jueves, 15 de marzo de 2012

Los Falsos "Buenos Samaritanos"


"Facilitar una buena acción es lo mismo que hacerla"
(Mahoma)






A nadie sorprende el hecho de ir circulando por una autovía de manera fluida y encontrar de pronto una importante retención debida únicamente a la avería de un automóvil situado en el arcén o a la colisión de dos coches, cuyas únicas víctimas suelen ser los paragolpes de ambos vehículos. Pero ahí estamos, viendo como pasan los minutos sin lograr avanzar, porque la gran mayoría de los conductores sienten la morbosa curiosidad de reducir la velocidad para ver qué ha sucedido, logrando sobrecargar y ralentizar el tráfico, convirtiendo las vías de acceso en descomunales y kilométricos atascos.


En estas situaciones, no sólo hacen acto de presencia los "curiosos morbosos" que esperan poder ver un accidentado o un reguero de sangre que estimule sus sentidos y les dé motivo de conversación con sus compañeros de trabajo; también suelen aparecer los "falsos buenos samaritanos" que despliegan todo su afán de protagonismo, más que de ayuda, consiguiendo dificultar todavía más la circulación al poner en riesgo la seguridad de los otros conductores: los "falsos buenos samaritanos" que se ofrecen a ayudar cuando toda necesidad de auxilio se ha hecho presente con antelación a su entrada en escena.

Tampoco se nos escapa a ninguno los ociosos que tras las cortinas de sus ventanas y las mirillas de sus puertas controlan los pasos de sus vecinos, deseosos de compartirlos cuando se cruzan con otro vecino "cotilla" y, cual hábiles "paparazzi" se convierten en locutores de  "Radio Macuto" del vecindario, donde nada, ni nadie se libra de sus miradas, ni de sus mordaces e impertinentes comentarios.

¿Quién no ha abierto alguna vez su correo electrónico sin encontrar un e_mail de algún bondadoso conocido que le ha enviado, junto a una lista de 50.000 desconocidos, un mail en el que se pide ayuda para un niño desaparecido "ayer" cuando el correo lleva circulando dos o tres años por la red? ¿Quién no se ha encontrado con otro correo advirtiendo que no se abra un determinado e_mail porque es un virus informático (falso) que, si se abre, antes de contar hasta tres, habrá destruido nuestro equipo informático junto con toda la información contenida en él?


¡Cuántas veces habremos escuchado a personas decir que nos quieren con el alma y jamás nos abandonarán, pero a la primera ocasión que se les presenta nos abandonan sin explicación alguna o esgrimen argumentos totalmente incomprensibles y surrealistas!

Viajando en transporte público gente joven va cómodamente sentada, mientras ancianos, minusválidos y embarazadas permanecen de pie; los que ocupan los asientos vuelven la cara para evitar ver cómo alguien le está pidiendo con su mirada que le ceda amablemente el asiento, pero persiste en hacerlo hasta que otra persona tiene que tomar partido y le dice públicamente con la voz alzada que le ceda el asiento cuando él mismo ha sido incapaz de cederle su asiento.
No hace muchas semanas, en una carretera comarcal, me encontré con una sorprendente retención en el carril por el cual circulaba con mi vehículo. A medida que lentamente podía ir avanzando comprobé que se había producido un importante accidente en el carril contrario al mío, al que aún no habían accedido los servicios de emergencia sanitarios y policiales, mientras los heridos permanecían tendidos en el suelo después de haber sido auxiliados por otros conductores. La retención en el sentido contrario era lógica, sin embargo, no tenía sentido alguno que se extendiese a mi carril de circulación, pero los conductores que circulaban delante de mí no podían evitar la tentación de reducir la velocidad para ver si lograban ver lo sucedido obstaculizando el tráfico. Y allí, tras la curiosidad morbosa, inmediatamente delante de mí vehículo se  hallaba una "buena samaritana". Tanta necesidad tenía de hacer el bien que, en lugar de proseguir su marcha viendo que ya estaban auxiliados los heridos, sin dificultar más el tráfico y sin poner en peligro a otros vehículos. Sin embargo, se limitaba a frenar constantemente de forma intermitente y, en lugar de estar atenta a su conducción, su único objetivo era indicar, a los vehículos del carril contrario, que frenasen con gestos con las manos fuera de la ventanilla; curiosamente, muchos ya estaban detenidos e incluso algunos conductores se encontraban en el exterior. No contenta con ello, tuvo la genial idea de advertirles que cambiasen de sentido; de modo que alguno, muy obedientemente comenzó la maniobra para invadir el carril contrario e incorporarse al mío. Tras de mí ya se había formado una bonita caravana, al tiempo que me veía obligada a frenar bruscamente repetidas veces debido a los frenazos de la "buena samaritana" quien, además, iba cediendo el paso a todos aquellos conductores que, obedeciéndola decidían dar la vuelta. Mientras, a lo lejos se escuchaban las sirenas de los servicios de emergencia que pretendían inútilmente llegar al lugar del accidente por una carretera estrecha y colapsada en ambas direcciones que impedía su acceso.

Si esta "buena samaritana" hubiese aminorado la marcha sólo lo imprescindible para confirmar que los heridos ya estaban siendo socorridos por otros conductores y proseguir su marcha con normalidad, habría contribuido a que los coches no dieran la vuelta, no se atascará el carril contrario y la vía habría quedado despejada para que pudiesen acudir cuanto antes, los servicios de emergencia, los únicos realmente útiles y necesarios.

Días después, una vecina "chismosa", en su ánimo de hacer el bien y poder dormir a pierna suelta esa noche por haberse sentido útil, logró alarmar a toda una familia, haciendo creer que su anciano y senil padre había salido sólo de su vivienda hacía mucho tiempo sin que nadie supiera donde se podía encontrar, cuando en realidad, el hombre permanecía tranquilamente en su casa esperando a uno de sus hijos pasase a recogerle. El único problema fue que, al estar sordo, el hombre no había escuchado el timbre del portero automático mientras la familia se había desplegado como Indiana Jones "en busca del anciano perdido".

Personalmente, he tenido que ver como mis amigos han acabado recibiendo correos electrónicos, supuestamente enviados por mí, invitándoles a adelgazar, lo que me ha supuesto que alguien en concreto se sintiera ofendido al creer que le estaba llamando "gordo" y otros por haber recibido invitaciones a páginas de contactos sexuales procedentes, en apariencia, de mí.

He vivido numerosas veces las "desbandadas" de personas que, emulando a Los Tres Tenores, entonaban a coro el "amigos para siempre", pero sólo mientras no sucediese algo que les hiciera desaparecer en la nada. Como también he comprobado que esos que se llaman "compañeros" en el entorno laboral, les falta tiempo a que te vuelvas de espaldas para levantar falsos testimonios contra ti, con tal de ascender en el escalafón, como si ello les fuese a permitir heredar la empresa. También, me he quedado fuera de mi horario, habiendo cumplido ya con mis tareas, para ayudar a alguien que, a la hora de hacer el cuadrante de vacaciones, literalmente respondiera que a él "se la sudaban los problemas de los demás" y, al finalizar la jornada laboral, se les caía el bolígrafo de las manos mientras otros nos encontrábamos desbordados de trabajo y se limitan a despedirse sin mirar con un indiferente "hasta mañana" cuando se suponía que éramos como Los Tres Mosqueteros con su famoso "uno para todos y todos para uno".

Estos "buenos samaritanos", lo que consiguen con sus supuestas ayudas es dificultar las labores de otros, entrometerse en la privacidad ajena o facilitar direcciones de correo a "entidades" con intenciones nada lícitas, sólo por poner algunos ejemplos.

Estamos rodeados de gente que, cual "boy scouts de pacotilla" van realizando la "buena acción del día", que "van de buenos por la vida", intentando con ello sentirse mejores personas que las demás, demostrarse a sí mismos su gran talla personal, su calidad humana y comunitaria, porque sus propias limitaciones, miedos e inseguridades les impiden ver su auténtico valor allá donde lo puedan tener. Sin embargo, a poquito que escarbemos en su superficie, podremos ver que "no es oro todo lo que reluce", pues lo que les induce a realizar sus "buenas acciones" no es otra cosa que la necesidad de autocomplacerse, buscar justificaciones para enmendar cuanta hipocresía conllevan sus notables y numerosas "malas acciones", tanto como el llenar así sus simples y vacías existencias.

A la hora de la verdad, cuando realmente se las necesita, cuando podrían ser realmente útiles,  se niegan, se excusan, se hacen los desentendidos mirando hacia otro lado, huyendo como las ratas, corriendo como alma que lleva el diablo... El temor a entregarse altruistamente, con amor desinteresado les lleva a esconder la cabeza como el avestruz. Cuando un amigo se ve en un aprieto no están allí para tenderles la mano; cuando ven a un hombre tendido en el suelo, no se plantean si necesitará ayuda, sino que giran la mirada simulando no haberle visto ("ojos que no ven, corazón que no siente") o se alejan de él rápidamente, no sea que les vaya a hacer algún mal; cuando se cruzan con un mendigo, descargan su conciencia dándole unos céntimos, en lugar de pagarles un bocadillo, no lo consideran una alternativa, es potencialmente peligroso para ellos por la implicación que exige y el riesgo que tendrían que asumir. Sin embargo, sí se ven capacitados para sacar la mano por la ventanilla diciendo a otros conductores que den la vuelta mientras van frenando constantemente, con ello no arriesgan, a lo sumo puede suceder que el vehículo que va tras ellos se empotre contra el suyo y, en ese caso, sacarán toda su visceralidad cuando le hayan golpeado su flamante paragolpes trasero. Se limitan a abrir sus bocas haciendo afirmaciones sin fundamento, sin tener en consideración la inquietud que pueden crear sus inexactas afirmaciones o sus precipitadas palabras sobre una familia preocupada por un ser querido; como tampoco muestran respeto, ni precaución al difundir masivamente correos basura; no manifiestan ética, respeto, ni espíritu colaborador alguno con el colega con quien no han colaborado en un momento de sobrecarga de trabajo. ¿Será que, con sus "buenos actos", creerán estar más cerca del bien que del mal, estar más cerca de Dios y más lejos del tenebroso infierno...?

No se percatan del daño que hacen y, como el problema no les atañe ni va con ellos, les deja indiferentes. Sólo buscan colgarse medallas con las que cargar peso sobre su cuerpo mientras aligeran el de sus conciencias, gracias a su afán de una falsa heroicidad que les otorgue el protagonismo y reconocimiento social que son incapaces de obtener por otros medios. Así pretenden obtener una falsa notoriedad y evitar  pasar desapercibidos entre la multitud, camuflando su simplicidad con alardes de una humanidad, de una ética, de un civismo y de un espíritu de colaboración ciudadana que realmente desconocen, ya que no alcanzan a ver más allá de su propia satisfacción y comodidad personal.

Estas personas son más dañinas que beneficiosas; con su afán de protagonismo se convierten en un estorbo, sólo ponen de manifiesto su total ineficacia, por ejemplo, al no alejarse del lugar de un accidente para facilitar el paso a las ambulancias, no ofreciéndose a ir en busca del anciano perdido, no denunciando los correos de suplantación de identidad, ni evitando levantar falsos testimonios contra personas ausentes. Si actuasen de otro modo se verían obligados a comprometerse y a actuar, perdiendo su supuesto estatus de bienestar; lo contrario les obligaría a abrir sus limitadas mentes saliendo de su autoengaño, cuando resulta mucho más cómodo y fácil seguir viviendo de falsas apariencias que les hacen creerse mejores que aquel que no "husmea" y "cotillea" sobre los actos de nadie. Se presentan con la apariencia de piedad, cuando en realidad se oponen a su eficacia. Finalmente, no dejan de ser meros buscadores de medallitas de hojalata con las que autocondecorarse como salvadores egocéntricos de bondades malignas.

Ó AnA Molina (Administrador del blog)