martes, 12 de octubre de 2010

Egoísmo vs. Altruismo


El Principito fue capaz de abandonar su planeta en busca de respuestas para llegar a comprender y averiguar cómo satisfacer a la rosa después de tantos reclamos y reproches que ella le dirigía a pesar de toda la dedicación desinteresada como él le había ofrecido. Sin embargo, la rosa siguió pensando sólo en sí misma, en quién cuidaría de ella cuando El Principito no estuviese; seguía creyéndose el centro del Universo y continuaba pensando que todos los habitantes del pequeño planeta debían rendirle pleitesía por el mero hecho de considerarse bella. Hasta dónde podría llegar el egoísmo, el egocentrismo, la arrogancia y la intransigencia de la engreída belleza vegetal que permitió que su fiel jardinero, a quién calificó de "egoísta", abandonara su hogar sin agredecerle sus esmerados cuidados; no podía, sólo se preocupaba de sí misma; al menos tuvo la capacidad de reconocer su propia estupidez... Pero, como el propio autor del cuento, Saint-Exupéry, dijo:



"Sólo con el corazón podemos ver claramente"

porque...


"Lo esencial es invisible a los ojos".







Ó AnA Molina (Administrador del blog)


Alcanza tus Sueños

Comprendo que la Publicidad y el Marketing evolucionan para adaptarse a los nuevos intereses que progresivamente surgen en la sociedad y que por ello adapten sus mensajes para captar nuestro interés, seduciéndonos incluso con lo más íntimo y personal como pueden ser nuestras motivaciones personales y nuestra actitud ante la vida. Por esta razón me sobra únicamente el contenido publicitario del final de este video, pero, si lo obvio, el mensaje que ofrece al margen del puro interés comercial, me parece muy acertado a la vez que divertido su enfoque visual, porque, desde mi punto de vista, lo verdaderamente importante es la motivación que debemos tener para intentar alcanzar nuestros sueños y con ellos lograr nuestra propia satisfacción y bienestar.


Ó AnA Molina (Administrador del blog)


lunes, 11 de octubre de 2010

Tratado sobre la Estupidez Humana



Tal vez sea porque mis circunstancias actuales me hacen tener con frecuencia a una persona concreta en la mente, llevo unos días pensando sobre el significado y el poder de la estupidez humana, del cómo se podrían definir los rasgos comunes de los miembros de ese colectivo tan abundante con el que nos topamos constantemente sin desearlo, del cómo nos puede "amargar la existencia" y del cómo nos vemos indefensos e impotentes ante él. Pues bien, resulta que en 1988 el historiador económico Carlo Cipolla, en su obra titulada "Allegro ma non troppo", formuló la Teoría de la Estupidez Humana, en la cual he encontrado la respuesta a algunas de las preguntas que me formulaba y en la que he confirmado con satisfacción que mis suposiciones se encaminaban a las recogidas en este tratado que ahora comparto con vosotros.

Tras ello, sólo puedo desear a mis lectores, a quienes os considero inteligentes, que hagáis uso de vuestra capacidad intelectual, sin caer en la maldad en la que puedo estar cayendo yo ahora mismo, para que, con astucia y perspicacia, os mantengáis alejados de personas estúpidas que puedan arruinaros sin justificación, ni razón alguna, un día espléndido, lleno de satisfacciones y serenidad.


Cipolla, en su teoría, establece las siguientes Leyes Fundamentales:



Primera Ley Fundamental

" Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo".

El autor considera que por muy alta que sea la estimación cuantitativa que se haga de la estupidez humana, siempre quedaremos sorprendidos de forma repetida y recurrente por el hecho de que:

  • Personas que hemos considerado inteligentes en otro tiempo, finalmente demuestran ser inequívocamente estúpidas.
  • A diario no encontramos con individuos estúpidos que entorpecen y obstaculizan nuestra actividad, apareciendo de improviso e inesperadamente en los lugares y en los momentos más inoportunos.


Segunda Ley Fundamental

"La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona".

Según Cipolla, no todos los humanos son iguales ya que unos son más estúpidos que otros y su grado de estupidez viene determinado genéticamente por la naturaleza pero no está asociado a ninguna otra característica de raza, sexo, nacionalidad o profesión.

Realizó estudios demográficos en diferentes sectores de la población. Inicialmente afirma haber comprobado que entre los trabajadores de "cuello azul" existía una fracción de estúpidos mayor de lo esperado, con lo que se confirmaba la primera Ley. Sospechando que podía deberse a la falta de cultura o a marginalidad del grupo estudiado, tomó muestras de trabajadores de "cuello blanco" y a estudiantes, comprobando que entre ellos se mantenía la misma proporción. Posteriormente verificó que el hecho se repetía al medir el mismo parámetro entre los profesores de universidad, llegando a confirmar que un porcentaje de lauredados con el Premio Nobel son estúpidos.


Tercera Ley Fundamental

"Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".

A partir de esta tercera ley, Cipolla, explorando la conducta humana, identifica los beneficios y las pérdidas que el individuo se causa a sí mismo y los otros clasificándolos en cuatro grupos:

1. Incautos: Benefician a los demás y se perjudican a sí mismos.
Los incautos son aquellos que siempre inician acciones que finalmente repercuten positivamente sobre los demás y negativamente sobre él.

2. Inteligentes: Benefician a los demás y a sí mismos.
El resultado de sus acciones repercute positivamente en ambas partes. Aunque, como la mayoría de los individuos no actúa conscientemente, esto no quita que una persona inteligente pueda comportarte en ocasiones como una incauta o incluso tener un comportamiento malvado. Sin embargo, como en la mayoría de las ocasiones demuestra su inteligencia en la coherencia de sus actos en cualquier ámbito, se le considera fundamentalmente inteligente. La única excepción importante a esta regla se presenta en las personas estúpidas que habitualmente muestran una fuerte tendencia hacia un comportamiento estúpido en cualquier actividad o empresa.

3. Malvados: Perjudican a los demás y se benefician a sí mismos.
Existen diversos tipos de malvados; el malvado perfecto es aquél que con sus acciones causa a otros perjucios equivalentes a los beneficios que obtiene para sí mismo. Otro tipo corresponde a aquellos que obtienen para sí ganancias mayores que las pérdidas que ocasionan en los demás, esos son deshonestos y con un grado elevado de inteligencia.
La posibilidad de encontrar malvados perfectos, es muy remota y son mucho más frecuentes los malvados inteligentes, al igual que los malvados estúpidos, aquellos cuyo beneficio repercute con un alto perjuicio sobre los otros. Pero la mayoría de los malvados son individuos cuyas acciones les proporcionan beneficios inferiores a las pérdidas ocasionadas a los demás. Este individuo se situará muy cerca del límite de la estupidez pura.

4. Estúpidos: Perjudican a los demás y a sí mismos.
Nuestra vida está salpicada de ocasiones en que sufrimos pérdidas de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor por culpa de las dudosas acciones de alguna absurda criatura a la que, en los momentos más impensables e inconvenientes, se le ocurre causarnos daños, frustraciones y dificultades, sin que ella vaya a ganar absolutamente nada con sus acciones.

Nadie sabe, entiende o puede explicar por qué esta absurda criatura hace lo que hace. En realidad no existe explicación -o mejor dicho- sólo hay una explicación: la persona en cuestión es estúpida.

La mayoría de las personas estúpidas son fundamental y firmemente estúpidas, en otras palabras, insisten con perseverancia en causar daños o pérdidas a otras personas sin obtener ninguna ganancia para sí, sea esto positivo o negativo. Pero aún hay más. Existen personas que con sus inverosímiles acciones, no sólo causan daños a otras personas, sino también a sí mismos. Estas personas pertenecen al género de los super-estúpidos.

El poder de la estupidez no tiene límites, porque, como ocurre con todas las criaturas humanas, también los estúpidos influyen sobre otras personas con intensidad muy diferente. Algunos estúpidos causan normalmente perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras. La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales: del factor genético y del grado de poder o autoridad que ocupa en la sociedad.

Los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido. Una persona inteligente puede entender la lógica de un bandido. Las acciones de un malvado siguen un modelo de racionalidad ya que pretende obtener un beneficio con sus acciones y, dado que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con los que obtener beneficios para sí procurando también beneficios a los demás, deberá obtener su beneficio causando pérdidas a su prójimo. Ciertamente, esto no es justo, pero es racional, y siendo racional, puede preverse. En definitiva, las relaciones con un malvado son posibles puesto que sus sucias maniobras y sus deplorables aspiraciones pueden preverse y, en la mayoría de los casos, se puede preparar la oportuna defensa.

Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Tal como está implícito en la Tercera Ley Fundamental, una criatura estúpida nos perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo racional de prever si, cuando, cómo y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.

Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, es lógico pensar que tienen todas las de ganar porque generalmente el ataque nos coge por sorpresa y porque, incluso cuando se tiene conocimiento del ataque, no es posible organizar una defensa racional porque el ataque, en sí mismo, carece de cualquier tipo de estructura racional.

El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales no sólo hace problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Hay que tener en cuenta también otra circunstancia. La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario de todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora.

Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, apetito, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente.

No hay que asombrarse de que las personas incautas, generalmente no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni las malvadas consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez.

Generalmente, se tiende incluso a creer que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto significa que se está confundiendo la estupidez con la candidez.


Cuarta Ley Fundamental

"Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error".

No hay que asombrarse de que las personas desgraciadas e incautas, no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni los bandidos consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez. Es extremadamente difícil explicar por qué sucede esto. Se puede tan sólo formular la hipótesis de que, a menudo, tanto los inteligentes como los bandidos, cuando son abordados por individuos estúpidos, cometen el error de abandonarse a sentimientos de autocomplacencia y desprecio en lugar de preparar la defensa y segregar inmediatamente cantidades ingentes de adrenalina ante tamaña situación de peligro.

Uno de los errores más comunes es llegar a creer que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto no es más que confundir la estupidez por la candidez de los desgraciados.

A veces hasta se puede caer en la tentación de asociarse con un individuo estúpido con el objeto de utilizarlo en provecho propio. Tal maniobra no puede tener más que efectos desastrosos porque está basada en la total incomprensión de la naturaleza esencial de la estupidez y da a la persona estúpida la oportunidad de desarrollar sus capacidades aún más allá de lo originalmente supuesto. Uno puede hacerse la ilusión de que está manipulando a una persona estúpida y, hasta cierto punto, puede que incluso lo consiga, pero debido al comportamiento errático del estúpido, no se pueden prever todas sus acciones y reacciones y muy pronto uno se verá arruinado y destruido sin remedio.

A lo largo de los siglos, en la vida pública y privada, innumerables personas no han tenido en cuenta la Cuarta Ley Fundamental y esto ha ocasionado pérdidas incalculables.


Quinta Ley Fundamental

"La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado".

Las consideraciones finales de la Ley cuarta nos conducen a un análisis según el cual, en lugar del bienestar individual, se toma en consideración el bienestar de la sociedad, definido, en este contexto, como la suma algebraica de las condiciones del bienestar individual. Es esencial para efectuar este análisis una completa comprensión de la Quinta Ley Fundamental. No obstante, es preciso añadir que de las cinco leyes fundamentales, la Quinta es, de largo, las más conocida.

Sería un grave error creer que el número de estúpidos es más elevado en una sociedad en decadencia que en una sociedad en ascenso. Ambas se ven aquejadas por el mismo porcentaje de estúpidos. La diferencia entre ambas sociedades reside en el hecho de que en la sociedad en declive los miembros estúpidos de la sociedad se vuelven más activos por la actuación permisiva de los otros miembros.

Si todos los miembros de una sociedad fuesen bandidos perfectos, la sociedad quedaría en una situación estancada pero no se producirían grandes desastres. Todo quedaría reducido a transferencias masivas de riqueza y bienestar. Pero cuando los estúpidos entran en acción las cosas cambian completamente. La personas estúpidas ocasionan pérdidas a otras personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas y, por consiguiente, la sociedad entera se empobrece.

Un país en ascenso tiene también un porcentaje insólitamente alto de individuos inteligentes que procuran tener controlada a la fracción de los estúpidos, y que, al mismo tiempo, producen para ellos mismos y para los otros miembros de la comunidad ganancias suficientes como para que el progreso sea un hecho.

En un país en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual; sin embargo, en el resto de la población se observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de malvados con un elevado porcentaje de estupidez y, entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los incautos.



Y tú ¿Estás de acuerdo? o ¿Qué opinas sobre la estupidez humana?


Fuentes:
http://www.eumed.net/cursecon/economistas/Cipolla.htm
http://www.personal.able.es/cm.perez/estupidezhumana.htm





Estupideces Cotidianas

Si de estupideces hablábamos, aquí os dejo una pequeña muestra de algunas de tantas como nos rodean cotidianamente en aquello que pensaríamos desarrollado por profesionales inteligentes que nos ofrecen argumentos con ¿"criterio"?
Aunque el video no es de buena calidad, no tiene desperdicio y espero que, al menos, sirva para haceros sonreír inteligentemente y sin maldad.




sábado, 9 de octubre de 2010

Gracias a la Vida

Hoy ha sido un día especial para mí. Hoy ha sido el día en que he celebrado, un año más, mi llegada a la vida hace ya... mucho tiempo. Tiempo que ella misma se ha ocupado de ir cargando de alegrías y tristezas, triunfos y fracasos, de amores y desengaños, rupturas y encuentros... de vivencias que, como a todos, me han llevado hasta hoy; experiencias que configuran nuestro modo único y personal de pensar y sentir; o lo que es lo mismo, de ser y de vivir el presente, porque ¿quién sabe lo que ocurrirá mañana?

Por ello, hoy quiero dar las gracias a lo más preciado que tengo con las mismas palabras que Violeta Parra inmortalizó en la letra de esta canción que se convirtió en símbolo de una generación. Con unas palabras sencillas pero profundas, como lo es cuanto de valor nos ofrece la vida, a pesar que nuestra cultura y sociedad nos empuje a dejar en segundo plano, obviándolas en pro de otras prioridades para abastecerse a sí misma. Aun así, siguen estando ahí y por ello digo:





Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes el hombre que yo amo.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
Con él las palabras que pienso y declaro
Madre, amigo, hermano y luz alumbrando,
La ruta del alma del que estoy amando.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados,
Con ellos anduve ciudades y charcos,
Playas y desiertos, montañas y llanos
Y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio el corazón que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano,
Cuando miro al bueno tan lejos del malo,
Cuando miro al fondo de tus ojos claros.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto,
Así yo distingo dicha de quebranto,
Los dos materiales que forman mi canto
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos que es mi propio canto.

¡Gracias a la vida!

(Violeta Parra)



jueves, 25 de febrero de 2010

Vive Intensamente. ¡Vive!

Con el contenido de este video sobran otras palabras...



domingo, 14 de febrero de 2010

Canción de Carnaval


Musa, la máscara apresta,
ensaya un aire jovial
y goza y ríe en la fiesta
del Carnaval.

Ríe en la danza que gira,
muestra la pierna rosada,
y suene, como una lira,
tu carcajada.

Para volar más ligera
ponte dos hojas de rosa,
como hace tu compañera
la mariposa.

Y que en tu boca risueña,
que se une al alegre coro,
deje la abeja porteña
su miel de oro.

Únete a la mascarada,
y mientras muequea un clown
con la faz pintarrajeada
como Frank Brown;

mientras Arlequín revela
que al prisma sus tintes roba
y aparece Pulchinela
con su joroba,

di a Colombina la bella
lo que de ella pienso yo,
y descorcha una botella
para Pierrot.

Que él te cuente cómo rima
sus amores con la Luna
y te haga un poema en una
pantomima.


Da al aire la serenata,
toca el auro bandolín,
lleva un látigo de plata
para el spleen.

Sé lírica y sé bizarra;
con la cítara sé griega;
o gaucha, con la guitarra
de Santos Vega.

Mueve tu espléndido torso
por las calles pintorescas,
y juega y adorna el Corso
con rosas frescas.

De perlas riega un tesoro
de Andrade en el regio nido,
y en la hopalanda de Guido,
polvo de oro.

Penas y duelos olvida,
canta deleites y amores;
busca la flor de las flores
por Florida:

Con la armonía te encantas
de las rimas de cristal,
y deshojas a sus plantas,
un madrigal.

Piruetea, baila, inspira
versos locos y joviales;
celebre la alegre lira
los carnavales.

Sus gritos y sus canciones,
sus comparsas y sus trajes,
sus perlas, tintes y encajes
y pompones.

Y lleve la rauda brisa,
sonora, argentina, fresca,
¡la victoria de tu risa
funambulesca!

Rubén Darío.


Ponte la máscara y vamos a bailar que estamos en Carnaval

¿Te apetece el sobrio y barroco carnaval veneciano?




¿Bailar samba en Río de Janeiro?






¿Prefieres moverte al ritmo de una batucada en Salvador de Bahía?





¿Acercarte a visitar Santa Cruz de Tenerife?




O, como la economía no está para muchas alegrías, ¿nos quedamos en Cadiz que está más cerca? Gastaremos menos, pero reíremos igual.




No hay que llorar, que estamos en Carnaval


La próxima semana volveremos a la "cuaresma" en la que entramos hace más de un año, pero ahora...

¡EsTaMoS en CaRnAvAl!


Yo sé que voy a amarte

Hoy, día de San Valentín, día de los enamorados y coincidiendo con Carnaval, creo que es una buena ocasión para recordar esta dulce melodía de amor brasileña, con letra de Vinícius de Moraes e interpretada por María Bethania y Caetano Veloso.

Déjate seducir por la música y comparte tu amor, con una dosis de romanticismo, con esa persona especial que llevas en el corazón.

Eu sei que vou te amar.
Por toda a minha vida eu vou te amar.
A cada despedida eu vou te amar
desesperadamente
eu sei que eu vou te amar
y cada verso meu será pra te dizer
que eu sei que vou te amar
por toda a minha vida.
Eu sei que vou chorar
a cada ausência tua eu vou chorar,
mas cada volta tua há de apagar
o que essa ausência tua me causou.
Eu sei que vou sofrer
a eterna desventura de viver
a espera de viver ao lado teu
por toda a minha vida.




Yo sé que voy amarte.
Por toda mi vida yo voy amarte.
En cada despedida yo voy amarte
desesperadamente.
Yo sé que voy amarte
y cada verso mío será
para decirte
que yo sé que voy amarte
por toda mi vida.
Yo sé que voy a llorarte
en cada ausencia tuya yo voy a llorar,
pero a cada vuelta tuya habré de borrar
lo que esta ausencia tuya me causó.
Yo sé que voy a sufrir
la eterna desventura de vivir
la espera de vivir al lado tuyo
por toda mi vida la vida.


¡Feliz día a todos los enamorados!


Aisha

El 27 de octubre de 2008, Aisha Ibrahim Duhulow, de 13 años de edad, fue condenada, por un tribunal islámico, aplicándole la Sharía, a muerte por lapidación.

Había sido violada por tres hombres. Al denunciar la violación ante la milicia de Al Shabab, que controla Kismayu, fue acusada de adulterio y detenida. Ninguno de los hombres que participaron en la violación fue acusado ni arrestado.

Desplazaron un camión cargado de piedras para llevar a cabo la lapidación. Unos cincuenta hombres la mataron a pedradas en un estadio de la localidad portuaria de Kismayu, en el sur de Somalia, mientras aproximadamente mil espectadores contemplaban el “espectáculo”.

Según confirmó Amnistía Internacional, durante la lapidación se ordenó a personal sanitario que comprobara si Aisha, que estaba enterrada, seguía con vida. La desenterraron, declararon que aún vivía y volvieron a colocarla en el agujero para continuar con la lapidación.

Dentro del estadio, miembros de la milicia abrieron fuego cuando algunos de los testigos del homicidio intentaron salvarle la vida y mataron a disparos a un niño que presenciaba los hechos. Más tarde, y según los informes, un portavoz de Al Shabab se disculpó por la muerte del niño y afirmó que el miliciano que había disparado sería castigado.


Fuente: http://facetas.wordpress.com/

¡Tan TERRIBLE como REAL!
 
 Y, lo peor, no es un hecho aislado, puesto que actos como éste se siguen produciendo a pesar de las públicas denuncias.
 
¿POR QUÉ?


Libre


No pertenezco a la noche,
ni me esclaviza la mañana.

No broto en tierra sembrada,
ni me alzo en la montaña.

No procedo del Norte,
ni me encamino hacia el Sur.

No soy prosa, no soy épica,
ni poesía lírica de juventud.

No nací en morada de bajo pelaje,
ni sobre cuna de alto linaje.

No tengo límite, ni fronteras,
sólo llevo mi libertad a cuestas.

No me busques en la nieve,
ni allá donde sólo llueve.

No me hallarás en desierto,
ni donde reina el desconcierto.

No me ligan tus cadenas,
ni me esclaviza su piel.

No soy mía, ni tuya.
Tampoco de él.

© Ana Molina
(Administrador del blog).

Dedico estos humildes versos a todas aquellas mujeres que, durante miles de generaciones, vieron y ven limitados sus derechos fundamentales. Gracias a ellas por sobrevivir, por luchar por su libertad y por ayudarme a tomar consciencia de mi identidad.



jueves, 11 de febrero de 2010

El Templo de Cristal

Uno de los preceptos del budismo es la abstinencia del consumo de alcohol, pero, como se podrá apreciar en este video, no lo es la reutilización de los envases que lo contienen. Este templo es una buena prueba de ello y un buen ejemplo a seguir.



RECICLA, POR FAVOR.
NUESTRO PLANETA TE LO AGRADECERÁ.


© Ana Molina (Administrador del blog).


miércoles, 3 de febrero de 2010

La Gran Cadena de los Prejuicios Sociales


“Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.
(Albert Einstein).

Mientras pasea por la calle, alguien se detiene ante el escaparate de una boutique. En él se muestran dos camisas, hay una notable diferencia de precio entre ambas: la de la izquierda cuesta 180,00 €, la de la derecha sólo 29,99 €.

Antes de proseguir con la lectura de este texto, detengámonos unos instantes para pensar en la razón de este margen de diferencia.




¿Qué opinas?

Entre las posibles razones, seguramente figurarán éstas u otras similares:

La camisa de la izquierda debe su elevado coste a que está confeccionada a mano o con un tejido natural; es un modelo, incluso exclusivo, de un elegante y prestigioso diseñador de moda y está de “rabiosa actualidad”; lo que es lo mismo, es “mejor”. Por el contrario, la camisa de 29,99 €, seguro que es “peor”; de la temporada pasada y se vende como saldo; se deformará o desteñirá con el primer lavado, porque es de un tejido sintético de mala calidad; formará parte de una partida de un millón de idéntica confección “made in Taiwán” o estará diseñada con un patrón incómodo y nada favorecedor porque es una “burda” imitación...

Pero, sigamos con la historia...

Finalmente, esa persona decide entrar a la tienda y, como su poder adquisitivo se lo permite, se concede el capricho de la camisa “mejor”, porque “es alguien con clase”, le gusta mostrar buena imagen e ir elegantemente vestido con prendas de calidad y prestigio.

Al pagar al dependiente el importe exacto, éste le devuelve 150,01 € y, ante la sorpresa de su cliente, le responde cordialmente:

“Disculpe. Acabamos de darnos cuenta que el escaparatista ha confundido esta mañana los precios de las camisas expuestas. Sólo son 29,99 euros. Gracias”.

¿Qué ha ocurrido?

Quizás algo semejante a lo que sucedió con otro caso del que fui testigo: En un comercio entró un individuo vestido con ropa sucia y ajada. Inmediatamente, los dependientes de la tienda se pusieron “en guardia” imaginando lo peor de él. Tras unos minutos, el supuesto “mendigo” o “ladrón” -vaya usted a saber- se acercó a uno de los dependientes con intención de comprar un valioso objeto. El vendedor, con tono despectivo, le dijo su precio con intención de alejarlo. Acto seguido, el comprador, ignorando la actitud del dependiente, sacó el dinero de su bolsillo y le hizo entrega del mismo ante la incredulidad del empleado, quien tuvo que tragarse su orgullo por su gesto arrogante y despótico al haber creído que no podría adquirir tan costoso artículo. La escena finalizó con las burlas del resto de los dependientes por lo “ingenuo” que había sido su compañero, aunque cabría pensar que a ellos les habría podido suceder lo mismo por haber prejuzgado, igualmente, a un comprador por su imagen.

No es nada nuevo ver distintos artículos de moda falsificados en mercadillos ambulantes, donde la gente compra a precios de ganga bolsos de polipiel mal cosidos, sin forro y con la cremallera falta de “3-EN-UNO” para abrirse sin quedar atascada o gafas de sol que dejan “cegato”, sin embargo, causarán envidia entre amigos al ver que incorporan logotipos elitistas que nadie sabrá identificar como falsos, a pesar que los auténticos, posiblemente, estén también sobrevalorados como estrategía de marketing.

¿A qué conclusión nos llevan estos ejemplos?

Desde mi punto de vista, a nuestra habitual tendencia a valorar cosas y personas por su apariencia al margen de cualquier hecho objetivo. Es decir, al prejuicio.

Bárbara opina que Aurora, su compañera de trabajo, es una “marujona”, porque al salir de la oficina se enzarza en una guerra contra los ácaros apuntándoles con el spray limpiador del que es experta francotiradora.

Por su parte, Bárbara aprovecha el tiempo libre en combatir a los porteros que tratan de impedirle el acceso a concurridos locales nocturnos, porque el atuendo de alguno de sus acompañantes “no es el adecuado para el lugar”.

Entre sus acompañantes solían estar Carmen y Diego, pero lleva tiempo sin verlos, porque Diego está desbordado de trabajo pues, según dice, su compañero “es un incompetente tocapelotas que se pasa el día comiéndole la oreja al pintamonas de su jefe”. Y, Carmen, según le comentó a él, está molesta con su amiga, ya que cree que está flirteando con su esposo, a quien califica de “hombre íntegro y fiel, hubiese preferido que se buscase un ligón empedernido que fuera de guaperas por la vida, porque le pega más a una loba devoradora de hombres como ella”.

El marido de Carmen, Emilio, le comenta a su “amante”, Flor, lo que le había dicho “ese intelectualoide trasnochado que pierde aceite”, refiriéndose a Diego, ella le respondió, “Ignórale, ya sabes que es un soplagaitas”.

Por casualidades de la vida, Flor, “la querida” de Emilio, es vecina de Aurora, ”la marujona” que trabaja con Bárbara. Pues bien, Aurora tacha a Flor de “paleta” y “hortera”, porque un día se la encontró en el supermercado vestida con chándal y zapatillas de deporte... “¡Qué poca clase!”.

Parecerá una historia inverosímil e incomprensible, pero no deja de ser una sátira de las redes sociales que tejemos a nuestro alrededor llevados por el mal hábito de prejuzgar y encasillar a las personas sin tener argumentos para hacerlo, porque ¿de verdad sabemos qué ocultan esas personalidades a las que aplicamos tan alegremente esos juicios de valor?

No reparamos en el mapa mental de cada individuo para saber si Aurora es una “marujona”, cuando podría estar asistiendo a clases de interpretación teatral, una inquietud que no caracteriza al prototipo en el cual ha sido encasillada. Bárbara sería una mujer segura de sí misma que ha optado por su independencia, pero se le cataloga de “loba devoradora de hombres” porque antepone su libertad y satisfacción personal a un compromiso afectivo, que tal vez tampoco le ofrezcan. Diego es “discreto”, a pesar de no saber guardar un secreto, pero se permite conceptuar a su compañero de “incompetente tocapelotas”, como de “pintamonas” a su responsable. Quizá no se sabe que entre Carmen y Emilio existen unos trámites de divorcio, aunque ella prefiera negarlo u ocultarlo afirmando que su marido le es “fiel”; o que Flor ocupa un puesto de alta dirección en una importante multinacional que le obliga a ir formalmente vestida, por lo que, en su tiempo libre, prefiere la comodidad de un chándal y unas zapatillas deportivas, al riguroso traje chaqueta de ejecutiva y a los molestos zapatos de tacón de aguja, aunque a algunos les pueda parecer “de mal gusto”. 

De la misma manera, todos imaginamos a Santa Claus vestido de rojo, pero ¿sabemos que una mundialmente conocida marca de refrescos le cambió el “look” para hacerlo coincidir con su color corporativo? Pues sí, Papa Noel vestía de verde y no de rojo como nos ha hecho creer la publicidad y nos lo hemos creído como “chinos”. ¡Por cierto! ¿Por qué nos engañan como a “chinos”? ¿Significa que los más de 1.000 millones de habitantes de China son todos tan ingenuos, ignorantes y carentes de criterio como para no dudar de cuanto se les dice? En fin, sin entrar en otras consideraciones, si yo fuera china no me gustaría que se utilizase mi nacionalidad para semejante comparación, igual que no imagino que hacer el “indio” signifique pasarse el día haciendo tonterías, como tampoco me gusta pensar que por el hecho de ser “made in Spain” se me presuponga vestida de faralaes, con banderillas por peineta y castañuela en mano.

Pero, volviendo al entrañable Papá Noel, no comprendo cómo el mismo fabricante de refrescos de cola aún no le ha convertido en “anoréxico” haciéndole pasar por una clínica de adelgazamiento para colocarle un balón intragástrico o hacerle una liposucción y, así, cumplir con los cánones de belleza impuestos por los modismos actuales, porque debe ser el único “gordo” aceptado mundialmente, pues los anónimos y desconocidos que llevan el sobrepeso en sus carnes, también lo soportan en el escarnio y la descalificación constante que padecen ante los agudezas críticas de esta sociedad sarcástica que, en el fondo, no tiene ninguna gracia y menos para quienes sufren en primera persona sus mordaces sutilezas.

De esta manera, si seguimos, llegamos “hasta el infinito y más allá” y todos podemos convertirnos en la diana de ojos con rayos destructores y lenguas viperinas que acompañan a cerebros que emplean su capacidad intelectual en crear, cada día, nuevos calificativos más ingeniosos y sorprendentes que nos apuntan con su dedo acusador. Somos “merengues” o “colchoneros”, “nenazas” o “marimachos”, “maricones” o “tortilleras”, “pijos” o “macarras”, “pelmazos” o “marchosos”, “casposos”, “frikies”, “gallinas”, “cocinillas”, “cerebritos”, “loros”, “gafotas”, “moscones”, “colgados”... Todo sirve de motivo para ridiculizar... pero el intelecto no se utiliza para conocer a las personas con detenimiento antes de someterlas a tan injustos y crueles enjuiciamientos.

Curiosamente, podremos observar que estos calificativos, en su gran mayoría, son dicotómicos o excluyentes, peor aún, son radicales, intolerantes e intransigentes. Es la lucha de los contrarios que puede inducir a rivalidad: guapos contra feos, flacos frente a gordos, listos contra tontos, jóvenes frente a viejos, divertidos contra aburridos, ricos frente a pobres... Eres o no eres, estás a favor o en contra, participas o te excluyes, aceptas o niegas... Estás con nosotros o contra nosotros.

Nuestro entorno nos obliga a elegir entre dos favoritos descartando por principio, cuanto menos de entrada, cualquier otra elección posible. No hay estaturas intermedias, no existimos aquellos que, aún perteneciendo al mundo de los “bajitos”, somos “altos”; simplemente existen estas dos categorías. Somos “machotes” o “locas con pluma”, “lindas florecitas de pitimini” o “machorras” de quienes no se tolera su identidad sexual, ni su personalidad. Estamos “liberadas” (con la interpretación negativa que se hace del término) o somos “marujas”, no se permite hacer uso de nuestra libertad personal recibiendo el merecido respeto, al tiempo que nos ocupamos de nuestras familias y hogares con satisfacción o por obligación. Somos “niñatos” o “carrozas”, sin embargo, no podemos tener esa edad estupenda en la que se puede disfrutar de la experiencia de la que adolece la juventud, sabiendo que aún queda mucho tiempo para llegar a la jubilación, porque simplemente se es “cuarentón” o “cincuentón” despreciado por “veinteañeros” y “treintañeros”, preferidos, éstos últimos, hasta por las empresas que rechazan años de experiencia profesional en pro de una juventud cargada de conocimientos meramente teóricos. Somos “machistas” o “feministas” sin comprender que creemos únicamente en la igualdad de sexos sin ponerle calificativo alguno. Somos “vagonetas” o “currantes”, no cabe el permiso para disfrutar de un rato de pereza y descanso tras una dura jornada laboral...

Vivimos rodeados de estereotipos estrechamente ligados al prejuicio que alcanza también a la tan traída y llevada “lucha de sexos”: “todos los hombres sois iguales, sólo pensáis con la bragueta”, pese a que muchos puedan preferir el cariño al sexo o el habitual “mujer al volante, peligro constante” aunque esta frase la pronuncie un “chavalín” que acaba de obtener el permiso de conducir y se refiera a una “tía” que lleva más de 20 años conduciendo a diario con seguridad.

Aceptamos las propuestas de los patrones estéticos sometiéndonos al bisturí para mejorar nuestra imagen física, en el vano intento de parecer alguien que en realidad no somos. Damos prioridad a la apariencia desatendiendo la evidencia, incluso la de estar poniendo en riesgo nuestra salud por bulimia o anorexia. Sin embargo, ¿cómo y cuándo nos aplicamos el “Botox emocional” o nos realizarnos el “lifting mental” para cambiar nuestra escala de valoración prejuiciosa, para aprender a respetar y empatizar con nuestros semejantes? Nuestra “calvicie intelectual” no se elimina con injertos de cabello, se consigue haciendo uso de nuestra capacidad de razonamiento y de comunicación. No necesitamos un “Wonder Bra”, ni implantes de pecho para lucirlo externamente, hay que mostrar el del interior, prescindir de los senos para ocuparnos del corazón, donde se encuentra la estética de mayor valía, sin importar que sea imperceptible a los ojos, pues no lo es a los sentimientos.

Lamentablemente, las distinciones y clasificaciones abarcan un campo mucho más amplio y problemático si nos referimos a la lista interminable de colectivos sociales que se vieron –y se siguen viendo- injustamente discriminados a lo largo de la Historia, de la cual no se pueden suprimir aquellos capítulos marcados por la “doctrina de superioridad racial” impuesta a miles de hombres y mujeres afroamericanos linchados en EE.UU. entre finales del siglo XIX y principios del XX, como nadie puede olvidar el exterminio del pueblo judío llevado a cabo por el movimiento Nazi durante la Segunda Guerra Mundial, o la “psicosis colectiva“ actual de persecución de los pueblos islámicos tras los atentados del 11-S de 2001, por ejemplificar algunos de los casos más recientes e incluso sangrantes.

Aquí, creo conveniente recordar que la UNESCO establece de forma clara la igualdad entre todos los seres humanos. Expone que, “en el estado actual de los conocimientos biológicos, no podemos atribuir las realizaciones culturales de los pueblos a desigualdades del potencial genético, sino que las diferencias entre las realizaciones de los diversos pueblos se explican completamente por su historia cultural”.

A los miembros de estos colectivos, incluso, se les ridiculiza con apodos insultantes y grotescos como “negrata”, “sudaca”, “panchito”, “calorro”... completados normalmente con algo escatológico. En estos apodos, la segregación lleva implícito algo infinitamente peor: la falacia de la “presunción de culpabilidad a priori” cayendo en la trampa de la justicia de nuestros propios razonamientos, la presuposición de comportamientos antisociales generalizados para todo el colectivo: “avaros”, “terroristas”, “ladrones”, “mafiosos”, “vagabundos”, ”gandules”, “hipócritas”...

Es posible que se me catalogue de “rígida” o de “huraña sin sentido del humor”. Será que soy “borde”, “antipática”, “intolerante” o “antisocial” y necesite hacer un curso de reciclaje o de reinserción social para dejar de ser tan “rarita” y volverme una persona “normal”, pero, sin ese curso que me capacite para comprender y aceptar estos conceptos y esta mentalidad, personalmente y a día de hoy, no le encuentro el sentido, ni la gracia, a ninguno de todos estos apelativos, como tampoco estoy a favor de ningún tipo de discriminación.

Hasta aquí he ejemplificado, inclusive caricaturizado (irónicamente para no salirme de la línea de actuación de esta costumbre social), una variedad –que no la totalidad– de prejuicios, estereotipos y elementos discriminadores con los que convivimos permanentemente. Sin embargo ¿sabemos realmente qué son, de dónde proceden, a qué se deben y qué consecuencias tienen? Si comenzáramos por ahí, sería probable que pudiésemos reflexionar con el objeto de modificar nuestros conceptos, pensamientos y comportamientos al respecto; podríamos encaminarnos hacia un conocimiento más amplio y con una perspectiva más objetiva que nos permita establecer nuestro propio criterio, alejándonos de la parcialidad y de las falsas creencias de las que se nutren.

Una de mis máximas vitales es “No hagas a los otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Con ella procuro igualarme y ceñirme al patrón de conducta que me corresponde recibir. Si no me gusta que me juzguen, tampoco es apropiado que yo lo haga al no tener derechos diferentes a nadie. En la medida que mi consciencia me lo permite, evito prejuzgar, intento VALORAR con conocimiento de causa, procuro aproximarme a una realidad más objetiva y menos distorsionada, pretendo soportar mis palabras y mis actos en la experiencia, como me esfuerzo en ofrecer y asimilar críticas constructivas. ¿Lo logro? No siempre, debido a que, como nos ocurre a todos los humanos, no consigo abstraerme por completo de la influencia cultural que recibo, aun así, trabajo por mejorar estas deficiencias.


A nadie le gusta que menosprecien ningún aspecto de su identidad, pero nos atribuimos la libertad de prejuiciar a las personas que nos resultan “non gratae”. Si deseamos respeto ¿Por qué no empezamos por ofrecerlo? Si no deseamos ser víctimas o reos ¿Por qué ser jueces o verdugos? La respuesta creo que se halla en el conflicto ético de la evolución de nuestra civilización e inherente al comportamiento y proceso de sociabilización humano. Supongo que el mismo que nos conduce a vivir inmersos en el colosal escaparate de “La Gran Cadena de los Prejuicios Sociales” donde se expone todo y con todo se comercia, donde todo se encuentra y vale todo, donde todo se clasifica y se señala con el dedo, donde cada persona y cada cosa tiene un precio superficial o de risa burlesca.


© Ana Molina (Administrador del blog).