viernes, 30 de octubre de 2015

El Laberinto: Símbolo del Alma


“En el laberinto, uno no se pierde, se encuentra
 En el laberinto, uno no encuentra al Minotauro,
se encuentra a sí mismo”.
(Hermann Kern)














Los laberintos se remontan a épocas muy antiguas. Se han encontrado representaciones de laberintos cuadrados y rectangulares en tumbas del Antiguo Egipto, mientras que los laberintos de forma circular surgieron a finales del siglo VII a.C.

En la época medieval aparecen nuevos laberintos en las catedrales con una diferencia con respecto a los laberintos clásicos y es que en los góticos hay un solo camino desde la entrada hasta la salida. Este laberinto se asocia con el duro camino hasta Dios desde el nacimiento (la salida) hasta llegar a Él (el centro) y está asociado a la idea de salvación.

La Finalidad de los Laberintos
La representación de los laberintos se ha convertido en un juego que aparece en muchas revistas infantiles. Los niños deben iniciar un trazo en la entrada del laberinto y continuar hasta encontrar la salida. Pero uno no deja de asombrarse cuando estudia la construcciones de laberintos (construcción arquitectónica sin aparente finalidad, de complicada estructura y de la cual, una vez en su interior, resulta complicado encontrar la salida).

En muchas catedrales el laberinto se dispone después de la entrada en el templo (lugar donde está la pila bautismal) y antes del acceso al altar (donde desciende la influencia espiritual). Todo esto es altamente significativo:

En general, el laberinto es un solo camino que converge en un centro. Los pueblos primitivos, cogidos de las manos en sus danzas alrededor del fuego, ya representaban complicados laberintos. Para los antiguos egipcios, el laberinto pudo significar el camino que seguían los muertos a través del inframundo, con Isis como guía y Osiris esperando en el centro para juzgarlos.

A lo largo de la prehistoria e historia, el ser humano ha construido viviendas para cobijarse y convivir, ha realizado monumentos y esculturas para representar sus grandes ideales, ha construido grandes templos y grandes centros megalíticos para ensalzar las divinidades. En la antigüedad, los laberintos se construían a modo de trampa  para que no se pudiera entrar o salir de un lugar con facilidad. Los laberintos medievales, por su parte, simbolizaban el camino del hombre hacia Dios. En los tiempos modernos, en cambio, los laberintos son creados por motivos paisajísticos o lúdicos.

Los laberintos, como parte de una geometría compleja, ejercen una fascinación universal en el ser humano. Su dibujo aparece en las cavernas del Neolítico. Fueron utilizados por los celtas en tiempos anteriores al cristianismo y también en la tradición hindú y tibetana. Para muchos de esos pueblos, el laberinto simboliza un viaje interior a la mente y al espíritu, hasta alcanzar la realidad esencial de la propia naturaleza.

Existen danzas rituales de coreografía laberíntica en Suecia e Inglaterra que se llevaban a cabo en laberintos hechos en el pasto y relacionados con el renacimiento.

Es sabido que algunos peregrinos no podían hacer las grandes peregrinaciones a Tierra Santa, entonces hacían un recorrido por el laberinto de la catedral de rodillas.

La finalidad de los laberintos en las catedrales podría ser, representar de forma sugestiva un camino de peregrinación a Jerusalén, accesible para aquellos que no tuvieran la posibilidad de viajar realmente a Tierra Santa. En ocasiones –ya fuera por penitencia o promesa-, el fiel podía acometer este viaje de rodillas, empleando alrededor de una hora y media en llevarlo a cabo, sin dejar de orar en ningún momento hasta alcanzar el centro, es decir, hasta llegar a Jerusalén; de hecho, algunos de los laberintos de las catedrales de la época, fueron conocidos, desde finales del siglo XVIII o principios del XIX, como “Chemins de Jhérusalem” (Caminos de Jerusalén).

Sin embargo, otros datos demuestran que no todos los laberintos conocidos cumplían ese supuesto objetivo penitencial, ya que, dadas las reducidas dimensiones de algunos de ellos, ni aun recorriéndolos de rodillas supondrían un verdadero esfuerzo, o penitencia, mientras que, por otra parte, también aparecen laberintos en iglesias anteriores a la tradición de los viajes a Tierra Santa.

El Mito de Teseo y el Laberinto del Minotauro
Pero si existe un mito famoso en torno a los laberintos es el de Teseo y el Minotauro.

Cuenta la historia que Minos -rey de Creta, pidió a Poseidón -rey del mar, una ofrenda para apaciguar a los dioses; Poseidón le envió un toro blanco muy hermoso y Minos le desobedeció dejándolo para sus rebaños; en castigo, Poseidón hizo que Pasifae, esposa de Minos, se enamorara locamente del toro, quedó embarazada y dio a luz un monstruo horrible, mitad humano, mitad animal: el Minotauro; resultó ser una bestia tan indomable, que Minos pidió a Dédalo que construyera un laberinto para encerrarlo.

Mientras tanto, los atenienses habían sido obligados por el rey cretense Minos, a enviar a Creta cada nueve años, siete de sus mejores hombres para ser ofrecidos en sacrificio; en esta ocasión serían enviados al Minotauro. Teseo, hijo de Egeo -rey de Atenas, convenció a su padre para permitirle ir a Creta; allí conoció a la hija del rey Minos, Ariadna, quien se enamoró de él y le entregó un ovillo de hilo antes de entrar al laberinto para que no perdiera el rastro. Teseo dio muerte al Minotauro, y con la ayuda del hilo de Ariadna logró salir del laberinto. Teseo regresó a Atenas y se convirtió en su nuevo rey.

A partir de esta historia, el laberinto Cretense se convirtió en un símbolo de la reclusión y la libertad, de la vida y la muerte, de la oscuridad y la luz, de la pérdida y del encuentro de sí mismo.

La cultura Griega nos enseña la mitología del Minotauro (símbolo de la naturaleza animal del hombre que debe ser derrotada) y Teseo, (el héroe solar, como principio crístico o espiritual) en el laberinto de Creta.

La salida de Teseo del laberinto después de vencer al Minotauro sirviéndose del hilo de Ariadna, simboliza su renacimiento, su evasión de la muerte e inmortalidad. Por este motivo el laberinto tiene una asociación con la muerte y este es el motivo por el cual ha sido encontrado en tumbas.

Los Mandalas
En el mundo oriental esto esta asumido en el mandala, que combina los símbolos del centro, de la cruz y el círculo. En este caso en el centro en vez de haber un tesoro puede haber un loto, una figura de Budha, una llama o algo dedicado a la concentración. Ese centro del mandala se asocia con el centro Interior o Budha Interior.

Los mandalas están constituidos en muchas ocasiones como complejas formas geométricas destinadas a la meditación profunda. Así, meditando sobre el simbolismo del mandala, y acercándose mentalmente a su centro, el aspirante toma conciencia de profundos niveles de significación. Generalmente, la mayor parte de los mandalas están compuestos por cuadrados, círculos y triángulos, en una complicada combinación de formas que tienen extraordinarios efectos visuales y llevan al observador a profundos campos de energía y estados modificados de la mente y la consciencia.

El laberinto cretense parece ser una de las primeras formas conocidas de los laberintos; es un mandala que aparece grabado en monedas de alrededor del 100 al 500 a. C. halladas en la zona del Mediterráneo; es un laberinto clásico cuya leyenda proviene de la mitología griega.

Laberintos Famosos
Construcciones que aparentemente sólo sirven como decoración, pero que asombran por su belleza y sus misterios, como por ejemplo: El Laberinto Egipcio del Lago Moeris, El Laberinto de Cnosos en Creta, El Laberinto de la Isla de Lemnos, El Laberinto de la tumba de Pórsena, El Laberinto de la Isla del Sol…

Existen laberintos que congregan a miles de personas cada año en muchas partes del mundo; a continuación se presentan algunos de ellos:

Plantación de Piña Dole
Se trata del laberinto más largo del planeta, ubicado en la plantación de piña Dole, en Hawai. En su extensión se pueden apreciar más de 11.000 plantas nativas y tropicales, a lo largo de 4,82 Km. La compañía responsable de su creación, Dole, se dedica principalmente a la plantación de frutas.







Reignac-sur-Indre
Este laberinto francés, que ostenta el título del más grande del mundo diseñado enteramente con plantas, se sitúa en un campo de girasoles. Cada año, se siembran girasoles en el campo sobre el cual se erigen sus enigmáticos muros y durante la primavera florecen para crear un nuevo laberinto. Decenas de miles de personas lo visitan desde el año 1996.





Cherry Crest
En el Estado norteamericano de Pensilvania se encuentra el centro de ocio llamado Cherry Crest, la granja de la aventura, donde es posible recorrer un complicado laberinto de 3,2 Km. de extensión. Su diseño es tan difícil que dos guías lo recorren constantemente para asistir a los valientes turistas.

Serpientes y escaleras
Michael Blee, un emprendedor inglés de 62 años, pasó meses creando un impresionante laberinto, inspirando en el mítico juego de mesa Serpientes y escaleras, en la granja Gore, en el condado de Kent. En su caso, no se trata de la primera vez que se embarca en el diseño de una estructura de estas características, sino la décima. Su superficie cubre unas 6 hectáreas y sus muros son setos de casi 3 metros de altura.











Ashcombe
En este laberinto se encuentra uno de los jardines de mayor antigüedad de Australia, y lleva entreteniendo a sus visitantes desde hace más de tres décadas, permitiéndose, a su vez, crecer y evolucionar.




Hampton Court
Ubicado en Gran Bretaña, el laberinto Hampton Court fue creado en el año 1689 y se trata de uno de los más antiguos de la isla, aunque no sea tan grande como otros. Uno de los detalles que lo vuelve especialmente atractivo es que aparece en un gran número de novelas clásicas.







Etimología de Laberinto
La primera etimología de la palabra “Laberinto” del Egipcio “lapi ro hunt”, que significa "templo a la entrada del lago", hace referencia a un imponente laberinto situado al sur del Cairo, cerca del Lago Moeris que actualmente lleva el nombre de Birqkat Qarun (el estanque de Coré); este lago está al oeste del río Nilo y a 80 Km. al sur de la ciudad del Cairo.

Se dice que este laberinto era la mayor proeza de los egipcios en lugar de las pirámides. Es obra del faraón Amenenhat III de la XI Dinastía. El historiador griego Heródoto que lo vio en el siglo V A. de C. dice de él:


“Si se reunieran bajo un sólo aspecto todas las fortificaciones y construcciones de Grecia, tal conjunto parecería haber costado menos trabajo y gasto que el laberinto”.

De esta palabra egipcia deriva la palabra griega “labyrinthos” y más tarde el término latino “labyrinthus”.

La segunda etimología proviene de la lengua minoica donde Labrys significa “doble hoja” y está presente en muchos santuarios de Creta y está asociado al par de cuernos del Toro.
En el palacio de Cnosos, el Labrys se asocia al hacha doble que aparecía en muchas partes de ese palacio, cuya planta y estructura era laberíntica. El hacha doble es el símbolo de la potencia masculina y femenina, y representa la unión de los contrarios o la síntesis de los opuestos.

El tercer origen etimológico alude a Isidoro de Sevilla que, en la Edad Media donde aparecieron laberintos en las catedrales, lo deriva de “Labor” (trabajo) e “Intus” (interior o lugar cerrado). Entonces, si el laberinto era una prisión que  representaba el “trabajo para salir” y si había que entrar representaba la “protección para un tesoro”.

Fulcanelli nos dice acerca del laberinto:

La imagen del laberinto se nos presenta como un símbolo del trabajo en la Gran Obra, con sus dos mayores dificultades: la del camino que hay que seguir para llegar al centro donde se libra el duro combate entre las dos naturalezas. La del camino de salida con el hilo de Ariadna para no extraviarse en los Meandros de la Obra y verse incapaz de salir”.

Otro autor, Mircea Elíade, dice del laberinto:

El laberinto puede ser concebido como el nudo que debe ser desatado, empresa mítica llevada a cabo por Teseo o Alejandro (cuando desató el nudo Gordiano). El fin último en el ser humano parece ser el de liberarse de las ligaduras, por eso hay una asociación entre el hilo de los laberintos y los lazos o ligaduras”.

El Misterio de los Laberintos
Todo laberinto, hasta el que se traza como un pasatiempo infantil, tiene una cualidad hipnotizador. Algo abismal arrastra la mirada hacia su interior y basta un descuido para quedar atrapado en sus meandros.

Mirar la propia vida en retrospectiva puede ser una experiencia semejante. Uno se percata de las vueltas y revueltas que se han tenido que producir para finalmente estar en este lugar preciso.

Y si bien este es uno de los significados del laberinto, el símbolo, complejo como su estructura, guarda en su interior otros varios sentidos que abarcan también el del viaje al más allá.

Son muchas las expresiones del laberinto en las culturas antiguas, donde nos enseñan el misterio trascendental que siempre ha preocupado al ser humano: cómo resolver el misterio de la vida y la muerte.

La filosofía Neoplatónica representa en el laberinto el estado de perdición, la pérdida del espíritu en la creación o caída y la consiguiente necesidad de encontrar el “centro” para retornar a él, al espíritu.

Cada bifurcación del laberinto representa en ese sentido las opciones en la vida, una hacia el centro (espiritual) y otra hacia el exterior (hacia la creación, lo exterior, los sentidos).

También representa lo condicionado de la conciencia humana, que se halla atrapada en un espacio pequeño y limitado, y no es capaz de ver lo que está fuera del laberinto. Es necesario por lo tanto, aprender a ver la vida desde fuera, sin identificarnos con ella.

Existe también una asociación muy interesante con otro símbolo, el “centro”.

El regreso al centro es un símbolo del Paraíso reconquistado, es alcanzar y restablecer la perfección original de la que se disfrutaba antes de la caída, donde dioses, hombres y bestias hablaban el mismo idioma. Pero el camino al centro está lleno de escollos y duras pruebas.

Los laberintos son herramientas simbólicas de meditación que ayudan a aquietar y centrar la mente y el espíritu creando experiencias de paz interior y renovación que facilitan moverse con agilidad en la complejidad de la vida cotidiana. Representan generalmente el universo en su mundo exterior e interior, siendo una imagen arquetípica y metafórica de los movimientos del alma humana y de la unidad representada en el círculo.

En un laberinto, el camino de ida puede representar la humildad, la sencillez, la confianza de llegar al centro. El centro es un lugar que invita a la oración, la meditación e iluminación. El camino de vuelta evoca la integración, la unión, la creatividad y la fortaleza. El recorrido puede permitir una experiencia de autenticidad, una vivencia de contacto con el movimiento paradójico de la vida, un "darse cuenta" de que llegar al centro tiene sentido en función del retorno. Esto permite utilizar el laberinto como instrumento de transformación. La mejor manera de comprender un laberinto es recorrerlo varias veces, abiertos y receptivos a los mensajes de la intuición y del corazón.

Los Astros y el Laberinto
Algunos laberintos prehistóricos han sido interpretados como diagramas del cielo. Imágenes del movimiento aparente de los astros.

El laberinto de la tierra, se asume, reproducía al laberinto celeste. La idea no contradice la noción del laberinto como estructura iniciática. El espíritu caído en la confusión del mundo, debía encontrar el centro para poder retornar a la armonía.
Los laberintos podían cumplir con un doble propósito; tanto el de mantener a un enemigo alejado como el de atraparlo. No solamente funcionaba para seres de carne y hueso, los demonios eran uno de sus principales objetivos, como es el caso del mito del Minotauro.
El Laberinto en la Edad Media
Durante el medioevo los arquitectos utilizaron el emblema del laberinto trazándolo en los suelos de diversas catedrales. Los fieles lo recorrían simulando la peregrinación hacia Tierra Santa. El acto escondía otro simbolismo tras el aparente: el recorrido equivalía a la búsqueda de Dios experimentada por el alma.


Los Muertos y su Camino Laberíntico
A decir de Joseph Campbell existe un mito en la isla melanesia de Malekula, en las Nuevas Hébridas, que describe la importancia de los laberintos.
Cuando una persona muere, su alma es transportada más allá de las aguas de la muerte hacia la entrada del mundo subterráneo. Conforme se acerca el alma del muerto, alcanza a distinguir la figura de una mujer que agachada sobre la tierra traza un dibujo. Ella es la guardiana del umbral y lo que dibuja es un laberinto. Pero cuando el alma está lo suficientemente cerca, borra una mitad de lo trazado. El alma entonces, para poder ingresar a la Tierra de los Muertos deberá completar el laberinto. Si falla será devorada por la guardiana. Para poder superar el reto las personas deben estudiar el secreto del laberinto antes de morir. Comprenderlo es su pase de entrada a la inmortalidad.
Laberintos como Tumbas
En la antigua Creta y Babilonia, se asociaba a los laberintos con la anatomía humana. Los constructores de tumbas debían elaborar estructuras que se asemejaran lo más posible al cuerpo de la madre, porque para encontrar el otro mundo el alma debía volver a nacer. El alma, como el héroe, debía superar las dificultades del camino y demostrar que era digna de la nueva vida.


Jorge Luis Borges y la Figura del Laberinto
Una de las constantes obsesiones del gran escritor argentino Jorge Luis Borges fueron los laberintos. En su literatura, los cuentos y poemas dedicados a este motivo son quizá la única letra escrita que logra retratar con fidelidad sus misterios.








LABERINTO

No habrá nunca una puerta. Estás adentro
y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro.
              
No esperes que el rigor de tu camino
que tercamente se bifurca en otro,
que tercamente se bifurca en otro,
tendrá fin. Es de hierro tu destino
              
como tu juez. No aguardes la embestida
del toro que es un hombre y cuya extraña
forma plural da horror a la maraña
              
de interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera
en el negro crepúsculo la fiera.

(Jorge Luis Borges)


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