lunes, 26 de octubre de 2015

Las Cuatro Fuerzas de la Naturaleza


"No te puedes bañar dos veces en el mismo río".
(Heráclito)













La Naturaleza está formada por cuatro elementos básicos: Tierra, Agua, Fuego y Aire, y éstos nos afectan a nosotros también.

Se ha hablado de ello en leyendas y cuentos de la antigüedad (celtas, indios…) y aparecen en la literatura de cada país de una u otra forma, ya sea en poesía o en prosa.

En la antigua Grecia, los filósofos presocráticos, mostraron su preocupación por la Naturaleza o “fisis” y el principio de todas las cosas “arjé”; por ello, dentro de la filosofía griega, se considera a esta etapa como la cosmológica.

El término “fisis” tiene fundamentalmente dos acepciones:

Conjunto de seres que pueblan el universo, exceptuando de este conjunto las cosas producidas por el hombre. En esta acepción la naturaleza  viene a coincidir con la totalidad de las cosas.

También se puede aplicar a clases o a conjuntos de cosas. En este caso, naturaleza viene a significar lo que las cosas son, lo que antes denominábamos “esencia”, modo de ser permanente o constante. La diferencia reside en que mientras la esencia prescinde de los aspectos variables y cambiantes de las cosas, la naturaleza explica esas variaciones y cambios.

El concepto “naturaleza” tiende un puente entre las oposiciones vistas: es lo permanente pero en cuanto explica el cambio, es lo que realmente son las cosas, pero en cuanto fundamento de lo que parecen ser, es el principio de unidad capaz de generar la pluralidad.
Preguntar por la naturaleza es preguntar por lo que las cosas son para,  a partir de ello, explicar sus movimientos y procesos.

La pregunta de los filósofos presocráticos es ¿cuál es la naturaleza de las cosas? que significa ¿cuál es la ley interna que rige las cosas?

Thales de Mileto, considerado uno de los siete sabios de Grecia, consideraba como elemento primigenio el agua, ya que: todo ser vivo no puede vivir sin agua; las semillas de todas las cosas poseen una naturaleza húmeda; en agua se transforman los distintos estados (sólido, gaseoso) o se convierten otras cosas: niebla, lluvia, fuentes subterráneas, etc…

Según Anaximandro, el principio material de las cosas es apeiron (sin término, sin límite, sin definición): lo indeterminado, lo indefinido. No se parecía a ninguna clase de materia del mundo ya formado.  Aplicó a lo Indefinido los atributos propios de los dioses (inmortalidad, poder ilimitado…). Esta sustancia no impresiona a los sentidos, ya que sólo es conocida por la razón.

Anaxímenes afirmaba que es del aire de donde surgen todas las cosas por condensación y rarefacción. El Aire, aliento del mundo, su fuente eterna y divina. “Al igual que nuestra alma, que es aire, nos gobierna, igualmente el soplo y el aire envuelven el mundo todo”.

Los predecesores de Heráclito no se habían ocupado del fuego. Para él entre el fuego, el aire, la tierra y el agua, se efectúa un ciclo de transformaciones porque la tierra se vuelve agua, el agua nube, y el aire se inflama y vuelve a convertirse en fuego.

Empédocles llega a la conclusión filosófica de que la Naturaleza tiene en total cuatro elementos o raíces y los llamó: tierra, fuego, aire y agua. Postuló la teoría de las cuatro raíces, a las que Aristóteles más tarde llamó elementos, juntando el agua de Tales de Mileto, el fuego de Heráclito, el aire de Anaxímenes y la tierra de Jenófanes, las cuales se mezclan en los distintos entes sobre la Tierra. Estas raíces están sometidas a dos fuerzas, que pretenden explicar el movimiento (generación y corrupción) en el mundo: el Amor, que las une, y el Odio, que las separa. Estamos, por tanto, en la actualidad, en un equilibrio. Esta teoría explica el cambio y a la vez la permanencia de los seres del mundo.





Si nos interesamos en seguir estas creencias antiguas, hallaríamos que la misma naturaleza contiene la clave de mucho conocimiento interno sobre nuestra propia condición humana, y la parte que desempeñamos en el gran Plan Cósmico. Cada día nos calentamos con el calor que proviene del Fuego, nos bañamos con Agua, sentimos el Aire en nuestros cabellos y caminamos sobre la Tierra.


Todo, incluidos los seres humanos estamos hechos por las mismas leyes, y estos elementos no sólo se sienten alrededor de nosotros, sino que muy ciertamente se pueden expresar a sí mismos en muchas formas dentro de nuestra naturaleza. A causa de esto los elementos son considerados por algunos como muy importantes y, por analogía, se pueden comparar como sigue:

Fuego = Deseo.

Agua = Emociones.

Aire = Pensamiento.

Tierra = Estabilidad.

Existen multitud de dichos populares que han resultado de estos, y no es por accidente que escuchemos hablar de “las llamas de la pasión”, que hace referencia al Fuego; “ahogado en la emoción”, asociado al Agua; “la brisa fresca de la razón” en relación al Aire o “sólido como una piedra” emulando a la Tierra.

Mientras más estudiamos la naturaleza y la comparamos con nosotros, más podemos aprender y comprender  lo especial de nuestra propia individualidad.

No solamente nuestro planeta, como también el universo entero es formado de partículas materiales en la acción de los Elementos. Y gracias a la diversidad de los elementos es que vivimos en un mundo lleno de diferencias. Aun así, todas las cosas visibles e invisibles se originan solamente a partir de una fuente de vida. Por ese motivo es que el reconocimiento de las cuatro caras de la unidad, de donde surgen los elementos, posibilita al hombre desarrollar su conciencia espiritual y tomarse consiente de ésta unidad.

Fuego, agua, aire y tierra, de la forma como generalmente los conocemos, no son más que formas claras de los propios elementos. Sus manifestaciones se revelan de la siguiente forma: el elemento agua posee propiedades magnéticas, nutre y sustenta. El elemento fuego posee propiedades eléctricas y creativas. El aire es el elemento separado que facilita la coexistencia de dos de los principales elementos: el fuego y el agua. El elemento tierra es el amalgama que une el fuego, el agua y el aire, que, en diferentes proporciones, hace posible la formación de los materiales con diferentes propiedades.

Para una mejor comprensión de las operaciones de los elementos veamos cómo funcionan en la práctica. Como ilustración, veamos como las raíces de un árbol absorbe el agua y minerales necesarios para su crecimiento (elementos agua y tierra). El árbol respira a través de sus hojas (elemento aire) y recibe luz y calor de los rayos solares (elemento fuego). Si prendiésemos fuego a un árbol, los elementos serían liberados de la madera: el agua se evaporará; la luz que por largos años brilló sobre el árbol se quemará en una llama poderosa; el oxígeno que el árbol “expiraba” facilitará que este proceso de quema de energía y nutrientes transforme el suelo en cenizas, las que nuevamente servirán como una fuente de minerales para otras formas de vida.

Los elementos que forman el mundo material están también insertos en el carácter del hombre. Dependiendo de cuál elemento predomine en él, puede ser de naturaleza colérica, sanguínea, melancólica o flemática. En la interacción humana, cada una de estas naturalezas es importante, porque posibilita “ver la materia” a partir de todos los lados y, considerar todos los aspectos al desempeñar una actividad, posibilitando al ser humano realizar mejor su trabajo. De hecho, existen doce naturalezas humanas que son mezclas de los cuatro elementos en varias proporciones y son conocidas como los doce signos del zodíaco.

La interacción de los dos principales elementos puede también ser encontrada en la unión del masculino con el femenino, donde el hombre, a través de su naturaleza, contribuye con el relacionamiento con las fuerzas creativas del fuego, mientras la mujer contribuye con las fuerzas de sustentación del elemento agua, formando la fundación necesaria para la operación activa del hombre. Cada uno de los cuatro elementos es inherentemente neutro y no es ni bueno ni malo. Es el ser humano quien imprime a la actuación de los elementos un carácter bueno o malo.

De acuerdo a la teoría de los cuatro elementos de Empédocles, en el cuerpo se distinguen cuatro humores: sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema (del cerebro) y consideraba que el equilibrio de estos cuatro humores daría lugar a un individuo saludable, mientras que si uno de ellos predomina, se crea uno de los cuatro temperamentos:

Luego, de acuerdo a esta clasificación, históricamente, se distinguen cuatro estilos de personalidad que se simbolizan con los cuatro elementos.

Sanguíneo: El elemento Aire.

Cualidades positivas: vigilante, libre, cordial, confiable, claro, luminoso, independiente, diestro, optimista, diligente, perspicaz, alegre...

Cualidades negativas: Inestable, deshonesto, astuto, calumniador, hablador, inconstante, susceptible, gastador...

Colérico: El elemento Fuego.

Cualidades positivas: vigoroso, cuidadoso, entusiasta, coraje, determinado, creativo, osado, esforzado, persistente...

Cualidades negativas: susceptible a  discusión, irritable, con impulsos de destruir todo, apasionado, insensato, celoso, voraz, vengativo, violento, odioso, rabioso, intempestivo…

Melancólico: El elemento Tierra.

Cualidades positivas: consistente, consciente, perseverante, puntual, cauteloso, resistente, responsable, firme, confiable, sobrio, ambicioso, respetuoso, realista…

Cualidades negativas: materialista, superficial, flojo, indiferente, lento, susceptible, inconsciente, inconsistente, tímido, desvergonzado.

Flemático: El elemento Agua.

Calidades positivas: comprensivo, sereno, moderado, confiable, devoto, piadoso, indulgente, modesto, fervoroso, flexible, meditativo, interiorizado...

Cualidades negativas: indiferente, insensible, flojo, indolente, rígido, retraído, desconsiderado, inestable, desanimado…

Las investigaciones sobre el simbolismo arquetípico de los cuatro elementos, realizadas por C. G. Jung y Gaston Bachelard, permiten un interesante abordaje de la identidad de las personas. Cada individuo tiene componentes de los cuatro elementos en diferentes proporciones. Las mayores dificultades en la existencia se producen cuando alguno de éstos no puede manifestarse.


Las características básicas de los cuatro elementos son:

Tierra: Firmeza, estabilidad, tenacidad y energía acumulada, búsqueda de lo concreto, practicidad, paciencia, autodisciplina, cautela, seguridad en los procedimientos y convencionalismo.

Agua: Flexibilidad, adaptación, sensibilidad, fluidez, reserva, intimidad, compasión, necesidad de vincularse emocionalmente y servicio.

Fuego: Vitalidad, pasión, vehemencia, energía, entusiasmo, fuerza, franqueza, radiación, brusquedad, voluntad, iniciativa, exaltación e impaciencia.

Aire: Libertad, ideas, liviandad, cambio, centro en su mente, análisis, desapego, perspectiva,  curiosidad, conceptualización y necesidad de socializar.

En el área del trabajo, los cuatro estilos se ven en sus reacciones y en sus quejas.

A alguien identificado con el Agua le será difícil vincularse en forma plena con personas secas e inexpresivas o con personas agresivas.

A alguien identificado con Tierra le resultará estresante un trabajo inestable e inseguro.

Alguien identificado con el Aire estará ahogado si está encerrado en su caja, sin poder relacionarse socialmente.

Alguien identificado con el Fuego estará incómodo si su cargo le impide auto expresar su iniciativa y su creatividad.


Astrológicamente, los cuatro elementos de la naturaleza también están representados en el zodiaco, así, los doce signos se distribuyen, según sus características, entre:

Tierra:
Tauro, Virgo y Capricornio.
Energía centrada en los sentidos físicos y la realidad del aquí y ahora del mundo materialmente perceptible. Armonización con el mundo de las formas, de las estructuras visibles. Resistencia y persistencia, energía de preservación y conservación. Protección, estabilidad y seguridad.  Los signos de Tierra concretan, son confiables, estables y cautelosos. 
Agua:
Cáncer, Escorpio y Piscis.
Energía intangible, reino de la emoción profunda y de las respuestas sentimentales. Intuición y sensibilidad psíquica. Los signos de Agua están en contacto con el inconsciente y con la unidad de toda la creación, la empatía hacia los demás está muy presente, como así también su vulnerabilidad. El elemento Agua corresponde al proceso de ganar consciencia a través de una comprensión lenta pero segura de los más hondos anhelos del alma.
Fuego:
Aries, Leo y Sagitario. 
Energía radiante universal, energía que es excitable, entusiasta y luminosa. Dinamismo, espontaneidad, y una experiencia centrada en la identidad personal y espiritual. Los signos de Fuego dirigen su energía conscientemente hacia su propia voluntad de ser y de expresión libre. 
Aire:
Géminis, Libra y Acuario.
Energía vital que se asocia con la respiración, las ideas arquetípicas detrás del mundo físico, la energía cósmica concretada dentro de las pautas específicas del pensamiento. Los signos de Aire enfocan su energía en el mundo de las ideas específicas que no se materializaron aún, la teoría, las palabras, los vínculos y el pensamiento abstracto. 
Igualmente, en cartomancia, cada uno de estos elementos, se identifica con un palo de la baraja del tarot:
Tierra: Bastos.
Agua: Copas.
Fuego: Oros o pentáculos.
Aire: Espadas.
Cada uno de estos cuatro elementos, constituyen las cosmogonías tradicionales de Occidente y están presentes en todas las religiones y sus rituales, en la filosofía esotérica, en la alquimia y en la astrología. Se caracterizan por:

Tierra
Se considera pasivo y femenino, al igual que el elemento agua, frente al aire y el fuego, activos y masculinos.

En muchas cosmogonías, la tierra y el cielo son los dos elementos básicos; así, el cielo (principio activo) al fecundar a la tierra (principio pasivo) dio existencia a la naturaleza. En este proceso, la tierra asume el papel de elemento femenino, receptivo y nutricio: la Madre Tierra, Señora de la Naturaleza o Diosa madre. Para los pueblos neolíticos la tierra da el ser, es la matriz universal.

En los pancha maja-bhuta (“cinco grandes-elementos”) del hinduismo y budismo temprano la tierra es prituí o bhumi. También es uno de los cinco movimientos o fases del Wu Xing, formando la base del "metal" según el ciclo de generación (cheng) y como recipiente del agua según el ciclo de dominación (ko). El Mahāyāna, a su vez, diferencia diez tierras (bhumi), cada una correspondiente a una perfección: tierra inmaculada/moralidad, tierra inmaculada/paciencia...

Otro aspecto del elemento tierra lo relaciona con los ritos de inhumación, en el sentido de reintegración al seno de la madre, partiendo de la convicción que la tierra devolverá la vida del mismo modo que ya la dio una vez (el cuerpo enterrado está destinado a renacer). La tribu sioux, por ejemplo, distingue estos dos aspectos en una sentencia sencilla: "La tierra es vuestra abuela y madre".

La Tierra es vital para la producción de los alimentos, para la construcción y mantenimiento de mejores cuerpos físicos.

Su acción benéfica: los bellos paisajes, en la vida de las aves, las flores, los minerales y la producción de las cosechas. Su acción destructiva: terremotos, los volcanes y derrumbes. También la devastación de la tierra acaba generando cambios en la fauna y la flora.

La Tierra es estabilidad; es todas las cosas que nos traen nutrición, plenitud y fertilidad. Es nuestra base y nuestra necesidad básica. La Tierra es el terreno bajo nuestros pies, la fundación sobre la que construimos nuestra vida. Es el centro de nuestro sentido común, nuestra sensualidad y nuestros sentidos. Por ella tocamos, saboreamos, olemos, vemos y oímos con nuestros ojos y oídos. La Tierra es verde. Danza en las hojas, en los campos y en los setos. Colorea las plantas que surgen a la vida desde los fundamentos de la estabilidad. La Tierra es su fuente raíz, como lo es para nosotros. La Tierra es la media noche. Una oscuridad eterna, donde no podemos ver, pero somos obligados a percibir. Es calurosa, bochornosa y silenciosamente protectora. Es la confiabilidad y la vulnerabilidad de la vejez. El tiempo de conocer y comprender, la parte de nuestra vida donde el crecimiento empieza y finaliza. Es el disco de la materialidad; circular, significando la redondez y plenitud de la naturaleza; el ciclo continuo de la vida; el fénix levantándose de las cenizas, el renacer anual de la tierra. La Tierra es invierno, donde todo aparenta morir, pero sigue viviendo bajo la superficie, debajo de la sólida corteza y en el moderado calor de la tierra. La promesa de un nuevo nacimiento por venir con la primavera, cuando la savia sube por las raíces de todas las cosas vivientes. La Tierra es confiable. Comprende la vida. Es la solidez del futuro, construido sobre los fundamentos del pasado. Es rica y oscura, fuerte e inmóvil. Contiene la sal de nuestras lágrimas y construye desde su refresco, pero puede quedar mustia por el calor de nuestro deseo. Ella nutre la raíz, le da sustento a la felicidad que requerimos. Siente su textura en tus manos. Siente la energía que penetra por las plantas de tus pies, cuando corres descalzo por el césped.

La Tierra es estar en casa con uno mismo, integrado, sin obsesiones, fecundo y preparándose para todas las cosas. La Tierra es la madre de la fuerza, de la justicia y de la ly, la base del mundo físico y el habitáculo del espíritu en manifestación.

La Tierra es más contenible y más segura que el Fuego, porque ella es el sustento de la vida, así como nuestra propia estabilidad; puede sostener la vida de una idea, de un deseo o un sueño. Sin este elemento dentro de nuestra naturaleza, no habría fruición de nada, puesto que sin acción, todo quedaría en los reinos de la imaginación. De todos los elementos, es el más fidedigno. Muchas personas buscan seguridad o compañía en animales, pero el tacto de la tierra bajo nuestros pies es la cosa más sólida y fiable que hay. La llamamos la Madre Tierra, por su hermoso ser verde y fecundo no es una esfera inanimada de roca y piedra, sino el sustento de nuestras vidas. Y así, como una madre, a menudo la tomamos por garantizada. La arrasamos, la quemamos y la aramos, pero siempre permanece. Toma un puñado de tierra después de la lluvia y toca la humedad en su textura. La tierra necesita del agua para evitar que se vuelva yerma y seca; el agua es emoción, compasión y amor. Requerimos amor y emoción para permanecer estables y evitar que nos sequemos por dentro. La combinación es buena pero, mezclada con demasiada agua, se puede convertir en ríos de barro, ocasionando que nuestra estabilidad resbale. Compara las diferentes texturas de la piedra, la madera, el carbón de leña, la tierra y las diferentes fases desde el polvo al barro, o el fresco campo recién sembrado con otro sin arar y sin sembrar. Hay mucho que podemos deducir sobre nosotros mismos a partir de todas estas cosas, al vincular la Tierra con los otros elementos. Los zapatos son una de las cosas más difíciles del hombre civilizado. Quítatelos alguna vez, y percibe tu fuerza y buen humor regresando cuando caminas sobre el césped y atraes energía de la tierra. ¡No tienes que creer que esto sea verdad, sólo ensáyalo! ¿Cuánta tierra hay en ti? ¿Eres confiable, sólido, fidedigno? ¿O estás acosado con preocupaciones emocionales, o deseos obsesivos? ¿Piensas demasiado, dejando que esto altere tu seguridad? ¿Sabes verdaderamente cuan fuerte y capaz eres? Demasiada cantidad de cualquiera de los otros elementos perturbará nuestra estabilidad; pero demasiado poco de ellos para atemperar la Tierra, ocasionará que nos volvamos inertes, aburridos e incapaces de adaptarnos al cambio.

Agua
Se le atribuyen caracteres femeninos, pasivos y fecundantes. Su esencia demiúrgica presente en abundantes mitos tuvo especial desarrollo en Mesopotamia y en el océano primordial del antiguo Egipto.

En la filosofía china, el agua es uno de los cinco elementos. Se la asocia al planeta Mercurio, al norte, al invierno, al color negro (porque representa a las inundaciones), y se considera que gobierna los riñones. En el Taoísmo el agua representa inteligencia y sabiduría, si bien la abundancia extrema de este elemento puede causar dificultad de elección y apego a las cosas. En el ciclo de dominación, el agua domina al fuego y es dominada por la tierra. En los pancha maja-bhuta (“cinco grandes-elementos”) del hinduismo y budismo temprano, el agua es ap o yala. También es uno de los cinco movimientos o fases del Wu Xing, hidratando la "madera" según el ciclo de generación (cheng) y apagando el fuego según el ciclo de dominación (ko).

En China y en Japón, el agua era representada por una tortuga negra, mejor conocida (Xuán ). En la religión azteca, por una caña; en la religión hindú, por la sangre; para la cultura griega, por una copa; para los celtas, un caldero. El cristianismo, tomando algunos aspectos iconográficos de la Cábala, identifica el elemento agua con el arcángel Gabriel y el evangelista San Juan (con su animal simbólico: el águila).

El elemento Agua está relacionado con la energía, con la naturaleza y con sus propiedades de limpieza.

Los aspectos positivos del agua son purificar al cuerpo físico, ya que es un gran agente limpiador y equilibra las condiciones climáticas. Asimismo, es un productor de las cosechas.
Entre sus actividades destructivas cabe mencionar las inundaciones, las sequías y los naufragios.

El Agua es emoción, sentimientos, sueños y alimento del corazón. Refresca, enfría, es húmedo, fluido, pesado y misterioso, toma la forma de cualquier cosa que lo contiene. El Agua es el alimento de la vida, y esencial para la vida, puesto que todas las cosas emergieron del mar. El Agua apaga la sed de la Tierra hecha estéril por el Fuego y el Aire. El Agua es serenidad. Es azul, claro y pasivo, pero se cuela por las grietas de nuestras defensas. Fluye con nuestro humor, y no se puede agarrar, ya que se resbala por las manos. Es la rápida corriente de una tormenta en ciernes, la pesada espuma a lomos de las mareas del océano. Puede corroer y ahogar. Pero  también es la apacibilidad de las ondas en una piscina de cristal. Mueve, mengua, fluye, limpia, alivia. Es el brillo del Santo Grial, sostenido en alto y desbordando con amor, o repentinamente volcado para sofocar con lágrimas. Es el lamento de la alegría o el sollozo de la angustia. El Agua es crepúsculo, el Sol, sombreado en el oeste  y la líquida luna de plata, escalando lentamente para reclamar el cielo oscurecido de las sombras. Es otoño,  el temblor de las hojas a medida que pasa el ánimo del verano.

El Agua es madurez, la hermana del sentimiento. Cambia. Ajusta. Es el jade de la depresión, y el tinte sutil, pasivo de la alegría. Es nuestro ser astral. Forma nuestros pensamientos, pero los pensamientos pueden darle forma. Es empujado e inspirado por los vientos del aire, absorbido en la plenitud de la Tierra, pero en una tormenta amenaza con ahogar el espíritu, la energía, el deseo de la vida. Porque el Agua escupe en la cara del Fuego. Sólo el Agua puede traer la santidad del amor verdadero, el balance de la armonía. Es engañoso, sutil y huidizo. Tiene fuerza y poder, ritmo y ciclo, caridad y compasión. Es el espejo brumoso de los instintos subconscientes de nuestro pasado, y nuestra necesidad consciente del futuro. El Agua es el murmullo secreto de nuestro corazón, y la reflexión gentil del Espíritu en manifestación.

Las Emociones son tan extrañas e inexplicables como lo es el agua. Ellos surgen dentro de nosotros, a menudo por su propia cuenta, sin tener en cuenta la razón o el pensamiento y, sin control, pueden conducirnos al trauma y la confusión. Muchas veces una persona podrá decir "conozco la lógica del asunto, pero en realidad es un asunto diferente". Cuando estamos heridos a menudo lloramos. Cuando estamos felices a menudo lloramos y, a menos que podamos contener nuestras emociones, podemos anegarnos y a otros con nuestras lágrimas. El Agua necesita ser contenida porque si no corre desenfrenada y desperdiciada. Observa el movimiento de agua cuando cae en forma de cascada, cristalina y clara encima de las rocas de una quebrada, luego compárala con la quietud límpida de un claro herboso junto a un remanso y cómo se expresan ambas cosas dentro de tu propia naturaleza. Deja correr el agua del grifo y siente su frescura deslizándose entre tus dedos, después intenta recogerla con tus manos. Imagina lo que pasaría si se rompieran las paredes de un dique, o si los ríos se secaran y la temporada de lluvias no llegara nunca. Todo esto se puede comparar con los sentimientos dentro de nosotros, tranquilos y mansos como la quietud de un remanso, o tan furioso e incontrolable como las altas y poderosas olas de un mar tormentoso. El Agua es el gran purificador, limpia y lava el desorden y la mugre, lo mismo que la emoción más elevada de amor puede limpiar y revitalizar nuestro ser interno. El Agua no es ligera y luminosa como el Aire, que representa el coqueteo, y no tiene el calor del Fuego, que es el deseo. Es blanda, límpida, maleable y se puede contener fácilmente o derramar por el toque del amor. Los pensamientos pueden agitar las ondas del agua, o batirlas en una tormenta. Nuestro espíritu de entusiasmo puede humedecerse severamente por la emoción incontenida, pero la Tierra y la estabilidad dentro de nosotros se avivan y se enriquece con el fresco y gentil toque de la lluvia. ¿Cuán emotivo eres? ¿Puedes contener tus sentimientos para que enriquezcan tu naturaleza, nutrir y reavivar a quienes están a tu alrededor? ¿O eres demasiado reactivo, rápido en ofenderte?, o ¿quizá inmovilizado por miedos irracionales? ¿Qué significan la alegría y la tristeza para ti? ¿Te atreves a permitirte amar verdaderamente?

Fuego

Es masculino, al igual que el elemento aire, frente a los elementos tierra y agua, que se consideran femeninos.

El fuego se representa en los jeroglíficos egipcios con el sentido solar de la llama, asociado a la idea de calor corporal como signo de salud y vida. En la mayoría de los pueblos primitivos, el fuego es un demiurgo, hijo del sol y su representante en la Tierra (de ahí que se asocie con rayos y relámpagos por una parte y por otra con el oro). El antropólogo James George Frazer recogió abundante documentación sobre ritos en los que hogueras, ascuas, antorchas y cenizas se usaban por considerarse benéficos para la agricultura, la ganadería y el propio hombre. Otras investigaciones antropológicas más recientes explican los festivales ígnicos, como ejemplos de magia imitativa para asegurar la provisión de luz y calor en el sol o con fines purificatorios, por un lado, y de destrucción de las fuerzas del mal, por otro. En este simbolismo dual, el triunfo y vitalidad del sol (espíritu del principio luminoso) sobre las tinieblas, exige la purificación como sacrificio necesario para asegurar la victoria.

Se atribuye a antiguas religiones iranias la concepción del fuego como portador de sacrificios, al consumir a las víctimas inmoladas y elevarlas así hasta las moradas celestiales. Tenía también el sentido inverso, como mensajero enviado por los dioses a los hombres. El zoroastrismo heredó este modelo de culto religioso y le añadió significados morales: El fuego, según la enseñanza del Profeta (Zoroastro), es símbolo de justicia.

Siguiendo este hilo doctrinal-filosófico, se diferenciaron tres grados distintos de fuego sagrado:

Atash Bahram, fuego superior, consagrado por otros dieciséis fuegos, incluido el encendido por el rayo. Hay dos Atash Bahram en Persia y ocho en la India. Ha de arder siempre y su ritual está muy elaborado.

Atash-Adaran, fuego menor, atendido por sacerdotes pero con rituales más sencillos.

Dadgah, fuego menor, consagrado por sacerdotes pero opcionalmente atendido por laicos.
Tomando algunos aspectos iconográficos de la Cábala, el cristianismo identifica el elemento fuego con el arcángel Miguel y el evangelista San Marcos (con su animal simbólico de fuego: el león).

Sus actividades constructivas son purificar las basuras y cuerpos humanos por medio de la incineración. También se queman las malas yerbas para permitir que se den buenos cultivos. Se ha utilizado para ofrendas en muchas civilizaciones. El fuego permite soldar distintos metales y elementos. El fuego muchas veces se asocia con la magia y la unión (fuegos de campamento, hogueras de amigos, escenas tórridas frente al fuego, etc.).

Entre sus actividades destructivas se encuentran: quemaduras, edificios en llamas, explosiones, quemas de bosques y en tempestades de rayos y centellas. También en el uso de armas de fuego, bombas, etc.

El Fuego es deseo. Es entusiasta, calentador, y la chispa de la vida. Es apasionado, emocional, indomable, el más poderoso de las fuerzas de la energía, porque él representa la fuerza del Espíritu. Es una llama que palpita, o una llama que destruye. . . Brilla en el Sol. Danza en el fuego del hogar, atrae el ojo y el deseo. Da color a la sangre. Es el pulso de nuestro ser. El fuego es rojo. Es el calor moderado que mueve con deleite la tierra; el ansia por vivir, la luz por la que vemos. Dinámico, movible, lleno de chispas, atrevido, vital, inteligente en su urgencia. El Fuego es activo, se eleva. Es el principio de la vida. Su esencia es la vida, calienta, compele, excita, propulsa con entusiasmo. Ama la pasión de la juventud. El verano es Fuego,  el silencioso pero penetrante latido del corazón de la creación. Es vida en su plenitud. El Mediodía es Fuego, cuando el Sol calienta con más fuerza. Es estar de pie con los brazos estirados hacia el dador de vida, de luz y calor que fluyen hacia abajo,  un acción de gracias a la alegría, la felicidad y la maravilla de juventud. El Fuego es el cetro de nuestro nacimiento. Es la intrepidez y la irreflexión del joven. Es el salto de deleite salvaje, el bullicio de la excitación. Es nuestra esperanza, nuestra meta, nuestro deseo, nuestra energía y urgencia por el futuro. Vive. ¡Es! El Fuego yace derretido en el centro de la tierra, pero tiene el poder para abrirse paso a través de la corteza. Es nuestro impulso incontenible, nuestro calor, nuestra fiebre, nuestra pasión por amar u odiar. El Aire abanica sus llamas, pero se necesita de la Tierra para contenerlo. Solo el Agua puede apagarlo. El Fuego no puede construir, aunque es la esencia de "ser".  No puede absorber, pero por sí mismo, atrae a otros a su tibieza. Da vida, pero puede destruir la vida que da. Es tenazmente protector, pero se necesita protección contra él mismo. El Fuego es el padre de la esperanza y el deseo del espíritu. Es la fuerza viviente. Somos Fuego. Con nuestra chispa de vida, somos divinos. ¡Vivimos!

Si verdaderamente queremos entender los elementos, necesitamos tomarnos el tiempo para estudiarlos e intentar relacionar su conducta con lo que ocurre dentro de nosotros. Por ejemplo, hay una gran diferencia entre la llama del hogar en contraposición a un bosque ardiendo. Uno es tibio e invitador, y el otro puede devastar en su destrucción. ¿Sabes qué hace que una llama continúe ardiendo? Enciende una vela y observa a la llama oscilar en la brisa. Se puede apagar fácilmente por un fuerte viento o un vacío completo- pero la llama de una vela es muy pequeña. De esto, entendemos que el Fuego necesita aire para sostenerse, pero no un ventarrón aullador. El Aire significa pensamiento y razón, y el Fuego significa deseo. ¿Qué aprendemos de esto? ¡El entusiasmo en nuestra naturaleza necesita sostenerse con la constante comunicación y relación, pero razonamiento y lógica en exceso pueden matar nuestro deseo si no es lo suficientemente fuerte en primer lugar, lo mismo que un viento fuerte puede apagar una llama frágil! ¿Cuántas veces te has entusiasmado acerca de algo y después "razonaste" y te convenciste de que no te convenía? Muchas veces, sin embargo, el encuentro con otros puede avivar las llamas, y, entonces, necesitamos vigilar que no se nos salga de las manos. Las alteraciones emocionales son quizás las cosas más peligrosas, puesto que pueden hundir completamente nuestras esperanzas y deseos, en la misma forma en que el Agua puede apagar al Fuego. Estudia todos los niveles del Fuego, desde la chispa inicial a las poderosas explosiones en la superficie del Sol, y mira las diferentes maneras en que puede comportarse, solo o asociado con los otros elementos. Entonces compáralo con tu propia naturaleza, y ve si puedes relacionarlo dentro de ti o de otras personas.

Aire

Se considera activo y masculino, al igual que el elemento fuego, frente la tierra y agua, pasivos y femeninos.

Algunas cosmogonías proponen al fuego como origen de todas las cosas pero es más generalizada la creencia de que fue el aire el elemento de partida. Su concentración produce ignición de la que derivan todas las formas de vida.

El aire se relaciona esencialmente con tres factores: el hálito vital creador, el viento de la tempestad, que muchas mitologías vinculan a la idea de creación y, tercero, el espacio, como ámbito de movimiento y de producción de procesos vitales.

Cálido y húmedo, el símbolo alquímico para el aire es un triángulo apuntando hacia arriba, biseccionado por una línea horizontal.

En el simbolismo elemental se asocian al aire: la luz, el vuelo, la ligereza, el perfume, el olor.

El Aire nos mantiene con vida, si se aprende a respirar de forma pausada se puede usar como método de relajación y también el aire purifica el ambiente que nos rodea.

La actividad benéfica del Aire se compone de brisas cálidas o frescas, impulsa los barcos, permiten los vuelos en aviones, los juegos con cometas, molinillos…

Y en su actividad destructiva destacan las ventiscas, vendavales, ciclones y huracanes.

El Aire es pensamiento. Es movimiento, contacto, comunicación y los impulsos de la mente. Es la flexibilidad de acción, lo rápido, lo alerta, lo chispeante y lo nuevo. Se estira hacia afuera y hacia arriba, hacia abajo y hacia adentro. Es flotante, flexible, cede ante el estado de ánimo, y sin embargo, es aún fuerte y persistente. El Aire es primavera, la inocencia y la vibración del principio de una nueva estación, el brote de las hojas desde las semillas de la mente, la fe en uno mismo y la creencia en el propio destino. El Aire toca el color del Sol y capta el pensamiento de la vida. Es la respiración del ser vivo. Si pudiéramos verlo, sería de color Amarillo. El Aire es hijo de la Sabiduría, nuevo en la vida, de ojos abiertos, expectante y apresurándose precipitadamente a la luz. A veces tormentoso, sopla, baila, fastidia, busca, pregunta, desarrolla y respira. Se esfuerza en aprender y enterarse. Puede rugir, aullar y atormentar. Es el suave toque de la inspiración, la fresca brisa primaveral de la razón, danzando en nuestros cabellos cuando caminamos por el valle del descubrimiento. Tiene la inocencia de los corderos retozando en la colina y el estallido súbito de la luz encima de la oscuridad del horizonte. El Aire es la espada de nuestra protección, un valiente retador a la voz de la emoción y del deseo. Crece y en su crecimiento da nacimiento una y otra vez, lanzándose, arrastrando, haciendo olas en las aguas, ondula en los árboles de la tierra y abanicando el fuego del hogar en nuevas llamas. También puede cabalgar en la tormenta de su propia hechura. Sopla polvo en la cara de la estabilidad, convierte las ascuas en un furioso infierno y castiga las peñas en el mar, blanco con el rocío del ventarrón aullante de un amargo viento del este, la razón convertida en un disturbio. El Aire es una idea, un pensamiento objetivo, una llamarada de inspiración e ingeniosidad. Es el brillo del genio, o la inquieta agonía de una mente atormentada. Es el nacimiento de la comunicación, que yace en el Este, donde la fe y el día empiezan. El Aire es el alba de la conciencia a través de las brumas de la inocencia y es el heraldo de la Inteligencia del espíritu cuando respira sobre la tierra.

El Aire tiene que ver con nuestro pensamiento y nuestra razón, y para expresarlo necesitamos comunicarnos, lo mismo que una brisa juguetea con nuestros cabellos, luminosa, brillante y fácil. Como elemento, es casi totalmente incontenible pues no podemos verlo. No es sólido como la Tierra, o ardiente como el Fuego, o fluido como el Agua. Si tratamos de cogerlo, obtenemos un manojo de nada, lo mismo que si tratamos de coger un pensamiento, que se resbala de nuestro agarre. Los pensamientos y las palabras no nos pertenecen, así como el Aire no está bajo nuestro control. Probablemente todos hemos experimentado el sentimiento de “tener la mente en blanco", o habernos "quedado sin palabras". A menudo hablamos de salir a tomar aire fresco para "despejar la cabeza", pero ¿cuantos de nosotros nos hemos tomado un momento para estudiar el viento y su acción, para luego compararlo con nosotros? Asimila el proceso de comunicación al elemento Aire y verás cómo el contacto es refrescante y ligero, continuamente en movimiento y cambiable. El Aire no le debe nada a ninguno de los otros elementos, pues él es el amo de su propio destino; sin embargo, cuando está atrapado en bolsas de agua o de tierra, puede volverse pesado y opresivo por falta de movimiento. El Aire nació para ser libre, así como nuestras mentes deben permanecer claras y ágiles, sin ser nubladas por la emoción o el prejuicio. Demasiada estabilidad puede amortiguar la alerta y la originalidad, pero demasiadas preguntas pueden cegarnos a la simplicidad del sentido común. Compara el viento en las diferentes estaciones del año, desde la ligereza de una brisa primaveral hasta los vientos helados de pleno invierno, y mira cómo pueden afectar a los otros elementos, a ti y a tu naturaleza. ¿Cómo usas tus pensamientos? ¿O tus pensamientos te usan, dominan tu vida? ¿Por qué no comenzar a llevar un diario de lo que percibes sobre ti mismo, y comenzar a buscar quien eres verdaderamente?

Todos tenemos un libre arbitrio, pero también la responsabilidad de decidir cómo utilizar la fuerza de los elementos y cuáles son las cualidades a  desarrollar en nuestro carácter. Pero sí aún tenemos trazos negativos que no fueron transformados en nuestro carácter, entonces no nos sorprenda el hecho de no estar bien en algunas áreas de nuestra vida, o  sí no podemos elevar hacia la tan ansiada Luz, después de la muerte de nuestro cuerpo físico.








Fuentes:






Anoche




viernes, 23 de octubre de 2015

¿De la Digitalización a la Ciencia Ficción?


Kurzweil, a través de su “La Singularidad está cerca”,  nos viene a decir que, cuando cualquier campo de la ciencia es informatizado y monitorizado por ordenador, este campo experimenta un crecimiento exponencial. Esto se debe principalmente a la capacidad de cálculo de los ordenadores más allá de la capacidad humana y las facilidades inherentes al sistema informático. Acelerando el crecimiento lineal que venía experimentando la humanidad desde sus orígenes hasta mediados del siglo XX.

Su tesis central, la que llama “Ley de los rendimientos acelerados” establece que la medida fundamental de la tecnología de la información sigue trayectorias predecibles y exponenciales, desmintiendo la creencia convencional de que no se puede predecir el futuro. Sorprendentemente, estas tendencias son sin inmutarse por condiciones tales como la guerra o la paz y la prosperidad o la recesión.

La aplicación en las ciencias de la salud es un buen ejemplo. Hasta hace no demasiado sólo era posible el método de ensayo / error. Ahora podemos monitorizar el genoma humano y ver, en tiempo real, qué genes son responsables de algo. Podemos saber si hay algún defecto en genes de organismos menos complejos que el nuestro y podemos reemplazar genes por otros (terapia génica) para potenciar según qué aspectos de la funcionalidad del individuo.

O la misma química computacional, diseñar fármacos mediante cálculos con gran cantidad de procesadores… en ordenadores remotos, accesibles a través del cloud. Unas líneas de desarrollo que ya esbozan lo que será la medicina personalizada del futuro.  Por no hablar de la biología computacional, que permite simular ensayos biológicos, todo ello ahorrando enorme cantidad de tiempo y recurso, haciendo posible lo que hace poco más de 10 años hubiera sido imposible sin este crecimiento exponencial que ofrece la computación.

Estos son sólo algunos de los ejemplos aplicados al campo de la salud, pero los avances son ya imparables a todos los niveles. Si Kurzweil tiene razón, el año 2045 la tecnología no estará en nuestra vida diaria, sino que será nuestra vida. Parece, pero aunque nos estemos acercando al final de la Ley de Moore, y a pesar de la imposición de las leyes de la física natural, que ponen un límite al nivel de encogimiento que puede llegar a los circuitos, este obstáculo podría ser superado gracias a la nanotecnología.

La pregunta es, ¿Qué pasará cuando se alcancen límites de la miniaturización superiores y la computación siga evolucionando? ¿Qué vendrá después?

La “Singularidad Tecnológica” es una hipótesis que sugiere que la velocidad tan acelerada a la que progresa la tecnología provocará que la inteligencia artificial tarde o temprano exceda la capacidad intelectual de los humanos y por lo tanto el control que tenemos sobre ella. Esto cambiará para siempre la civilización o acabará con ella. Una idea increíblemente interesante y bastante aterradora. La “singularidad”, nos debe resultar ligeramente familiar porque es el tema en películas como Terminator o Matrix, que plantean un escenario en el que la civilización ha llegado a un estado en que las máquinas han sobrepasado la inteligencia humana. Hablamos de transhumanismo y posthumanismo.

Estas posibilidades son ahora mismo muy difíciles de comprender y aún más de predecir. Lo cierto es que hay quien ya se ha atrevido a decir que dentro de 20 ó 30 años llegaremos a un nivel de súper-inteligencia que permitirá que la “singularidad” suceda en algún momento. Quizá todo ello parezca sacado de un guion de película de ciencia ficción, pero algunos detalles coincidentes con la vida real, dan mucho para pensar.

Kurzweil no es un visionario, ni un escritor de novelas de ciencia ficción. Es un reconocido científico y sus predicciones se basan en datos estadísticos. De hecho, muchas de sus predicciones se han cumplido. Sólo por eso, hay que tener en cuenta lo que dice. Además, desde el año 2012 es el director de ingeniería de Google.

Con motivo de los 10 años de publicación de “La Singularidad está cerca“, el autor ha escrito “Celebrating  the 10 year anniversary of book the singularity is near” que toca alguno de sus temas más controvertidos.

En cualquier caso, el debate está todavía en el plano de las hipótesis y las conjeturas. Tanto los que apoyan y consideran viable la singularidad, como aquellos que lo niegan categóricamente. Aunque es cierto que a Kurzweil hay que reconocerle que además de brillante es persistente. Así, en 2010 preparó un informe (“How My Predictions Are Faring“) donde analizaba extensamente cada una de sus 147 predicciones tecnológicas para 2009 de uno de sus anteriores su libro “La Era de las Máquinas Espirituales“, escrito en los años ’90.El citado informe valoraba que:

“Hice 147 predicciones para 2009 en ‘La Era de las Máquinas Espirituales’, que he escrito en la década de 1990. De ellos, 115 (78%) son totalmente correctos a partir de finales de 2009, y otros 12 (8%) son “esencialmente correctos”. Por tanto, un total de 127 predicciones (86%) son correctas o esencialmente correctas. Otro 17 (12%) son parcialmente correctas, y –sólo- 3 (2%) están equivocadas”.

El futuro sigue siendo una hoja en blanco, aunque hace años que algunos escriben el guion. Hay más incógnitas que certezas. Como comentan Albert Cortina y Miquel-Àngel Serra en “¿Humanos o posthumanos? “¿Estamos dispuestos a aceptar una especie humana mejorada tecnológicamente a partir de la transformación radical de sus condiciones naturales? ¿Qué papel desempeñan la conciencia, la ética y la democracia para controlar los abusos en este proceso?” El debate será largo.




(Albert García Pujadas)


La Fuerza Universal es el Amor


A finales de los años 80, Albert Einstein escribió esta carta a su hija Lieserl. La célebre hija del genio donó 1.400 cartas escritas por su padre a la universidad Hebrea, con la orden de no hacer público su contenido hasta dos décadas después de su muerte. Ésta es una de ella, a Lieserl Einstein.



"Cuando propuse la Teoría de la Relatividad, muy pocos me entendieron y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la Humanidad, también chocará con la incomprensión y los prejuicios del mundo. Te pido, aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya alcanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación.

Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la Ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que, incluso, está detrás de cualquier fenómeno que opera en el Universo, aunque aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el AMOR. Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del Universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas. El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sienten atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos y permite que la Humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El Amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios y Dios es amor. Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la la vida. Ésta es la variable que hemos olvidado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del Universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo. Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E=mc2, aceptamos que la energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.

Tras el fracaso de la Humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del Universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser siente que en él habita el amor, es la única y la última respuesta. 

Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada.

Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quintaesencia de la vida.

Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo, necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última respuesta.

Ama a quien te ama, valora a esa persona que está junto a ti, incluso en los momentos en los que ni tú misma te soportas, quienes te aman están junto a ti en los momentos difíciles , fácil es estar en los buenos momento, difícil es que estén junto a ti cuando más necesitas apoyo y atención. No permitas que la costumbre de tenerlo te arrebate de a poco ese alguien especial que la vida te ha dado. Recuerda que en los seres humanos el exterior no siempre demuestra lo que en el interior se siente. Cuida, escucha, atiende. Y, sobre todo, ama. Hasta que tus fuerzas se agoten y si te agotas, descansa y vuelve a amar. Renueva los sentimientos y no desmayes. 

Sé feliz y haz feliz.

Tu padre,

Albert Einstein".


Soy




jueves, 22 de octubre de 2015

Lo Verdaderamente Importante



A veces tenemos tan próximo lo bueno que pasa desapercibido. En otras ocasiones lo reconocemos, sentimos y disfrutamos.

Siempre podemos girar nuestro destino con acciones que nos dirijan a la felicidad deseada.

Cada cual debe saber qué, cómo, cuándo y con quién emprender el camino. El resto es dejarse fluir.

El tiempo y el espacio forman parte del deseo por materializar lo que buscamos... de ahí la necesidad de hacer canino con poco equipaje.

Livianos en el trayecto podremos llenarlo de lo verdaderamente importante.


Ser Mujer





En homenaje a todas las mujeres con cáncer.


Ser mujer es ser princesa a los 15, bella a los 25, pasional a los 35, inolvidable a los 45... dama a los 60, especial a los 75 y hermosa toda la vida... Ser mujer es llorar callada los dolores de la vida y dar sonrisas en muchos instantes... Es tropezar, caer y volver a caminar... Ser mujer es ser elegida para traer vida al mundo.


La mujer salió de la costilla del hombre, no de los pies para ser pisoteada, ni de la cabeza para ser superior... Sino del lado para ser igual, debajo del brazo para ser protegida y al lado del corazón para ser amada.


Que tu ojo sea simple y considérate completa, perfecta y hecha a Mi imagen y semejanza.

Nunca te subestimes ni pienses lo peor de ti misma.

Eleva tu pensamiento y sé muy positiva respecto a ti misma.

Si has cometido errores, aprende a perdonarte y, a continuación, avanza hacia adelante y hacia lo alto.

No necesito que te flageles, ni que vayas por ahí auto-compadeciéndote.

¿No te das cuenta de que al hacer eso te cierras a Mí y no puedo usarte?

Mantente abierta; aprende de tus errores.

Olvida el yo completamente en el amor y el servicio a tus semejantes. En cuanto te pones a pensar en otros, el yo queda olvidado.

El servicio es un gran sanador, un enorme renovador de equilibrio y estabilidad.

Así pues, averigua qué es lo mejor de ti, qué es lo mejor de ti, qué es lo que sabes hacer bien; cuando sepas de qué se trata, ve adelante y ofrécelo de todo corazón.

¡¡CONTINÚA ADELANTE Y NUNCA RETROCEDAS!!



La Plena Consciencia

La mayoría de la gente, cuando se inicia en la práctica de la plena consciencia, comete el error de hacerse una imagen falsa de esta práctica. Creen que ser conscientes significa no sentir miedo, permanecer constantemente en calma y en paz.


Para mí, vivir en plena consciencia significa que puedo vivir en paz en la no paz, que puedo aceptar la realidad de la no calma.

Si puedo mirar profundamente en mi propia naturaleza y tocar mi sufrimiento, puedo aprender a vivir con mi miedo, mis dudas, mi inseguridad, mi confusión, mi ira. Mi tarea es permanecer en estos lugares como agua en calma


("At hell's gate" - Claude AnShin Tomas)


Las Hojas no se Caen, se Sueltan


Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja.

Ahora, sin embargo, me doy cuenta que ninguna hoja "se cae", sino que llegado el escenario del otoño inicia la danza maravillosa de soltarse.

Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición al desprendimiento.

Las hojas no caen, se desprende en un gesto supremo de generosidad y profundo de sabiduría: la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire sabe del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento y en actitud de renovación.

La hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío dejado por ella es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja.

La coreografía de las hojas soltándose y abandonándose a la sinfonía del viento traza un indecible canto de libertad y supone una interpretación constante y contundente para todos y cada uno de los árboles humanos que somos nosotros.

Cada hoja al aire que me está susurrando al oído del alma ¡suéltate!, ¡entrégate!, ¡abandónate! y ¡confía!

Cada hoja que se desata queda unida invisible y sutilmente a la brisa de su propia entrega y libertad.

Con este gesto la hoja realiza su más impresionante movimiento de creatividad ya que con él está gestionando el irrumpir de una próxima primavera.

Reconozco y confieso públicamente, ante este público de hojas moviéndose al compás del aire de la mañana, que soy un árbol al que le cuesta soltar muchas de sus hojas.

Tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote.

Me siento tan cómodo y seguro con estas hojas predecibles, con estos hábitos perennes, con estas conductas fijadas, con estos pensamientos arraigados, con  este entorno ya conocido...

Quiero lanzarme a este abismo otoñal que me sumerge en un auténtico espacio de fe, confianza, esplendidez y donación.
Sé que cuando soy yo quien se suelta, desde su propia consciencia y libertad, el desprenderse de la rama es mucho menos doloroso y más hermoso.

Sólo las hojas que se resisten, que niegan lo obvio, tendrán que ser arrancadas por un viento mucho más agresivo e impetuoso y caerán al suelo por el peso de su propio dolor.

Las hojas no caen, se sueltan.


("La Sabiduría de Vivir" - José María Toro)


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