viernes, 29 de enero de 2010

Los Prejuicios Sociales y la Discriminación a Estudio


INTRODUCCIÓN
La ética social es una rama de la Ética que se ocupa de reflexionar sobre la justicia de las normas de la vida en comunidad. Su objeto es establecer las pautas de conducta social que garanticen la existencia de la “moralidad” en la vida pública y analizar las normas que caracterizan a los diferentes grupos de la sociedad, a la vez que estudia sus circunstancias culturales, históricas y demás condicionamientos.

En nuestros días, el concepto “ética” hace referencia a la reflexión sobre el “deber moral” y a la justificación de por qué deben ser consideradas como adecuadas o inadecuadas ciertas acciones y actitudes. Por tanto, se considera un comportamiento ético aquel que es conforme a las normas morales. El filósofo Kant afirmó al respecto que sólo podían ser consideradas como buenas, ética o moralmente hablando, aquellas acciones que hubieran sido ejecutadas exclusivamente por puro respeto al “deber moral”, es decir, sin que su realización nos mueva ningún interés particular.

En el lenguaje cotidiano es frecuente utilizar el término “moral” como sinónimo de “ética”. Sin embargo y de acuerdo a la tradición filosófica, la ética se ocupa de las reflexiones teóricas, mientras la moral sería el conjunto de normas concretas que llevan a la práctica la reflexión ética. De aquí que muchos pensadores afirmen que la moral no es más que “ética aplicada”.

Desde esta perspectiva “ética”, aquí, se pretende indagar en el estudio de los prejuicios y la discriminación, en sus aspectos, fundamentos y repercusión en el ámbito psicológico, sociológico y cultural.

CONCEPTOS BÁSICOS

Creencia
Las creencias, principales causantes de los prejuicios, son ideas, imágenes o modelos mentales que desarrollamos con la intención de satisfacer un deseo, real o imaginario, sobre el cual no se acepta una alternativa diferente.

El contenido de estas creencias se sustenta en una generalización rígida y determinista respecto del objeto prejuzgado; prescinde de hechos y datos, por lo que fomenta determinados comportamientos grupales, más allá de simples posiciones personales. De esto se deduce que la idiosincrasia de la conciencia social basada en las creencias controla, rechaza y penaliza la individualidad.


Estereotipo
Los estereotipos son métodos perceptivos (supuestos no soportados en hechos reales) que se emplean para la catalogación de los individuos por grupos, en función de determinadas características genéricas que se le atribuyen para identificarlos como iguales. Se acompañan de actitudes (positivas o negativas) que desarrollan expectativas que no se modifican a pesar de disponer de la información necesaria para ello. Esto es, son generalizaciones inamovibles.

Dado que representa un ahorro de esfuerzo de pensamiento, en su origen ayudan en el proceso de adaptación social como aspectos de la comunicación, el conocimiento y la interacción con el entorno. La información sobre personas, circunstancias u objetos que han entrado en contacto con nosotros y que hemos experimentado u observado, queda registrada en nuestra mente, de modo que, al repetirse situaciones similares, esa información se reutiliza sin necesidad de partir de cero una y otra vez.

Al iniciar una nueva relación, establecemos un marco de referencia en el cual nos sentimos seguros, presuponiendo que los demás tienen una escala de valores y de percepción semejante a la nuestra. Con unos datos básicos y evidentes sobre los otros (sexo, edad, vestuario, etc.), se forjan las ideas sobre la base de experiencias previas o hipotéticos deseos. Sin embargo, esta información es insuficiente para el conocimiento del sujeto o circunstancia en cuestión; no son más que meras suposiciones no contrastadas con hechos reales, por tanto, distorsionadas por nuestra subjetividad, la cual pasa por alto innumerables aspectos y desestima las diferencias.

En su aspecto positivo, tienden a favorecen la identidad social y el sentimiento de pertenencia a un grupo, de manera que nos permiten sentirnos integrados. No obstante, tienen su contrapartida negativa ya que, llevados al extremo, se convierten en auténticos prejuicios

Prejuicio
Es una predisposición del conocimiento, con connotaciones éticas negativas, que afecta al modo en cómo percibimos e interpretamos la realidad. Se soporta en creencias y estereotipos (ideas, expectativas o suposiciones) no contrastados con la experiencia, ni con evidencias a cerca de individuos, circunstancias o cosas que no se conocen, atribuyéndoles características comunes que les identifican como componentes de un grupo por su aparente semejanza. Luego, designa la acción de valorar algo sin el suficiente y adecuado conocimiento de la cuestión sobre la que se opina, sin haber realizado un análisis crítico previo de la misma. Por tanto, cuando no se comprueba la verdad de la información o una decisión depende de dicha veracidad, estamos hablando de un acto prejuicioso y por tanto reprochable.

Discriminación
La discriminación es todo aquel comportamiento que, debido a creencias (estereotipos y prejuicios) implique parcialidad en las relaciones y en la comunicación, el menosprecio, rechazo o la segregación de personas o colectivos por preferencias que niegan los principios básicos de igualdad de libertades y derechos humanos, por la intolerancia y la no aceptación de la pluralidad y diversidad.

Conclusión
realiza una valoración negativa basada en estereotipos, el resultado es el prejuicio. Cuando los prejuicios llevan a una persona a actuar de un modo determinado respecto al individuo o grupo prejuzgado, el resultado es la discriminación.

De acuerdo a esto, se puede establecer una diferencia entre estos términos: El estereotipo se limita a creencias generalizadas por falta de conocimiento, mientras que, el prejuicio, partiendo de estereotipos, alcanza al aspecto emocional, en cuanto a que son manifestaciones de nuestros sentimientos hacia grupos a los cuales no pertenecemos. La discriminación es la manifestación conductual de prejuicios y actitudes estereotipadas.

Otra de las características que los distingue es su polaridad: Los estereotipos pueden ser positivos, negativos o ambivalentes, mientras que el prejuicio no es positivo y la discriminación es la más negativa.

ORÍGENES Y DESENCADENANTES
El prejuicio y la discriminación pueden tener su origen en razones cognitivas que se trasladan al ámbito social, como pueden ser:

Aprendizaje
Parte de nuestro aprendizaje se basa en el manejo de nuestros recursos personales y en nuestro comportamiento frente a los demás. Por ello, se hace imprescindible partir de unas suposiciones mínimas respecto a los otros, de cara a interactuar socialmente y saber adaptarnos a cada situación.

Además, puede que el individuo prejuzgue de manera automática sin pretenderlo, que no haya desarrollado por sí mismo una actitud discriminatoria, sino que lo haga por la experiencia adquirida desde su infancia por la educación recibida, muy arraigada en su entorno.

Simplificación
Para facilitarnos la comprensión de los hechos, tenemos tendencia a simplificarlos, compararlos con otros experimentados con anterioridad y los completamos con datos inexistentes.
Falta de Información
Cuando alguien prejuzga suele incurrir en el error de ignorar pruebas o hechos contrapuestos a los que trata de defender, reclama para sí, un éxito no acreditado mientras se ocupa de difamar al opuesto.

Al observar, se tiene tendencia a dar más importancia, infravalorando o sobreestimando, el hecho más antiguo o el más reciente del que se tiene constancia; se toma éste como punto de referencia y se desestiman los restantes, negando, incluso, su potencial importancia y repercusión sobre cualquier otro acontecimiento.

Frustración
El prejuicio puede ser el resultado de frustraciones que se manifiestan volcando en otros las dudas, temores e inseguridades personales.


Amenaza
Llevados por frustración, falta de habilidades sociales, miedos internos o inseguridades personales diversas, se puede crear un sentimiento de amenaza, real o imaginario, que provoca, como mecanismo de defensa, el menoscabo o desprecio de las cualidades ajenas junto a la exaltación de los propios valores.

Culpa
Es frecuente que los propios sentimientos de culpa se proyecten en aquellos a los que siente como diferentes, a quienes se desvaloriza como refuerzo interno personal.




Inseguridad
Cuando las personas salen de su grupo entran en una zona desconocida que les puede producir inseguridad, incertidumbre, etc. Por “economía mental”, para sentirnos cómodos y seguros, nos asimos al conocimiento ya adquirido, realizando comparaciones a fin de anticiparnos y controlar nuestras reacciones frente a individuos diferentes o nuevas vivencias; esto desemboca en una conducta prejuiciosa.

Rigidez
El prejuicio muestra una fuerte resistencia al cambio, arraigándose en el pensamiento y a autoafirmarse permanentemente mediante nuevas experiencias, lo cual lleva al fortalecimiento de la convicción que no acepta supuestos diferentes.

Para las personas sumidas en los prejuicios, sólo ellos están en posesión de una única verdad. No razonan con objetividad y empatía, se muestran inflexibles, se limitan a realizar críticas destructivas desde su subjetividad, no están dispuestas a comprobar la veracidad de sus teorías, pues es más fácil dejarse llevar por los propios prejuicios internos que nos dicen que estamos en lo correcto que aceptar la verdad.

Si nos mostramos inflexibles en nuestras opiniones, manifestando la incapacidad para cambiar de criterio sólo conseguimos reforzar nuestras creencias, por el contrario, una mente abierta, dispuesta al diálogo, la reflexión y a la rectificación, se evita caer en comportamientos prejuiciosos.

Conflicto
Debido a la tendencia a juzgar prematuramente numerosos rasgos de la identidad ajena, la rigidez mental puede ser causa de conflicto en la comunicación y en las relaciones interpersonales.

En ocasiones puede derivar en la competencia directa con otros individuos, concediendo prioridad a lo propio únicamente por interés o egoísmo. Se llega a ver negativamente a los demás, hasta como contrarios o enemigos, potenciales o reales, mientras que el grupo al que se pertenece, o la propia individualidad, se ve como superior induciendo a criterios cada vez más rígidos e inflexibles. Esto conlleva el aumento de la intolerancia y a un comportamiento agresivo por la supuesta necesidad de legítima defensa ante presumibles enemigos.

Generalización
Por creencias erróneas se pueden formar impresiones a cerca de los demás, por su comportamiento o características que se asimilan a la totalidad de su colectivo, sin evaluar si el resto también queda identificado por ellas (p.ej.: si un zurdo tiene una letra ilegible, presuponer que todos los zurdos también la tendrán). Esto puede llevar a la categorización.

Categorización
Los seres humanos tendemos a estructurar el mundo en categorías para manejarlo y comprenderlo mejor. Pero este encasillamiento tiende a exagerar las diferencias hasta tal punto que puede llegar a simplificarse en dos únicas modalidades: la propia y la del resto.

Identificación y Diferenciación
En el momento que tomamos conciencia de las diferencias entre personas y grupos, se inicia el proceso de diferenciación que nos hace identificarnos y agruparnos sólo por afinidad. Esto permite afianzar la identidad tanto personal, como colectiva, pero puede provocar que justifiquemos nuestras características, desvaloricemos las ajenas y nos alejemos de aquellos a quienes consideramos diferentes.

La “Teoría del Espejo” de Jacques Lacan, de modo muy simplificado, plantea que el recién nacido no actúa por su voluntad, sino por instintos e impulsos primarios fragmentados, sin tomar conciencia de su identidad hasta verse en un espejo. Como la imagen reflejada le sonríe e imita sus gestos y movimientos, le resulta agradable. Así y en diferentes estadios va estableciendo contacto con otros mientras determina el valor de la comunicación como un reflejo, pues, según Lacan, “el ser humano se estructura en la mirada del otro”.

Reafirmación
Se puede prejuzgar o discriminar por la necesidad de reafirmación de la propia identidad mediante el descrédito y/o sometimiento de otros como manifestación de la creencia de la propia superioridad y confirmación de la inferioridad ajena.

Engañosamente eleva la autoestima, ya que una de sus funciones es hacer que las personas se sientan bien al compararse con un grupo al que consideran inferior o menos competente. Tendemos a pensar que nuestro grupo es único y sobreestimamos sus cualidades positivas, mientras que las características negativas las compartimos con los demás y las vemos como algo común a todo el mundo.

Sobrevalorar
Existe también la tendencia a sobre-dimensionar los criterios y actos personales, toda vez que se resta importancia a los ajenos desprestigiándolos porque no están a la altura de los propios. Por ejemplo, hay quienes atribuyen sus éxitos a su inteligencia y sus fracaso a la mala suerte, mientras que los triunfos ajenos los circunscribe al ámbito de la buena suerte y los fracasos a la falta de inteligencia, lo cual no deja de ser un tipo de prejuicio social más. Los individuos egocéntricos son muy proclives a incurrir en este tipo de consideraciones.

Aceptación vs. Rechazo
Por la necesidad que tenemos de sentirnos integrados en la sociedad, nos surge también la necesidad de aceptación o aprobación de los otros, por ello, es una actitud muy frecuente evitar elaborar nuestros principios y adaptarnos a los ya existentes en grupos concretos; con ello nos ahorramos el esfuerzo de pensar por nosotros mismos y aceptamos lo que el grupo plantea como válido, nos evitamos el enfrentamiento con los otros y nos permite sentirnos admitidos en la colectividad.

El objeto de los prejuicios es la aceptación o el rechazo de presuposiciones, de modo que, si se contradicen con las que consideramos mejores (las nuestras), automáticamente repudiamos las otras. Esta actitud implica la desvalorización y desprecio del sujeto u objeto de la crítica negativa, lo cual conduce a la discriminación.

Socialmente, los prejuicios constituyen importantes trabas para la aceptación colectiva de teorías, modos de vida, costumbres, etc., porque su erradicación de la cultura popular es lenta y difícil.

Integración Grupal
También se podría hacer referencia al llamado “Efecto Bandwagon”, de manada o de sumarse al grupo mayoritario o ganador. Ésta es una tendencia a hacer o creer algo sólo porque otras personas así lo hacen, o, a la inversa, se produce el rechazo porque así lo hacen los demás. Es un hecho experimentalmente comprobado que la mayoría de la gente altera sus creencias y sus actos en función de la selección que hacen de los criterios y actitudes ajenas aceptadas como válidas por la mayoría.

Profecía "Autorrealizada"
La gente no sólo selecciona la conducta que está de acuerdo con el estereotipo, sino que también puede provocarla como si se tratase de un efecto placebo. Si no damos opción a nuestros semejantes de mostrarse en libertad, puede desembocar en lo que el sociólogo estadounidense Robert K. Merton denominó “profecía autocumplida”: “La profecía que se realiza a sí misma es, al principio, una definición "falsa" de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva "verdadera”". Esto es, una predicción que, de ser realizada o enunciada, realmente causa que ésta se convierta en realidad, o lo que es lo mismo, si manifestamos nuestros estereotipos en alguien, ante nuestra reacción, éste puede percibirlo y verse condicionado a mostrar involuntariamente la conducta por nosotros prevista, con los consiguientes perjuicios psicológicos que esto le puede ocasionar, como, por ejemplo, pérdida de autoestima e inseguridad.

Esto, también se podría enlazar con la “Teoría del Espejo” mencionada anteriormente. Cuando el bebé se encuentra con la mirada de su madre en el espejo, ella actúa como él; si él ríe, ella también lo hace; si llora, la madre se entristece; así sucesivamente, de modo que el bebé, a través de una comunicación no verbal, aprende a conocer, es decir, a decodificar el mensaje y a descifrar los símbolos. Esto determina el valor de la comunicación de tal forma que, si la madre no entra habitualmente en sintonía con el mensaje del bebé, el niño no logrará un correcto desarrollo psíquico. Con esto, Lacan plantea que somos lo que somos porque fuimos tratados de una manera determinada. Por ejemplo, si a un niño se le repite constantemente que es malo o mentiroso, acaba por creerse que es malo o mentiroso y acaba por convertirse en tal.

Hipótesis de "El Mundo Justo"
Pensar que “cada uno tiene lo que se merece” permite que persista la discriminación institucionalizada.







CONSECUENCIAS
Las consecuencias de pertenecer a un grupo pueden tener una repercusión importante en el proceso de integración social, incluso de consecuencias irreversibles, tanto en las víctimas como en los victimarios; la mayor de ellas es la discriminación.

A título individual y psicológico, pueden influir negativamente a la hora de:
  • Percibir la realidad de modo distorsionado.
  • interpretar erróneamente los estímulos externos.
  • Reforzar las creencias y prejuicios personales o crear otros nuevos.
  • Aumentar la rigidez mental.
  • Dificultades de adaptación social y para la creación de nuevos vínculos.
  • Reducción de la capacidad empática.
  • Refuerzo de actitudes de aceptación o rechazo por condición "sine qua non".


En las víctimas se puede causar trastornos emocionales y psicológicos, como una pérdida de autoestima y asertividad que les haga mostrarse pública y privadamente de forma inhibida, débil e insegura, pudiendo con ello, incluso, reforzar los prejuicios con lo que se entraría en un círculo vicioso.

Otros efectos que causan son la frustración y la represión, puesto que la persona no puede enfrentarse y dominar, totalmente, los problemas ocasionados como consecuencia del sentimiento de rechazo de quienes le prejuzgan o discriminan.

Sin embargo, no todos los miembros de los grupos “estigmatizados” acarrean una baja autoestima, porque, para subsanar este inconveniente suelen utilizar tácticas como:

  • La comparación. Para elevar su autorreconocimiento se comparan únicamente con los miembros de su propio grupo o con aquellos que consideran inferiores.
  • El separatismo. Desprecian al grupo discriminador manteniéndose alejados de él. Si esta tendencia se generaliza, podría desembocar en el aislamiento social.
  • El distanciamiento. Evitan integrarse e involucrarse activamente en grupos, aunque, como ya se ha dicho, la inflexibilidad, al reforzar los prejuicios por falta de integración social, puede crear el sentimiento de soledad y frustración.
  • La ocultación. Evaden y niegan públicamente su pertenencia a un grupo, lo cual lleva también a sentimientos de aislamiento y soledad.
  • La superioridad. Manifiestan únicamente los aspectos positivos de su grupo resaltándolo como superior.
  • La reivindiación. Argumentan a favor de la igualdad de derechos para el cambio o eliminación de los prejuicios, incluso con la lucha activa.
La discriminación, llevada al extremo, además de las anteriores, puede tener consecuencias aterradoras: la alineación, la total exclusión de la sociedad de las víctimas. Los “verdugos” consideran a sus víctimas como seres inferiores y, por tanto, merecedores de ser sometidos o exterminados; no sienten ningún tipo compasión por los acusados, ni remordimiento alguno ante los posibles maltratos y torturas físicas o psicológicas, que pueden llegar hasta a la muerte, cometidas contra ellos; más allá de esto, rechazan toda responsabilidad de sus actos, justificándolos y anteponiendo el bienestar de su propio grupo social con el cual se muestran respetuosos, amables y afectuosos.
INCIDENCIA HISTÓRICA
El prejuicio y la discriminación son rasgos que han caracterizado el proceso de sociabilización a lo largo de la evolución de la Humanidad, desde los primeros escritos en los que ha quedado constancia de la esclavitud en el seno de la civilización mesopotámica, hasta el actual siglo XXI.

La antigua Grecia sentía la superioridad de su civilización, ciencia y cultura frente a las de otros pueblos a los cuales denominaban “bárbaros” por hablar otras lenguas extranjeras que sonaban como “balbuceos incomprensibles”, pero existen escritos que demuestran que este vocablo lo emplearon también para referirse a los extranjeros como individuos carentes de educación.

En Alejandría existía la prohibición de casamientos entre griegos e indígenas y una división de la población en grupos con estratos jurídicos sobre el origen étnico.

Durante el sigo I, los cristianos tuvieron que enfrentarse a la animadversión de escribas y fariseos, además de a las persecuciones de los emperadores romanos Nerón y Domiciano por considerarlos judíos sediciosos o rebeldes políticos.

Roma dio origen a una mezcla de razas heterogéneas en su población cosmopolita, sin embargo, esclavizó a aquellos pueblos que conquistó.

A partir del año 1000, la Europa cristiana (Sacro Imperio Romano, Francia, Inglaterra, España...) comienzan Las Cruzadas, con el objetivo de reestablecer el control cristiano, luchando contra musulmanes, judíos, mongoles, cátaros, turcos, eslavos, cristianos ortodoxos griegos y rusos, así como contra los enemigos políticos de los papas.

El Decreto de la Alhambra, dictado en Granada en 1492 por los Reyes Católicos, obligó a todos los judíos a convertirse al catolicismo o a ser expulsados de la Península Ibérica. Ese mismo año se puso fin a la Reconquista con la abdicación y expulsión de Boabdil, último rey Nazarí, iniciándose también la expulsión de todos los moriscos a lo largo de todo un siglo.

La Santa Inquisición, al amparo de la Iglesia Católica, se dedicó durante siglos a la supresión de la herejía y a juzgar todos los delitos relacionados con la fe.

La colonización española de América estableció un sistema de estratos sociales que discriminaba a los indígenas, puesto que el Imperio Español consideraba “razas puras” a la blanca, india y negra, en su inútil esfuerzo de evitar un mestizaje que menospreciaba como “cruza”. Asimismo, esta colonización supuso también la conquista espiritual e ideológica llevada a la práctica con la cristianización de las poblaciones nativas.

La conquista del nuevo continente también dio origen al comercio negrero que se extendió por Europa (Portugal, España, Francia, Gran Bretaña, Países Bajos, Dinamarca) y por América, tanto en el norte británico, como en las colonias del sur. Existen cifras que dicen que hasta 1850 entre 11 y 25 millones de esclavos africanos fueron trasladados a colonias norteamericanas y caribeñas, especialmente. Además, el investigador Enrique Peregalli, calcula que habría que añadir un 25% de muertos durante las capturas y otro 25% durante el viaje por el Atlántico. También se estima que unos 17 millones fueron vendidos en el Índico, Oriente Medio y el norte de África.

En 1863 Abraham Lincoln declaró la libertad de todos los esclavos, pero, como esto no garantizaba la igualdad de ciudadanía a los libertos en todos los estados, con la finalización de la Guerra de Secesión, en 1865, tuvo que entrar en vigor la Decimotercera Enmienda a la Constitución de EE.UU. que abolía la esclavitud en el país, quedando así definitivamente ilegalizada, pero no por ello lo hizo el sentimiento racista contra el pueblo afroamericano que siguió sufriendo la discriminación, puesta en práctica por el KKK y sus linchamientos, hasta bien entrado el siglo XX. Hoy en día, este grupo racial sigue sufriendo encubiertamente el menosprecio de sus compatriotas de raza blanca.

Con el siglo XX bien avanzado, el Apartheid fue el resultado del fenómeno de segregación en Sudáfrica implantado por colonizadores holandeses bóer en la región, como símbolo de una sucesión de discriminación política, económica, social y racial.

El movimiento sufragista de mediados del siglo XIX, llevo a las mujeres de Europa y de EE.UU. a cuestionarse los roles institucionalizados que las situaban en inferioridad respecto al hombre, lo cual les incitó a organizarse para lograr su emancipación más allá de su derecho al voto, a perseguir la igualdad jurídica, el derecho a la educación, al trabajo y a la administración de sus propios bienes.

Una de las manifestaciones más dramáticas del antisemitismo que se conocen fue el genocidio del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial, iniciado “La noche de los cristales rotos”, en marzo de 1938 tras la invasión de Austria por parte de la Alemania Nazi, y que concluyó con la liberación del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau en 1945. Se estima que murieron, víctimas de este exterminio sistemático, más de 6 millones de judíos; 800.000 gitanos; 4 millones de personas de diversas nacionalidades, prisioneros de guerra soviéticos, víctimas de la ocupación e individuos calificados de “asociales”: opositores de izquierda, librepensadores y presos políticos en general, homosexuales, discapacitados físicos y psíquicos, delincuentes comunes, etc.

Pero el prejuicio, la discriminación, la marginación y la exclusión continúan manifestándose en la actualidad en ejemplos como el de la India moderna, donde aún se mantiene el sistema de castas sociales, por el cual, los “parias”, siguen siendo considerados “impuros” por formar parte de la clase más baja.

La discriminación de la mujer china comienza antes de su nacimiento. La prohibición impuesta en su país, desde hace más de 30 años, de tener más de un hijo por pareja, ha dado lugar a métodos de aborto selectivo debido, en parte, a su menosprecio cultural hacia las mujeres, pero principalmente por cuestiones más prácticas: el hombre representa beneficios sociales y económicos; los varones pueden desempeñar mejor los trabajos duros que requieren fortaleza física; las mujeres, al contraer matrimonio, además de con su trabajo como adultas, enriquecen a las familias de sus esposos. Así, las familias al verse forzadas a limitar su descendencia a un único hijo, optan por la opción más segura: niño. Si, durante el embarazo, en una ecografía se aprecia que el feto es de sexo femenino, se opta por el aborto, si no, éste corre el riesgo de ser dado en adopción o abandonado, inclusive podría llegar a morir. Esto está empezando a provocar un desequilibrio de sexos de cara al futuro; se estima que para el año 2020, en China habrá entre 30 y 40 millones de varones sin pareja.

En África, las mujeres siguen sufriendo en su infancia la espantosa práctica mutiladora del “njongal jigeen”, la ablación del clítoris o clitoridectomía. Una agresión que tiene graves consecuencias físicas y psicológicas y forma parte de los mecanismos de opresión de la mujer al estar destinada a controlar su sexualidad y, a veces, a aumentar el placer de los hombres a costa de ellas. Cada año dos millones de niñas, de entre 4 y 12 años, son víctimas de esta aberrante incapacitación genital que afecta a una población de entre 80 y 114 millones de mujeres.

Un tribunal de la Sharia islámica en Funtua (Nigeria), en enero de 2004, condenó a muerte por lapidación a Amina Lawal por haber dado a luz a un hijo fuera del matrimonio, mientras que el padre no fue procesado por falta de pruebas. Afortunadamente su condena fue anulada, pero no corrió la misma suerte la joven kurda de 17 años, Du’a Khalil Aswad, quien, en 2007, fue lapidada hasta la muerte en el Kurdistán iraquí por un crimen de honor (unas fuentes afirman que fue debido a su intención de convertirse al Islam para casarse con un muchacho iraquí sunita, mientras otras indican que murió en castigo por ausentarse de su casa una noche); misma suerte que corrió Jaffar Kiani, apedreada hasta la muerte por cometer adulterio en Irán el mismo año.

En Afganistán las mujeres van cubiertas por completo con el “burka” que únicamente les concede la libertad de una pequeña redecilla para ver a través del traje que cubre hasta su rostro y tiene un peso de 7 Kg. Con el régimen integrista Talibán, no podían salir de sus casas sin ir acompañadas por un pariente varón; no tenían acceso a atención médica porque no podían consultar a un médico varón, pero tampoco estaba permitido que las mujeres ejerciesen ninguna profesión, incluida la medicina, como tampoco tenían acceso a la educación, se debían, y se siguen debiendo, a la sumisión masculina del padre o el esposo.

Tampoco se puede olvidar la discriminación infantil y la violación de los derechos de la infancia que se presentan en multitud de países de África, Latinoamérica, Asia y Oriente Medio en los cuales se ven forzados a realizar trabajos en condiciones extremas y peligrosas, a la prostitución e incluso a levantar un arma y matar, todo ello en contra de su voluntad, sin poder tan siquiera expresar su opinión o deseo, con las graves consecuencias físicas, psíquicas y emocionales que ello les acarreará a lo largo de sus vidas.

Y tantos sucesos más que resultaría casi imposible enumerar y referir. Sin embargo, creo que hay algo que aún podemos hacer:

CONTRARRESTAR LOS PREJUICIOS Y COMBATIR LA DISCRIMINACIÓN
Como se dijo al principio, ésta es una reflexión ética y por tanto no tiene, necesariamente, una única respuesta y una solución universal. Se han descrito las razones por las cuales los estereotipos, los prejuicios y la discriminación están muy enraizados y por tanto son difíciles de cambiar, pero no por ello considero que debamos permanecer impasibles e insensibles obviando posibles soluciones y alternativas que, como sugerencia, podrían estribar en:


  • Realizar un proceo de refelxión e introspección para identificar los asuntos que tratamos desde una óptica subjetiva que nos aleje de la realidad de los hechos.
  • Reconocer el problema desde la autocrítica constructica, evitando caer en justificaciones y autoengaños, con el fin de alcanzar un cambio de actitud y mentalidad.
  • Combatir activamente los propios prejuicios y cumplir conb este compromiso.
  • Ser consciente y honesto con nuestros pensamientos y palabras a cerca de otras personas y grupos.
  • Tomar consciencia de la inexactitud que implica toda generalización.
  • Recordar que la mayoría de los estereotipos son falsos o exagerados y, ante la duda, recabar información que demuestre su error o veracidad.
  • Confirmar que no se obtiene ningún beneficio por discriminar a otros y, en el supuesto de logarlo, éste siempre será insustancial.
  • Romper el ciclo del prejuicio aprendiendo a no odiar y a perdonar.
  • Manifestar desacuerdo con los comentarios prejuiciosos.
  • Expandir la capacidad mental par pensar en términos de relaciones humanas, o de humanización, aprendiendo a respetar, aceptar y valorar la diversidad que enriquece nuestro entorno, aumenta la libertad propia y la ajena sin necesidad de someterla a roles limitadores.
  • Mejorar la percepción de la realidad para no distorsionarla en función de nuestros deseos o intereses perticulares o por influencias externas.
  • Elevar el nivel de atención hacia las personas y circunstancias que nos rodean a todos en general.
  • Dearrrollar la empatía para comprender, desde nuestra propia sensibilidad, las diferencias y los sentimientos ajenos.
  • Reducir nuestro narcisismo, egoísmo y egocentrismo sin dejarnos llevar por nuestra arbitrariedad.
  • Mostrarnos receptivos y abiertos al diálogo y a la comunicación para tomar consciencia del carácter discutible de nuestros criterios y valoraciones, contrastándolos, respetuosamente y sin imposiciones, con los ajenos, lo cual nos llevará a ampliar nuestros puntos de vista enriqueciendo nuestros conocimientos y nuestra personalidad.
  • Aumentar la capacidad de escucha y comprensión, pues si no escuchamos, nunca podremos llegar a conocer el mensaje que pretenden transmitirnos y menos aún comprenderlo.
  • Mantener alta la autoestima, puesto que sentirse bien con uno mismo es importante a la hora de aceptar las diferencias de otros.
  • Mostrarse asertivo para no perder el derecho al respeto, ni perdérselo a los demás.
  • Educar en valores humanos y actitudes sociales basadas en la tolerancia, la aceptación y la integración, siempre desde la libertad e igualdad, sin castigos, ni amenazas, es decir, sin represión.
  • Fomentar la comunicación y las relaciones amistosas con personas de otros colectivos mediante el contacto directo, siempre que éstos mantengan un estatus (social, económico, laboral o intelectual) similar, en un entorno que favorezca la cooperación, la interdependencia y la igualdad grupal, tanto como la disconformidad con creencias estereotipadas entre ellos. Esto desmantelará las falsas creencias que existen sobre ellos y favorecerá la creación de un identidad social única.
Y, fundamentalmente,
¡POR FAVOR,
NO APOYAR, NI PARTICIPAR
EN PROYECTOS U ORGANIZACIONES
QUE NO RESPETEN LOS DERECHOS HUMANOS!
¡MUCHAS GRACIAS!


REFLEXIÓN PERSONAL
Por todo lo expuesto, sólo me queda plantearme si cabría una cuestión más: la hipótesis de si alguna de las actitudes y comportamientos descritos no podrían extrapolarse para ser considerados como otra modalidad de “arquetipos” a estudiar en aquello que Jung denominó “Inconsciente Colectivo”:
"La vida se me ha aparecido siempre como una planta que vive de su rizoma. Su vida propia no es perceptible, se esconde en el rizoma. Lo que es visible sobre la tierra dura sólo un verano. Luego se marchita. Es un fenómeno efímero. Si se medita el infinito devenir y perecer de la vida y de las culturas se recibe la impresión de la nada absoluta; pero yo no he perdido nunca el sentimiento de algo que vive y permanece bajo el eterno cambio. Lo que se ve es la flor, y ésta perece. El rizoma permanece”.
Visto así, ¿sería el hombre la flor que perece y los prejuicios el rizoma que permanece...?


© Ana Molina (Administrador del blog).


Fuentes
Prejuicios, discriminación y estereotipos en terapia
http://www.monografias.com/trabajos28/etica/etica.sh
Estereotipos
http://sepiensa.org.mx/contenidos/2004/f_estereotipos/estereo1.htm
ESTEREOTIPOS, DISCRIMINACIÓN Y PREJUICIOS
http://es.shvoong.com/social-sciences/1748727-estereotipos-discriminaci%C3%B3n-prejuicios/
Orígenes Sociales y Cognitivos del Prejuicio
http://www.monografias.com/trabajos36/prejuicios/prejuicios.shtml
Los prejuicios: qué son y cómo se forman
http://www.cepvi.com/articulos/prejuicios.htm
Prejuicio
http://es.wikipedia.org/wiki/Prejuicio
La Personalidad Prejuiciosa
http://identidades.org/fundamentos/gordon_allport_personalidad_prejuiciosa.htm
Teoría del Lacan y la teoría del espejo
http://www.apuntesdepsicologia.com/psicoanalisis/teoria-de-lacan.php
Inconsciente Colectivo
http://www.e-torredebabel.com/Psicologia/Vocabulario/Inconsciente-Colectivo.htm


jueves, 28 de enero de 2010

El Mito de la Caverna

Platón es uno de los pensadores más influyentes en la Filosofía Occidental de todos los tiempos. A través de potentes figuras e imágenes descriptivas, en "El Mito de la Caverna" concentra la pluralidad de su pensamiento. Una alegoría susceptible a múltiples interpretaciones sobre el conocimiento y la naturaleza humana.

De los dos universos simbólicos que establece en él, aquí se pretende equiparar, por una parte, el mundo de las sombras o de los sentidos, con la percepción errónea que tenemos de la realidad que nos induce al prejuicio; de otra, el mundo de las ideas o de la razón, con el discernimiento veraz de los hechos que nos alejan de cualquier tipo de catalogación y/o discriminación. Esto es, nuestra interpretación subjetiva frente a la objetividad.

Así se describe el mito, filosóficamente, desde su perspectiva histórica:


Con el paso de los siglos su simbolismo no ha quedado obsoleto, por contra, en nuestros días se mantiene vigente y se representa, nunca mejor dicho, de manera virtual:



Pero ¿qué hacer si tomamos consciencia de los errores que hemos alimentado a lo largo de nuestra vida en la oscuridad? ¿Permanecer en las sombras de la subjetividad y de una irrealidad, por conocida que sea, o salir al mundo exterior de la evidencia objetiva, pero ignorada? Mi opinión es:


No hay peor ceguera que la de aquel que vive en la oscuridad sin ser consciente de ello, aunque le iluminen el camino.

¿Qué se entiende por realidad y cuántas hay? Eso es otra cuestión...

© Ana Molina (Administrador del blog).


lunes, 25 de enero de 2010

La Máquina Musical

Esta increíble máquina fue construida gracias a un esfuerzo de colaboración entre el Conservatorio de Música de Requena y la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Cheste (Valencia).




Increíblemente, el 97% de los componentes de la maquina viene de las fábricas de Lois y de Equipos de Riego Lafror, de Utiel.




Al equipo le llevó 5 .029 horas el montaje, alineación, calibración y decoración antes de poder grabar este video, aunque como puedes ver el esfuerzo mereció la pena.




Hoy día está en funcionamiento en el Museo del Vino de Requena.




miércoles, 20 de enero de 2010

Canción de amor propio


En ocasiones, nuestra autoestima, nuestro amor propio, pasa por baches que nos hacen sentir un poco inseguros. Igual que hay veces en las que las relaciones interpersonales no marchan a las mil maravillas y la soledad no deseada hace su presencia y nos causa pesadumbre. Para esos momentos, he preparado este video, con la intención de sacarles el mejor provecho, intentar desdramatizarlos y tratar de reírnos sanamente un poquito de nosotros mismos. Porque, con buen sentido del humor, incluso con un cierto toque de ironía, los males son menores y nos puede ayudar a llevarlos con el espíritu más alto.


AnA Molina (Administrador del blog).


sábado, 16 de enero de 2010

¡Más despacio. Por favor!


Hace unos días, un amigo me comentaba que, como siempre iba con prisa, no se había percatado bien de lo que alguien le había comentado repetidas veces y cómo eso había dado lugar a un pequeño malentendido entre ambos. Otra amiga también comentaba que no se podía permitir tomar unos días de descanso porque tenía muchas tareas pendientes. Esta misma mañana, he recibido un mail de una persona que me decía que, aun siendo día no laborable para ella, se había visto obligada a tener que acudir a su puesto de trabajo porque así se lo habían impuesto. Yo misma, siempre ando a la carrera de aquí para allá con todas mis obligaciones y responsabilidades, sintiendo el compromiso de tener que llegar a todas a tiempo y hacerlas a la perfección en detrimento de mis afectos, mis aficiones, mi descanso y mi salud.

Ayer, otra persona allegada, bastante estresada, comenzó a hacerme, a toda velocidad, una lista interminable de cuánto tenía que hacer en un par de horas, con la sensación de angustia de saber que era altamente complicado cumplir con todas ellas. Me sentí tan agobiada con lo que me estaba transmitiendo que no pude evitar decirle:

¡Basta!




Después de haberlo dicho, se quedó sorprendida, incluso molesta por mi imperativo. Parecía excesivo e improcedente, sin embargo, después de explicar el sentido de mi exclamación, acabó agradeciéndola y comprendiendo perfectamente a qué me refería...


Vivimos rodeados por la prisa. Es el ritmo y el estilo de vida que nos marca esta “cultura de la velocidad” que nos somete a la esclavitud del tiempo, a la exigencia de bailar al ritmo y compás que ella nos marca dando prioridad al trabajo, a las obligaciones y otras cuestiones que se podrían calificar de “secundarias” si las comparamos con nuestro bienestar íntimo y personal.


Cuando era niña, los establecimientos comerciales cerraban por descanso en domingo; a las doce de la noche no podías comprar el periódico o una barra de pan y si urgía un medicamento se tenía que buscar una farmacia de guardia; me alimentaba de una saludable y apetitosa comida casera; hacer un reintegro de dinero implicaba desplazarte a la sucursal bancaria; la decoración navideña de la ciudad no hacía su aparición hasta mediados de diciembre y los décimos de su tradicional lotería se compraban a final de año; la primavera comenzaba cuando los primeros rayos de sol comenzaban a calentar, los días se iban haciendo más largos y las flores empezaban a brotar; las escapadas de la ciudad en puentes laborales no se tenían que hacer escalonadamente y las vacaciones estivales se decidían ya entrado el verano, como la vuelta al colegio no se hacía hasta mediados de septiembre; no se pensaba en planes de jubilación en plena juventud y vivíamos un día cada día, aquel que marcaba un almanaque con efemérides y el santoral.


Hoy en día, los comercios, no sólo abren el día de descanso, sino que los horarios se han prolongado tanto que podemos encontrar algunos con un rótulo luminoso con el texto “Abierto 24 horas”, donde, aprovechando que a la noche nos coge de regreso a casa, podemos comprar la barra de pan o el periódico que no tuvimos oportunidad de recoger a primera hora de la mañana porque llegábamos tarde a trabajar, el mismo diario que tampoco tendremos ocasión de leer más allá de sus titulares, salvo que restemos horas a nuestro descanso y mañana acusemos el cansancio por haber dormido menos de lo necesario, favoreciendo rendir menos y correr más. Comemos rápidamente en el trabajo, porque la distancia para llegar a nuestros hogares nos impide el desplazamiento en el tiempo que tenemos asignado para este fin y muchos lo aprovechan para acercarse al gimnasio, porque no tienen otro momento libre al cabo del día para ejercitar su cuerpo; otros, incluso se alimentan de un simple bocadillo frío sin levantarse de su puesto de trabajo, mientras continúan tecleando frente al ordenador y la comida casera, al estilo de mamá, queda reservada, con suerte, para los fines de semana, siempre que no sea necesario ir a la oficina a terminar el informe que, inexcusablemente, tiene que estar terminado para presentarlo al cliente a primera hora del próximo lunes. La comida rápida, servida a domicilio y los platos pre-cocinados, que se amontonan en nuestros congeladores y despensas, han proliferado, porque no nos queda tiempo para cocinar la cena cuando nuestro horario de trabajo se prologó hasta bien entrada la noche o no hemos tenido tiempo para ir al mercado tradicional a comprar alimentos frescos para hoy, porque, como ya sabemos todos, podemos llenar nuestro estómago, que no alimentarnos, calentando, durante un minuto en el microondas, una lata de un sabroso, calórico y flatulento plato típico de la gastronomía asturiana, en lugar de cocinarlo a fuego lento y durante horas en nuestra cocina, porque “¡Deprisa, que hay prisa!” que, en apariencia, sigue conservando el sabor auténtico de la cocina de puchero de una abuelita del litoral cantábrico.


Si no tenemos dinero en efectivo, no importa, pagamos el litro de leche que nos faltaba con la tarjeta de crédito o de débito porque, ya se sabe, “hay cosas que no se pagan con dinero, para lo demás... “ la tarjeta, si no queremos esperar a que la persona que está haciendo uso del cajero automático en ese momento, nos haga perder más tiempo. Al igual, en nuestra prisa por consumir, hemos adquirido la costumbre de, “para esos pequeños caprichos...”, “vivir a mes vencido”, es decir, desembolsar nuestros sueldos antes de haberlos percibido e, incluso, antes de haber desarrollado la labor que los origina, porque gozamos del beneplácito del costoso dinero de plástico anticipado por el que, a fin de mes, al ver reflejado en el extracto bancario el consumo descontrolado que hemos realizado con nuestras tarjetas y los intereses cargados por su uso y mantenimiento, nos quedamos, por primera y única vez en el día, “paralizados”.


La Navidad comienza en octubre y las rebajas de enero en diciembre. “Ya es primavera en...” febrero y, comercialmente hablando, “la vuelta al cole” se hace no ya en septiembre, ni en agosto, sino en julio, porque si no, al comienzo de las clases, los libros de texto estarán agotados en las librerías y nuestros hijos tendrán que ir al colegio con el uniforme del año anterior que se les ha quedado “pesquero” porque “¡Hay que ver lo rápido que crecen estos niños!”. La lotería de Navidad se vende en verano por aquello de “¿y si cae aquí?” cuando estamos tomando el sol en la playa en el mes de julio. Las cartas a los Reyes Magos no se entregan a sus pajes en diciembre, se envían con meses de antelación por correo electrónico a los grandes almacenes asegurándonos de su recepción para garantizar la reserva anticipada de los juguetes de moda de Papá Noel y Los Reyes que se agotan a principios de noviembre aunque no lleguen hasta principios de enero. Si necesitas comprarte un abrigo en febrero te esperas a septiembre o te conformas con esa preciosa camisa de manga corta que has visto en el escaparate y acto seguido pasas por la farmacia para comprarte un anticatarral que estrenarás junto con la camisa veraniega en pleno rigor invernal.


Cuando no sabemos todavía como coordinar las vacaciones con familia y amigos, qué decidiremos hacer con esos días libres o cuándo nos interesará disfrutarlos, nuestras empresas nos exigen, a principio de año, que hagamos el cuadrante vacacional y nos pongamos de acuerdo con nuestros compañeros de trabajo para no dejar ningún puesto desatendido durante nuestra ausencia. Las reservas de viaje se tienen que hacer con meses de antelación o nos quedaremos en tierra por “over-booking” en los vuelos y con la ocupación hotelera al completo. Si decidimos hacer un viaje corto en puente laboral hay que solicitar días libres para escalonarlo y salir antes o volver después para evitar perder el día de salida y de regreso en los atascos de tráfico que se producen en las carreteras, porque tenemos que prevenir, como tenemos que hacerlo de cara al futuro, aun teniendo toda la vida por delante, pues hay que ser precavidos y anticiparnos, para cuando seamos mayores y llegue la vejez, con planes de pensiones por los que pagaremos durante 30 ó 40 años, sin garantías reales de su cobro llegada la hora de la verdad.


¿Cuántos ejemplos como estos podemos encontrar en nuestra cotidianeidad y en nuestro entorno? Muchos, quizá excesivos, y con tendencia creciente. Así, no es de extrañar que las enfermedades cardiovasculares y los problemas psicológicos, como la ansiedad, el estrés, el síndrome de la felicidad aplazada o la depresión se estén convirtiendo en la “peste moderna” que no se menciona en los medios de comunicación, mientras todos los informativos nos inquietan con la “pandemia de gripe A” que, como bien se ha demostrado, no causa tantos estragos como los infartos de miocardio. ¿Cómo, si no, podría nuestro ritmo cardiaco aceptar tanta aceleración? ¿Cómo podría tolerar nuestro organismo tanto colorante, conservante, espesante, acidulante, glutamato y tanto producto químico, luego artificial, que contienen las grandes cantidades de “comida basura” que ingerimos? ¿Cómo no iba a presentar cuadros de ansiedad cuando no nos damos un pequeño respiro ni para pensar con un poquito de serenidad?


Decir “hay que trabajar para vivir y no vivir para trabajar” se ha convertido en un tópico que todos repetimos como autómatas, siguiendo nuestro ritmo frenético e inconsciente, sin embargo, no lo llevamos a la práctica. Todo gira en torno a la productividad y al consumo, imbuidos también por el exceso de publicidad en esta línea cultural de ahorrar tiempo, la cual, con su bombardeo constante a nuestras neuronas cerebrales, nos invita a convertirnos en consumidores compulsivos y en súper-héroes de cómic que se desplazan a la velocidad de la luz, o en “recordmen” de nuestra actividad diaria y competidores directos de nuestro propio ritmo personal.


Cuanto más trabajamos, más producimos; cuanto más producimos, al menos en teoría, más poder adquisitivo tenemos; cuanto más dinero tenemos, más consumimos y cuanto más consumimos, más dependientes nos hacemos de ese círculo vicioso y ambicioso, menos libres de todos estos condicionantes, por tanto, menos dueños de nuestro tiempo, de nuestro desarrollo y libertad personal, en resumen, de nosotros mismos. Como todo depende de terminar cuanto antes con lo que estamos haciendo en este momento para ponernos a la tarea siguiente, en el fondo, lo vamos aplazando todo sin ser conscientes de cuanto nos rodea a cada instante, ni de la propia situación en la que nos encontramos y lo que ello podría desencadenarnos. No percibimos, no apreciamos, no disfrutamos, no descansamos, no compartimos, no nos realizamos humana y afectivamente... No hay tiempo, es tarde... Hay prisa... Ya lo haremos mañana porque hoy ya no queda tiempo... No paramos... Siempre corremos...


Con este proceder generalizado y globalizado, nuestra sociedad nos inculca que la velocidad es sinónimo de progreso. Hay que obtener el éxito profesional a cualquier precio, para, con ello, obtener el éxito material, desatendiendo el meramente personal, porque, si ralentizamos nuestro ritmo, en pro de todos los aspectos de nuestra salud y nuestras relaciones personales, seremos unos fracasados no aptos para formar parte de ella y perderemos la carrera de la vida sin llegar a la meta, ni a tiempo de pasar el testigo.


Pero es posible vivir en un mundo industrializado, con todas las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías y el desarrollo, produciendo lo mismo, o más y mejor, de una manera más racional y equilibrada sin renunciar por ello a nuestra calidad de vida, como lo está poniendo de manifiesto el sistema laboral francés que ya ha reducido su jornada laboral a 35 horas semanales, sin que ello haya repercutido en su productividad, o el alemán de 30 horas, que, lejos de haberla recortado, la ha visto crecer en un 20 % respecto a la de otros países con horarios más amplios. Se trata de crear, en este mundo globalizado, la concienciación para trabajar con mayor motivación y satisfacción, con más eficacia, lo cual debe nacer de la implantación de nuevas filosofías y políticas de empresa que favorezcan esta actitud en sus empleados en lugar de la sensación de desaliento y desagrado permanente con su labor y aquello que les sustenta, tan generalizada hasta ahora, reportando beneficios en la calidad de sus servicios y productos, así como la constancia y fidelidad de sus trabajadores que reducirían significativamente su absentismo laboral por problemas físicos y psicológicos. Se trata de vivir en el aquí y en el ahora sin posponer indefinidamente nuestros pequeños placeres cotidianos y retomar una escala coherente y racional de valores humanos en la familia, los amigos y en hacer un buen uso de nuestro ocio y tiempo libre.


Esta es la propuesta del movimiento cultural “Slow Down”, parar nuestro frenesí de actividad y controlar el reloj, sin que él nos controle a nosotros, para encontrar el equilibrio entre el uso de la tecnología orientada al ahorro de tiempo que permita una productividad más óptima, disponiendo, a su vez, de tiempo libre para disfrutar de actividades personales sin que esto represente una invitación a la pasividad en lugar de a la actividad, ya que ésta última es la que propone, pero con un enfoque diferente al que llevamos en la actualidad: aparcar la prisa y disfrutar del tiempo sin depender del consumismo exacerbado.


El movimiento “Slow Down” nació en Italia, en 1989, como protesta del periodista Carlo Petrini ante la apertura de un restaurante de comida rápida junto a la escalinata de la Piazza di Spagna de Roma. Así nació una corriente de pensamiento y acción, más allá de un grupo regido por organismo alguno; una nueva conciencia basada en la biodiversidad, la reivindicación de las culturas locales y tradicionales, así como en el empleo inteligente de la tecnología para protegernos de la velocidad de nuestra civilización y preservar una alimentación sana.

No obstante, de este movimiento, su filosofía y propuestas, ya hablaremos otro día, más delante, cuando haya tiempo, porque ahora...


¡¡¡Hay prisa!!! ... y... ¡¡¡Me voy!!!






© AnA Molina (Administrador del blog).