Un lunes cualquiera,
como es habitual, suena el despertador a las 7:00 h. de la mañana, indicándote que se acabó tu descanso y que tienes que afrontar tu ritmo de vida cotidiano. Con mucho sueño y sin
ningún ánimo te levantas dudando lo indescriptible sobre la razón que te empuja a hacerlo, porque realmente no la encuentras.
Te preparas el café que vas tomando mientras te arreglas para
comenzar una nueva semana. Te duchas y enfundas el traje y la corbata o los
tacones. Levantas
a los niños, les preparas el desayuno y el almuerzo del colegio, mientras
"peleas" con ellos para que desayunen, se aseen, se vistan y
poder salir corriendo a llevarlos al
colegio con el tiempo justo para que no lleguen tarde y al mismo tiempo llegar
puntualmente a tu puesto de trabajo. Te enfrentas al agobio diario del tráfico
intenso que te retrasa innecesariamente. Te sientes presionado(a), porque los
minutos pasan y debes comenzar la jornada con una importante reunión de trabajo
a la que no debes llegar tarde.
Te preocupa no encontrar plaza de aparcamiento
para estacionar el coche y tener que dar un millón de vueltas para dejarlo mal
aparcado en cualquier esquina y a cientos de metros de la entrada de tu
empresa, lo que provocará que pases el día pensando si le darán un golpe, si te
multarán por dejarlo mal estacionado o si al salir a "las mil"
no te lo haya retirado la grúa del servicio municipal tras la correspondiente denuncia
policial y los inconvenientes que ello te ocasionará.
La
reunión se alarga más de tres horas, sin un pequeño descanso para estirar las
piernas, ir al cuarto de baño o para tomar un simple café. Para colmo, no acaba satisfactoriamente al no haberse obtenido la cuenta del potencial cliente
al que se pretendía captar en ella. Tras ello, tu responsable se siente molesto
contigo porque tu exposición y el informe que has presentado no eran adecuados. Se dirige a ti con un lenguaje, tanto verbal como no verbal, muy agresivo, que te
deja con la autoestima más minada de lo que ya la tenías por el fracaso de la
reunión.
Airado
y haciendo uso de toda su superioridad, te exige que, tras lo sucedido, hagas un sobreesfuerzo para elaborar sin falta para mañana a primerísima hora el informe
sobre el estado de la cuenta del principal cliente de la empresa, a quien hay
que demostrar que no hay mejor empresa en la competencia a la que confiar su
éxito. Por si eso fuera poco, refuerza tu estímulo para llevar a cabo la tarea,
advirtiéndote de los malos resultados que está teniendo la empresa y que de tu
labor depende el mantenimiento de muchos puestos de trabajo, entre los cuales
puede encontrarse el tuyo.
Eres
consciente de la dificultad que implica tenerlo finalizado en el plazo marcado,
máxime cuando sobre tu mesa esperan otros dossiers a la espera de ser analizados
desde hace días y que también son prioritarios. Cierras los ojos, respiras
hondo y te pones a trabajar en el futuro de los puestos de trabajo de las
personas amenazadas, cuando comienzas a recibir sucesivas llamadas telefónicas
que interrumpen tu labor y consumen gran parte de tu horario de trabajo,
de manera simultánea, tus colaboradores vienen a hacerte consultas que
te demoran más aún, otros de los que no sabes como zafarte cuando
empiezan a comentarte anécdotas de su vida privada que en ese momento es lo
que menos te interesa escuchar.
Para
no perder tiempo, no sales a comer, sólo te tomas un "sandwich" de la máquina de
"vending" acompañado de un refresco mientras continúas
"dándole a la tecla" del ordenador, viendo que el informe está "en
mantillas" y el ruido de fondo te impide concentrarse en tu abnegado
esfuerzo por salvar a la empresa.
Seis
de la tarde, tus compañeros, con sus abrigos puestos, empiezan a desfilar felices hacia la calle y a tomarse "unas
cañitas" y "echar unas risas" en el bar de al lado.
Pero tú has de seguir, llevas un considerable retraso. Te sientes frustrado(a) por no poder seguir sus pasos y regresar con tu familia a la que no prestas la merecida y necesaria atención desde "¡Vaya usted a saber cuándo!"
Las
luces empiezan a apagarse, sólo queda encendido un pequeño foco que te ilumina
a ti como único protagonista de la escena. Tú en actitud de "Superman"
o "Superwoman" ignoras el ambiente solitario y piensas "ahora
podré rendir más sin interrupciones" pero la frustración, el
abatimiento, el cansancio y la ansiedad empiezan a hacer mella en ti, pero ahí
continúas.
Tu nerviosismo va en aumento, te bloqueas por intentar encontrar un
método efectivo que te permita agilizar la tarea y finalizar cuanto antes, pero
no hay forma, cada minuto que pasa es tiempo perdido y el informe sigue sin avanzar.
Sólo te vienen a la mente las ganas que tienes de descansar en casa al lado de
tu familia y tus hijos, llegar a casa antes de que todos estén durmiendo, sin
haberte podido despedir de ellos y darles un beso y un abrazo estando
aún despiertos y que tu pareja no te ignore o no te ponga mala cara por llegar
tarde una vez más y no haber compartido con ella unos minutos de intimidad, ni
haber colaborado en las tareas domésticas.
En
la oficina sólo quedan dos personas: tú y el vigilante de seguridad que, en sus rondas,
de vez en cuando, pasa por delante de ti y te empieza a hablar para matar su
aburrimiento y soledad, pero tú sólo piensas en "a ver si se calla y se
marcha que tengo muchísimo que hacer y no me puedo entretener en estas
tonterías ahora". Respiras cuando se va y tienes que perder unos
minutos tratando de retomar el tema que dejaste interrumpido por la charla
intrascendente.
A
las 2:30 h. de la madrugada, después de horas agotadoras, ya estás al borde del
desmayo, pero te quedas con la conciencia tranquila de haber logrado el
objetivo que te marcó tu superior, cuando él hace horas que se marchó, ignorando
y desestimando el esfuerzo físico y mental que tú tenías que hacer para
satisfacer sus objetivos. Pulsas sobre el botón "Enviar" y el
mail con el informe llega a su destino, ya está hecho, para bien o para mal.
Desconectas tu ordenador, tomas tu abrigo y te diriges "al quinto
infierno" donde dejaste aparcado tu coche, vagando por un polígono
empresarial desierto que te deja a solas con tus pensamientos sobre el
resultado de tu trabajo. A la velocidad que lo has hecho y con el cansancio
acumulado, te queda la inseguridad sobre la calidad del trabajo que has
realizado, si será satisfactorio
para tu responsable y, sobre todo, para el cliente...Puede haber puestos de
trabajo en juego y no te podrías perdonar algo semejante, ni tú tampoco te
puedes privar del tuyo, porque la crisis económica y laboral hace
prácticamente imposible que tu familia llegue a fin de mes sin tu sueldo,
además ¿dónde ibas a ir tú ya con la edad que tienes, si sólo quieren jóvenes
licenciados que lucen mucho, saben poco y cobran menos aún a cambio de recibir
subvenciones por su contratación? Temes que mañana rechacen tu propuesta por falta de
consistencia y te encaminas a casa con la zozobra.
Según
deambulas hacia casa en la noche cerrada, por una ciudad empresarial fantasma,
con frío y soledad, con sueño y un cansancio atroz, te encuentras con una rueda
pinchada y con todo lo que llevas ya en el día tienes que detenerte de nuevo
para cambiarla, pasar por la gasolinera para cargarla de aire y de paso llenar
el depósito, así mañana no tendrás que perder tiempo en hacerlo. Te manchas las
manos y la ropa en el intento del cambio, pero eso ya es lo que menos te
importa, sólo deseas llegar a casa, quitártela, echarla a lavar y
acomodarte en tu pijama y las zapatillas, pero sigues pensando en la calidad
del informe, en qué ocurrirá mañana... no sabes donde sientes más cansancio, si
en tu cuerpo o en tu mente. Sólo te llama a voces la cama para ir a descansar.
En
el trayecto a casa, te vas durmiendo y sin darte cuenta, golpeas a un coche por
detrás, te tienes que parar a hacer el parte y, para colmo de males, el
conductor del otro coche adopta una actitud agresiva que tratas de controlar
como mejor puedes después del día atroz que has tenido que sufrir. Llegada de
la policía, realización de pruebas de alcoholemia que, evidentemente la tuya va
a reslultar negativa, porque lo único que has bebido es agua, café y refrescos de
cola para mantenerte despierto(a).
Todo
termina y, por fin, parece que vas a poder llegar definitivamente a casa, pero
¡sorpresa!, al llegar te das cuenta que, con las prisas al salir esta mañana te
dejaste las llaves olvidadas sobre la mesa; tendrás que llamar al timbre despertando
a toda la familia y con el recibimiento de tu pareja mal encarada que ya dormía
plácidamente sin esperarte habituada a tus constantes retrasos, sin dirigirte una palabra de aliento como "Hola cariño, ¿cómo estás? ¡Cuánto
has tenido que trabajar hoy también! Lo que hacen contigo es inhumano y agotador".
Efectivamente,
prudentemente llamas al timbre y, minutos después, una voz se limita a decirte "otra vez volviste
a olvidarte las llaves. A la próxima te quedas con las maletas en la calle, que
esto no es normal y ya no aguanto más esta situación" a la vez que se
despide por el pasillo diciéndote "como despiertes a los niños los vas
a tener que calmar tú".
Cenas
en soledad, sin hambre y sin ganas, la cena fría, recalentada o lo primero que
ves en el frigorífico. Te sientas frente a la mesa y te das cuenta de lo
miserable que ha sido tu día y sientes un gran vacío a la vez que tu
voz interior no deja de decirte "¿tendrá el informe la suficiente
calidad? ¿seré capaz de exponerlo adecuadamente, con el cansancio que
tengo?" Y finalizas diciendo "así día tras día", no puedo
más. Esto no es vida...".
Por fin te puedes poner el pijama y te encaminas directamente a la cama con la sana intención de
descansar, pero tal es tu agotamiento que no puedes conciliar el sueño, tal es
tu malestar que no puedes dormir... El insomnio se ha apoderado de ti y te
angustias más todavía pensando que tienes pocas horas para descansar y mañana tendrás que
estar en plena forma para la presentación... Sientes la presión en el pecho y
crees que te va a dar un infarto... Te levantas, pero te sientes tambalear, como si no pudieras mantener el equilibrio, te mareas... Notas molestias en el
estómago y crees que la cena fría te ha debido sentar mal... No ocurre nada de
esto, es tu ansiedad, tu estrés, tu organismo pide "soma", la
adrenalina para que sigas aguantando el mismo ritmo sin rebajarlo, apoderándose
completamente de ti. El temor a tu indefensión de saber que son las 4:00 h. de la
mañana y que no puedes pedir apoyo a nadie te hace sentir impotencia y pánico "¿Y si me muero esta noche?"
No tenías bastante en la cabeza, ahora la adrenalina ha surgido como mecanismo
de respuesta automática a tanta ansiedad como llevas acumulada.
Hoy era lunes y te queda toda la semana por delante
al mismo ritmo. Y la semana siguiente y los meses próximos tendrás que mantener
el mismo ritmo, sin vida propia, sin ver a tus hijos, sin compartir un momento
de intimidad con tu pareja que te hace toda clase de reproches para hacer más
dura la situación. Tu hija adolescente tiene problemas que te inquietan, el
pequeño es hiperactivo y supera tus límites de paciencia, tu padre está
enfermo, no tienes vida social y los breves ratitos que tienes para ella, sólo
quieres dormir, descansar y olvidar... Pero no lo logras... Has entrado en un
"síndrome de estrés generalizado"... Ya ha llegado el momento de tomar medidas,
acudir a un profesional que te pueda ayudar a controlar la situación y a darte
los mecanismos para combatir estas crisis. Pero encuentras tantos bloqueos y
desorientación que no sabes si es lo oportuno, si te podrá ayudar de manera
efectiva y duradera.
Si
lo que te ha sucedido hoy se produjese de manera aislada, el estrés saldría en tu
ayuda y te autorregularía, pero si situaciones como ésta se repiten constantemente
durante mucho tiempo, si nuestros esfuerzos laborales superan nuestras
capacidades y nuestras circunstancias personales nos desbordan, lo primero que
sucede es que nuestro sistema inmunológico se debilita de manera extraordinaria
y así es como se entra en un círculo vicioso que puede llevar graves consecuencias a tu vida.
Luego,
vendrán largas bajas laborales, ansiolíticos y antidepresivos que te dejarán
exhausto(a) durante mucho tiempo, incapaz de dar un paso y sólo querrás dormir y
aislarte del mundo, sin tener fuerzas para enfrentarte a nada, ni a nadie. Y
después, cuando parece que lo has superado, meses después vuelves a la misma
rutina que te condujo a esa situación, vuelves a sentir la "ansiedad
anticipatoria" ante el regreso inminente a las circunstancias que te llevaron a
enfermar; durante un tiempo sigues pasándolo tan mal como cuando empezaste.
Mantienes tu medicación durante largo tiempo, lo que te impide conducir, hacer
uso de maquinaria, sentir somnolencia, dificultades de pensamiento y
concentración, un terrible cansancio y unas infinitas ganas de volver a salir corriendo...
¡Esto es Estrés!
Ó AnA Molina (Administrador del blog)
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