martes, 31 de enero de 2012

Marinero en Tierra



 ... Y ya estarán los esteros
rezumando azul de mar.
¡Dejadme ser, salineros,
granito del salinar!
¡Qué bien, a la madrugada,
correr en las vagonetas,
llenas de nieve salada,
hacia las blancas casetas!
¡Dejo de ser marinero,
madre, por ser salinero!

Si mi voz muriera en tierra,
llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un blanco bajel de guerra.
¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!


(Rafael Alberti)


La Guitarra


Empieza el llanto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil callarla.
Es imposible
callarla.
Llora monótona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Es imposible
callarla.
Llora por cosas
lejanas.
Arena del Sur caliente
que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana,
y el primer pájaro muerto
sobre la rama.
¡Oh, guitarra!
Corazón malherido
por cinco espadas.


(Federico García Lorca)




En la redonda encrucijada,
seis doncellas bailan.
Tres de carne y tres de plata.
Los sueños de ayer las buscan,
pero las tiene abrazadas,
un Polifemo de oro.
¡La guitarra!


(Federico García Lorca)




Consumación



Si yo fuese un niño,
si yo fuese un niño, redondo, quieto y sumergido.
Sumergido, no; sacado a la luz, estallado hacia fuera, exhibido en esa otra Creación donde un niño es un niño en su reino.
Pero si sumergido estuve antaño, bajo las aguas de la luz que eran cielo y sus ondas,
hoy no puedo sino decirlo, tomar nota, procurar explicarlo,
prohibiéndome al mismo tiempo la confusión de lo que veo con lo que fue y ha sido.
Todavía el hombre a veces intenta explicar un sueño, dibujando la presencia del amor,
el límite del corazón y su centro justísimo.
Aún intentar decir: «Amo, soy feliz; me conformo.»
Que es tanto como decir: «Soy real.» Pero cuando las hojas todas se han caído:
primero las flores, luego los mismos frutos, más tarde el humo, el halo
de persuasión que rodea a la copa como su mismo sueño
entonces no hay sino ver aparecer la verdad, el tronco último, el
despojado ramaje fino que ya no tiembla.
La desnudez suprema del árbol quedado
que finísimamente acaba en la casi imposible
ramilla,
tronquito extremo sin variación de hoja,
superación sin música de la inquietante rueda de las estaciones.

Entonces llega el conocimiento, y allá dentro en el nudo del hombre,
si todavía existe un centro que tiene nombre y que yo no quiero mencionar;
si aún persiste y exige y golpea imperiosamente, porque nadie quiere morir,
puedes sonreír de buena gana, y burlarte, y mirándolo con desdén quiere morir,
decir con voz muy baja, de modo que todo el mundo te oiga:

«Amigo...: todo está consumado.»



(Vicente Aleixandre)


Nanas de la Cebolla



La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.


(Miguel Hernández)






La Generación del 98



Se llama así al grupo de artistas y creadores (escritores, pintores y músicos, principalmente) que comienzan a darse a conocer hacia finales del siglo XIX, y que se caracterizan por incorporar a su obra una reflexión sobre España basada en su tradición, con una especial atención a la España interior, preferentemente Castilla, pues la consideran la esencia de la identidad hispana, resultando la principal inspiradora de ensayos, novelas, poemas, obras de teatro, cuadros, y fotografías. En cambio, para los músicos asociados a este grupo, Andalucía fue su principal fuente de inspiración. Pues sus ritmos se asociaron a lo más característicamente español.

La producción de los literatos de este grupo (habituales colaboradores de los periódicos) tuvo a menudo una orientación regeneracionista; de crítica enamorada de una España que les apasionaba pero que deseaban reformar. Esta regeneración consideraban que debía de hacerse desde su propia historia, desde su esencia característica; a diferencia de otros autores, no buscaban - ni aceptaban - la influencia proveniente del exterior.

Indignados por la falta de reacción de las autoridades y de las masas populares ante la humillante derrota de 1898 ante los Estados Unidos, decidieron liderar la reacción de los intelectuales jóvenes frente al Régimen de la Restauración borbónica y los escritores consagrados por esta. Por ello la mayoría de estos escritores estuvieron activamente involucrados en política, presentándose a las elecciones con variable éxito y promoviendo numerosos manifiestos.

Este grupo estuvo muy interesado en el arte en general y en la pintura en particular, a la que dedicaron gran cantidad de crísticas periodísticas y textos literarios. También reivindicaron la obra de maestros antiguos, como El Greco y Goya, a cuyas obras asignaron significaciones supra-artísticas de tipo simbólico e identitario.

Se caracterizó por su enfrentamiento al gobierno y a las instituciones culturales oficiales (hasta que en su vejez algunos de ellos fueron incoporándose a puestos directivos de algunas de éstas). Otro rasgo común es su pesimismo histórico tras la humillante derrota de España frente a Estados Unidos. Los grandes avances económicos, científicos y culturales de la España del comienzo del siglo XX no cambiarían su actitud crítica y su afán regeneracionista.

El "ser de España", su identidad, es su tema de inspiración predominante y la esencia de España la asocian a los paisajes, tradiciones y tipos castellanos, que conocen a través de excursiones.

Durante años se reunieron en los mismos cafés (Fornos, Lyon d'Or, Levante, etc.), suscribiendo manifiestos, organizando homenajes conjuntamente (en contra de personalidades, en defensa de amigos), escribiendo en revistas literarias (Don Quijote, Germinal, Vida Nueva ...), en tanto que los artistas exhibieron conjuntamente como grupo (Asociación de artistas vascos... ).

Entre los literatos que se suelen asociar más comúnmente con la generación del 98 se encuentran Azorín, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Ramón del Valle-Inclán, Miguel de Unamuno, Rubén Darío, Antonio Machado y Ortega y Gasset.



Yo Persigo una Forma




Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
al abrazo imposible de la Venus de Milo.

Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.

Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;

y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.

(Rubén Darío)


¡Dime que dices, Mar!




¡Dime qué dices, mar, qué dices, dime!
Pero no me lo digas; tus cantares
son, con el coro de tus varios mares,
una voz sola que cantando gime.

Ese mero gemido nos redime
de la letra fatal, y sus pesares,
bajo el oleaje de nuestros azares,
el secreto secreto nos oprime.

La sinrazón de nuestra suerte abona,
calla la culpa y danos el castigo;
la vida al que nació no le perdona;

de esta enorme injusticia sé testigo,
que así mi canto con tu canto entona,
y no me digas lo que no te digo.


(Miguel de Unamuno)


A un Naranjo y a un Limonero


Naranjo en maceta, ¡qué triste es tu suerte!
Medrosas tiritan tus hojas menguadas.
Naranjo en la corte, ¡qué pena da verte
con tus naranjitas secas y arrugadas!.

Pobre limonero de fruto amarillo
cual pomo pulido de pálida cera,
¡qué pena mirarte, mísero arbolillo
criado en mezquino tonel de madera!

De los claros bosques de la Andalucía,
¿quién os trajo a esta castellana tierra
que barren los vientos de la adusta sierra,
hijos de los campos de la tierra mía?

¡Gloria de los huertos, árbol limonero,
que enciendes los frutos de pálido oro,
y alumbras del negro cipresal austero
las quietas plegarias erguidas en coro;

y fresco naranjo del patio querido,
del campo risueño y el huerto soñado,
siempre en mi recuerdo maduro o florido
de frondas y aromas y frutos cargado!


(Antonio Machado)



Rosa de Alejandría



Docta en los secretos de la abracadabra,
dispersó en el aire, tus letras, mi mano,
y al caer, formóse aquella palabra,
cifra de tu enigma y luz de tu arcano.

¿Por qué ley se juntan en nueva escritura
los signos dispersos? ¿Qué azar hizo el juego?
¿Qué ciencia de magos alzó la figura
y leyó el enigma? Sierpe, Rosa, Fuego.

¡Sierpe! ¡Rosa! ¡Fuego! Tal es tu armonía:
gracia de tres formas es tu gracia inquieta,
tu esencia de monstruo en la alegoría

se descubre. Antonio el anacoreta
huyó de tu sombra por Alejandría.
¡Antonio era Santo! ¿Si fuese poeta?...


(Ramón M. del Vallé Inclán)