domingo, 19 de febrero de 2012

Un Lunes Cualquiera




Un lunes cualquiera, como es habitual, suena el despertador a las 7:00 h. de la mañana, indicándote que se acabó tu descanso y que tienes que afrontar tu ritmo de vida cotidiano. Con mucho sueño y sin ningún ánimo te levantas dudando lo indescriptible sobre la razón que te empuja a hacerlo, porque realmente no la encuentras.







Te preparas el café que vas tomando mientras te arreglas para comenzar una nueva semana. Te duchas y enfundas el traje y la corbata o los tacones. Levantas a los niños, les preparas el desayuno y el almuerzo del colegio, mientras "peleas" con ellos para que desayunen, se aseen, se vistan y poder salir  corriendo a llevarlos al colegio con el tiempo justo para que no lleguen tarde y al mismo tiempo llegar puntualmente a tu puesto de trabajo. Te enfrentas al agobio diario del tráfico intenso que te retrasa innecesariamente. Te sientes presionado(a), porque los minutos pasan y debes comenzar la jornada con una importante reunión de trabajo a la que no debes llegar tarde.


Te preocupa no encontrar plaza de aparcamiento para estacionar el coche y tener que dar un millón de vueltas para dejarlo mal aparcado en cualquier esquina y a cientos de metros de la entrada de tu empresa, lo que provocará que pases el día pensando si le darán un golpe, si te multarán por dejarlo mal estacionado o si al salir a "las mil" no te lo haya retirado la grúa del servicio municipal tras la correspondiente denuncia policial y los inconvenientes que ello te ocasionará.



La reunión se alarga más de tres horas, sin un pequeño descanso para estirar las piernas, ir al cuarto de baño o para tomar un simple café. Para colmo, no acaba satisfactoriamente al no haberse obtenido la cuenta del potencial cliente al que se pretendía captar en ella. Tras ello, tu responsable se siente molesto contigo porque tu exposición y el informe que has presentado no eran adecuados. Se dirige a ti con un lenguaje, tanto verbal como no verbal, muy agresivo, que te deja con la autoestima más minada de lo que ya la tenías por el fracaso de la reunión.

Airado y haciendo uso de toda su superioridad, te exige que, tras lo sucedido, hagas un sobreesfuerzo para elaborar sin falta para mañana a primerísima hora el informe sobre el estado de la cuenta del principal cliente de la empresa, a quien hay que demostrar que no hay mejor empresa en la competencia a la que confiar su éxito. Por si eso fuera poco, refuerza tu estímulo para llevar a cabo la tarea, advirtiéndote de los malos resultados que está teniendo la empresa y que de tu labor depende el mantenimiento de muchos puestos de trabajo, entre los cuales puede encontrarse el tuyo.

Eres consciente de la dificultad que implica tenerlo finalizado en el plazo marcado, máxime cuando sobre tu mesa esperan otros dossiers a la espera de ser analizados desde hace días y que también son prioritarios. Cierras los ojos, respiras hondo y te pones a trabajar en el futuro de los puestos de trabajo de las personas amenazadas, cuando comienzas a recibir sucesivas llamadas telefónicas que interrumpen tu labor y consumen gran parte de tu horario de trabajo, de manera simultánea, tus colaboradores vienen a hacerte consultas que te demoran más aún, otros de los que no sabes como zafarte cuando empiezan a comentarte anécdotas de su vida privada que en ese momento es lo que menos te interesa escuchar.

Para no perder tiempo, no sales a comer, sólo te tomas un "sandwich" de la máquina de "vending" acompañado de un refresco mientras continúas "dándole a la tecla" del ordenador, viendo que el informe está "en mantillas" y el ruido de fondo te impide concentrarse en tu abnegado esfuerzo por salvar a la empresa.


Seis de la tarde, tus compañeros, con sus abrigos puestos,  empiezan a desfilar felices hacia la calle y a tomarse "unas cañitas" y "echar unas risas" en el bar de al lado. Pero tú has de seguir, llevas un considerable retraso. Te sientes frustrado(a) por no poder seguir sus pasos y regresar con tu familia a la que no prestas la merecida y necesaria atención desde "¡Vaya usted a saber cuándo!"

Las luces empiezan a apagarse, sólo queda encendido un pequeño foco que te ilumina a ti como único protagonista de la escena. Tú en actitud de "Superman" o "Superwoman" ignoras el ambiente solitario y piensas "ahora podré rendir más sin interrupciones" pero la frustración, el abatimiento, el cansancio y la ansiedad empiezan a hacer mella en ti, pero ahí continúas.


Tu nerviosismo va en aumento, te bloqueas por intentar encontrar un método efectivo que te permita agilizar la tarea y finalizar cuanto antes, pero no hay forma, cada minuto que pasa es tiempo perdido y el informe sigue sin avanzar. Sólo te vienen a la mente las ganas que tienes de descansar en casa al lado de tu familia y tus hijos, llegar a casa antes de que todos estén durmiendo, sin haberte podido despedir de ellos y darles un beso y un abrazo estando aún despiertos y que tu pareja no te ignore o no te ponga mala cara por llegar tarde una vez más y no haber compartido con ella unos minutos de intimidad, ni haber colaborado en las tareas domésticas.

En la oficina sólo quedan dos personas: tú y el vigilante de seguridad que, en sus rondas, de vez en cuando, pasa por delante de ti y te empieza a hablar para matar su aburrimiento y soledad, pero tú sólo piensas en "a ver si se calla y se marcha que tengo muchísimo que hacer y no me puedo entretener en estas tonterías ahora". Respiras cuando se va y tienes que perder unos minutos tratando de retomar el tema que dejaste interrumpido por la charla intrascendente.

A las 2:30 h. de la madrugada, después de horas agotadoras, ya estás al borde del desmayo, pero te quedas con la conciencia tranquila de haber logrado el objetivo que te marcó tu superior, cuando él hace horas que se marchó, ignorando y desestimando el esfuerzo físico y mental que tú tenías que hacer para satisfacer sus objetivos. Pulsas sobre el botón "Enviar" y el mail con el informe llega a su destino, ya está hecho, para bien o para mal.

Desconectas tu ordenador, tomas tu abrigo y te diriges "al quinto infierno" donde dejaste aparcado tu coche, vagando por un polígono empresarial desierto que te deja a solas con tus pensamientos sobre el resultado de tu trabajo. A la velocidad que lo has hecho y con el cansancio acumulado, te queda la inseguridad sobre la calidad del trabajo que has realizado,  si será satisfactorio para tu responsable y, sobre todo, para el cliente...Puede haber puestos de trabajo en juego y no te podrías perdonar algo semejante, ni tú tampoco te puedes privar del  tuyo, porque la crisis económica y laboral hace prácticamente imposible que tu familia llegue a fin de mes sin tu sueldo, además ¿dónde ibas a ir tú ya con la edad que tienes, si sólo quieren jóvenes licenciados que lucen mucho, saben poco y cobran menos aún a cambio de recibir subvenciones por su contratación? Temes que mañana rechacen tu propuesta por falta de consistencia y te encaminas a casa con la zozobra.

Según deambulas hacia casa en la noche cerrada, por una ciudad empresarial fantasma, con frío y soledad, con sueño y un cansancio atroz, te encuentras con una rueda pinchada y con todo lo que llevas ya en el día tienes que detenerte de nuevo para cambiarla, pasar por la gasolinera para cargarla de aire y de paso llenar el depósito, así mañana no tendrás que perder tiempo en hacerlo. Te manchas las manos y la ropa en el intento del cambio, pero eso ya es lo que menos te importa, sólo deseas llegar a casa, quitártela, echarla a lavar y acomodarte en tu pijama y las zapatillas, pero sigues pensando en la calidad del informe, en qué ocurrirá mañana... no sabes donde sientes más cansancio, si en tu cuerpo o en tu mente. Sólo te llama a voces la cama para ir a descansar.

En el trayecto a casa, te vas durmiendo y sin darte cuenta, golpeas a un coche por detrás, te tienes que parar a hacer el parte y, para colmo de males, el conductor del otro coche adopta una actitud agresiva que tratas de controlar como mejor puedes después del día atroz que has tenido que sufrir. Llegada de la policía, realización de pruebas de alcoholemia que, evidentemente la tuya va a reslultar negativa, porque lo único que has bebido es agua, café y refrescos de cola para mantenerte despierto(a).

Todo termina y, por fin, parece que vas a poder llegar definitivamente a casa, pero ¡sorpresa!, al llegar te das cuenta que, con las prisas al salir esta mañana te dejaste las llaves olvidadas sobre la mesa; tendrás que llamar al timbre despertando a toda la familia y con el recibimiento de tu pareja mal encarada que ya dormía plácidamente sin esperarte habituada a tus constantes retrasos, sin dirigirte una palabra de aliento como  "Hola cariño, ¿cómo estás? ¡Cuánto has tenido que trabajar hoy también! Lo que hacen contigo es inhumano y agotador".

Efectivamente, prudentemente llamas al timbre y, minutos después, una voz se  limita a decirte "otra vez volviste a olvidarte las llaves. A la próxima te quedas con las maletas en la calle, que esto no es normal y ya no aguanto más esta situación" a la vez que se despide por el pasillo diciéndote "como despiertes a los niños los vas a tener que calmar tú".

Cenas en soledad, sin hambre y sin ganas, la cena fría, recalentada o lo primero que ves en el frigorífico. Te sientas frente a la mesa y te das cuenta de lo miserable que ha sido tu día y sientes un gran vacío a la vez que tu voz interior no deja de decirte "¿tendrá el informe la suficiente calidad? ¿seré capaz de exponerlo adecuadamente, con el cansancio que tengo?" Y finalizas diciendo "así día tras día", no puedo más. Esto no es vida...".



Por fin te puedes poner el pijama y te encaminas directamente a la cama con la sana intención de descansar, pero tal es tu agotamiento que no puedes conciliar el sueño, tal es tu malestar que no puedes dormir... El insomnio se ha apoderado de ti y te angustias más todavía pensando que tienes pocas horas para descansar y mañana tendrás que estar en plena forma para la presentación... Sientes la presión en el pecho y crees que te va a dar un infarto... Te levantas, pero te sientes tambalear, como si no pudieras mantener el equilibrio, te mareas... Notas molestias en el estómago y crees que la cena fría te ha debido sentar mal... No ocurre nada de esto, es tu ansiedad, tu estrés, tu organismo pide "soma", la adrenalina para que sigas aguantando el mismo ritmo sin rebajarlo, apoderándose completamente de ti. El temor a tu indefensión de saber que son las 4:00 h. de la mañana y que no puedes pedir apoyo a nadie te hace sentir impotencia y pánico "¿Y si me muero esta noche?" No tenías bastante en la cabeza, ahora la adrenalina ha surgido como mecanismo de respuesta automática a tanta ansiedad como llevas acumulada.

Hoy era lunes y te queda toda la semana por delante al mismo ritmo. Y la semana siguiente y los meses próximos tendrás que mantener el mismo ritmo, sin vida propia, sin ver a tus hijos, sin compartir un momento de intimidad con tu pareja que te hace toda clase de reproches para hacer más dura la situación. Tu hija adolescente tiene problemas que te inquietan, el pequeño es hiperactivo y supera tus límites de paciencia, tu padre está enfermo, no tienes vida social y los breves ratitos que tienes para ella, sólo quieres dormir, descansar y olvidar... Pero no lo logras... Has entrado en un "síndrome de estrés generalizado"... Ya ha llegado el momento de tomar medidas, acudir a un profesional que te pueda ayudar a controlar la situación y a darte los mecanismos para combatir estas crisis. Pero encuentras tantos bloqueos y desorientación que no sabes si es lo oportuno, si te podrá ayudar de manera efectiva y duradera.

Si lo que te ha sucedido hoy se produjese de manera aislada, el estrés saldría en tu ayuda y te autorregularía, pero si situaciones como ésta se repiten constantemente durante mucho tiempo, si nuestros esfuerzos laborales superan nuestras capacidades y nuestras circunstancias personales nos desbordan, lo primero que sucede es que nuestro sistema inmunológico se debilita de manera extraordinaria y así es como se entra en un círculo vicioso que puede llevar  graves consecuencias a tu vida.

Luego, vendrán largas bajas laborales, ansiolíticos y antidepresivos que te dejarán exhausto(a) durante mucho tiempo, incapaz de dar un paso y sólo querrás dormir y aislarte del mundo, sin tener fuerzas para enfrentarte a nada, ni a nadie. Y después, cuando parece que lo has superado, meses después vuelves a la misma rutina que te condujo a esa situación, vuelves a sentir la "ansiedad anticipatoria" ante el regreso inminente a las circunstancias que te llevaron a enfermar; durante un tiempo sigues pasándolo tan mal como cuando empezaste. Mantienes tu medicación durante largo tiempo, lo que te impide conducir, hacer uso de maquinaria, sentir somnolencia, dificultades de pensamiento y concentración, un terrible cansancio y unas infinitas ganas de volver a salir corriendo...


¡Esto es Estrés!




Ó AnA Molina (Administrador del blog)


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