sábado, 25 de febrero de 2012

Los "Te Quiero" Virtuales



Al leer en la pantalla un "¡Te quiero!" procedente de esa persona que, aun estando a cientos e incluso miles de kilómetros de distancia física, hace latir el corazón al compás de una romántica canción, es el despertar de una gran emoción que se materializa en un dulce escalofrío que recorre toda la espalda, como una gran descarga eléctrica que transporta al más allá y hace que en el estómago revoloteen mariposas a gran velocidad. Aun así, frecuentemente se diluyen como la sal en el agua, o como zumo de limón que deja un sabor ácido en la boca al comprender que todo ha sido ficticio, que ha sido una simple artimaña o una pasajera atracción virtual. Resulta difícil encontrar a esa persona que se lleva tiempo buscando infructuosamente para acabar hallándola al otro lado de un ordenador, comprender que el espacio y las circunstancias personales de cada cual impiden la deseada unión o averiguar que ese alguien especial a quien se creía haber encontrado, no era más que una idealización, una creación de la mente, alguien que se estaba limitando a interpretar un papel que no se correspondía con la realidad de los hechos.

Sin embargo, mientras unos expelen un cierto tufillo a contenedor de basura nada más recibirlos; cuando los hay que huelen a rosas, pero como ellas se marchitan y se pudren desprendiendo también un olor rancio y añejo que resulta desagradable, que rezuma podredumbre, paradójicamente, también los hay que son reales como la luz del día, aquellos que, como las buenas esencias, se guardan en frasquitos pequeños y al abrirlos inundan el ambiente de un fresco y natural aroma, de un dulzor que embriaga los sentidos.

¡Qué difícil resulta confirmar la verdad! ¡Qué difícil es verificar una certeza a través de un  frío monitor! Más cuando el deseo de encontrar a ese ser especial desborda y supera la capacidad racional.

No obstante, ¿por qué negarnos el derecho a descubrir la verdad? ¿Por qué dudar anticipadamente? ¿Es por la barrera que nos imponen nuestros miedos ocultos? ¿Por el temor al fracaso o al rechazo? ¿Por evitar sentirnos juguetes en manos de nadie? ¿Por dudar de la integridad de esa persona en la que, en teoría, creemos que nos llena? Al igual que el  miedo es libre,  la intuición suele ser certera. Entonces, ¿por qué no brindarle la oportunidad a nuestros sentidos de guiarnos por ellos, de fiarnos de las recomendaciones de nuestra intuición, sin que ello, lógicamente, nos haga perder la razón y el sentido común? ¿Por prudencia? Es coherente ser prudente, pero no por ello negarnos el derecho a vivir libres y disfrutar como merecemos y deseamos.

No hay que prejuzgar, no dejarse llevar por falsas apariencias, no hay que permitir que paguen justos por pecadores, impidiendo recibir un sincero “te quiero virtual” confundiéndolo condicionados por malas experiencias pasadas, con otros falsos que hayamos recibido con anterioridad, ya fueran reales o virtuales. Aunque de todo hay en la vida, prefiero ser inocente y bien pensada, presuponer que ninguno es simulado a priori, opto por creer en la bondad y la sinceridad de las personas, antes que en sus malos pensamientos y perversas intenciones, aunque siempre pueda existir alguien que nos lo pueda poner difícil. No hay que pensar tanto, ni buscarle los tres pies al gato -¿no deberían ser cinco...?-.

Yo he enviado y recibido "te quiero virtuales" pero sin escribirlos, ni leerlos, sino pronunciándolos y escuchándolos con y desde el corazón, con el convencimiento que al otro lado del cable se experimentaba la misma emoción y el mismo sentimiento. Pues lo importante es eso, querer y saberse querido, creer en la sinceridad de cuanto se recibe y transmite, a pesar de estar al otro lado del espejo, sin haber cruzado el umbral de El País de Las Maravillas.

Yo he sido como Alicia y he cruzado el espejo, encontrando maravillas que jamás hubiese imaginado de no haberlo atravesado. He escuchado miradas y he visto palabras, he vibrado con sentimientos propios y ajenos, mientras se producía una gran revolución en mi interior y podía percibirla en la otra persona. He conocido al príncipe azul que se convirtió en sapo, a corderos disfrazados de lobo, a la malvada Reina de Corazones... tal vez, algún día, se cruce conmigo el Sombrerero Loco.

Sé lo que se siente con un abrazo en un aeropuerto o en una estación de tren con un  encuentro y con una despedida, cuando queda la ilusión de volver a llenar el vacío del adiós físico que impone la distancia, no así el adiós emocional, porque ahí no hay hueco al quedar confirmada la veracidad de cuanto se sentía antes de adentrarse en lo desconocido que se ha materializado, cuando un impulso o el instinto dice “sí, ve, traspasa las barreras físicas y mentales, tantos y desmedidos temores sociales que nos confunden con lo ¿desconocido?”. Entonces te sientes más cerca de la felicidad, percibes que tienes el valor de enfrentarte a la verdad, de convertir el “te quiero virtual” en una realidad tangible que sobrepasa las fronteras cibernéticas y, a través de ellas, lo alcanzas en el mundo físico y real. Es, entonces, cuando te sientes libre por haber sido capaz de romper con tus miedos y lograr superarte a ti mismo; es, entonces, cuando sientes que tienes TODO, porque has desvelado el misterio que se oculta tras el monitor, cuando constatas si fue un espejismo o si el espejo te devolvió la imagen idealizada que tú mismo creaste en tu mente hecha realidad.

Si eres de los afortunados que, deseándolo, reciben un "Te quiero virtual" y una invitación al encuentro real, es un incentivo para aventurarte a descubrir si, más allá del mundo de ficción, puedes constatar que efectivamente son las pulsaciones del corazón y no las del teclado las que lo pronuncian y escuchan.


¿Pulsaciones en un teclado de plástico fáciles de escribir? Quizá, pero ¿por qué no pensar y sentir que son las pulsaciones de nuestro corazón? ... Yo tecleo con el corazón. Y tú ¿con qué tecleas?


Ó AnA Molina (Administrador del blog)