenencia de los participantes a distintos grupos sociales, lo que origina concepciones filosóficas, ideológicas, religiosas, culturales, distintas que provocan la falta de una concepción única de la situación de comunicación. Las segundas, a nivel psicológico, surgen como consecuencia de las particularidades psicológicas de los que se comunican (carácter, temperamento, intereses, dominio de las habilidades comunicativas) o a causa de las particularidades psicológicas que se han formado entre los miembros (hostilidad, desconfianza, rivalidad) que pueden haber surgido no sólo por la combinación de las características personológicas de cada uno sino también por factores circunstanciales que los han ubicado en posiciones contradictorias o rivalizantes según la situación en que se encuentran (guerras, lucha de contrarios por un objeto o sujeto en la que la ganancia de uno signifique la pérdida del otro) (Darcout, A., 1993). Otros autores las clasifican en: materiales, cognoscitivas y socio-psicológicas. Las materiales se dan cuando la comunicación es global, masiva o va dirigida, al menos a un número considerable de personas; ocurren ante la carencia objetiva de recursos o bienes de comunicación y son definitorias en la transmisión de los mensajes (medios masivos de comunicación: televisión, radio, prensa; micrófonos, altoparlante). Pero estas barreras son fácilmente detectables y por tanto su eliminación no constituye un problema insoluble. Las cognoscitivas son más complejas y se refieren al nivel de conocimientos que tiene el que escucha sobre lo que pretendemos comunicar. Finalmente las socio-psicológicas, son las más difíciles de vencer y están determinadas por el esquema referencial del sujeto; algunas ideas no resultan válidas o se oponen directa o indirectamente a lo que tiene aceptado el que recibe la información por lo que estas ideas bloquean cualquier nivel comunicativo.

Rogers, C. plantea que la mayor barrera que se opone a la intercomunicación es nuestra tendencia natural a juzgar, evaluar, aprobar (o desaprobar) los juicios de otras personas (Almenares, M., 1993). La clasificación más ampliamente difundida es la que establece:

A. Barreras físicas: Inferencias de la comunicación que se presentan en el ambiente en que dicha comunicación tiene lugar. Una típica barrera física es la distracción por un tipo de ruido que obstruye significativamente la voz del mensaje, otros pueden ser las que median entre las personas (distancias, paredes, objetos que dificulten el contacto visual).

B.Barreras semánticas: Estas surgen de las limitaciones en los símbolos con los que nos comunicamos generalmente los símbolos tienen como variedad escoger entre muchos, en ocasiones elegimos el significado equivocado y se produce la mala comunicación.

C.Barreras personales: Son inferencias de la comunicación que surgen de las emociones humanas, los valores y los malos hábitos de escucha. Se presentan comúnmente en las situaciones de trabajo. Todos hemos experimentado la forma en que nuestros sentimientos personales pueden limitar nuestra comunicación con otras personas, estas situaciones ocurren en el trabajo, tanto como en nuestra vida privada.

Para hacer una definición acertada de este fenómeno, denominaría estrategia restrictiva de la comunicación a la forma consciente de dirigir y conducir el acto comunicativo en sentido negativo, entorpeciendo y obstaculizando el proceso de entendimiento mutuo y la búsqueda de soluciones conjuntas entre las partes de la comunicación. Estas versan sobre posiciones no cooperativas en las que predomina la orientación en sí mismo por encima de la tarea y del otro, y cuyos fines se dirigen a prevalecer en la relación a toda costa.

Hay personas egocéntricas que tienden a hablar solo de sí mismas, por lo cual les es imposible comprender al otro, ni siquiera le deja expresarse. Otros, por el contrario, permanecen tan callados que se mantienen al margen de la comunicación.

Utilizar el humorismo con demasiada frecuencia, puede hacer que el interlocutor considere que desvaloriza lo que él le está diciendo, generando malestar y constituyendo una verdadera barrera comunicativa.

También actitudes de superioridad, cargadas de mímicas y otras señales extraverbales, impide que los participantes del proceso se sientan en igualdad colaborativa y que puedan intercambiar en beneficio del otro.

La prisa, la falta de atención, de consideración, hacen que la persona preste escaso interés para el que habla, restándole importancia e interés a lo que expresa. Evidentemente, no es efectivo el proceso de comunicación en ninguno de estos casos.

Asimismo, no puedo dejar de mencionar las actitudes rígidas como grandes barreras en la comunicación, debido a que las opiniones propias, en este caso, serían las únicas justas e indiscutibles, impidiendo y obstaculizando el intercambio, la comprensión; en fin, la interacción.

Partiendo de la idea de que no sólo es importante poseer habilidades comunicativas, sino conocer cuáles son las barreras debido al frecuente uso que hacemos de ellas, sus consecuencias que verdaderamente impiden lograr intercambios positivos, desarrolladores para las personas implicadas en el proceso; y que, además, son repetidas una y otra vez automatizándose en nuestra conducta diaria. Por lo que, le sugiero en este momento, que reflexione en las ideas aquí expuestas, y que se ejercite en función de lograr ser un buen comunicador, en beneficio suyo y de aquellos que le rodean en su vida cotidiana.


Por: Yaima Aguila Ribalta (Facultad de Psicología  - UCLV, Cuba)


FUENTE:
Comunicación en la Vida Cotidiana






El Valor que se le Concede o se le Niega al Arte



Introducen en ARCO  un cuadro pintado por niños de 2 años y la gente opina sobre la angustia existencial del autor, de su carga sexual, que es la maniferstación de un hombre ha que vivido mucho....¡No os lo perdáis!






Sin embargo, no se sabe apreciar el verdadero arte de Joshua Bell cuando interpreta diferentes obras magistrales con su Stradivarius de 1813 en el metro de Washigton.

Me pregunto ¿Cuál es nuestro concepto de arte, belleza y cultura? Cierto que todas las artes son muy subjetivas, pero ignorar a un artsta de la talla de Bel y concecer el valor de 15.000 euros a un cuadro pintado por niños de 2 años... me hace dudar mucho sobre nuestros criterios y me reafirma sobre mi creencia de los prejuicios y el falso valor que se le da a un "supuesto" artistia por exponer en una obra en una exposición tan prestigiosa como "ARCO".

En fin... lo dejo a vuestro librer critero.

Ó AnA Molina (Administrador del blog)




Virtuoso Violinista, Mundialmente Reconocido, Ignorado al Tocar en el Metro de Washington


Joshua Bell Interpretando su Stradivarius de 1713


La historia transcurrió como se narra:


Joshua Bell interpretando en la estación de metro de L'Enfant Plaza
de Washington DC mietras es ignorado por la muchdumbre


Joshua Bell interpretando en la estación de
metro de L'Enfant Plaza de Washington
DC mietras es ignorado por la muchdumbre
Un músico mundialmente famoso, reconocido como uno de los grandes prestigiosos del violín, vestido con vaqueros, una camiseta sencilla y una gorra, se dirigió en la fría mañana del 12 de enero de 2007 a las 07.51 h. de la mañana a la estación de L'Enfant Plaza, epicentro del Washington DC, como si se tratase de un músico callejero más (en la imagen se le puede apreciar al fondo a la izquierda de la estación y también en segunda fila interpretando su violín). El artista y ex niño prodigio comenzó su recital de aproximadamente 45 minutos de duración, emitiendo magia de su Stradivarius de 1713 - valorado en 3,5 millone de dolares - seis melodías de diversos compositores clásicos (El violinista comenzó con la interpretación de "La Chacona de La Partita número 2 en Re menor" de Johann Sebastian Bach y siguió con piezas como el "Ave María", de Schubert, o la "Estrellita", de Manuel Ponce) ante más de 1.100 personas que pasaron delante de él durante su actuación, centenares de personas que caminaban por la estación cuyo objetivo era llegar puntualmente a sus puestos de trabajo.

Stradivarius de 1713 de Joshua Bell
valorado en más de 3,5 millones de dólares

Pasados tres minutos, un hombre de mediana edad reparó en el músico, aminoró el paso y se detuvo por unos segundos, pero luego se apresuró a cumplir con su horario.

Un minuto más tarde, el violinista recibió su primer dólar de propina procedente de una mujer que arrojó el dinero sobre la caja sin detener su paso y siguió caminando.

Minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared para escucharle, pero el hombre miró su reloj y retomó su camino, pues era evidente que se le hacia tarde para llegar a su puesto de trabajo.

Quien prestó más atención fue un niño de 3 años. Su madre continuaba caminando mientras le marcaba el paso al pequeño. Se apresuro, pero el niño se detuvo ante el violinista. Por último, la madre, ya impaciente, estiró del niño para instarle a continuar caminando,. sin embargo, el niño no dejo de volver la cabeza para seguir pudiendo contemplar al violinista. Esta situación se repitió en varas ocasiones, siempre con niños, cuyos padres, sin excepción alguna, forzaron a sus hijos a continuar caminando e ignorando la músico, a quien sin duda tomaban por un mendigo.

En los 45 minutos que el músico permaneció con su interpretación, sólo 6 personas se detuvieron, permanecieron por un tiempo escuchando al violinista. Al rededor de 20 personas le ofrecieron dinero, pero siguieron caminando a su ritmo normal.

Cuando terminó su interpretación y recogió su violín, el silencio se hizo, pero nadie se percató de la ausencia de su música, nadie aplaudió, ni recibió ningún reconocimiento por su excelente interpretación.

Durante los 45 minutos que duró su representación, nadie lo sabía, pero el violinista era nada menos que Joshua Bell, uno de los músicos con más talento y con mejor reconocimiento a nivel internacional.

Joshua Bell había interpretado él sólo una de las tres piezas más complejas jamás compuestas y las había interpretado con su violín valorado en más 3,5 millones de dólares.

Dos días antes de su interpretación en el metro, Joshua Bell agotó las entradas en un teatro de Boston, donde las localidades tenían un valor promedio de 100 dólares cada una.

El violinista estadounidense Joshua Bell pudo comprobar que, pese a tocar magistralmente, si es en el metro de Washington, los pasajeros pasan de largo y no aprecian su virtuosismo.

El experimento, planificado por el diario estadounidente "The Washington Post"  fue publicado en su dominical y consistía en observar la reacción de la gente ante la música tocada por Bell, uno de los mejores violinistas del mundo, que aceptó la propuesta de actuar de incógnito en el subterráneo estadounidense.

De hecho, pasaron tres minutos y 63 personas hasta que alguien se cercioró de que, efectivamente, una melodía sonaba en el subterráneo. Un hombre de mediana edad fue el primero en apartar la vista del suelo, aunque fuera por un segundo, para dirigirla hacia Bell. Treinta segundos después llegó el primer dólar y a los seis minutos alguien decidió pararse por un momento para apoyarse en una de las paredes de la estación y disfrutar de la música. En total, fueron siete los individuos que detuvieron su marcha para escucharle, mientras 27 decidieron contribuir a la "causa". Aunque sólo lo reconoció una mujer que había estado en uno de sus conciertos, en general quienes se pararon a escucharle percibieron que el artista no era un pedigüeño cualquiera.

"Era un violinista soberbio, nunca he oído nada así. Dominaba la técnica, su fraseo era buenísimo. Y su cacharro era bueno, también, el sonido era amplio, rico", describió John Piccarello, un supervisor postal que en su día estudió violín. Otro pasajero que se detuvo a oír al virtuoso fue John David Motensen, funcionario del Departamento de Energía, que sin los conocimientos de Piccarello sí explicó al Post que la música de Bell le hacía "sentir en paz".

Se trataba de una historia real promovida por el diario estadounidense como parte de un experimento social cuya finalidad era calibrar, más o menos, el gusto artístico del ciudadano medio de la capital del imperio, y por extensión, el del americano “tipo medio", sobre la percepción y las prioridades de la gente. En líneas generales, el planteamiento general se basaba en que, en un entorno común, en una hora inapropiada, en un lugar donde abundan los músicos callejeros que mendigan unas propinas, mientras son ignorados por los caminantes, no somos capaces de percibir la belleza, no la entendemos, ni nos detenemos a apreciarla, no somos capaces de reconocer el talento, máxime si se trata de un contexto inesperado. Para llevar a buen término su experimento, convencieron a uno de los más grandes y prestigiosos violinistas del mundo en la actualidad, Joshua Bell, para que, vestido con vaqueros, una camiseta sencilla y llevando consigo, eso sí, su violín de 3 millones de euros, descendiese a primera hora de la mañana hasta uno de los andenes de una estación del metro, y tocase con su carísimo instrumento seis piezas magistrales.

La pregunta que lanzó el rotativo era la siguiente: ¿Sería capaz la belleza de llamar la atención en un contexto banal y en un momento inapropiado?

Joshua Bell
Interpretando su Stradivarios de 1713
El violinista (nacido en Indiana en 1967) recaudó en su estuche 32 dólares y 17 céntimos -donados a la beneficencia-. La cifra es está muy lejos de los 100 dólares que los amantes de su música pagaron tres días antes por asientos decentes (no los mejores) en el Boston Symphony Hall, un promedio de 100 dólares por localidad y el teatro registró un lleno completo.

En cambio, en L'Enfant Plaza, alejado de las campañas de promoción de su arte, fuera de los grandes escenarios y con la única compañía de su violín, a Bell sólo lo reconoció una persona y muy pocas más se detuvieron siquiera unos momentos a escucharle.




Leonard Slatkin, director de la Orquesta Sinfónica Nacional de Estados Unidos, dijo al Post que calculaba que "entre 75 y 100 personas se pararían y pasarían un rato escuchando" al artista, aunque nadie cayera en la cuenta de su identidad a primera vista.

Joshua Bell en concierto
Los promotores de la idea querían averiguar si los usuarios del metro sabían distinguir el sonido de un concertista de violín de calidad excepcional del de un sencillo músico callejero y hacer del resultado una piedra de toque de cómo está calibrada la sensibilidad artística del ciudadano común. El resultado fue que durante los poco más de cuarenta minutos que Joshua Bell tocó la variedad de piezas, sólo obtuvo unas cuantas monedas de limosna y sólo unos pocos usuarios del metro, que podían contarse casi con los dedos de las manos, se detuvieron algunos minutos a escuchar con atención al músico de excepción. El resto de los ciudadanos que a esa hora deambulaban sus prisas y preocupaciones por los pasillos del metro, pasaron al lado del violinista dirigiéndose a sus quehaceres cotidianos con la velocidad de siempre, sin prestar ni un segundo de especial atención a la música que salía de un violín de 3 millones de euros tocado por un instrumentista que llena, en todo el mundo, salas de concierto costando decenas de dólares las entradas más baratas. Al parecer sólo una mujer llegó no sólo a interesarse de veras por la calidad de la música que podía escuchar gratis en los túneles del metro, sino que incluso reconoció al intérprete y le dijo que ya le había escuchado en la Biblioteca del Congreso, y que recordaba aquel concierto como maravilloso.

Los resultados del experimento están ahí, pueden incluso contemplarse y escucharse, pues están grabados en video. Podría asegurar que cualquier aficionado distingue sin dificultad la calidad inusual de la ejecución.

El redactor del Post, Gene Weingarten, que ideó el experimento, afirmó durante una charla con los lectores del diario que retrasó la publicación del artículo debido al premio 'Avery Fisher', el más importante de la música clásica, que recibiría el artista al día siguiente.

Pero una vez realizado el experimento y sabidos los resultados, lo interesante es conocer qué conclusiones se han sacado. Para unos ésta es una demostración palpable más de la ignorancia del ciudadano común, alguien a quien se le puede dar gato por liebre con extrema facilidad, alguien que sólo presta ya atención a los asuntos convenientemente publicitados y avalados por criterios de autoridad que no cuestiona, sobre los que no ejerce la crítica. Otros opinan que de realizarse la prueba en cualquier metro europeo, los resultados serían distintos, achacando a la casi congénita estupidez del ciudadano norteamericano el lamentable resultado de la prueba. Otros, sin embargo, creen que el experimento es inútil e inservible, pues la inmensa mayoría de los ciudadanos que utilizan el metro de las grandes ciudades, van por los túneles sin prestar atención a lo que sucede a su alrededor, concentrados en sus pensamientos, sus horarios, sus obligaciones, etc., hartos de músicos, mimos, vendedores, acróbatas, locos, oradores y demás personajes que pretenden ganarse la vida de estos modos, personajes que pueblan ese universo subterráneo o, si no están hartos, al menos, sí están completamente acostumbrados a ellos, tanto, que no se les presta ninguna atención, incluso a quien se teme como medida de autoprotección.

Otra de las posibles conclusiones de la experiencia podría ser: Si no tenemos un momento para detenernos y escuchar a uno de los mejores músicos del mundo interpretando la mejor música jamás escrita ¿Cuántas otras cosas maravillosas nos estamos perdiendo por no prestarles la atención necesaria?

No soy una gran conocedora de la música, pero sí considero que todos tenemos suficiente "oído" como distinguir perfectamente y sin dificultad la ejecución de un gran músico de aquella de uno normal y más si se trata de la de un mal aficionado. Es fácilmente distinguible también una buena voz de una mediocre, una sinfonía interpretada de manera rutinaria, de una interpretada por una gran orquesta bien dirigida. Pero también sé que mañana mismo, si me hallase en un metro cualquiera de los que he conocido, internacionalmente (Madrid, Barcelona, París, Londres, Budapest, Lisboa, Roma...)  es muy probable que no me detuviese a escuchar ni a Caruso ni a Callas resucitados, no le prestaría especial atención a Rostropovich tocando el violonchelo, no reconocería a Scarlett Johansson caminando a dos pasos de mí, y pensaría que el mismísimo Napoleón sentado en el asiento de al lado es un pobre diablo perturbado del que tan sólo espero no me dirija la palabra, ni perturbe la lectura del libro que tengo entre manos, a cuyo autor miraría con cierto desdén inhumano si quisiera pararme para preguntarme algo, y al que casi escupiría un ¡lo siento, tengo prisa! Signo terrible y quizá miserable de estos tiempos, pero signo al fin y al cabo, nada más y nada menos que muestra nuestra deshumanización e ignorancia hacia quienes nos rodean, la desatención con la que caminamos por la vida sin percibir los más pequeños y bellos matices que la llenan de plenitud, la terrible aceleración de nuestra cotidianeidad que nos impide pararnos a recrear nuestros oídos escuchando a Bach o a Schubert, contemplando un pintor digno de ser discípulo de Picasso, ni tan siguiera contemplar la belleza ingenua de una florecilla silvestre, el azul de un cielo despejado, la sonrisa de un niño jugando o el dolor de alguien que ha resultado agredido o ha enfermado en la calle sin recibir ayuda por parte de nadie, por nuestros prejuicios al pensar que se trata de un "miserable vagabundo" o por el temor a resultar agredidos nosotros también y nos defendemos escondiéndonos de las circunstancia vitales que nos rodean y que nos resultan ajenas. Vivimos en un mundo tan extremadamente individualista que sólo reparamos y damos importancia a aquello que nos sucede a nosotros personal y exclusivamente.

En conclusión, según el Post, los ciudadanos de Washington hicieron bueno el refrán que defiende que "la belleza se encuentra en el ojo de quien mira". Y en el oído de quien escucha, al parecer. El hábito no hará al monje -o el Boston Simphony Hall al violinista-, pero bien que le ayuda.





Fuentes: