sábado, 26 de diciembre de 2009

Reiki: El poder de la energía del Todo

ENFOQUE CIENTÍFICO Y FILOSÓFICO
A medida que la ciencia avanza en relación al conocimiento y funcionamiento de nuestro cuerpo físico, más necesario se hace replantearse y estudiar al hombre como un todo. La cultura occidental está basada en una concepción newtoniana-cartesiana, que apuesta por el estudio de las partes para llegar al todo. Esta concepción se encuentra hoy muy cuestionada; la propia Física Cuántica, a través de investigaciones sobre el átomo, demuestra que, en el nivel más ínfimo, la materia es al mismo tiempo energía, únicamente varía su nivel de vibración. En el ser humano, la “dis-armonía” de las vibraciones energéticas provoca un estado de desequilibrio que se traduce en enfermedad ya sea física, mental o emocional.

Esa visión del mundo, nueva en Occidente, pero antiquísima en Oriente, propone que todo lo que existe es energía. La energía es la realidad básica que se condensa, se equilibra y forma la materia. Sin embargo, existen técnicas milenarias que parten de los orígenes de la medicina tradicional china, tibetana e india, e incluso de alquimistas medievales, que nos enseñan que la materia, efectivamente, se transforma y puede ser moldeada con la intervención de una energía mayor.

Los científicos modernos han analizado el mundo con un grado increíble de sofisticación. El mundo material está dividido en partículas cada vez más pequeñas, encontrando, al final, ondas de energía o “cuantos”. Así se llega a la conclusión de que la energía precede a la materia, al igual que las emociones y pensamientos preceden a la acción.

Con la Teoría de la Relatividad (E = mc2), Albert Einstein demostró científicamente que materia y energía son intercambiables, de modo que se puede transformar la energía en materia y viceversa (principio empleado en el desarrollo de la bomba atómica), ya que son dimensiones de una misma realidad y esto incluye al ser humano.

La energía es tan sólo eso, energía, lo cual quiere decir que no está polarizada y, por tanto, no existe energía positiva o negativa; únicamente hay energía que puede estar bien o mal dirigida. En una persona sana, la energía atraviesa libremente nuestro cuerpo físico, fluyendo por caminos energéticos, a la vez que rodea el cuerpo material en lo que se denomina “aura”, o campo energético observable en imágenes tomadas con la, científicamente controvertida, cámara Kirlian.


HISTORIA Y ORÍGENES
El conocimiento de esta energía es una técnica milenaria tratada de manera semejante en diferentes culturas: el “ruach” hebreo, el “prana” hindú, el “mana” kauna, la “bioplasmática” rusa o el “chi” de los chinos, también es conocida como “orenda” por los indios iroqueses americanos y como “baraca” por los países islámicos. Sin embargo, el “redescubridor” del Reiki fue el japonés Mikao Usui, cuando, hacia 1914 y tras muchos años de investigación buscando un modo de conectar con la energía sin pasarse años de ejercicios y entrenamiento, se sentó a meditar en el monte Kurama de Kioto, allí, en el curso de una meditación, encontró la capacidad para canalizar la energía vital universal que postula la tradición oriental. Usui denominó “Reiki” al sistema de sanación natural que comenzó a divulgar basado en utilizar esa energía para armonizar y favorecer la salud de sí mismo y de otros.


DESCRIPCIÓN Y CARACTERÍSTICAS
Reiki” es una palabra japonesa que significa energía vital universal; en la actualidad, esa palabra se está utilizando para identificar el Sistema Usui de Curación Natural (Usui Shiki Ryoho), nombre dado en homenaje a su “redescubridor”.

Rei” significa universal y se refiere a la parte espiritual, a la esencia energética cósmica, que penetra todas las cosas y circunda todos los lugares.

Ki” es la energía vital individual que rodea nuestros cuerpos, manteniéndolos vivos, y está presente, fluyendo, en todos los organismos vivos; cuando la energía Ki sale de un cuerpo, ese cuerpo deja de tener vida.

El Reiki es un proceso de encuentro de esas dos energías: la universal (“Rei”) con nuestra porción física (“Ki”), y ocurre después de que la persona es sometida a un proceso de sintonización en el método.

Cuando se bloquea esa energía por excesos físicos, emocionales, mentales y/ o espirituales, se producen liberaciones de energía anormales que alteran su flujo vital natural, interrumpiendo su libre circulación mediante la generación de “nudos o bloqueos energéticos” que provocan una disfunción en el organismo causante de la enfermedad y el malestar psicológico.

De acuerdo al sistema de pensamiento oriental, este tratamiento utiliza la energía de la cual está constituido el Universo, o lo que es lo mismo, la totalidad, y considera a la persona de forma holística, en todos en sus posibles planos. Al hacer uso de la energía Reiki estamos aplicando “energía-luz”, tratamos de recuperar y mantener la salud (física, mental, emocional y espiritual); ayudamos al cuerpo en su capacidad natural de sanarse, aportándole vitalidad para reestablecer su equilibrio integral. Por tanto, podría definirse como un método natural para equilibrar, restaurar, perfeccionar y curar los cuerpos, creando un estado de armonía del ser.

Esa energía original, de todo y de todos los seres, la captamos y canalizamos tras la sintonización y activación de los centros energéticos, denominados “chakras”, localizados entre la base de la columna y la parte superior de la cabeza. Después de la sintonización, pasamos a ser canales de esta energía cósmica, pudiendo dirigirla a, través de nuestro componente físico, a todos los meridianos de la acupuntura y a los centros energéticos, distribuyéndola por todo el cuerpo, nutriendo nuestros órganos y células y regulando las funciones vitales, con el objeto de poder devolver a la totalidad de la persona a un estado natural y deseable de bienestar, plenitud, armonía y equilibrio, sin considerar tan sólo la supresión de patologías físicas. Luego, es una técnica de transferencia de fuerza vital por imposición de las manos donde éstas emiten vibraciones que disuelven los nudos perjudiciales.


CREDIBILIDAD, LEGITIMIDAD Y FIABILIDAD
Aunque pueda parecerlo a simple vista, no se trata de un procedimiento mágico, sobrenatural, paranormal, esotérico, ni nada que se le asemeje, como tampoco se relaciona con métodos de simple curanderismo ancestral, sino que se sustenta en los principios de la Física Cuántica. No se basa en poli o monoteísmos, ya que no es un sistema religioso o filosófico que proponga restricciones, tabúes o condicionamientos de ninguna clase. Del mismo modo, no utiliza rituales, talismanes, rezos, mentalizaciones, visualizaciones, fe u objeto alguno para su aplicación práctica, toda vez que es independiente y compatible con cualquier creencia o ideología.

El arte de colocar las manos sobre un cuerpo humano o animal, para reconfortar y disminuir los dolores es un antiguo instinto humano; cuando sentimos dolor, lo primero que hacemos es colocarlas automática e intuitivamente sobre la zona afectada. El contacto distribuye calor, serenidad y curación, algo semejante a lo que sucede cuando un animal lame una herida ya que está actuando bajo los mismos instintos que el ser humano: limpieza, protección, alivio del dolor y recuperación de un punto dañado.

En Tíbet existen registros que hablan de técnicas de curación por medio de las manos desde hace más de ocho mil años que se extendieron, entre otros países, por Grecia, Egipto e India, a pesar de que la técnica permaneció perdida durante los últimos dos milenios. Igualmente, hay hechos que indican que Jesús practicó el Reiki en Egipto con mucho éxito y de cómo les decía a sus apóstoles “curad a los que estén enfermos”. En las escrituras de los Sutras también se le atribuyen a Buda curaciones de ciegos y de enfermedades como la tuberculosis y la lepra haciendo uso de una energía sumamente poderosa capaz de conducir a la sanación. Hasta hoy día, algunos sacerdotes católicos conservan técnicas de imposición de manos.


RECONOCIMIENTO DE LA COMUNIDAD MÉDICA OCCIDENTAL
El Reiki empieza a contar con el reconocimiento positivo de la medicina convencional, entre los que ya se encuentran un número importante de profesionales médicos que lo practican y recomiendan a sus pacientes con el fin de canalizar la energía curativa para complementar los tratamientos habituales. De hecho, su práctica ya está incorporada al contexto de las prácticas terapéuticas alternativas reconocidas y recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.), hasta el punto que ya existen multitud de hospitales donde se aplica, incluso que cuentan con terapeutas en sus plantillas, entre los que se pueden mencionar:

  • Hospital 12 de Octubre (Madrid, España).
  • Hospital Ramón y Cajal (Madrid, España).
  • Clínica Anderson (Houston, EE.UU.).
  • Middlesex Hospital (Reino Unido).
  • Continuum Group (y hospitales en New York, EE.UU.).
  • Hartford Hospital (New England, EE.UU.).
  • ... ... ...

 PRÁCTICA DE LA TÉCNICA

Todos tenemos la energía Reiki a nuestra disposición y podemos utilizarla para ayudarnos a nosotros mismos y a los demás. No se requiere ninguna condición física, mental o espiritual para usarla; cualquiera puede ser un canal de Reiki sin exclusión de ningún tipo, como por ejemplo por condición de edad o estado de salud, puesto que también lo pueden practicar niños, ancianos o enfermos. Simplemente basta con “activarla” mediante sintonizaciones. Sin embargo, no puede aplicarse automáticamente por medio del auto-aprendizaje, dado que requiere de la capacitación por parte de un maestro debidamente acreditado, de lo contrario no se estará utilizando debidamente y sí comprometiendo la propia energía con resultados perjudiciales para la salud. Tras la conveniente preparación, se está en condiciones de aplicarla inmediatamente en el tratamiento con uno mismo, con otras personas, animales y plantas de forma indefinida, aunque se deje de practicar durante un largo período de tiempo, ya que esta energía es universal y por tanto no queda obsoleta, como tampoco queda la preparación.



La energía no puede ser manipulada, el practicante, simplemente, coloca sus manos y comienza a fluir en la intensidad y en la calidad determinada inconscientemente por quien la recibe, sin necesidad de que la persona receptora se desnude, pues la energía penetra a través de cualquier cosa. No desgasta, ni cansa en ningún sentido, porque no utiliza la energía vital propia de los participantes (“sanador” y “paciente”), sino la energía ilimitada del Universo que entra por la cabeza (séptimo chakra), pasa por los centros energéticos superiores, descendiendo por los brazos y las manos, hasta llegar al receptor. Parte de esta energía queda en el cuerpo del practicante, contribuyendo a su propio bienestar. El “reikista”, mero canal de transmisión, se limita a dirigir la energía y el proveedor (el Cosmos) la entrega de forma ilimitada. Con la práctica habitual, el nivel energético aumenta considerablemente y hace que la energía entre con mayor fuerza y fluidez.


EFECTIVIDAD
Es una energía semejante a las ondas radiofónicas, por lo que puede ser aplicada con eficacia, tanto localmente como a distancia; a diferencia de la electricidad, que puede producir cortocircuitos, el Reiki no destruye los nervios ni los tejidos más frágiles. Nunca es perjudicial, ni puede hacer daño; es segura, eficiente e inofensiva, sin efectos secundarios negativos y, como ya se ha dicho, es compatible con cualquier otro tipo de terapia o tratamiento médico. Aun así es posible que no seamos conscientes del plano en que está trabajando y los resultados no coincidan con nuestras expectativas iniciales.

La confirmación de la efectividad del tratamiento y del fluir energético, se puede percibir con diferentes sensaciones físicas, normalmente en las manos y en la cabeza. Ejemplo de las más habituales en el practicante son calor o frío, picor u hormigueo, que algo fluye por estas zonas. Simultáneamente, el receptor, puede tener sensaciones parecidas y puede darse el caso inverso, es decir, si, por ejemplo, el practicante percibe calor, el receptor percibe frío.

Otro indicador de que la energía está trabajando son las llamadas “crisis curativas” equivalentes a un proceso de “desintoxicación” previa o empeoramientos momentáneos y temporales de los síntomas, pero esto no debe asustar o preocupar, ya que cederán rápidamente dando paso a los efectos curativos.


COMPETENCIAS RESPECTO A LA MEDICINA CONVENCIONAL OCCIDENTAL
El Reiki convive en armonía con la Medicina convencional, a la que nunca puede sustituir, ni a la inversa, ya que cada una actúa en campos diferentes de la misma persona. Ambas coexisten y se complementan con el objeto de mejorar la calidad de vida del ser humano.

La Medicina es la ciencia indicada para emitir diagnósticos, en consecuencia, aunque se utilice Reiki como método de curación, siempre hay que consultar al pertinente doctor en Medicina convencional occidental y seguir sus indicaciones, así como el tratamiento que éste considere adecuado, complementándolo con los beneficios del Reiki para agilizar la recuperación, o, al menos, aliviar los síntomas de la enfermedad.

De igual forma, la persona capacitada para dar Reiki, salvo que esté reconocido oficialmente como profesional de la medicina convencional, nunca debe interferir en las indicaciones médicas, ni sugerir tratamientos farmacológicos, ni hacer cambio alguno en medicamentos prescritos por un especialista. Siempre debe abstenerse de hacer cualquier tipo de diagnóstico o comentarios que puedan conjeturar sobre las supuestas afecciones de quien recibe las sesiones para no condicionarle en ningún aspecto y puesto que el reikista no está capacitado para tal propósito, sino que es un mero conductor de la energía universal.

Reiki es un camino de expresión del amor incondicional, amor a través de la energía universal. Primero hacia nosotros mismos como manifestaciones que somos de esa energía, facilitando nuestro propio desarrollo personal. Y amor hacia nuestro prójimo, cuando actuamos como canales de esa energía en su beneficio y sin interés propio, por lo que, considero, que no debe ser utilizado como medio lucrativo más allá del mero mantenimiento de las instalaciones y servicios de los centros donde se imparta, puesto que entonces existiría la intención del provecho personal y no la pura generosidad desinteresada.


BENEFICIOS Y EFECTOS CURATIVOS
Al equilibrar los siete centros de energía corporal, muestra numerosos beneficios que están avalados y confirmados por investigaciones científicas. De hecho, experimentos con “sanadores”, llevados a cabo en laboratorios utilizando las últimas tecnologías de medición, han comprobado y demostrado que su energía puede afectar sensiblemente a la materia en el ámbito de las partículas. Estas pruebas se han desarrollado con enzimas, hongos, células, plantas, animales y niños, además de con personas adultas, para descartar totalmente la posibilidad de que los cambios producidos se debieran al efecto placebo o a la fe.

De sus beneficios físicos se pueden destacar:


- Desaparición o alivio de tensiones musculares, dolores y molestias de cualquier tipo.
- Recuperación o mejoría de enfermedades, hasta de algunas crónicas.
- Reducción de efectos secundarios en tramientos como la quimioterapia.
- Fortalecimiento del sistema inmunológico haciéndonos más resistentes a las enfermedades.
- Equilibrio de las funciones metabólicas.
- Regulación de la presión arterial y del colesterol.
- Aceleración de la cicatrización de heridas y de tratamientos post-quirúrgicos.
- ... ... ...


En el aspecto “psíquico-emocional”, también repercute positivamente debido a que:


- Induce a un estado de relajación profunda, incluso al sueño, sin que esto afecta al resultado, sino que, por el contrario, lo favorece al proporcionar un buen descanso.
- Reduce el estrés y la ansiedad de forma notable, gracias al estado de relajación que se alcanza en el transcurso de las sesiones.
- Ayuda a mejorar y armonizar nuestro entorno y nuestra psico-afectividad.
- Libera emociones reprimidas y sentimientos de dolor ayudando a superar procesos de duelo.
- Aumenta el nivel de confianza y autoestima.
- Incrementa la creatividad.
- Mejora la capacidad de atención y concentración, reduciendo la dispersión mental.
- Genera sensación de paz, equilibrio y armonía expandiendo la conciencia y mejorando el auto-conocimiento y el enriquecimiento espiritual.
- ... ... ...


CONTRAINDICACIONES
A pesar de los múltiples beneficios que puede ofrecer, hay que tener en cuenta que esta desaconsejado en determinados casos. Estas son las contraindicaciones más destacadas:



- En personas con marcapasos, porque puede desequilibrar el ritmo del aparato al estar trabajando con energía electromagnética.
-Durante el transcurso de una intervención quirúrgica, puesto que puede acortar el efecto de la anestesia. Sin embargo, está muy indicado con anterioridad y posterioridad al tiempo de operación y estancia en quirófano.
-En roturas de huesos o separación de extremidades, directamente sobre la rotura o herida, hasta que un médico especialista haya colocado el hueso o cosido la extremidad. ESto se debe a que puede sellar las venas y los nervios tan rápidamente que luego resulte difícil unirlos. Se puede dar tratamiento en otros lugares del cuerpo, como en las suprarrenales para combatir la conmoción, pero no directamente sobre la rotura.


© AnA Molina (Administrador del blog).

Fuentes:
- Manual de Reiki de la Asociación de Servicio Reiki.
- De’Carli, Johnny. (1999). “Reiki Universal: Usui, Tibetano, Kahuna y Osho”. Ed. Edaf de Bolsillo.
- Moraga, Antonio. (2009). "Reikido". Ed. Edaf.


Los cinco principios del Reiki

Sólo por hoy...


1) ... No te preocupes.

2) ... No te irrites.

3) ... Agradece las bendiciones en tu vida.

4) ... Trabaja fuerte en la meditación.

5) ... Sé amable con los que te rodean.

"Siéntate en silencio todas las mañanas y tardes; trabaja tu corazón y haz las cosas desde ese sitio de paz que hay dentro de ti".



MIKAO USUI (Maestro de Reiki)


“El Reiki no se contradice con la Medicina”

A continuación se presenta la entrevista que el periódico de información sanitaria "Diario Médico" realizó, en su número 3.785 del 23 de diciembre de 2008, a Paloma Luquero, especialista en Endocrinología y médico de atención primaria en el Centro de Salud de la Ciudad de los Periodistas, de Madrid (España), en relación con la práctica clínica que viene realizando con Reiki, tanto en su tiempo libre como en el laboral, con pacientes y amigos que necesitan y desean una dosis extra de relajación, bienestar y una filosofía nueva de vida. Paloma, además, ha impartido cursos de formación para otros sanitarios de la Comunidad de Madrid y colabora con la Asociación Alaia de ayuda a enfermos graves y personas en proceso de Duelo.


¿Qué es el reiki?
- Es una técnica de sanación que no tiene nada que ver con religiones ni con creencias. Sirve para reencontrar algo que el ser humano ha perdido: la canalización de la energía y la capacidad de sanarnos a nosotros mismos y a los demás.


La persona tiene su cuerpo físico, pero también un cuerpo emocional y energético. Hemos olvidado que somos energía, y que la parte física, emocional y energética están relacionadas.


El reiki es una técnica para reestructurar el campo energético cuando no está en sintonía ni armónico. Al practicarlo se aprende a canalizar la energía exterior, que pasa por uno mismo y sale por las manos. Es como una batería.


Si existe la capacidad de sanarnos, ¿también la tenemos para enfermar?
- Por supuesto. Cuando hay un desequilibrio, por ejemplo en el cuerpo emocional, acaba repercutiendo en el cuerpo energético, y cuando éste se desequilibra es como si bajaran las defensas, la capacidad de estar sano, y acaba repercutiendo en el cuerpo físico.


No parece tan científico como la medicina basada en la evidencia, ¿no?
- Hasta ahora la medicina sólo se ha ocupado del cuerpo físico. Sabemos pocas cosas y no llegamos al fondo. Hay gente joven que está siempre enferma con patologías que son muy graves. Estoy segura de que hay algo emocional que desequilibra su energía. Cuando les veo en consulta, procuro sacarles si tienen alguna preocupación... y les recomiendo Tai Chi, yoga, reiki, que vayan al psicólogo... cosas que les ayuden a equilibrar el cuerpo y la mente.

En mi consulta igual que programo a un paciente diabético para hacer un seguimiento, también lo hago para el reiki. Pongo el cartel de "no llamar" y hago una sesión. Los pacientes están encantados.


¿Qué principios tiene?
- Se aprende a vivir según los cinco principios del reiki: sólo por hoy no te preocupes; sólo por hoy no te irrites; sólo por hoy da gracias por las bendiciones que tienes; sólo por hoy trabaja duro, y sólo por hoy sé amable con los que te rodean. Si cumplimos con ello seremos más felices en la vida.


Hay muchos médicos que no creen que funcione, ni que haya evidencias...
- A veces creo que el problema es el desconocimiento. Las cosas hay que experimentarlas. En España estamos muy retrasados en las técnicas complementarias.


Por ejemplo, en Estados Unidos, el reiki se ofrece en el 60 por ciento de los hospitales, en Alemania y en Suiza forma parte de la asistencia del sistema de salud público, y también se utiliza en el Reino Unido, Japón, Holanda y países nórdicos.


En el servicio de Hematología del Ramón y Cajal están haciendo un estudio sobre el impacto emocional del reiki, y se está comprobando que se reducen los efectos secundarios de los fármacos, y los pacientes necesitan menos analgésicos y están más relajados.


¿Todo el mundo puede beneficiarse?
- Todo el mundo puede recibir reiki. Solamente hay una contraindicación relativa: los marcapasos, ya que al manejar una energía electromagnética puede producir alteraciones. Pero no se contradice con la medicina y tiene efecto en muchas enfermedades. En Cuba, por ejemplo, han hecho un estudio en psoriasis y ha demostrado su efecto. También los hay en esclerosis múltiple y en depresión. Realmente, al producir un estado de relajación vale para todo y no se puede delimitar, aunque tampoco es la panacea.


Por: Isabel Gallardo Ponce (Diario Médico)


jueves, 24 de diciembre de 2009

Felices Fiestas



Reiki Music

Cinco minutos de suave música para la relajación y la meditación. Un sonido muy apropiado para acompañar una sesión de reiki para canalizar y equilibrar la energía de nuestro cuerpo y nuestra mente que nos renovará física y emocionalmente.



La belleza oculta del agua

Masaru Emoto, graduado en relaciones internacionales por la Universidad Municipal de Yokohama (Departamento de Ciencias y Humanidades), con la colaboración de Lee H. Lorenzen, bioquímico de la universidad californiana de Berkley, llevó a cabo diferentes investigaciones sobre cómo el efecto de palabras y pensamientos dirigidos hacia un volumen de agua a punto de congelar influirán sobre la forma de los cristales de hielo resultantes. Según Emoto, la apariencia estética de los cristales dependerá de si las palabras o pensamientos son positivos o negativos. Sus experimentos se han realizado con muestras de agua tomadas en diversos lugares del mundo y consisten en exponer agua en recipientes a diferentes palabras, dibujos o estilos musicales para congelarla y, posteriormente, examinar la estética de los cristales resultantes. Aunque sus estudios y conclusiones han sido muy controvertidos y calificados de pseudocientíficos, en este video se puede apreciar el resultado obtenido con algunas de estas muestras.

La cuestión de fondo sería, si nuestras palabras y pensamientos afectan al agua de esta manera ¿Cómo pueden hacerlo en nosotros mismos?



miércoles, 23 de diciembre de 2009

Músicos Callejeros

El proyecto 'Playing for Change'  es un movimiento multimedia creado para inspirar, conectar y promover la paz en el mundo. Una organización independiente y sin ánimo de lucro, dedicada a la ayuda de las comunidades de los músicos que colaboran con ellos. La idea del proyecto surgió de la convicción de que la música desarma las fronteras y nos ayuda a superar nuestras diferencias. No importa cuales sean nuestros orígenes geográficos, políticos, económicos, espirituales o ideológicos, la música tiene el poder universal de trascenderlos y de unirnos como habitantes de un mismo planeta. En este video, el movimiento nos muestra una versión de "Stand by me" de B.B.King, con músicos callejeros de diferentes lugares del mundo y que, en absoluto, desmerecen este gran clásico.

¡CONTRIBUYAMOS A CONSTRUIR LA PAZ LUCHANDO, ÚNICAMENTE, CON ARMAS TAN PODEROSAS COMO LA MÚSICA!




 


domingo, 20 de diciembre de 2009

¿Qué buscas cuando buscas un amigo?

Todos tenemos algún amigo o recordamos añorantes su pérdida y hasta la persona más independiente y amante de su soledad anhela su presencia en algún momento. Buenos amigos, amigos de la infancia, amigos de copas y tertulia, amigos íntimos o sentimentales...

Hace algún tiempo un querido amigo me formuló esta pregunta:

"¿Qué buscas cuando buscas un amigo?"

La pregunta no era simple, por ello, tras meditar sobre su complejidad y profundidad, le respondí con sinceridad:

Busco:

HONESTIDAD
Para saber que podemos confiar y que no defraudaremos nuestra amistad.
SINCERIDAD
Para abrir nuestros corazones sin temor.
RESPETO
Para respetar en igualdad la libertad e identidad ajena.
AFECTO
Para ofrecer nuestro cariño sabiendo que será aceptado con agrado.
DIÁLOGO
Para conocernos mejor.
LIBERTAD
Para ser nosotros mismos, sin críticas ni prejuicios.
IGUALDAD
Para saber que no somos diferentes, aun siendo distintos.
PACIENCIA
Para comprender nuestros errores y limitaciones.
APOYO
Para sujetarnos y evitar que caigamos.
ALIENTO
Para no desfallecer.
AYUDA
Para encontrar el camino cuando nos perdemos.
CONSTANCIA
Para saber que no somos efímeros.
EMPATÍA
Para ponernos en la piel del otro.
ESPONTANEIDAD
Para mantener la frescura de nuestra relación.
ENSEÑANZA
Para aprender de nuestras mutuas experiencias.
ILUSIÓN
Para seguir hacia delante en compañía.
SATISFACCIÓN
Para compartir nuestra alegría y felicidad.
PRESENCIA
Aunque sea en la distancia, para no olvidar, queriendo, sintiendo, viviendo, sin presionar, sin exigir, sin reclamar.
LEALTAD
Porque es contraria a la traición.
DIVERSIÓN
Para compartir alegrías y momentos felices, para olvidar penas y tristezas.
COMPRENSIÓN
Para poder comprender yo también.
VALORACIÓN
Por lo que somos, no por lo que tenemos. Sin prejuicios, ni críticas destructivas.
AUTENTICIDAD
Para sernos fieles a nosotros mismos sin faltar a nuestras convicciones y criterios, aceptando los ajenos por diferentes que sean a los propios.

...Tender la mano al caminar.
...Darnos calor cuando hace frío y sombra cuando calienta el sol.
...No señalar con el dedo.
...Regalar una cálida y tierna sonrisa.
...Ofrecer el hombro para llorar y secar la lágrima que recorre nuestras mejillas.
...Descubrir nuestros rincones y romper nuestras barreras.
...Recordar cuando estamos lejos y soñar cuando estamos cerca.
...Descansar sobre la hierba y compartir el manto de la luna.
...Perseguir un sueño y crecer juntos.

Y así, a la conclusión que llego, al fin, es que no se puede buscar, sino tan sólo encontrar...

LA CALIDAD DE LA PERSONA EN SÍ MISMA.


Hoy dedico estas palabras a aquellas personas que se cruzaron en mi vida y en quienes no encontré todos estos valores, a pesar de lo cual ofrecí la ocasión para construir una sólida amistad, a quienes abrí el corazón para que se acomodasen en él con respeto a su identidad personal, a pesar de mis fallos como ser humano imperfecto, intentando ofrecer lo que yo buscaba. Unas aceptaron el ofrecimiento y aún permanecen a mi lado con mi gratitud y consideración, otras, haciendo uso de su libertad, prefirieron rehusar la invitación y decidieron seguir su camino lejos de mí, a pesar de lo cual, sigo recordando con afecto, con la añoranza de la ocasión que se fue, pero abierta a seguir construyendo nuevas amistades soportadas en lo que, desde mi punto de vista, son los valores auténticos de la AMISTAD verdadera.

Y tú ¿Qué buscas cuando buscas un amigo?




© Ana Molina (Administrador del blog).


domingo, 13 de diciembre de 2009

El valor del ser humano


Un discípulo acudió al maestro para preguntarle:
- Señor, ¿cuánto vale un ser humano?


El maestro no respondió a la pregunta. Se limitó a sacar de uno de los cajones de su casa un diamante y decirle a su discípulo:
- Ve al bazar y pregunta a varios comerciantes cuánto vale este diamante. No lo vendas. Luego vienes y me cuentas cuánto te han ofrecido por el mismo ¿de acuerdo?
- De cuerdo, maestro.


El discípulo se dirigió al bazar. Presentó el diamante a un vendedor de verduras y le preguntó cuánto le daría por la joya.
- Te podría ofrecer hasta cuatro kilos de patatas.


El discípulo acudió a una cacharrería y el propietario le dijo:
- Por este diamante te podría entregar unos potes de bronce y dos cubos de latón.


Después, el discípulo acudió a la bisutería. El dueño, tras examinar el diamante, dijo:
- Por este diamante te puedo ofrecer un collar y unos pendientes de acero.


A continuación, el discípulo acudió a un joyero, que cogiendo el diamante entre sus manos dijo:
- Por esta joya podría ofrecerte una buena suma de dinero.


Decidió finalmente ir a la mejor joyería del bazar. El dueño era un formidable joyero y, tras examinar con detenimiento el diamante, dijo:
- Amigo mío, este diamante no tiene precio. Su valor es realmente incalculable. No hay suma de dinero que pueda adquirirlo.


Cuando el discípulo le contó al maestro todas sus gestiones, éste dijo:
-¿Lo ves, querido amigo?


 El valor de un hombre depende de quién lo cifre.

(pero el hombre no tiene precio)

 "Las Fábulas de Amor del Viejo Marinero", Ramiro Calle (Maestro de yoga y escritor).


Las relaciones humanas. Una Cuestión de Confianza

“La confianza, como el arte,
nunca proviene de tener todas las respuestas,
sino de estar abierto a todas las preguntas.”

Wallace Stevens
(Poeta estadounidense contemporáneo)

Todos hablamos de confianza y la tenemos más en consideración cuando andamos escasos de ella o nos abandona. Confianza en un ser superior, en el ser humano, en nosotros mismos, en una persona, en una relación, en el futuro, en el resultado de ciertas acciones propias o ajenas, en un determinado negocio y así sucesivamente. Del mismo modo hablamos de su enemiga natural, la desconfianza, a la que nos referimos con frecuencia a través del típico enunciado “no me fío”. Al emplearlas, lo hacemos de un modo semi-automático sin reparar en su significado y valor intrínseco, porque ¿nos cuestionamos en verdad su sentido?, ¿qué es y de dónde proviene la confianza?, ¿surge natural e instintivamente o se construye con obras o ideas?, ¿se puede reestablecer tras perderla?, ¿es necesaria para nuestra sociabilización y sus implicaciones? Y más interrogantes relacionados con la condición humana.

Si nos atenemos a las acepciones que nos ofrece el diccionario de la Real Academia Española, la confianza se definiría como “Esperanza firme que se tiene de alguien o algo. Seguridad que alguien tiene en uno mismo. Presunción y vana opinión de sí mismo. Ánimo, aliento, vigor para obrar. Familiaridad o libertad excesiva. Pacto hecho oculta y reservadamente entre dos o más personas...”.

Pienso que nacemos con un conocimiento y unas capacidades que, lógicamente, vamos desarrollando con la experiencia, pero al no estar aún “contaminadas” por el entorno social se muestran en su estado más puro. Una de estas capacidades sería la confianza ligada a la inocencia e ingenuidad. No hay más que observar la actitud y mentalidad de un niño o, si no, recordar nuestra infancia, cuando creíamos en la magia y en personajes que al llegar a la edad adulta han desaparecido, como Peter Pan, en el país de Nunca Jamás. Es decir, la pureza de la confianza con la que nacemos no sobrevive a las normas de convivencia establecidas en nuestra sociedad, al quedar debilitada por aspectos tan humanos como el dolor, la frustración o el desengaño que, instintivamente, nos van induciendo a la desconfianza.

Al mismo tiempo, al considerar nuestra herencia genética, que nos asimila biológicamente a otras especies, se desencadena el mecanismo de huída o defensa, volviéndonos agresivos o vulnerables. Al sentir miedo, desconfiamos y nos anticipamos para protegernos de supuestas amenazas externas. Para preservar nuestra integridad y evitar las emociones negativas que nos provocaría la derrota, elaboramos estrategias tratando de pronosticar la victoria que alimentaría nuestra seguridad y fortaleza, además del ego. En la actualidad, esta teoría se podría enlazar con la teoría, postulada por el psicoterapeuta cognitivo conductual Albert Ellis, de las ideas irracionales que distorsionan nuestro conocimiento abocándonos al sufrimiento. Más concretamente, se relacionaría con la idea que afirma que “se debe sentir miedo o ansiedad ante cualquier cosa desconocida, incierta o potencialmente peligrosa”, que se contrarrestaría con un pensamiento positivo sustitutivo basado en el afrontamiento de las situaciones que, en hipótesis, resultan peligrosas de forma abierta o intuitiva y, si esto no fuera viable, aceptar lo inevitable.

Aristóteles fue el primer estudioso en exponer que “el hombre, por naturaleza, es un animal social”. Los humanos, somos una especie animal que siempre ha vivido en comunidad y por tanto necesitamos de la unión con nuestros congéneres que, necesariamente, lleva implícita la confianza para formar parte de una pluralidad que nos pone unas condiciones para ser aceptados en ella. Somos elementos de subconjuntos con características comunes que forman parte de un conjunto mayor que es la sociedad, donde la interacción de sus componentes favorece el desarrollo de nuevas cualidades de éstos de manera individualizada; si no formamos parte de él acabamos siendo un conjunto vacío que se queda aislado y no comparte rasgos comunes, es decir, ya no estaremos solicializados, ni formaremos parte de la colectividad sin la cual, al hombre, le resultaría muy difícil vivir, más aún hoy en día con las estructuras globales en las que nos movemos. Según esto, la confianza es un factor psicológico intrínseco al ser humano del que no podemos prescindir, porque la necesitamos para dar sentido a nuestra existencia y sobrevivir, con ciertas garantías de éxito, en la creencia del mantenimiento de nuestros ideales e ilusiones, de nuestros afectos y del sentimiento de pertenencia a un grupo que nos acepta, respeta y valora. La necesitamos para nuestra estabilidad emocional, racional y relacional.

De una manera simplificada, se podría deducir que “para un adulto es absolutamente necesario contar con el cariño y la aprobación incondicional de sus semejantes”, o lo que es lo mismo, con su confianza. Sin embargo, con esto, volvemos a Ellis, porque nuevamente se incurre en otra idea irracional. Es obvio que, al relacionarnos, sentimos la necesidad de aceptación y aprobación, pero esto no significa que tengamos que obtenerla en todas y cada una de las facetas de nuestra vida, ni ante la humanidad al completo, dado que esto nos llevaría a exigencias hacia los demás que les condicionarían y limitarían; podrían sentirse presionados en contra de su voluntad y en exclusivo beneficio nuestro. Por otra parte, limitaría lo que Jorge Bucay, psicoterapeuta gestáltico y escritor, define como nuestra “autodependencia”, que nos libera de ataduras y de juicios ajenos, permitiendo que nos valoremos individualmente tanto como deseamos que lo hagan los demás, es decir, proporcionándonos la confianza en nosotros mismos sin que nuestra estabilidad personal dependa más del exterior que de nuestro interior.

Nos cuestionamos el grado de confianza a otorgar a aquellos con los que interrelacionamos y el punto donde señalar el límite de nuestra privacidad. En ocasiones sentimos que nos hemos entregado, que hemos compartido acciones o hemos sincerado hechos y sentimientos personales, para más tarde concluir en que nos equivocamos, pues la persona con la que confraternizamos no respondió al trato acordado según imaginamos en un principio; es entonces cuando afirmamos con rotundidad “me ha traicionado”. La cuestión estriba en que, en verdad, no ha tenido por qué existir, necesariamente, dicha traición, sino que sólo hemos partido de una mera suposición sobre cuál sería su comportamiento posterior. Esto, nuevamente, nos llevaría a Ellis: cuando un individuo determina que las cosas sólo pueden ser como él quiere que sucedan y no se produce el resultado por él esperado, lo enfoca como algo horrible y desesperante, niega toda credibilidad a la persona sobre la que afirma haber sido “traicionado”, se encoleriza, se decepciona... le cierra la puerta a su confianza y rompe los lazos de unión, en lugar de optar por invertir el resultado de las condiciones adversas, transformarlas en acontecimientos más satisfactorios y seguir manteniendo la relación analizando lo sucedido para encontrarle una explicación más allá de los previstos objetivos iniciales, y, si esto no fuera factible, aceptar los resultados tal y como se han materializado, sin castigarse, ni castigar por ello a nadie... sin desconfianza.

Cuando suponemos la confiabilidad de alguien sin respetar su individualidad y sin asumir nuestra posible responsabilidad con honestidad, nos estamos creando expectativas respecto a un futuro incierto que no podemos precisar. Nos ponemos en la mente ajena desde la nuestra, como si estuviésemos grabando en ella registros con órdenes para la consecución de nuestras intenciones, con el objetivo de mantenerla bajo nuestro control. Muchas veces, estas perspectivas de futuro se soportan bajo la creencia inconsciente de la obligatoriedad de alcanzar nuestros deseos, generadas con frecuencia por nuestras necesidades insatisfechas (de comunicación, contacto humano, afectividad, etc.) que, a su vez, nos pueden llevar a la dependencia emocional que nos esclaviza a otras personas. Si, finalmente, no se ven satisfechas, tenemos la tendencia a sentirnos defraudados, frustrados y decepcionados, incluso con inclinación a “la búsqueda del culpable”, librándonos de nuestra potencial parte de responsabilidad en lo sucedido, pero no debemos olvidar que no se puede exigir a nadie que deposite en nosotros la misma confianza que hemos puesto nosotros en él, dado que ésta es una decisión voluntaria, porque, citando a Nietzsche, “las personas que brindas su plena confianza creen por ello tener derecho a la nuestra. Es un error de razonamiento: los dones no dan derecho”. A partir de ahí, hay que hacer examen de conciencia, reflexionar sobre lo sucedido con implicación, dar cabida al libre albedrío de cada cual, tratar de reconducir la relación y, si esto no es posible, aceptar la desilusión con un espíritu constructivo para modificar nuestro comportamiento futuro evitando crearnos expectativas. Si no obramos así, estaremos abocados a la repetición constante del sentimiento de fracaso y, por tanto, a la eterna desconfianza.

Luego, no podemos quedarnos en la creencia de tener el control preciso sobre todo lo que acontece en nuestro entorno, sino que éste se ve condicionado por factores externos que alteran nuestra percepción de la realidad. Por ello, no hay que permanecer pasivo, hay que percibir las situaciones con objetividad, sin alterarlas con puntos de vista particulares. No hemos de incurrir en el error de evitar los problemas reales, sino asumir la responsabilidad de nuestros actos, así como reconocer nuestra equivocación y el sentimiento de fracaso generado por no haber obtenido el resultado esperado. No hay que castigarse por haber sido ambiciosos o no haber logrado la perfección en la relación y en la confianza esperada. Tampoco culpabilizar al otro, pues ambos contamos con el derecho a nuestra libre elección. Sin embargo, frenar la confianza por evitar el riesgo de cometer errores, no es más que, una vez más, un síntoma de miedo. Este comportamiento, a la larga, sólo conduce a la represión y a evitar la necesidad básica de los hombres a relacionarse y crear vínculos con sus semejantes, esto es, al aislamiento. Somos libres de escoger este aislamiento, pero en ese caso, no podremos lamentarnos de no contar con la confianza de otros porque así decidimos obrar, o, como dijo el filósofo William James “cuando tienes que elegir y no eliges, esa es tu elección”, aunque siempre nos queda la oportunidad de reconsiderar nuestra actuación de cara al futuro.

Marcar el límite de aquello que compartimos o nos reservamos viene determinado por la seguridad en nosotros mismos y ante los demás, frente a nuestra experiencia y motivación, así como ofrecer la libertad al otro de participar, o, por el contrario, aceptar su libertad de actuación. Aun así, el derecho a nuestra privacidad ha de prevalecer y únicamente somos nosotros los que podemos decidir hasta dónde compartir y con quién, o si preferimos conservar nuestra intimidad. Ante eso nadie puede poner ninguna oposición válida y ahí debe hacer presencia nuestra asertividad para saber decir “No”, con una argumentación sólida y convencida, firme y serena. Simplemente se trata de una cuestión de respeto a las respectivas individualidades... una cuestión de confianza.

La vida es un constante flujo bidireccional de personas en nuestro camino y, en este sentido, la espontaneidad y una mentalidad abierta, libre de condicionamientos y prejuicios, también juegan un papel importante a la hora de decidir quién ha de dar el primer paso para crear el vínculo y qué hacer para mantenerlo, tanto como el discernimiento entre la cautela o el riesgo de hacer un depósito de confianza fructífero, ante la duda de poder estar desperdiciando la maravillosa oportunidad de crear una amistad auténtica, como el determinar si es conveniente aplicar diferentes patrones de parecer y conducta en función del círculo en el que nos encontramos o medir a todos por el mismo rasero, incluso, valorar si es acertado sustentar nuestro criterio en pruebas de realidad o preferiblemente en nuestra percepción intuitiva.

Si nos permitimos ser espontáneos, sin frenar nuestros deseos (siendo razonables y consecuentes con ellos, lógicamente), si nos mostramos abiertos y confiados, estaremos abriendo las puertas al valor de la confianza ajena, la cual, nos pondrá en un camino más llano para sentirla en nuestro fuero interior, o sea, creo que hay que dar una oportunidad a quienes llegan a nuestra vida sin ponerles barreras de manera anticipada, pues eso les impedirá el paso obligándoles a alejarse de nosotros. En ocasiones, esto puede resultar difícil debido a nuestras personalidades, más si somos tímidos, retraídos o introvertidos, pero es en las personas con este carácter donde está el gran reto de la superación: vencer sus limitaciones intentando dar un paso hacia delante para abrirse, porque, este acto, en sí mismo, ya representa un logro personal, aunque la relación buscada no llegue a prosperar, pero, si se lleva a la práctica de forma mantenida y empezando sin exigirse demasiados esfuerzos, irá modificando nuestro comportamiento, moldeándolo hacia una apertura que hará más fáciles las relaciones, la obtención y asignación de confianza y, más importante aún, aumentará nuestra seguridad personal, nuestra asertividad y nuestra autoestima con las cuales alcanzaremos una vida más serena, estable y satisfactoria, donde no tendrán una cabida tan fácil las emociones negativas, ni los quebraderos de cabeza inútiles.

Esto no significa que proponga dejarnos llevar por aquello que nos dicte nuestra emotividad o impulsividad desmedida e irrefrenable, porque hay que buscar el punto de equilibrio entre razón y emoción sin descartar, ni descuidar ninguna, es decir, “saber nadar y guardar la ropa”. La racionalidad férrea puede estar muy indicada para otras áreas donde todo se mueve bajo las premisas del método científico, pero los seres humanos, aun constituidos por redes neuronales cuyo comportamiento, ciertamente, se puede asemejar al de los chips, también tenemos reacciones emotivas que no podemos obviar. No siempre es válido el pragmatismo implacable, hay que dar cabida también a lo trascendente, a lo que nos aporta vida espiritual y eso está en las emociones, en los sentimientos, en la afectividad que obtenemos a través de nuestras relaciones humanas y no “tecnológicas”, por así decirlo, como si de máquinas se tratase. Sin embargo, hay que saber calibrar racionalmente nuestros actos y nuestras palabras; todos ellos siempre causan un efecto en nosotros y en los demás que no hay que menospreciar nunca. Si repetimos una vez tras otra los mismos comportamientos, por lógica, los resultados serán siempre los mismos y no resolveremos nada. Para establecer un nuevo vínculo hay que considerar tanto la realidad, como la intuición a partes iguales, o lo que es lo mismo, tener en cuenta nuestra experiencia previa, nuestras expectativas, los riesgos, las pérdidas y beneficios que nos puede ocasionar una relación de manera racional, sin descartar los deseos, las inquietudes y la afectividad que nos mueve hacia ella, así estaremos en mejores condiciones de discernir mejor la conveniencia o inconveniencia de crear una nueva alianza y los pasos a dar, sin frustrarnos por el posible fracaso de ver que el “lazo” no ha quedado tan bonito como para adornar un regalo.


Seguir patrones de parecer o conducta diferentes en función del círculo en que actuamos, no considero que sea una buena opción, pues “cada persona es un mundo” y como tales, identidades únicas no catalogables. Si todos somos diferentes, también nos mostraremos distintos según la circunstancia y momento existencial, pero me resulta indiscutible que debemos ser fieles a nosotros y mostrarnos honestos, descartando los posibles autoengaños que podamos detectar a través del auto-análisis y de la auto-crítica siempre desde una perspectiva constructiva. Para evitar esto, la opción es ser espontáneos y auténticos, rebasando nuestros límites y barreras, lo cual, además de preservar nuestra autoestima y asertividad, nos fortalecerá, nos hará más dueños de nosotros mismos librándonos de nuestra negatividad. Todo radica en intentar mantener el equilibrio interior obviando miedos e inseguridades, susceptibilidades e intereses particulares para lograr un grado de atención mayor que nos permita percibir, sin distorsiones mentales y sin afectación, la realidad que nos envuelve. De este modo, se lograrán relaciones más estables y duraderas, por tanto, más saludables. Por esto mismo, porque todos somos identidades diferentes, aunque podamos compartir ciertos rasgos en común, opino que medir a todas las personas por el mismo rasero es un grave error que únicamente nos llevará a un fallo mayor que desembocará en la creación de nuevas relaciones prejuiciosas, inestables y poco duraderas.

El prejuicio es la opinión previa que tenemos sobre algo o alguien a quien no conocemos y que, según el psicólogo John Dollarn “es el resultado de nuestras frustraciones y la base de la discriminación que atenta contra la dignidad humana”. Es una distorsión cognitiva del modo de percibir la realidad, una de las formas en que nuestras inseguridades se manifiestan a través del temor a sentirnos amenazados, por lo que tendemos a prejuzgar con el objeto de evitar dicha amenaza por la deformación de los hechos objetivos. En relación a la tendencia a prejuzgar, el psicólogo especialista en la personalidad, Gordon Allport expone lo siguiente:

“Las personas prejuiciosas son intolerantes, exigen estructuras netas en su mundo, aun cuando se trate de estructuras estrechas e inadecuadas. Donde no existe el orden, ellas lo imponen. Cuando se necesitan nuevas soluciones, ellas se aferran a los hábitos probados y verificados. Siempre que es posible, se apegan a lo que es familiar, seguro, simple, definido. El individuo tolerante, en cambio, parece haber aprendido temprano en su vida la manera de aceptar los impulsos sobre los que pende un tabú social. No tiene miedo de sus propios instintos; no es mojigato; considera de modo natural las funciones corporales... En favor de esta opinión, recordamos la evidencia de que las personas con prejuicios parecen realmente más susceptibles a la frustración. Su poca tolerancia puede muy bien ser la razón por la que siempre quieren ver el terreno que pisan, porque sólo con un campo perceptual claramente estructurado pueden evitar la amenaza de la frustración.”.

Esta valoración preconcebida, normalmente negativa, es un proceso de selección mental al que se somete a ciertos individuos con quienes no se ha intimado para concluir si reúnen o no los requisitos para poder ser aceptados por nosotros o nuestro grupo. La selección se lleva a cabo de acuerdo a estereotipos, a tabúes, a actitudes y valores adquiridos por educación, influencia medioambiental y/o relacional, a los rasgos inherentes a personalidad que prejuzga como la dicotomía del pensamiento, rígidas actitudes moralistas o por el mero hecho de aferrarse a la idea irracional de aceptar que, como los criterios personales son los únicos admisibles, se descarta a todo aquel que no coincida con los suyos. Este comportamiento obliga a evaluar a ciertos individuos para determinar si son dignos de nuestra confianza o, por el contrario, proceder a discriminarlos sin justificación real aparente, dado que se realiza de forma totalmente subjetiva presuponiendo que estas personas deben quedar excluidas de los indicadores de nuestra aprobación, es decir, se sustenta sobre una mera creencia y no sobre una evidencia.

En tanto exista la idea de rechazo y castigo hacia determinados individuos por sus posturas existenciales, ideas o actos por considerarlos erróneos o inadecuados, sin que, obviamente, éstos caigan en lo antisocial, delictivo o perjudicial para alguien, en lugar de pensar que ciertos comportamientos y criterios son propios de diferentes personalidades que merecen todo el respeto, estaremos prejuzgando y sacando conclusiones precipitadas, sin hacer uso de la cualidad de la empatía. Por esto, si a ninguno nos gusta que nos juzguen negativamente, deberíamos intentar tratar a nuestros semejantes del mismo modo que nos gusta que nos traten a nosotros. Entonces, resulta muy beneficioso desprenderse de los prejuicios, porque, cuando prejuzgamos a alguien le negamos a priori la confianza, luego estamos frenando la suya al evidenciar nuestra resistencia y la mala valoración que nos merece; en consecuencia, limitamos considerablemente la posibilidad de interrelacionar y negamos la de establecer una unión enriquecedora para ambas partes. Más allá de esto, lo que estaremos haciendo será limpiar nuestra mente de ideas preconcebidas que nos enturbian el entendimiento, paralizan nuestro crecimiento interior y dificultarán nuestras futuras relaciones de manera indefinida. Y siempre nos vendrá bien recordar aquel antiguo aforismo indio-americano que reza “Antes de juzgar a una persona, camina durante tres lunas seguidas con sus mocasines puestos”, o una de las muchas frases que invitan a reflexionar de “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry:

"– ¡Pero no hay a quién juzgar! –exclamó el principito.
– Te juzgarás a ti mismo –le respondió el Rey–.
   Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que a los demás.
   Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio."

La confianza podrá ofrecerse o recibirse altruistamente, nacerá instintivamente, de forma espontánea, motivada por la impulsividad y la pasión o por la reflexión, pero, sea como fuese, crearla con una significación implica trabajar por ella y por su mantenimiento, para lo cual no basta con decir, sino que también hay que hacer de forma continuada o no se solidificará el valor que aquí venimos tratando. Hay que obrar, como ya se ha dicho, desde el mutuo reconocimiento respetando la libertad e individualidad propia y ajena sin dudar del otro, sin crear compromisos no deseados y sin presiones que provocarían en el otro el efecto opuesto al deseado. Conviene evitar las distorsiones y las desviaciones y eso se logra a través de la comunicación abierta, positiva y sincera, mediante el diálogo constante y constructivo, nunca desde la crítica peyorativa que hiere los sentimientos y la autoestima de cada cual (a la hora de comunicarnos desde la confianza, nuestros sentimientos han de ser seguros y conviene que nuestra autoestima esté alta para evitar ser heridos con facilidad, con independencia de la intención de aquellos con los que nos estamos comunicando). Pero si importante es hablar, más importante es mantenerse en las palabras dichas, decir lo que pensamos, hacer lo que pensamos y cumplir con lo que hemos dicho y/o prometido; así lo expone Ángeles Arrien en “Las cuatro sendas del chamán”: “existen dos causas que generan todas las confusiones: no decir lo que pensamos y no hacer lo que decimos. Cuando decimos lo que pensamos y hacemos lo que decimos, nos volvemos dignos de confianza”. Si incumplimos reiteradamente nuestras promesas, la confianza adquirida y la anhelada se desvanecerán con pocas probabilidades de recuperación.

La confianza perdida en algo o en alguien, aunque no imposible, es difícil de recuperar, porque, como dijo Johannes Brahms, “no crece como las uñas”. A las personas les cuesta olvidar lo que han vivido, principalmente si han visto heridos sus sentimientos de forma reiterada. Un estudio reveló que la confianza puede ser restaurada cuando el agraviado ve que la otra persona demuestra que es digna de confianza en ulteriores ocasiones consecutivas y el proceso de recuperación puede acelerarse gracias a la promesa de no volver a incurrir en el mismo comportamiento que dio origen a la pérdida. Sin embargo, si no se mantiene esa actitud confiada, si persiste la duda o el resentimiento hacia quien nos ha defraudado, o si se vuelven a dar motivos para que se evapore, por ejemplo por el incumplimiento de la promesa de no reincidir en la actuación desencadenante, las probabilidades de recuperación serán progresivamente menores en tanto no se cumpla con lo prometido y la decepción vaya en aumento, llegando al punto en que se agoten de manera definitiva y la situación sea irresoluble. A pesar de lo cual, antes que mantenerse en el resentimiento y en la duda eterna, me inclino por tratar de perdonar lo imperdonable y conceder nuevas oportunidades porque la gente cambia constantemente y no veo positivo incurrir en la presunción de la reincidencia del error antes de haberse constatado.

En conclusión, la confianza habrá de empiezar en nosotros mismos o no podremos compartirla con nadie y, por ende, tampoco habrá quien confíe en nosotros. Si la desconfianza se alimenta de nuestros miedos e inseguridades, habrá que trabajar en ellos para solucionarlos; basarnos en la experiencia tomando consciencia de nuestro presente sustentado en nuestro pasado; en desprendernos de exigencias y prejuicios ante nosotros y ante los demás; evitar, en la medida de lo posible, expectativas inciertas que, finalmente, pudiesen caer en el vacío; mantener la atención en nuestro “yo” evitando emociones descontroladas, distorsiones mentales y diálogos internos negativos que nos confunden y nos llevan a equívocos, así como abrir nuestra puerta a las personas que llegan a ella.

Al final, con las personas, como en todo, el tiempo nos acaba dando todas las respuestas, pero si tras éste, permanece la duda ante el saber cuándo y en qué cuantía alguien es merecedor de confianza, se soporta en nuestra seguridad – en la confianza en nosotros mismos- y en la fe en las personas. Pero no olvidemos que la confianza transforma a las personas y gracias a esta transformación crecemos y evolucionamos, por tanto, abrámonos a la confianza y así, confiaremos más en nosotros mismos, en los demás y en cualquier ámbito de esta complicada existencia que limita nuestra autenticidad.

© Ana Molina (Administrador del blog).